sábado, 15 de julio de 2017

EL G-20. MULTILATERALISMO, PODER, INSUBORDINACIÓN Y REALISMO. EL ORDEN INTERNACIONAL DESPUÉS DE HAMBURGO.

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DISTINGUIDOS AMIGOS(AS) ponemos a consideración de todos ustedes dos Artículos muy importantes relacionados a la situación del escenario mundial, después de los acontecimientos sucedidos durante el desarrollo del Foro Mundial del G-20, realizado en la Ciudad de Hamburgo, Alemania. El primer artículo en relación a como se presenta hoy el Multilateralismo global, salió fortalecido o herido mortalmente después del foro del G.20, tomando en consideración la participación de los principales Actores Políticos, en relación con la “nueva” Gobernanza mundial, producto de la serie de acontecimientos que se van produciendo relacionados con la Crisis de Occidente, el Brexit, la guerra en Oriente Medio, el retiro de Estados Unidos del Foro París 2015 y la defensa del Medio Ambiente, la situación de Ucrania y Georgia y el Poder de Rusia, los procesos independentistas en Europa o en general en el aspecto central la crisis del “libre comercio mundial” y el surgimiento desde las políticas norteamericanas del proteccionismo nacionalista y populista, pero también relacionado al abandono y/o reformas que en los últimos tiempos ha planteado el presidente Trump con respecto a los Tratados de Libre Comercio TLC en especial Estados Unidos, Canadá y México o el propio retiro de Estados Unidos del TPP uno de los temas centrales en materia de libre comercio.

El segundo Artículo relacionado si es posible hablar hoy de un “nuevo Orden Internacional, global”, tomando en consideración la actuación y protagonismo político que han cumplido cada uno de los participantes en el Foro G-20, no sólo relacionado con el nuevo posicionamiento político de los actores principales, los Estados, en la perspectiva de hablar de un Nuevo Orden 2.0 ante la crisis profunda del Multilateralismo – y su no expuesto en el artículo, de una posible nueva “concentración de Poderes”, y retorne la Bipolaridad, no como en los tiempos de la Guerra Fría – 1945-1989 -, menos como expresión o manifestación política de si es Occidente u Oriente los Nuevos poderes globales, pero sí en lo principal y central, que “bloques económico-políticos” asumen la conducción, dirección y control del capitalismo en los nuevos tiempos”.  Para nosotros es el eje central de como los actores – los Estados – en el Nuevo Orden Global – asuman esta responsabilidad, tomando en consideración, que los “nuevos tiempos” para la globalización, no será “ya el mercado, y menos el poder del libre comercio mundial, es decir la empresas transnacionales”, sino el ESTADO, en la visión de una “nueva globalización inclusiva, al servicio d elos pueblos y que trabaje fundamentalmente por disminuir la terrible desigual económico social”, según el planteamiento central del presidente chino Xi Jinping, y aceptado por Occidente, aunque a “regañadientes” – por  considerar la ausencia para ellos de Democracia y Libertad. Pero es su única y viable alternativa en el nuevo milenio.

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La Canciller Angela Merkel y el Presidente Trump, han expuesto con sus intervenciones en el Foro del G-20 y ante el mundo hoy de, Dos propuestas, dos alternativas en relación con el Multilateralismo mundial, pero todo relacionado a que bloques económico-políticos, dirigen, controlan el sistema capitalista en los nuevos tiempos histórico-políticos, de una posible Bipolaridad de Estados Mundiales.
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EL G-20. MULTILATERALISMO, PODER, INSUBORDINACIÓN Y REALISMO.
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Fredes Luis Castro.

ALAI. Jueves 13  de julio del 2017.

