lunes, 4 de enero de 2010

EL ROL DEL ESTADO EN EL PROCESO DE GLOBALIZACION.

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Considerar la crisis del Estado-Nación no significa su fin, más bien se debe percibir el cambio de su importancia y de sus funciones. La globalización debe ser analizada como generadora de la crisis y a la vez como promotora de la constitución de Bloques Regionales de carácter supranacional y de nuevos organismos institucionales. El Estado-Nación transita hacia Bloques Regionales o Estados-Región de carácter supranacional gracias al proceso de globalización y como mecanismo para enfrentar a éste. Ya no se pueden comprender las políticas nacionales sin entender el contexto global; es por eso que estos nuevos Bloques Regionales podrán llevar a cabo políticas a nivel transnacional y enfrentar conjuntamente acontecimientos internacionales.
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El rol del Estado en el proceso de globalización.
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REALPOLITIK 27 de diciembre de 2009

LETICIA BONTEMPO


En los 70 ya se preveía el fenómeno de la globalización. Las predicciones sobre cuál sería el lugar de gestación de este proceso fueron acertadas: los Estados Unidos de Norteamérica. Se proponía un gobierno a nivel mundial, comprensible en los contextos del fin de la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra Fría, para hacer frente a una posible tercer guerra. Dicho gobierno debería limitar el poder de las grandes potencias mediante un orden jurídico supranacional a fin de garantizar la seguridad colectiva. En la actualidad, la discusión sobre los efectos de la globalización se basa en si ésta es capaz de garantizar una disminución de las desigualdades y los conflictos mundiales, y de generar propuestas para superar la consecuente crisis del Estado-Nación.


Considerar a la globalización como causante de la crisis de los Estados ha generado diferentes posturas.

*- La conservadora, que no considera que los Estado-Nación hayan perdido su soberanía frente a los organismos externos;

*- la globalifóbica, que parte de las teorías de la dependencia y de las ideas marxistas, considerando la globalización como una expresión del imperialismo o como una hegemonía neoliberal liderada por sectores financieros (análisis monocausales o economicistas);

*- el globalismo ingenuo, que promueve a la globalización y, por ende, a sus supuestas consecuencias como la de la desaparición de las fronteras nacionales y del Estado-Nación, y la no injerencia del Estado en el comercio;

*- por último, la postura realista integracionista que entiende a la globalización como un fenómeno indetenible y propio de la evolución humana y, por lo tanto, el Estado debe estar presente en este proceso como intermediario entre los individuos y las corporaciones internacionales para evitar posibles injusticias y desigualdades.


La relación del Estado-Nación con los fenómenos de la globalización ha llevado a generar diversas hipótesis sobre las posibles evoluciones del mismo, tales como un Estado sin soberanía, impotente, vulnerable, no autónomo, y a propuestas para que éste revierta su situación y ejerza su antiguo papel.


Sin embargo, quienes sostienen las diferentes posiciones no logran aprehender la esencia del problema ya que sus propuestas parten del supuesto de que el Estado-Nación, como organismo político y social del siglo XX, inmutable e inmodificable, es necesario para la evolución de la humanidad. Este error parte de la base de que existen ciertas instituciones que han llegado al estadio final de su evolución. De esta manera, se manejan con un concepto de las funciones del Estado que resulta restringido e inalterable. La vida del hombre, su historia, es dinámica, la política es dinámica y en consecuencia, el papel de las instituciones políticas y económicas como está demostrando este nuevo fenómeno que es la globalización también es dinámico. Al entender esta dinámica, también es posible comprender y enfrentar la evolución y el funcionamiento del Estado-Nación, con políticas e instituciones acordes al contexto mundial y al proceso globalización.


Es imposible remar contra la “corriente mundial” y es incorrecto contraponer la democracia a la globalización o asimilar esta última como un sinónimo de las desigualdades socioeconómicas generadas por una supuesto capitalismo, entendiéndose por “supuesto” el hecho de que la práctica actual no se corresponde con la teoría. Para salir airosos de esta crisis se debe comprender que los Estados-Nación están cambiando estructuralmente. A partir de estas consideraciones ha surgido la propuesta de la constitución de los Estados-Región (como el Mercosur o la Unión Europea).


Considerar la crisis del Estado-Nación no significa su fin, más bien se debe percibir el cambio de su importancia y de sus funciones. La globalización debe ser analizada como generadora de la crisis y a la vez como promotora de la constitución de Bloques Regionales de carácter supranacional y de nuevos organismos institucionales. El Estado-Nación transita hacia Bloques Regionales o Estados-Región de carácter supranacional gracias al proceso de globalización y como mecanismo para enfrentar a éste. Ya no se pueden comprender las políticas nacionales sin entender el contexto global; es por eso que estos nuevos Bloques Regionales podrán llevar a cabo políticas a nivel transnacional y enfrentar conjuntamente acontecimientos internacionales.


Frente a las falencias del proceso de globalización no se deben tomar posiciones extremas como la de la antiglobalización o considerarlo como un fenómeno que tiende a socavar y homogeneizar a las distintas etnias, culturas, razas, etc. Se lo debe entender como un proceso evolutivo incipiente. Son absurdas su negación, su rechazo y las críticas no constructivas sin generar, alternativamente, una propuesta coherente, ya que para hacerle frente se debe interpretar su funcionamiento, aceptando sus beneficios y encontrando una solución para sus consecuencias negativas.


Si bien la globalización ofrece grandes posibilidades, es cierto que la desigualdad a la hora de distribuir los beneficios acentúa las diferencias entre naciones. La ineficiencia de las Naciones Unidas como organismo internacional encargado de aplicar políticas a nivel global se debe a que es simplemente un poder formal, pues el poder real lo ocupan las potencias hegemónicas. Esto se debe a que las Naciones Unidas no tiene la fuerza de poder coercitivo a nivel internacional, incumpliendo con el papel de “poder de policía”, poder que es ejercido por las potencias hegemónicas sin restricciones.


Este nuevo orden mundial debe superar a la entidad internacional de las potencias hegemónicas a fin de cuestionar la distribución de los beneficios generados dentro un sistema con ventajas macroeconómicas y promover la defensa de los Derechos Humanos en cada uno de los países, tendiendo hacia una Organización de Cooperación entre Regiones que no frene a la globalización y que no esté dirigido económica, militar y tecnológicamente por las grandes potencias que dominan la política mundial en la actualidad.
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