sábado, 9 de diciembre de 2017

LA GRAN CRISIS DEL SIGLO XXI. TRAZANDO UNA DEFINICIÓN DE IMPERIALISMO......

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Con el permiso de todos Ustedes Amigos(as), presentamos dos trabajos -artículos - muy importantes, que en sí representan porque se habla de la Gran Crisis del Siglo XXI - es una crisis Humanitaria, es una crisis producto de la guerra, consecuencias inhumanas del Cambio Climático, o en general nos encontramos en un escenario global donde la Poli-crisis del Imperio,  y la hegemonía de la poderosa industria militar occidental, asume el protagonismo central y genera, origina un conjunto de crisis de crisis, producto de la nueva relación o posición que en el mundo tiene hoy el imperialismo en el siglo XXI, y nos encontramos en el epicentro de una “nueva” GUERRA FRÍA”,  pero NO entre Capitalismo y Socialismo, o Moscú, Washington, como la comprendida post Segunda Guerra Mundial, o en definitiva es una Nueva Guerra Nuclear. Estados Unidos y la provocación de Corea del Norte. Sin embargo, nosotros tenemos una mirada mucho más objetiva y estratégica, producto de lo que hoy representa la “guerra o en el enfrentamiento MULTIPOLAR” de los Orden Mundial que hoy se forjan y construyen económica y políticamente en el escenario del capitalismo corporativo global, “tiempos finales de la globalización neoliberal, un Orden Mundial  Imperial básicamente los G-7 o los países globalizadores - en plena y profunda crisis - y el Orden Mundial Oriental - China-Rusia, India - o la llamada “Nueva Ruta de la Seda”, donde están en juego la presencia dominante de las corporaciones transnacionales y su posicionamiento en el mercado mundial.

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LA GRAN CRISIS DEL SIGLO XXI.
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Jorge Majfud.

ALAI.  América Latina en Movimiento.

Viernes 8 de diciembre del 2017.

Porque el pasado está hacia adelante y el futuro hacia atrás, sólo podemos ver el primero, con cierta precisión, y apenas sentir el segundo, como una brisa unas veces, como un vendaval otras. Si al menos tuviésemos un espejo para poder echar una mirada al futuro… Pero no. Al menos que ese espejo sea el pasado mismo que, al decir de Mark Twain, no se repite, pero rima.

Cada vez que alguien se detiene un instante en su marcha atrás, se levantan las voces advirtiendo de los peligros, cuando no de la inutilidad, de las predicciones que, de forma despectiva, se etiquetan como futurología.

Lo primero es cierto: es un intento peligroso. Lo segundo no: no solo es útil; también es una necesidad, sino una obligación moral.

Hoy, en 2017, estamos sentados sobre una bomba de tiempo. Mejor dicho, sobre dos, interconectadas.

La primera es la creciente, excesiva y desproporcionada acumulación de dinero y, por ende, de poder político y militar de una minoría cada vez más minoritaria, tanto a escala global como a escala nacional. Esta acumulación crecientemente desproporcionada, producto de la espiral que retroalimenta el poder del dinero con el poder político-mediático y viceversa (dinámica que produce bolas de nieve primero y avalanchas después) se agravará aún más por la automatización del trabajo. El desempleo en los países ricos, centros del control financiero, narrativo y militar, aumentará la tensión, no porque la economía del mundo rico colapse sino, quizás, por lo contrario. El creciente fascismo y las reacciones micropolíticas de la izquierda con marchas y contramarchas, serán solo síntomas violentos de un problema mayor.

La segunda bomba de tiempo, es la gravísima amenaza ecológica, producto, naturalmente, de la avaricia de esa minoría y del sistema económico basado en el consumo y el despilfarro ilimitado, en el desesperado crecimiento del PIB a cualquier costo, aun al costo de la destrucción de los recursos naturales (flora y fauna) y de sus mismos productos (automóviles, televisores y seres humanos). El desplazamiento de millones de personas debido al aumento de las aguas y los desiertos, nuevas enfermedades y el creciente costo de la tierra, acelerarán la crisis.

Cualquiera de estas dos bombas de tiempo que estalle primero hará estallar a la otra. Entonces, veremos una catástrofe mundial sin precedentes.

