Un comerciante de la calle Mitropoleos decía con cierta gracia: “Este hombre o es un santo, un perverso, un suicida o un héroe”. Puede que las cuatro cosas juntas. Papademos asumió el peor papel de la película: ser el malo en quien recae la responsabilidad de apretar las tuercas y lanzar un paquete de reformas, unas más impopulares que las otras. Un nuevo bombero del capitalismo, disciplinado y adepto al ahorro social. El nombre de Papademos sonó con certeza desde el principio pero al cabo de cuatro días de infructuosas negociaciones entre los socialistas del Pasok y la oposición de centroderecha de Nueva Democracia no se llegó a ningún acuerdo hasta ayer a la tarde. El nuevo jefe del Ejecutivo impuso condiciones drásticas para aceptar el cargo: que el plazo para las elecciones del 19 de febrero sea flexible, lo que equivale a decir que podrían retrasarse, y que los partidos se comprometan a aceptar el rescate europeo.
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GRECIA: El hombre de los bancos, para solucionar la crisis que originaron los bancos. Lucas Papademos.
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El nuevo premier será el encargado de ponerle a Grecia la camisa de fuerza de las reformas y el calvario que acompaña a todos los saneamientos liberales. Dice que no es un hombre de la política y que va a ajustar la economía.
Eduardo Febbro
Desde Atenas. Página /12. Viernes 11 de noviembre del 2011. ( 11-11-11 )
Un soldado del rigor asumió el destino político de Grecia hasta las elecciones del próximo mes de febrero. Lucas Papademos, el ex vicepresidente del Banco Central Europeo, ex consejero informal del renunciante jefe del Ejecutivo Giorgos Papandreu, el hombre de los bancos y del sistema financiero, será el encargado de ponerle a Grecia la camisa de fuerza de las reformas y el calvario que acompaña a todos los saneamientos liberales. Su primera declaración es tan enigmática como auténtica: “No soy un político”, dijo en plena calle. La frase suena como una reconciliación en una sociedad donde la clase política suscita un encono profundo y arrastra la imagen de un club de jugadores de poker. Luego, Papademos marcó el rumbo de lo que vendrá: “ajustar la economía” y consagrarse de lleno a la aprobación del segundo paquete del rescate financiero aprobado el pasado 26 de octubre en Bruselas, cuyo hilo conductor es una avalancha de ajustes sociales, reducción de los déficit, aumentos de impuestos, recortes en el gasto público y una millonaria quita bancaria.
Un comerciante de la calle Mitropoleos decía con cierta gracia: “Este hombre o es un santo, un perverso, un suicida o un héroe”. Puede que las cuatro cosas juntas. Papademos asumió el peor papel de la película: ser el malo en quien recae la responsabilidad de apretar las tuercas y lanzar un paquete de reformas, unas más impopulares que las otras. Un nuevo bombero del capitalismo, disciplinado y adepto al ahorro social. El nombre de Papademos sonó con certeza desde el principio pero al cabo de cuatro días de infructuosas negociaciones entre los socialistas del Pasok y la oposición de centroderecha de Nueva Democracia no se llegó a ningún acuerdo hasta ayer a la tarde. El nuevo jefe del Ejecutivo impuso condiciones drásticas para aceptar el cargo: que el plazo para las elecciones del 19 de febrero sea flexible, lo que equivale a decir que podrían retrasarse, y que los partidos se comprometan a aceptar el rescate europeo.
Esta última condición fue dictada expresamente por Bruselas, en especial por la pareja compuesta por el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la canciller alemana Angela Merkel. Ambos despiertan en Grecia un resentimiento casi militante. Nadie olvida en Atenas que Merkel trató de “vagos” a los griegos y que Sarkozy y la canciller alemana forzaron al ex primer ministro Giorgos Papandreu a renunciar al referéndum que pensaba convocar para consultar con la población las condiciones del plan de rescate europeo. Para la población, Merkel y Sarkozy son quienes humillaron al país y pusieron de rodillas a Papandreu durante la cumbre del G-20 que se celebró en la ciudad de Cannes, la Costa Azul francesa.