ALAI AMLATINA, 13/07/2017.- En ejercicio de la presidencia del G-20, Alemania ofició su rol de anfitriona del encuentro celebrado en Hamburgo que tuvo como consigna “Conformar un mundo interconectado”. El logo elegido resume los deseos y valores de personalidades como Angela Merkel, Justin Trudeau y Emmanuel Macron, pero está alejado de los pronunciamientos de Donald Trump, Vladímir Vladímirovich Putin, y de la decisión adoptada por el Reino Unido presidido por Theresa May para apartarse del comando de Bruselas. Esta divergencia no se circunscribe a los jefes de Estado, de acuerdo a una encuesta realizada por Chatham House a 1823 integrantes de la élite europea, individuos influyentes en áreas clave como la política, mediática o empresarial, oriundos de distintos países miembros de la Unión Europea (UE), el 37% está a favor de transferir mayores facultades a la UE mientras que el 31% aboga por una restauración de poderes a los estados nacionales.

Es posible que entre los restauradores existan referentes que coinciden con las conclusiones del informe brindado por el Global Trade Alert, que acusa la ineptitud del G-20 para repeler medidas proteccionistas. Sus escribientes conminan a escandalizarse menos por las restricciones a importaciones que por la “generosidad estatal” de buena parte de las economías del G-20, generadora de subsidios e incentivos fiscales que benefician a sus agricultores, exportadores y fabricantes. Tampoco se puede descartar que el 31% mencionado estime, en su intimidad, que los estados nacionales son agentes más eficaces a la hora de formular políticas proteccionistas de los intereses que los cohesionan.

Con temperamento entre sombrío y conspirativo, Donald Trump opera para combinar la necesidad de reforzar las articulaciones gendarmes del Estado nación con el repliegue de sus posibilidades reguladoras en el orden económico financiero, y extractivas en el orden impositivo cuando toca al capital más concentrado. De ningún modo fue casual la elección del territorio polaco para ofrecer su discurso reivindicativo de los valores comprendidos en la tríada de Dios, familia y libertad, antes de involucrarse en la cumbre del G-20. Es la patria del eficaz anticomunista Karol Wojtyla/Juan Pablo II y de Juan III Sobieski, el rey que en 1683 derrotó a las fuerzas otomanas en las puertas de Viena. Varsovia padeció el estatismo totalitario de los soviéticos y se ubica a la vanguardia de las administraciones furiosamente excluyentes de las humanidades extranjeras, mucho más las musulmanas, que buscan asilo y refugio en Europa. Es, además, uno de los pocos miembros de la OTAN que gasta más del 2% de su PBI en Defensa.

Para Trump, la supervivencia de Occidente se encuentra amenazada por un conflicto de civilizaciones que no se libra en campos de batalla en primer término, sino en la mente, la voluntad y las almas de la ciudadanía habitante de la geografía occidental. Tristen Naylor, especialista en relaciones internacionales de la Universidad de Oxford, disiente con el ex animador de reality shows, y estima que la cumbre de Hamburgo será recordada como el simbólico final del liderazgo global estadounidense. Para Naylor, la erosión del respaldo internacional a ese liderazgo comenzó a agrietarse en los campos de batallas de Afganistán e Irak, y se consolidó en los de Libia, Siria y Ucrania. 

“La decisión de Trump de sacar a los Estados Unidos de la Asociación Transpacífica y el acuerdo climático de París fueron los siguientes pasos en esta lenta fuga del liderazgo global.”

Josef Janning, destacado politólogo alemán del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, considera que el enfrentamiento relevante es el que se suscita entre dos perspectivas, la del multilateralismo contra la de la multipolaridad.

 Los defensores europeos del multilateralismo, como Angela Merkel, propician una gobernanza planetaria que a través de foros como el G-20, provea de bienes públicos globales que la legitimen. Esta gobernanza opera mediante actores estatales y no estatales. 

Por el contrario, sujetos como Donald Trump, sólo creen en el poder como fuente de legitimación. Para la dirigencia del poder, foros como el G-20 sirven para gestionar y concertar las ambiciones de las entidades nacionales que representan. 

Janning, que tiene entre sus antecedentes el de ser profesor invitado en la Universidad Renmin de Beijing, sostiene que Xi Jinping opera también para afirmar los intereses del Estado civilización que gobierna, y se acerca a Europa para aprovechar la confusión que problematiza a sus países, generada en buena medida por el residente de la Casa Blanca. Para el analista germano, su patria y Bruselas se distraen con un escenario secundario al verdadero “gran juego”, que siempre es la lucha tradicional por el poder y la prevalencia, eso sí, en un mundo “ahora profundamente interconectado”.

