martes, 19 de diciembre de 2017

UNA IZQUIERDA SOBERANISTA.

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"Lo vivimos cada día, a veces, como aquí y ahora en España, dramáticamente. Primero, se toma nota con gran alarma del renacimiento de viejos y nuevos nacionalismos y de la tendencia en diversos Estados a la fragmentación y a la ruptura territorial; segundo, se defiende vehementemente la globalización y su específico modo de concretarse en nuestro continente, es decir, la Unión Europea entendida siempre como algo irreversible e inevitable a la que solo cabe modular, atemperar o democratizar; tercero, se propone profundizar en la integración supranacional y en la progresiva pérdida de soberanía de los Estados en la perspectiva de un lejano momento en el que se iría, más o menos, hacia unos Estados Unidos de Europa".

"Como se puede entender, la clave de este argumentario radica en que estos tres supuestos no se relacionen entre sí. ¿Cómo nos vamos a extrañar de que cuando planificadamente se está deconstruyendo a los Estados europeos realmente existentes, renazcan o se revitalicen nacionalismos nuevos o viejos? ¿Cómo no entender que cuando la democracia como autogobierno de la ciudadanía pierde peso e influencia ante poderes económicos oligárquicos, o no democráticos como las instituciones europeas, renazcan demandas de soberanía, de identidad, de protección? ¿Cómo no comprender la desafección ante instituciones y partidos políticos tradicionales cuando se han ido rompiendo las reglas de un pacto implícito que ligaba capitalismo regulado con democracia política y derechos sociales"?

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UNA IZQUIERDA SOBERANISTA.

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Manolo Monereo.

Topoexpress.

Lunes 18 de diciembre del 2017.


No se trata de un fantasma, es algo más material, más molecular, más consistente: la emergencia de una izquierda soberanista. Entendámonos, una izquierda que pretende reconciliar de nuevo emancipación social, soberanía popular y reconstrucción de un Estado democrático avanzado.
Lo de volver a reconciliar tiene que ver con invertir la ruta que durante más de treinta años ha opuesto estos valores a la izquierda realmente existente, considerándolos reliquias de un pasado que no volverá o, peor aún, obstáculos que hay que superar para enfrentarse a los retos de esta modernidad tardía.

Lo vivimos cada día, a veces, como aquí y ahora en España, dramáticamente. Primero, se toma nota con gran alarma del renacimiento de viejos y nuevos nacionalismos y de la tendencia en diversos Estados a la fragmentación y a la ruptura territorial; segundo, se defiende vehementemente la globalización y su específico modo de concretarse en nuestro continente, es decir, la Unión Europea entendida siempre como algo irreversible e inevitable a la que solo cabe modular, atemperar o democratizar; tercero, se propone profundizar en la integración supranacional y en la progresiva pérdida de soberanía de los Estados en la perspectiva de un lejano momento en el que se iría, más o menos, hacia unos Estados Unidos de Europa.

Como se puede entender, la clave de este argumentario radica en que estos tres supuestos no se relacionen entre sí. ¿Cómo nos vamos a extrañar de que cuando planificadamente se está deconstruyendo a los Estados europeos realmente existentes, renazcan o se revitalicen nacionalismos nuevos o viejos? ¿Cómo no entender que cuando la democracia como autogobierno de la ciudadanía pierde peso e influencia ante poderes económicos oligárquicos, o no democráticos como las instituciones europeas, renazcan demandas de soberanía, de identidad, de protección? ¿Cómo no comprender la desafección ante instituciones y partidos políticos tradicionales cuando se han ido rompiendo las reglas de un pacto implícito que ligaba capitalismo regulado con democracia política y derechos sociales?

Algunos hablamos de que Europa vive un "momento Polanyi". Más de tres décadas de hegemonía de políticas neoliberales han ido minando el poder de los trabajadores en la sociedad, limitando los derechos sociales fundamentales y recortando sustancialmente el Estado social. Se puede decir que a más integración europea, menos democracia real y menos derechos efectivos para las mayorías sociales. El "mercado autorregulado" ha avanzado mucho y, como nos enseñó el viejo socialista austriaco, las sociedades están reaccionando y lo hacen con los "materiales" disponibles y desde supuestos políticos muchas veces antagónicos. En todas partes, con demanda de soberanía en un sentido preciso: derecho a decidir el modelo social, el modelo político, el modelo territorial; las poblaciones no son nada, no tienen poder, ven como sus condiciones de vida y de trabajo empeoran y cómo el horizonte de "sentido" se bloquea y cierra.

