domingo, 17 de diciembre de 2017

DEL FIN DE CICLO A LA CONSOLIDACIÓN DE LAS DERECHAS.

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¿POR QUÉ AVANZA EL NEOLIBERALISMO EN AMÉRICA LATINA?.- Por el gen natural de autodestrucción que tenemos como humanidad. Ese ego propio, el “yoísmo,’” como le llaman en psicología; abarcar todo lo posible sin importar que el otro se quede sin nada.  Partiendo de ese gen podemos desglosar las distintas vertientes que nos llevan a tratar de analizar el comportamiento colectivo de nuestras sociedades ante la política neoliberal que nos arrastra. Neoliberalismo que siempre ha estado presente porque es patriarcal y somos sociedades patriarcales por ende los resultados son de dominio, odio, despojo y manipulación. El patriarcado no solamente es misógino, también es racista y clasista, terriblemente homofóbico. El patriarcado ha sido la imposición de la mente colonizada generacionalmente; desde hace más de 500 años, un mal que se ha convertido en genética de nuestra América mancillada y que gracias a esa idiotización en masa, los resultados son desgarradores para los pueblos y avaros para los pícaros.

Un neoliberalismo que en nombre de la fe y las religiones nos divide entre santos y demonios. Todo el que es distinto y se atreve a pensar por sí mismo, es malaventurado y debe ser castigado por su insolencia; el castigo es quitarle los derechos, excluirlo y llegar a desparecerlo si su existencia llega a causar escozor en los planes de saqueo que tienen las mafias oligárquicas. Resultado de ello, las dictaduras en el continente y los miles de muertos y desaparecidos. Los santos vienen siendo quienes van con la corriente, quienes por haraganería o comodidad no se atreven a pensar ni a cuestionar en voz alta a un sistema que los jode a ellos también, porque los robotiza, los coacciona de mil formas, en un tipo de violencia naturalizada porque es sistemática. Un tipo de violencia que es renovada constantemente porque es estratégica y busca mantener a las masas adormecidas, por eso la existencia del consumismo, de las religiones, de la poralización de los medios corporativos, del sistema de educación.

El neoliberalismo avanza en el continente porque somos sociedades insensibles, deshumanizadas, hipócritas, desleales. Sociedades que prefieren dormir el eterno sueño del vivir de apariencias antes que despertar y verse en la obligación de actuar; porque actuar exige responsabilidad, ¿y quién quiere ser responsable en una era de aprovechamiento colectivo? La responsabilidad de esto es de quienes sabiendo, de quienes con la capacidad de analizar, de cuestionar, de organizar, prefieren dormir la mona, porque los beneficia que el sistema excluya a unos y premie a otros por solapadores. No cabe escudarse en la ignorancia cuando son beneficiados por guardar silencio. Alzar la voz es una responsabilidad humana, individual y colectiva. Debemos ser ríos despiertos, hogueras, mares en tempestad. Debemos ser semilla, eco de montañas, caseríos de pueblo honrado, debemos ser la lluvia que hace crecer la milpa, el abono. El repique constante de la Memoria Histórica, dejar de ser repello para ser cimiento y adobe. Debemos ser lava de volcán cuando el enemigo ataque y tener la lozanía de la flor silvestre cuando se trate de abrazar la causa de la restauración de América Latina originaria. ¿Quién está dispuesto a vivir esa metamorfosis? Fuente. Ilka Oliva Corado

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DEL FIN DE CICLO A LA CONSOLIDACIÓN DE LAS DERECHAS.

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Raúl Zibechi

Revista Globalización. Noviembre del 2107.

Los ciclos políticos no son caprichosos. Vivimos un periodo de crecimiento de las derechas, en particular en Sudamérica. El ciclo progresista terminó aunque sigan existiendo gobiernos de ese color, pero ya no podrán desarrollar las políticas que caracterizaron sus primeros años porque se impone una inflexión conservadora, aunque los discursos puedan decir algo diferente.

Un buen ejemplo de esa ironía puede ser Ecuador: un gobierno de Alianza País que realiza un ajuste conservador. Salvo que se opte por la peregrina tesis de la traición, Lenin Moreno muestra que aún los progresistas deben dar un giro a la derecha para poder seguir gobernando.

Digamos que los ciclos son estructurales y los gobiernos coyunturales. El ciclo progresista se caracterizó por elevados precios de las exportaciones de commodities en un clima general de crecimiento económico, un fuerte protagonismo popular y presiones por mayor justicia social. Los tres aspectos se debilitaron desde la crisis de 2008. Ahora sufrimos una fuerte ofensiva derechista en todos los terrenos.