Es imposible predecir qué escenario político económico se impondrá, sin embargo registremos que la Unión Europea de Angela Merkel mueve sus fichas y avanza con acuerdos comerciales con Canadá y Japón, cuyas dificultades, en especial en el segundo caso, pueden ceder atento a la necesidad de replicar y prevenir las acciones de Washington y Beijing. Berlín, París y Tokio, entre otros, ofertan un software de pactos comerciales y bienes públicos globales, para contrarrestar y compensar el hardware infraestructural propuesto por China para conectar diversas geografías y el tecnológico militar estadounidense (amén de que la centralidad cultural de la patria de Muddy Waters y Steven Spielberg es un valor agregado que no tiene parangón).

Los gobiernos del Mercosur, en el mejor de los casos, discuten en los términos preferidos por las economías dominantes, sin atreverse a formular agenda original o insubordinación fundante alguna. Los términos que las potencias centrales y re-emergentes propagandizan e imponen en el terreno económico, buscan facilitar transacciones y flujos que de ninguna manera aspiran a beneficiar a la ciudadanía de nuestra región. Es bueno recordar que incluso entre los cultores del realismo periférico se advirtió que las políticas externas que adhieren a él, están condenadas al fracaso cuando lubrican una mala política económica, como la materializada en los 90 del siglo pasado, a favor de firmas extranjeras y burguesías prebendarias nativas, con su secuela de desempleo, empobrecimiento y vaciamiento nacional.- July 10, 2017.
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Políticamente, será posible la forja de una "nueva" Bipolaridad Mundial, ante la crisis del multilateralismo y la propia crisis de la globalización desde la crisis del libre comercio global. Rusia y Estados Unidos,( China definiendo una nueva Gobernanza mundial) en una "Nueva" Guerra Fría" pero con contenidos y objetivos estratégicos mundiales absolutamente diferentes a la pirmera Guerra Fría del 1945-1989.
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EL ORDEN INTERNACIONAL DESPUÉS DE HAMBURGO.
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Alberto    Por Alberto Hutschenreuter*

Soberanía Digital jueves 13 del 2017.

Recientemente, en la ciudad alemana de Hamburgo se realizó el encuentro del Grupo de los 20, que congrega a los principales países industrializados y actores emergentes del globo. Si bien los temas centrales del denominado G-20 son de naturaleza económica-financiera, con los años la agenda se ha ido pluralizando, al punto que en esta ocasión el “issue” que finalmente sobresalió fue la ecología, es decir, el apoyo de 19 países a las políticas de “orden ambiental” y el rechazo de Estados Unidos al mismo.

La convocatoria fue también oportunidad para el primer encuentro entre varios mandatarios, siendo sin duda la reunión Trump-Putin la que más atención y expectativa concentró.

Frente al casi hundimiento del multilateralismo, el G-20 aparece como un superviviente que intenta asirse a mínimos de orden o gobernanza internacional. Considerando que en el foro se dan cita actores que concentran el 80 por ciento de la población mundial, el 80 por ciento de la economía global y el 75 por ciento del comercio del orbe, sin duda el grupo es lo más próximo a un “poder ejecutivo internacional”.

Pero ello no implica un gobierno internacional: nada más supone una reunión de hombres con poder (no todos, claro) que podrían lograr acuerdos “moderadores” en diferentes cuestiones, por caso, induciendo a que se establezcan ceses de fuego o treguas en zonas de guerra o incluso en temas “extraños” al grupo, por ejemplo, reducción de armamentos.

Pero nada más, pues las decisiones que se adoptan en el G-20 no son vinculantes. En este sentido, aunque el poder internacional está más “representado” en este grupo, en el que también participan Estados invitados y organizaciones internacionales, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU concentran poder real, más allá que hoy este cuerpo no incluye actores que han construido poder.