La hegemonía de Estado Unidos, que se asume será pacíficamente compartida por una sociedad de conveniencia con China, muy probablemente seguirá la Trampa de Tucidides, y el evento decisivo, del conflicto y de la derrota militar de la Pax americana, será un evento de gran magnitud en el área del Pacifico Este. La marina más poderosa del mundo y de la historia, encontrará una derrota material, política y, sobre todo, simbólica. Solo la futura crisis demográfica en China (el envejecimiento de la población y las anacrónicas políticas de inmigración y la desconformidad de una generación acostumbrada al crecimiento económico) podría retrasar este acontecimiento por décadas.

El panorama, por donde se lo mire, no es alentador. Quizás de ahí el cerrado negacionismo de quienes están hoy en el poder. Ese negacionismo ciego en todas las esferas está hoy representado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y por las corrientes nacionalistas y neo racistas, precisamente cuando el problema es global. La presidencia de este país podrá ser reemplazada por un candidato de la izquierda, en el 2020 o en el 2024, pero no será suficiente para detener el desarrollo de los acontecimientos ya desencadenados. Por el contrario, será una forma de renovar la esperanza en un sistema y en un orden mundial que está llegando a su fin de forma dramática.

Si bien es necesario continuar luchando por las causas justas de las micro políticas, como los derechos de género en el uso de baños públicos (que para los individuos no tiene nada de “micro”), etc., ninguna de estas medidas y ninguna de estas luchas nos salvará de una catástrofe mayor. Cuando ya no haya tierra, agua, alimentos, leyes, cuando los individuos y los pueblos estén luchando por sobrevivir de la forma más desesperada y egoísta posible, a nadie le importarán las causas de la micro política.

Lo bueno es que, si bien el pasado no se puede cambiar de forma honesta, el futuro sí. Pero para hacerlo primero debemos tomar conciencia de la gravedad de la situación. Si realmente vamos caminando hacia atrás, rumbo hacia el abismo, el simple acto de detenerse un momento para pensar en un cambio de rumbo, parece lo más razonable.


- Jorge Majfud es escritor uruguayo estadounidense, autor de Crisis y otras novelas

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TRAZANDO UNA DEFINICIÓN DE IMPERIALISMO EN LA ETAPA DEL CAPITALISMO GLOBAL Y FINANCIERO POST 2008.
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Bruno Lima Rocha.

ALAI. Viernes 8 de diciembre del 2017.

He venido trabajando con el tema de la globalización financiera desde agosto de 2008, en el auge de la "crisis" - al que llamo farsa con nombre de crisis originada por la burbuja inmobiliaria de EEUU y la consiguiente liquidación de hipotecas sin lastre. No fue la primera "crisis" de la era post Guerra Fría, aunque fue aquella que afectó al planeta tras los ataques del 11 de septiembre de 2001. A partir de ese momento, decidí dedicar parte del esfuerzo analítico para conectar algunas variables fundamentales a la escala de la dominación planetaria de este mundo post-2008.

Es preciso caracterizar la acción del imperialismo en el siglo XXI tanto en las llamadas "revoluciones coloridas" como en sus efectos subsecuentes, con la internacionalización de empresas nacionales, la cesión de patrimonio colectivo y la explotación desenfrenada de recursos naturales no renovables. La meta permanente es las finanzas de las economías subordinando la voluntad soberana de sociedades concretas. En esta acción conjunta y combinada, la opinión pública se alcanza de forma estructural. La capilaridad de Internet y manipulación de Big Data por los proveedores estadounidenses implican la frágil soberanía de las sociedades civiles latinoamericanas.

Una variable de fundamento es el concepto de imperialismo y la necesidad de su revisión. Estando en América Latina y enseñando en la ciencia política y en las relaciones internacionales, automáticamente nos colocamos en una posición polarizada en cuanto a los Estados Unidos y las capacidades de proyectar otras inserciones en el Sistema Internacional distantes del eje anglosajón y de la Europa unificada. Al mismo tiempo, la noción realista nos hace evitar cualquier adhesión a las posiciones de Rusia, India y menos aún de China. Para nuestro caso, observando las relaciones asimétricas de poder global a partir de Brasil como país líder continental, es posible maniobrar dentro de un paraguas de los BRICS, pero reconociendo la existencia de un imperialismo chino a escala global y proyecciones afines dentro y fuera de Eurasia para estas tres potencias.

Con todas estas excepciones, vemos como esencial interpretar el concepto de imperialismo globalizado y financiero. Este se manifiesta desde formas más groseras, como una invasión militar, hasta el objeto de estudio al que este texto se vincula, las relaciones complementarias y subordinadas de Transnacionales (TNC), paraísos fiscales, capital financiero como forma de acumulación salvaje contemporánea, endeudamiento securitizado de poblaciones enteras y la existencia de una suma nefasta de élites orgánicas actuando a través de puertas giratorias a escala nacional y transnacional, al servicio y de la versión actual del neoliberalismo.