Inmediatamente después de que se conoció la designación de Papademos, los comerciantes que están en las inmediaciones del Parlamento comentaban con sorna y sin ninguna esperanza: “Merkel será la primera ministra de Grecia, Sarkozy el ministro de Economía, el FMI la policía financiera, el Banco Central Europeo el contador que verifica las cuentas y Papademos el empleado obediente”. Como casi toda Atenas, los comercios están vacíos. Propietarios y empleados pasan largas horas debatiendo de política y economía mientras asisten al frenético ir y venir de autos oficiales en torno del Parlamento. Los griegos comparten con el recién nombrado primer ministro una cualidad común: saben mucho de economía. Los meses de crisis han hecho de los atenienses expertos en todas las cuestiones económicas. Conocen mejor que nadie los arcanos de las finanzas y los vicios que se esconden detrás de fórmulas crípticas.
Lucas Papademos era hasta hace poco profesor de Economía en Harvard. Su curso parece destinado a lo que tiene por delante: “La crisis financiera mundial. Respuestas y desafíos”. Lucas Papademos es el rostro que tranquiliza a los lobos del sistema financiero. Es un economista adusto, sin el más mínimo encanto, pero respetado en los circuitos del dinero. No es un desconocido en Grecia. A su manera, es la segunda vez que tiene cita con la historia de su país. En 1985, Papademos, que enseñaba en la Columbia University de Nueva York, regresó a Grecia para ocupar el puesto de jefe de economistas en el Banco Central griego. En 1994 se convirtió en el gobernador del banco y en ese puesto firmó el certificado de defunción de la moneda nacional, el dracma, reemplazado por el euro. La moneda única europea es irreal y no sólo en Grecia. En un país endeudado en el 170 por ciento de su PIB un taxi del aeropuerto al centro de Atenas cuesta 120 dólares. Resulta imposible saber de dónde sale el dinero para pagar esa ficción.
Con la entrada de Papademos a la escena política, Grecia podrá recibir los 8,000 millones de euros que los países de la Eurozona bloquearon hasta que la partida de poker entre los actores políticos del país no se aclarara. Papademos es el hombre del euro, el capitán llamado a evitar que Grecia salga del euro y acarree a los demás países al precipicio. Lucas Papademos es un calmante para los mercados, no para su sociedad. La crisis de la Zona Euro ya se llevó a cuatro primeros ministros: Italia, Portugal, Irlanda y Grecia. La brecha es profunda. Papademos es la carta del sistema para salvarse y el sistema lo vigilará con microscopio. Además del FMI, el Banco Central Europeo, Bruselas, Sarkozy y Merkel, el profesor Papademos tiene un país convulsionado, movilizado en decenas de protestas sociales, y a la clase política tradicional. Esta no cederá sus derechos de un día para otro, ni tampoco la sociedad civil.
Los griegos han perdido casi todo, menos la afabilidad y la sonrisa. “Son tiempos para reír desde el amanecer”, dice Natalia, una estudiante de Derecho. La muchacha observa el circo político armado por los medios y los políticos en la Plaza de la Constitución como si todo aquel revuelo no fuera más que “la puesta en escena de nuestra próxima derrota”, según dice con una sonrisa bañada en el sol benigno y tenue de la tarde.
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Un economista para Italia. Mario Monti se perfila como sucesor de Berlusconi.
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Monti podría ser el futuro primer ministro a partir del domingo, día clave en el que la prometida renuncia de Silvio Berlusconi se haría efectiva. Entre hoy y mañana debería ser aprobada por el Parlamento la ley de estabilidad.
Por Elena Llorente.
Desde Roma. Página /12. Viernes 11 de noviembre del 2011. ( 11-11-11)
El futuro político inmediato de Italia parece estar tomando forma. Al menos por los trascendidos, el prestigioso y respetado economista Mario Monti podría ser el futuro primer ministro a partir del domingo, día clave en el que la prometida renuncia de Silvio Berlusconi se haría efectiva.