Pero tampoco “nada más” porque la defensa y promoción del interés nacional y la autoayuda continúan y continuarán siendo realidades de un mundo dividido (y relacionado) entre “unidades políticas, cada una de las cuales reivindica el derecho de hacerse justicia a sí misma y de ser la única dueña de la decisión de combatir o de no hacerlo”, según la precisa definición de Raymond Aron.

Esta realidad resulta inmodificable, y es la que explica por qué las relaciones internacionales son relaciones de poder y de intereses antes que relaciones de derecho y de cooperación. En estos términos, “homologar” el medio internacional al medio interno, es decir, que las unidades o partes tengan un centro o dirección y que las instituciones y el derecho controlen al poder y no a la inversa, es impensable.

En otras palabras y ampliando, “salir del orden de Estados”, esto es, “reducir” los conceptos de soberanía, estatalidad, independencia, autoayuda, etc., para dar lugar a lo que Robert Haass denomina “Orden Mundial 2.0” en el que los Estados, sobre todo los preeminentes, asumen obligaciones hacia los demás, contando para ello con normativas más estrictas en segmentos clave para la seguridad internacional, por caso, en el de las armas de destrucción masiva, no parece un hecho que pueda alcanzarse. Aunque resulten inadecuados los patrones sobre los que se apoya el viejo “Orden Mundial 1.0”, es decir, el mundo de la denominada “soberanía westfaliana” (estado, independencia, autoidentidad, autoayuda, no injerencia), habrá que encontrar estrategias dentro de este orden.

Sin duda que “nuevas realidades” de alguna manera han “moderado” los conceptos clásicos, por caso, la profusión de las interdependencias, la globalización y las crecientes interconexiones; pero ninguna lo ha hecho al punto de amenazar la soberanía del Estado, como bien sostiene en un reciente artículo en la revista Foreign Affairs el experto Or Rosemboin.

Por el contrario, durante el siglo XXI y particularmente durante los últimos años, el mundo asiste a un fortalecimiento de aquellos conceptos clásicos en las relaciones internacionales: la valoración territorial, el interés nacional, la acumulación militar, el patriotismo, el prestigio, etc.

Consideremos por un momento qué podría implicar, de acuerdo a un “orden mundial superior”, reducir el concepto de autoayuda para Estados preeminentes o potencias medias en el segmento de las armas nucleares.

Significa que Estados Unidos y Rusia avanzarían hacia un umbral que los deje al borde de la desnuclearización de su amparo nacional. ¿Es dable este escenario? Sabemos que la respuesta es negativa: los dos países han avanzado significativamente en la reducción del arsenal pero nunca quedarían en una “situación anti-estratégica”, es decir, sin activos mayores en materia de autoayuda, deferencia, disuasión y persuasión (“suasión”, diría Edward Luttwak).

Asimismo, significa que Israel renunciaría a su armamento con el fin de evitar que otros países de la región se nuclearicen y, en ese estado de paridad estratégica, sus oponentes se sientan “reparados” en relación con el sentimiento árabe de humillación que tradicionalmente supuso la superioridad militar israelí. De nuevo, sabemos que ello no sucederá porque Israel jamás renunciará al último activo que asegura su misma supervivencia.

En otra cuestión, un “orden superior” exigiría que la OTAN y Rusia descompriman el grado de tensión que existe entre el Báltico y el Mar Negro, donde cayó una “cortina de armamentos”, y ambos renuncien a sus fines: la OTAN a la “prevención anti-imperial o revisionista” que le otorga el “derecho de victoria” en la Guerra Fría; Rusia a su preponderancia en su “extranjero inmediato”, particularmente en los países más reluctantes a ella (parte de Ucrania, Georgia, etc.).

Pero sabemos que ello no ocurrirá: un replanteo de la OTAN, es decir, su desconcentración en las adyacencias de Rusia, implicaría no solo una sensible re-ganancia de poder para este país, sino la alteración de los “dividendos de la victoria” en la Guerra Fría. En cuanto a Rusia, la renuncia a ejercer influencia y vigilancia en las ex repúblicas soviéticas significaría desistir de una histórica “rutina geopolítica” que equilibró su debilidad territorial, esto es, los frentes de ingreso hacia sus ricas profundidades.

