lunes, 29 de julio de 2019

EDUARDO GUDYNAS. LA ÉTICA RENTISTA Y EL ESPÍRITU DEL EXTRACTIVISMO. Proyecto minero de Tía María de Perú.

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“Acumulación-producción-extracción como proceso dialéctico. Acumulación primitiva, reproducción ampliada y nuevos cercamientos representan una ecuación importante a la hora de entender la estrategia de apropiación de la naturaleza y construcción del territorio en la sociedad capitalista. Los nuevos cercamientos entonces implican la apropiación de aquellas porciones de territorio y espacios de vida aún no incorporados plenamente a la lógica del capital, reeditando así algunos de los procesos de la llamada acumulación primitiva que conviven de esta manera con los mecanismos predominantes de la reproducción ampliada.

Así, debemos considerar a la “segunda contradicción del capital” (como la denomina James O´Connor), o sea la contradicción capital-naturaleza (la primera sería la contradicción capital-trabajo) como aquel proceso que trata en tanto mercancía a la naturaleza y el espacio, de tal manera de poder incluirlos en su ecuación instrumental. La tendencia es al socavamiento de la propia base natural de sustentación del sistema productivo, dado que el capital no puede prever los costos de reproducción de la naturaleza en pos de una sustentabilidad real debido a que afectaría claramente la tasa de ganancia. En este esquema de racionalidad instrumental, segunda contradicción y conjunción de procesos de acumulación, se vienen definiendo históricamente toda una serie diversa de recursos estratégicos que se relacionan dialécticamente: por un lado, aquellos que la dinámica global del capital define como recurso demandado en un momento histórico determinado y, por otro, aquellos que las condiciones ecológicas regionales determinan como aptos para ser producidos o extraídos en cada territorio.

Podemos hablar de un proceso extractivo que se va transformando en base a la innovación tecnológica permanente y a la propia dinámica de cambio del proceso de acumulación. En esta continuidad extractiva en función del proceso de acumulación, el caucho es un ejemplo histórico en la América Tropical, la plata en la América Andina y el quebracho en la América Subtropical. Más contemporáneo, la explotación de los hidrocarburos y de minerales no deja de generar conflictos socio-políticos y territoriales, donde entran en juego intereses geoestratégicos estadounidenses, capitales multinacionales de base europea y gobiernos con orientación popular-reformista o conservadora. Sin ir más lejos, es importante no dejar pasar los importantes conflictos geopolíticos derivados por la posesión de los yacimientos de gas y petróleo en las recientes historias de Venezuela y Bolivia, más la llamada Guerra del Agua, también en Bolivia, o las más recientes disputas en torno al cobre, oro, petróleo o gas en Perú (Tía María, Conga, Amazonía, Cusco) a la potencial energía hidroeléctrica de los ríos patagónicos tanto como los cuestionamientos al avance de la frontera hidrocarburífera con el fracking en dicha región, los cuales muestran de forma elocuente lo central de esta cuestión. Primordial es también mencionar el proceso creciente de sojización de América del Sur, que arrasó con ecosistemas, agrosistemas y culturas, constituyéndose no sólo en la extracción de un recurso en base a su “oportunidad” en términos de su demanda por las naciones más industrializadas (alimento de ganado y biodiésel) sino que también en la aplicación de la tecnología más concentrada y asociada a fuertes niveles de dependencia.

 


Alienación socio-ecológica, “extractivismo” histórico e instrumenta-lización de la razón están en la base y las consecuencias de todos estos procesos de acumulación basados en la territorialización extractiva desde que el continente americano es “descubierto” por el capital europeo. Es así que la caracterización que hiciera Galeano en Las Venas Abiertas de América Latina en la década del 70 sigue absolutamente vigente, poniendo en entredicho los supuestos “descubrimientos intelectuales” del extractivismo o neo-extractivismo.