Pero por ahora son sólo trascendidos. Antes, entre hoy y mañana, debería ser aprobada por el Parlamento la ley de estabilidad, las nuevas medidas económicas solicitadas por la Unión Europea para tratar de equilibrar las cuentas del país, estimular el crecimiento económico y tranquilizar a los mercados. Pero el panorama presentado ayer por el Banco Central Europeo no es muy alentador: Italia en 2012 crecerá sólo el 0,5 por ciento.
Ante ésta y otras noticias negativas que llenan los medios de comunicación muchos italianos son reacios a creer que las cosas vayan a cambiar radicalmente después de la retirada de Berlusconi. Retirada que, por lo demás, no significa la anulación de su presencia en política ni la de su partido en el gobierno. Porque aunque el nuevo gobierno estuviera presidido por Monti, no se sabe aún quiénes serán sus ministros ni qué partidos formarán parte de él.
“No cambiará nada aunque se vaya Berlusconi. Los poderes económicos fuertes seguirán teniendo el control. Debería irse toda la clase política”, sostiene Gaetano Ferrieri, un ex consultor fiscal de la región Veneto que desde hace 160 días está en huelga frente a la Cámara de Diputados en Roma. “El pueblo tiene que retomar el control. Nuestro proyecto no tiene el apoyo de ningún partido porque estamos en contra del sistema político. Sólo los ciudadanos simples nos ayudan. Queremos llegar a crear una asamblea constituyente de ciudadanos y un movimiento nacional para conseguir las reformas”, dijo a este diario. Ferrieri está en una carpa y ha pegado alrededor carteles con las medidas que, en su opinión, deberían tomarse para reducir los costos del Estado, entre ellas reducción del 50 por ciento del salario a los políticos y del número de parlamentarios.
Anna Garegnani, en cambio, jubilada, que vivió siendo niña uno de los períodos más difíciles de la historia de este país, la Segunda Guerra, es menos pesimista. “Creo que las cosas estarán mejor cuando se vaya Berlusconi. Habrá que hacer sacrificios, claro, aunque ahora mucha gente no está muy acostumbrada a hacerlos. La educación cívica ha faltado en estos años. El único ejemplo que se ha difundido es que cada uno se debe preocupar sólo del propio beneficio. Una vez que se vaya Berlusconi con todas sus bufonadas, tenemos que retomar la dignidad como país. Esperamos que las cosas cambien realmente. Necesitamos más optimismo, más esperanza.”
Cuando se trata de jóvenes, la esperanza parece haberse esfumado. No creen o creen poco en los cambios. No tienen trabajo o, si lo consiguen, son contratos provisorios que pueden durar algunos meses o tal vez un año. Natalino y Liana Pisanu, 29 años ella, 33 él, son un matrimonio de Cerdeña. Han tenido que trasladarse a Roma porque en Cerdeña no encontraban trabajo. Tienen dos hijos, de 8 y 3 años, que dejaron en su pueblo natal, a cargo de la madre de ella. “Escándalos, escándalos y basta. Eso es todo lo que hay. Y en cuanto pueden les sacan dinero a los ciudadanos”, dice ella muy enojada refiriéndose al gobierno. “Tengo 29 años, tenemos dos niños, pero no logramos reunir el dinero suficiente como para construirnos una casa”, agrega angustiada. Y Natalino, por su parte, añade: “Yo era electricista pero tuve que dejar mi trabajo autónomo por todos los impuestos que tenía que pagar. Ahora trabajamos en el hotel como mozos. No hay esperanza, aun si cambia el gobierno. Tengo 33 años e Italia siempre ha sido así”.
“A mi manera de ver no cambiará positivamente”, comenta de su lado Nicoletta Rinaudo, 32 años, profesora de idiomas y desocupada. “Tal vez empezaremos a saber todo lo que no hemos sabido y que ha sucedido en estos últimos 20 años y será durísimo. De todas maneras, el que Berlusconi se vaya no resuelve todo. Es más, nos daremos cuenta del nivel de la m... en la que estamos navegando. Y para los jóvenes, cada vez será peor, porque los políticos tienen ya asegurada su jubilación pero ¿y la nuestra? ¿Quién la pagará? ¿Existirán los fondos cuando nos llegue la hora?”
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