Un orden superior significaría que tanto los Estados poderosos como los que no lo son quedarían sujetos al cumplimiento irrestricto de toda sentencia del Tribunal Penal Internacional, es decir, a acatar decisiones emanadas de dicho tribunal contra una persona de un Estado. Pero sabemos que existe un “justicia internacional selectiva” en este segmento, puesto que difícilmente alguno de los poderes dominantes del Consejo de Seguridad de la ONU, a cuya instancia actúa el Tribunal, desprotegerá a un dirigente o funcionario “suyo”.

Asimismo, dicho orden debería “pluralizar” el deber de intervención a todos los Estados (invadidos por otros, bajo guerra civil, con incompatibilidades nacionales, etc.), sin excepción. Pero sabemos que aquí también existen “intervenciones selectivas” en función del poder del Estado a intervenir, como así de la importancia geopolítica que reviste el mismo. Sabemos que difícilmente se considerará una intervención en un Estado preeminente, por caso, resulta impensable una intervención internacional en China para salvaguardar los derechos del pueblo tibetano; o una intervención en “plazas anti-geopolíticas” del globo, es decir, territorios donde no se encuentran en juego intereses de poderes mayores.

Podríamos continuar con casos donde la soberanía, el poder, los intereses, la independencia, etc., restringen severamente (cuando no directamente paralizan) cualquier posibilidad relativa con ir más allá de dichos conceptos, es decir, dejar atrás el orden clásico y conocido.


Semejante posibilidad supone desconsiderar las diferencias que existen entre “las aspiraciones morales de una nación en lo particular con las leyes morales que gobiernan el universo”. Según el creador de este (quinto) principio del realismo político, Hans Morgenthau,

“Todas las naciones sufren la tentación de cubrir sus aspiraciones particulares con los ropajes de propósitos morales universales. Una cosa es saber que las naciones están sujetas a la ley moral; otra muy distinta pretender saber lo que son el bien y el mal en las relaciones entre las naciones (…) Es exactamente el concepto de interés definido en términos de poder el que nos salva de los excesos morales y la locura política. Porque si miramos a todas las naciones y las comprendemos como entidades políticas que persiguen sus respectivos intereses, definidos en términos de poder, estamos en aptitud de hacerles justicia a todas. Y gozamos de esa capacidad en un doble sentido: en el de juzgar a las demás naciones como juzgamos a la propia; una vez habiéndolo hecho así, en el de proseguir políticas que respeten los intereses de las demás naciones, a la vez que protegemos y promovemos los de la propia”.
 
En breve, intentar cambiar el orden conocido por lo que deseamos sea un orden internacional será un esfuerzo fútil. Las únicas posibilidades de lograr un nuevo orden es considerando y trabajando las experiencias. Y las únicas experiencias de orden perdurable han sido aquellas basadas en el equilibrio de poder y el aporte de “bienes públicos globales”, es decir, regímenes o canales que permitan administrar diferencias entre Estados.

El problema del mundo de hoy es que no existe equilibrio de poder ni consenso entre los actores preeminentes, mientras que algunos de dichos bienes ya son inadecuados, su proveedor, Estados Unidos, no parece dispuesto a continuar sosteniéndolos y nadie se encuentra en condiciones de relevarlo.

Por ello, la reunión del G-20 en Hamburgo solo quedará en la historia por los disturbios en la ciudad, el encuentro entre los mandatarios de Rusia y Estados Unidos, el “19-1” y alguna que otra graciosa anécdota. Por lo demás, es decir, alguna idea sobre cómo estructurar un nuevo orden, solo crisis, retórica y “punto muerto”.
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*Doctor en Relaciones Internacionales (summa cum laude, USAL). Posgrado en Control y Gestión de Políticas Públicas ( FLACSO). Profesor Titular de Geopolítica en la Escuela Superior de Guerra Aérea. Ex profesor en la UBA. Fue Director del Ciclo Eurasia en la Universidad Abierta Interamericana.

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