La reacción de la sociedad, en una u otra dirección, no es algo pre-moderno o un atavismo de un pasado que se niega a desaparecer. Es la consecuencia de una modernización capitalista en un momento de crisis de la globalización neoliberal realmente existente. Las poblaciones reclaman en todas partes lo mismo: soberanía, Estado, orden, protección, seguridad, futuro. Como la historia mostró en la anterior globalización y en las diversas crisis del capitalismo, la reacción de la sociedad se produce en el marco de correlaciones de fuerzas dadas y pueden ir hacia la derecha, la derecha extrema o hacia la izquierda en sus distintas variantes. No es cosa de ir demasiado lejos en este prólogo; baste decir que la encrucijada en la que nos encontramos podría ser definida del siguiente modo: la crisis de un capitalismo sin alternativa.

El libro de Carlo Formenti entra de lleno en esta problemática que acabo de esbozar. Carlo, es bueno subrayarlo, es un sociólogo competente, militante sindical durante mucho tiempo y exponente destacado de la llamada cultura obrerista italiana. En los últimos años se ha dedicado con pasión y rigor a una crítica de los supuestos teóricos y políticos que han ido conformando el imaginario de una parte considerable de la izquierda social italiana. Formenti es un especialista en las nuevas tecnologías y sus relaciones con la producción, la economía y la estructura social. Se podría decir que ha ido elaborando una crítica del "uso capitalista" de las modernas tecnologías de la información y la comunicación.

El choque ha sido duro. El debate con el obrerismo dominante sigue abierto y Formenti ha tenido que soportar críticas poco elegantes y descalificaciones groseras. La polémica es tan antigua como la historia del marxismo entre aquellos que ponen el acento en el desarrollo impetuoso de las fuerzas productivas y cómo estas cambian las relaciones sociales, y aquellos otros que ponen el acento en la materialidad de la lucha de clases, en la subjetividad organizada como algo no ajeno, sino parte sustancial de las propias fuerzas productivas. No es casualidad que el libro de Formenti concluya con un apéndice dedicado a la ontología del ser social de Lukács.

Un prólogo nunca debería resumir un libro y, mucho menos, servir de instrumento para discutir con el autor. No lo haré; solo indicaré algunos nudos que lo hacen especialmente relevante para nuestro presente, siempre con el ánimo de invitar a una lectura crítica. El título, La variante populista, tiene mucho de provocación. Los que empleamos el término populista o populismo de izquierdas lo hacemos conscientemente. Usar la provocación como un puñetazo encima de la mesa para desvelar una realidad que se quiere negar con la descalificación de populista. Formenti lo dice claramente: el populismo es la forma de la lucha de clases hoy, aquí y ahora. Dicha la provocación y cargada de sentido, empezamos a discutir en serio de los problemas de nuestra sociedad desde el punto de vista de las clases trabajadoras.

Carlo Formenti hace un análisis muy serio de este capitalismo financiarizado que, al parecer, no tiene alternativa. Somete a una crítica profunda los análisis dominantes de lo que podríamos llamar la izquierda "globalista" desde una valoración sensata de la correlación real de fuerzas existente, haciendo un enorme esfuerzo por entender las transformaciones que se han producido en las clases trabajadoras, en el viejo y nuevo proletariado. Lo hace contundentemente, sabiendo de lo que habla y desde un punto de vista anticapitalista y con voluntad socialista.

Inevitablemente, hablar de populismo significa fajarse con Ernesto Laclau y con Chantal Mouffe. Formenti lo hace con respeto pero con radicalidad, intentando ir más allá de los mencionados autores desde una estrategia nacional-popular que tiene en su centro a Antonio Gramsci. De los nudos a los que antes me referí, quiero analizar uno que me parece sustancial. Me refiero a la contraposición entre una economía social y moral basada en los flujos opuesta a una economía basada en el territorio. Esta contraposición me parece decisiva. Lo que podríamos llamar la territorialidad del poder, entendida como una apropiación colectiva de un espacio que busca la inserción armoniosa en un medio del que somos parte y, desde ahí, construir un modo de vivir capaz de integrar nuevas tecnologías, cualificación y emancipación de la fuerza de trabajo y formas de organización social que promuevan la solidaridad, el altruismo y el buen vivir de las personas. Para Formenti, el "atraso" puede ser un adelanto. Muchos estamos reflexionando con él en la necesidad de un nuevo "meridionalismo" que convierta a nuestro Sur descalificado, denigrado y dependiente en una alternativa posible que nos reencuentre con el Norte en un cambio de civilización, de modos de vida, desde una lógica socialista y fraterna.


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