“Es América Latina la región de las venas abiertas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. Todo, la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y de consumo, los recursos naturales y los recursos humanos. El modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido sucesivamente determinados, desde fuera, por su incorporación al engranaje universal del capitalismo. A cada cual se le ha asignado una función siempre en beneficio del desarrollo de la metrópoli extranjera de turno, y se ha hecho infinita la cadena de las dependencias sucesivas, que tiene mucho más de dos eslabones, y que por cierto también comprende, dentro de América Latina, la opresión de los países pequeños por sus vecinos mayores y, fronteras adentro de cada país, la explotación que las grandes ciudades y los puertos ejercen sobre sus fuentes internas de víveres y mano de obra. (Hace cuatro siglos ya habían nacido dieciséis de las veinte ciudades latinoamericanas más pobladas de la actualidad)”.

En definitiva, la clave diferenciadora no está en pensar en extractivismo sino en acumulación, entendiéndolo como la articulación entre el despojo, o sea los mecanismos de la acumulación primitiva, y la reproducción ampliada del capital. El extractivismo es solo un instrumento para la acumulación capitalista y debe ser tratado conceptualmente como tal. El eje está en la lógica de acumulación. Para terminar con el extractivismo es necesario discutir todo el proceso complejo y dialéctico de la acumulación y sus diferentes facetas y solo en este entramado discutir la etapa extractiva del capital, por cuanto el proceso extractivista es parte de la totalidad y si bien tiene sus especificidades solo se explica en su sentido íntegro en función de esa totalidad. Fuente. Que es el extractivismo. La Izquierda Diario-. Junio del 2018.

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LA ÉTICA RENTISTA Y EL ESPÍRITU DEL EXTRACTIVISMO.

Proyecto minero de Tía María de Perú.

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Eduardo Gudynas

Rebelión lunes 29 de julio del 2019.

En el marco de las polémicas que retornan ante el proyecto minero de Tía María, enclavado en el sur de Perú, un grupo de personalidades subscribió un “Acuerdo por el Desarrollo”. En ese texto apoyan una minería que llaman “moderna” y que serviría para el “desarrollo”, compartiendo una serie de recomendaciones para el Estado, la empresa y las comunidades locales, a las que les piden abandonar “discursos polarizantes” (1).

Tía María es un enorme proyecto de minería de cobre de la empresa Southern Peru Copper Corporation, localizado en el departamento de Arequipa, y que ha venido despertando todo tipo de polémicas desde hace diez años atrás (2). Se procesarán cien mil toneladas por día, de los cuales la mayor parte quedará como residuos ya que la concentración de cobre está estimada apenas en un 0,38 %. La meta es explotar 650 millones de toneladas de mineral con óxido de cobre. La explotación minera además compromete recursos hídricos clave para los agricultores de la zona. La resistencia local existe por lo menos desde 2009, los estudios de impacto ambiental han sido muy cuestionados, y se han pasado por picos de muy dura resistencia, incluyendo importantes movilizaciones y enfrentamientos, sumando al menos siete muertos.

El politólogo Martín Tanaka, uno de los firmantes del “Acuerdo”, en twitter defendió ese Acuerdo ante una aguda crítica de Mirta Vázquez, una reconocida abogada que acompaña a líderes locales ante las empresas extractivas (3). Vázquez señaló que algunas ideas del Acuerdo eran “absurdas” pero Tanaka replicó que compartía el “espíritu” de la declaración.

El uso de esa palabra, “espíritu”, y en ese contexto, inmediatamente me recordó a Max Weber con su clásico “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, publicado en 1905. En esa obra, el sociólogo alemán retrataba el profundo cambio cultural de la pérdida de trascendencia que antes se buscaba en la religión, para ser suplantada por una moralidad impersonal e individualista. Perseguir el éxito económico, ganar dinero y más dinero, se volvió un fin en sí mismo que pasó a ser aceptado socialmente. Allí está el “espíritu” al que se refiere Weber, y que se lo adjudica al “capitalismo”, aunque su uso de esa palabra mejor correspondería a lo que hoy llamaríamos cultura o modernización.