Este sistema de dominación opera a través de una dimensión complementaria de inteligencia y espionaje electrónico -y la quiebra de signos, sigint-, el aval jurídico-político y por qué no ideológico de medios especializados (como el papel del "periodismo" económico) agencias de análisis de riesgo de las recomendaciones de los organismos de origen de Bretton Woods (como el FMI y el Grupo del Banco Mundial), de los operadores "nacionales" vinculados a los voluminosos y poco o nada regulados fondos de tipo hedge y el conjunto de instrumentos de acumulación a través del llamado shadow banking. En la punta, actuando en cada sociedad concreta, observamos la internalización de intereses externos (imperialistas) como en los acuerdos de Cooperación Jurídica Internacional, los institutos y think tanks de la "nueva" derecha (que se extienden como metástasis en América Latina), la captura de las " las instituciones del Estado capitalista - disminuyendo el escaso margen de la democracia de masas - y ampliando tanto los espacios de mercado - marketización -, como la privatización de recursos, empresas y patrimonios colectivos (como las reservas de recursos naturales) y la constante presión de la mayor parte de la cima de la pirámide de nuestras sociedades en ser absorbidas como socias minoritarias de la distopía del capitalismo global con "libertad y eficiencia" de mercado.

En la dimensión de la meta permanente, el modus operandi a escala mundial, vemos la concentración cada vez mayor de TNCs -entre ellos incluyen conglomerados chinos, rusos, indios y hasta hace poco tiempo, brasileños - cuya capacidad de interconexión es inversamente proporcional a la preservación de los derechos recursos no renovables del planeta y los biomas. La internacionalización de cadenas secundarias de suministros, la interdependencia subordinada de mercados enteros y sociedades concretas -como en la venta en el mercado futuro de cosechas agrícolas y la dolarización de productos primarios- y una producción científica piramidal donde la circulación de investigación científica es también inversamente proporcional al mismo, el secreto industrial y la capacidad de investigación y desarrollo con contenidos nacionales definen un planeta donde los conglomerados de capitales cruzados y control accionario múltiple, pero subordinado a centros decisorios externos, aumentan las fragilidades de cada país y hacen de la soberanía decisoria una meta cada vez más distante .

Este conjunto complejo tiene en la acumulación salvaje de riqueza a través de compromisos de rescate - títulos, papeles, instrumentos financieros - y depósitos de ultramar un auténtico casino global protegido por legislación específica en territorios con jurisdicciones especiales. Son beneficiarios de este mecanismo tanto individuos como empresas, pudiendo ser considerado el depósito en "paraísos" la forma contemporánea de enriquecimiento. Este conjunto complejo tiene en la acumulación salvaje de riqueza a través de compromisos de rescate títulos, papeles, instrumentos financieros y depósitos de ultramar un auténtico casino global protegido por legislación específica en territorios con jurisdicciones especiales. Son beneficiarios de este mecanismo tanto individuos como empresas, pudiendo ser considerado el depósito en "paraísos" la forma contemporánea de enriquecimiento. Los valores que acumulan en estas jurisdicciones evitan tanto del fisco de países y por tanto no se transforman en políticas públicas o financiamiento del aparato de Estado como tampoco aumentan la renta media de las sociedades. Es justamente lo contrario. El modelo de acumulación financiera y la acción del imperialismo en su etapa de globalización post-2008 ve el aumento de circulación de la "industria financiera" no regulada, haciendo que la riqueza no sea ni siquiera oriunda específicamente de explotación de mano de obra y extracción de más valia. El capitalismo actual ya no necesita generar un volumen de trabajo vivo y de empleo directo voluminoso y sí subordinar las sociedades para fines privados en nombre del "crecimiento" de algunos sectores o de la "estabilidad".

La ausencia de trabajo vivo y el secuestro de la capacidad extractiva de los Estados aumentan la brecha de representación y la captura de los bienes colectivos por los entes privados, siendo que sus representantes están dentro y fuera de los gobiernos de turno y de las tecnocracias de carrera. Como se observa, la complejidad del imperialismo contemporáneo nos obliga a desafíos teóricos y organizativos de gran alcance.

- Bruno Lima Rocha es profesor de ciencia política y de relaciones internacionales en el sur de Brasil.

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