Hitlerismo sin Hitler
El ala conservadora del Partido Republicano –hoy muy predominante en éste- ha venido nutriéndose de la filosofía política de un alemán emigrado por motivos raciales durante el Tercer Reich: Leo Strauss. Afincado en los Estados Unidos, Strauss fue muy bien recibido en la Universidad de Chicago (fundada y dirigida por los intereses del petróleo, donde además trabajaban los economistas más conservadores como Milton Friedman y los físicos que habían llevado a cabo los estudios para desarrollar la bomba atómica).
En Chicago, Strauss desarrolló sus teorías políticas que han inspirado no sólo al Partido Republicano sino también al CFR, de la misma manera que en el pasado más lejano las sociedades secretas se nutrían de la filosofía de la historia hegeliana para llevar a cabo sus actividades revolucionarias.
Las teorías de Strauss pueden resumirse en una premisa básica y tres líneas de acción para lograr sus objetivos. Strauss era un lector acrítico de Nicolás Maquiavelo y fue, de hecho, su continuador, o quien reformuló sus tesis. Su premisa básica es la siguiente:
Por derecho natural, los fuertes deben gobernar sobre los débiles.
Sus tres líneas de acción representan una verdadera metodología para lograr objetivos de dominio a través de la globalización. Estas han sido y siguen siendo las siguientes:
a) Dado que no existen verdades absolutas, sino sólo relativas, es necesario que los gobiernos mientan. Los gobiernos deben dar a la población a través de la prensa sólo un mínimo indispensable de información fidedigna, pues en general, no cabe otra opción que la mentira y el engaño, a fin de mantener lo más monolíticamente posible la fe de las masas en un futuro mejor y en una escala de valores. La mentira y el engaño deben ser armas para impedir todo atisbo de escepticismo o nihilismo por parte de las masas, lo que bien podría llevar a la anarquía.
b) Contrariamente a lo que establece la mayoría de las constituciones democráticas en lo que respecta a la necesidad de separar el Estado de la Iglesia, Strauss pensaba, al igual que los políticos conservadores norteamericanos con Bush a la cabeza, que la fe religiosa y las invocaciones a un dios todopoderoso ayudan en buena medida a que ese escepticismo o nihilismo se reduzca a un mínimo posible. La religión entonces, cualquiera que sea, es una potente arma de dominio, al igual que la mentira y el engaño, para lograr encolumnar al pueblo tras un líder y tras la clase dominante que debe gobernar un país por “derecho natural”. Las sociedades secretas anotaron muy bien esta indicación, como veremos en el capítulo cinco.
c) La base de cualquier Estado y de cualquier gobierno es la existencia de un enemigo. La lucha contra un enemigo común sirve para aglutinar más a las masas. Un peligroso enemigo externo muchas veces aparece de manera espontánea o imprevisible, pero según Strauss, y los políticos que han caído bajo su influencia, si ese enemigo no existe, es necesario crearlo. Si no hay uno a mano, éste debe ser fabricado, porque sin un enemigo poderoso se corren riesgos de que se den las condiciones para que aparezcan importantes niveles de disenso interno que pongan en riesgo la conducción del Estado y el dominio de un país por los “elegidos” a través del derecho natural, o sea los más fuertes. Obviamente es necesario entender que en un régimen capitalista global, los más fuertes no son otros que los más ricos.
Puede resultar curioso, pero a pesar de ser un perseguido de Hitler por motivos raciales, Strauss terminó por imitar a su odiado enemigo. Si sustituimos “los más fuertes” por “la raza aria”, nos encontraríamos con idénticas percepciones acerca de una raza o una clase “elegida” para gobernar al mundo por derecho natural.
Fragmento del libro NADIE VIO MATRIX de Walter Graciano (editorial Planeta)
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