Apelando a esa perspectiva, ¿cuál sería el “espíritu” del Acuerdo por el Desarrollo enfocado en Tía María? Para responder esto comencemos por precisar que aquella idea de “espíritu” no tiene un sentido religioso o metafísico, sino que sirve para entender los valores (ética) y los sentidos de los correcto e incorrecto en la sociedad (moral). Hoy estamos frente a extractivismos mineros y petroleros que tienen por detrás una ética y una moral. En ellos, la valoración económica reemplaza otros valores, y por ello ya no interesa ni importa si se “matan” o “amputan” a los apus, ya que se los ha despojado de cualquier trascendencia. El objetivo es lograr el éxito económico y captar la mayor proporción posible de renta económica. Esto no se esconde, sino que ahora goza de legitimidad moral. Lo moralmente correcto es ganarse los billetes como sea. Es más, la moral comenzó a actuar en sentido invertido ya que sería “inmoral” no aprovechar las riquezas minerales y petroleras del país, dicen empresarios, gobiernos y buena parte de la academia.
A mi modo de ver, el “Acuerdo por el Desarrollo a propósito del proyecto Tía María”, está embebido en ese espíritu de la cultura capitalista o moderna, aunque con algunas particularidades contemporáneas y criollas. Alrededor de cincuenta personas adhirieron al Acuerdo, y ciertamente hay variedad entre ellas, pero todos coincidieron en al menos dos cuestiones básicas: alentar la minería y no advertir que lo que proponen es imposible. Para decirlo con más precisión: el punto de partida del Acuerdo son unas metas incompatibles entre sí.

Es como si los que lo firmaron no hubiesen analizado con rigurosidad lo que allí estaba escrito. Esas incongruencias se disimulan por el llamado una y otra vez al “desarrollo”, y en ello reaparece otro aspecto del “espíritu” del documento: invocar una difusa idea del desarrollo como justificación de una moral para que algunos se beneficien mientras se daña a otros y al ambiente.
Me explico: el Acuerdo comienza postulando que es posible una minería, o sea un extractivismo, que atienda cuatro condiciones. Estas son cumplir con estándares globales, proteger el ambiente, dinamizar el desarrollo nacional y beneficiar a las poblaciones locales. Habría una minería, que ellos llaman “moderna” que debería cumplir los cuatro objetivos a la vez, todos al mismo tiempo.

 


Ante esto se debe señalar con toda claridad y énfasis que eso es imposible. No se pueden cumplir todas esas condiciones a la vez. Además, algunas de ellas ni siquiera existen en los términos que se plantean en ese Acuerdo.

Para evaluar si es posible alcanzar las cuatro metas, comencemos por una de ellas. Pongamos por caso que un emprendimiento como Tía María realmente promueva el desarrollo nacional, dejando en suspenso que quieren decir los firmantes del Acuerdo con conceptos como “dinamizar” y “desarrollo”. Pero, si se implanta esa minera enseguida se incumple otra meta del Acuerdo, la de la protección ambiental. Es evidente que un megaproyecto como Tía María acarrea alteraciones ecológicas de tal magnitud que no es posible asegurar que allí hay una “protección” de la Naturaleza. Por su propia dimensión y operación, ese proyecto conlleva un impacto ambiental severo, y las opciones de amortiguación y remediación son limitadas.

La discusión real es si se aceptarán o no, ese tipo de amputaciones ecológicas bajo el supuesto de un beneficio económico (entendido como ingresos de dinero por la exportación de materias primas). Es una falacia afirmar que se alcanzará a la vez una ventaja económica y una protección de la Naturaleza. Si hay una protección de la Naturaleza no habría beneficio económico planteado en esos términos, y si se busca el provecho de la renta será necesario perforar, horadar y extraer el mineral con todos sus impactos ecológicos.

Algo similar ocurre con la meta de “estándares globales” que plantea el Acuerdo, ya que no existen requisitos internacionales acordados por ejemplo para lidiar con los impactos de la minería. En realidad, los países compiten por rebajar sus controles ambientales para atraer a los inversores, y ese propósito estaba detrás de los defensores del “paquetazo ambiental” (y no escapa a nadie que algunos de los firmantes apoyaban ese tipo de rebajas ecológicas). Si por “estándares globales” los firmantes del Acuerdo se refieren a algunas reglas de desempeño que se sigue, pongamos por caso en la Unión Europea o que promueve Naciones Unidas, ya se sabe que la anterior evaluación ambiental recibió 138 observaciones desde los veedores de UNOPS, y la más reciente padece de otros serios problemas como se reveló en la prensa. Estamos ante otro objetivo violado (4). El gobierno Vizcarra recientemente otorgó la licencia ambiental al emprendimiento a pesar de todas estas limitaciones y de la resistencia ciudadana.