A pesar de los malos resultados económicos y de una elevada conflictividad social, en la que destaca la desaparición forzada de Santiago Maldonado, el gobierno de Mauricio Macri consiguió una contundente victoria en las recientes elecciones argentinas. El macrismo no es un paréntesis, consiguió una cierta hegemonía que se asienta en los cambios económicos de la última década, en el desgaste del progresismo y la debilidad creciente de los movimientos.

La primera cuestión a tener en cuenta es que el modelo extractivo (sojero-minero) ha transformado las sociedades. La edición argentina de Le Monde Diplomatique de septiembre contiene dos interesantes análisis de José Natanson y Claudio Scaletta, que desbrozan los cambios productivos del complejo de la soya y sus repercusiones sociales.

El primero sostiene que el mapa de la soya coincide casi matemáticamente con los territorios en que gana Macri. Destaca que el campo se articula cada vez más con las finanzas, la industria y los grandes medios, y que los terratenientes y los peones, que fueron los protagonistas del periodo oligárquico, conviven ahora con técnicos, arrendatarios, agrónomos, veterinarios, mecánicos de maquinaria agrícola y pilotos fumigadores, entre otros.

La tecnología es incluso más importante que la propiedad de la tierra que los “ pools de siembra” alquilan, mientras los cultivadores conectados al mundo globalizado están pendientes de los precios de la bolsa de Chicago, donde se cotizan los cereales.

El segundo sostiene que estamos ante una complejización de las clases medias rurales y la emergencia de nuevas clases medias ruro-urbanas. En consecuencia, el conflicto con el campo que sostuvo el gobierno kirchnerista en 2008 no fue la clásica contradicción oligarquía-pueblo.

A partir de ese momento, se hizo visible un conglomerado de actores más complejo y con una base social mucho más extensa, que rechaza las políticas sociales porque sienten la pobreza urbana como una realidad muy lejana. Ese bloque social es el que llevó a Macri al gobierno y el que lo sostiene.

La sociedad extractiva genera valores y relaciones sociales conservadoras, así como la sociedad industrial generaba una potente clase obrera y valores de comunidad y solidaridad. En las grandes fábricas, miles de obreros se convirtieron en clase al organizarse para resistir a los patrones.

Por el contrario, el extractivismo no genera sujetos internos, o sea dentro del entramado productivo, porque es un modelo financiero especulativo. Las resistencias son siempre externas, en general las protagonizan los afectados.

La segunda cuestión es el desgaste del progresismo luego de una década larga de gobierno. Aquí aparecen dos elementos. Uno, el desgaste interno natural o por la corrupción y la mala gestión, y combinaciones de ambos. Dos, porque el propio modelo despolitiza y desorganiza a la sociedad que sólo se articula por medio del consumo. Ahí es donde muerden las derechas.

El consumismo es la otra cara de la sociedad extractiva. Una sociedad que no genera sujetos, ni identidades fuertes, con valores vinculados al trabajo digno, o sea productivo, sino apenas valores mercantiles e individualistas, no está en condiciones de potenciar proyectos de largo aliento para la transformación social.

La tercera cuestión que explica el auge de las derechas es la debilidad del campo popular, que afecta desde los movimientos hasta la cultura del trabajo y de las izquierdas. La sociedad extractiva crean las condiciones materiales y espirituales de esta anemia de organización y luchas. Pero hay más.

Las políticas sociales del progresismo, sobre todo la inclusión mediante el consumo, multiplicaron los efectos depredadores del modelo en cuanto a desorganización y despolitización. En el shopping desaparecen las contradicciones de clase, incluso las étnicas y de género, porque en esos no lugares (Marc Augé) el entorno desaparece a la humanidad de las personas.

Pero los movimientos también son responsables por las opciones que tomaron. En vez de construir mirando el largo plazo, preparándose para el inevitable colapso sistémico, tomaron el atajo electoral que los llevó a construir alianzas imposibles con resultados patéticos. Algunos movimientos argentinos, que optaron por aliarse con la derecha justicialista, podrían hacer balance sobre los resultados desastrosos que obtuvieron, y no me refiero a la magra cosecha de votos.

Por último, debemos pensar las enseñanzas que nos deja el ascenso de las derechas y la crisis de los movimientos. La sociedad extractiva de cuarta guerra mundial, no puede ser resistida con la misma lógica de la lucha obrera en la sociedad industrial. No existe una clase para ser dirigida. Los sujetos colectivos deben ser construidos y sostenidos todos los días. Las organizaciones deben ser sólidas, cinceladas para el largo plazo y resistentes a los atajos institucionales.

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1 comentario:

mensagensnanett dijo...
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