Los extractivismos denominados de tercera generación, que corresponden a actividades como la megaminería a cielo abierto o la explotación petrolera en selvas tropicales, por sus impactos y las resistencias que generan, son resistidos por comunidades locales sea en Perú como en todos los demás países del continente. En todas ellas hay grupos locales que los consideran perjudiciales. Esto hace que se viole otra de las metas de los firmantes del Acuerdo, la que se refiere al “beneficio” de las comunidades locales. La imposición de los emprendimientos, muchas veces por medio de la policía o la criminalización muestra cristalinamente la facilidad con que se abandonan objetivos de ese tipo.

Por todo esto, lo más impactante con el texto de ese Acuerdo no es tanto que repita el mito de una minería moderna que sería mejor y más provechosa, sino que sus firmantes ni siquiera se dan cuenta que su planteo es contradictorio en sí mismo y por lo tanto imposible. Si se cumplen una o dos de sus metas, inmediatamente se están violando alguno de sus otros objetivos. El Acuerdo tiene un vicio de nacimiento y es carecer de coherencia interna. Las referencias a los estándares globales o la protección ambiental quedan convertidas en una retórica justificativa.



Como hay una ceguera radical en advertir esto, el Acuerdo da unas curiosas vueltas basadas en recomendaciones, tales como impulsar programas de desarrollo de la agricultura, salud y educación, o crear un fondo de desarrollo. A tono con las clásicas defensas extractivistas, en el Acuerdo no hay pudor en concluir pidiéndole a las comunidades locales que dejen los “discursos polarizantes” y tomen a la minería como “una oportunidad de desarrollo”. Habría que ver si cuando una comunidad local reclama proteger el ambiente, una de las metas de los firmantes del Acuerdo, serán respaldados desde Lima como paladines de la justica ecológica o serán estigmatizados como actores atrapados en discursos polarizantes que impiden el desarrollo.

Por esto concluyo que el contenido del Acuerdo sí tiene un espíritu, y siguiendo la inspiración de Max Weber de hace más de un siglo atrás, me pregunto si no estamos ante algo así como “La ética rentista y el espíritu del extractivismo”.

Si, por el contrario, el objetivo de los que firmaron el “Acuerdo por el Desarrollo” es como indican, “evitar una confrontación con posibles consecuencias lamentables”, deberían comenzar por sopesar que tal vez la primera línea de su documento debería haber sido un llamado a detener todo ese proceso.

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Notas

1. Acuerdo por el Desarrollo – a propósito del proyecto Tía María, El Comercio, disponible en: http://www.centrowinaq.com/noticias/acuerdo-por-el-desarrollo-proposito-del-proyecto-tia-maria

2. Aportes técnicos que cuestionan la viabilidad del proyecto minero Tía María en Islay – Arequipa, M. del Castillo y colaboradores, Red Muqui y Cooper Acción, Lima, 2015.

Pinto Herrera, H. Proyecto minero Tía María: razones de la protesta. Investigaciones Sociales, UNMSM, 20 (36): 199-213.

3. ¿Acuerdo por el Desarrollo de Tía María?, M. Vázquez, Noticias Ser, Perú, http://www.noticiasser.pe/opinion/acuerdo-por-el-desarrollo-de-tia-maria

4. Tía María y las observaciones que Southern Copper tiene pendientes, J. Paucar Albino, La Mula, Lima, 18 julio 2019, https://redaccion.lamula.pe/2019/07/18/tia-maria-licencia-construccion-informe-resolucion-minem-southern-copper-observaciones/jorgepaucar/

E. GUDYNAS es investigador en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES). Una primera versión de este artículo se publicó en Noticias Ser de Perú. Seguimiento: twitter: @EGudynas.

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