Por otro lado, pese a que el neocolonialismo (la continuación de las relaciones de tipo colonial entre las ex colonias y las ex metrópolis o sus sustitutos, el caso de los EE.UU.) ha permitido que la acumulación a través del despojo haya proseguido en el antiguo mundo colonial hasta hoy, parte de ese mundo está asumiendo un nuevo protagonismo (India, Brasil, Sudáfrica y el caso especial de China, humillada por el imperialismo occidental durante el siglo XIX), hasta tal punto que no sabemos si en el futuro habrá nuevas metrópolis y, por ende, si habrá nuevas colonias.
Las izquierdas del Norte global (y, con excepciones, también las de América latina) empezaron por ser colonialistas y más tarde aceptaron acríticamente que la independencia de la colonias terminaba con el colonialismo, desvalorizando la emergencia del neocolonialismo y del colonialismo interno. ¿Serán capaces de imaginarse como izquierdas colonizadas y de prepararse para luchas anticoloniales de nuevo tipo?
/////
.Colonialismo, democracia e izquierdas
“Carta a la Izquierdas”. “ Huelga General”.
*****
1.- Colonialismo, democracia e izquierdas.
Por Boaventura de Sousa Santos *
Página /12 Martes 17 de enero del 2012.
Las divisiones históricas entre las izquierdas fueron justificadas por una imponente construcción ideológica pero, en realidad, su sostenibilidad práctica –es decir, la credibilidad de las propuestas políticas que les permitieron atraer seguidores– se basó en tres factores: el colonialismo, que permitió el desplazamiento de la acumulación primitiva del capital (a través del despojo violento, con incontable sacrificio humano, muchas veces ilegal y siempre impune) hacia fuera de los países capitalistas centrales donde se libraban las luchas sociales consideradas decisivas; la emergencia de capitalismos nacionales con características tan diferentes (capitalismo de Estado, corporativo, liberal, social-democrático) que daban verosimilitud a la idea de que habría alternativas para superar el capitalismo; y, finalmente, las transformaciones que las luchas sociales fueron produciendo en la democracia liberal, permitiendo alguna redistribución social y separando, hasta cierto punto, el mercado de las mercancías (los valores que tienen precio y se compran y venden) del mercado de las convicciones (las opciones y los valores políticos que, al no tener precio, no se compran ni se venden). Si para algunas izquierdas esa separación era un hecho nuevo, para otras era un engaño peligroso.
Los últimos años alteraron tan profundamente cualquiera de esos factores que nada será como antes para las izquierdas tal como las conocimos. En lo que respecta al colonialismo, los cambios radicales son de dos tipos. Por un lado, la acumulación de capital a través del despojo violento volvió a las ex metrópolis (hurto de salarios y pensiones, transferencias ilegales de fondos colectivos para rescatar bancos privados, total impunidad de la mafia financiera), por lo que una lucha de tipo anticolonial ahora deberá librarse también en las metrópolis, una lucha que, como sabemos, nunca fue pautada por las cortesías parlamentarias.
Por otro lado, pese a que el neocolonialismo (la continuación de las relaciones de tipo colonial entre las ex colonias y las ex metrópolis o sus sustitutos, el caso de los EE.UU.) ha permitido que la acumulación a través del despojo haya proseguido en el antiguo mundo colonial hasta hoy, parte de ese mundo está asumiendo un nuevo protagonismo (India, Brasil, Sudáfrica y el caso especial de China, humillada por el imperialismo occidental durante el siglo XIX), hasta tal punto que no sabemos si en el futuro habrá nuevas metrópolis y, por ende, si habrá nuevas colonias.
Las izquierdas del Norte global (y, con excepciones, también las de América latina) empezaron por ser colonialistas y más tarde aceptaron acríticamente que la independencia de la colonias terminaba con el colonialismo, desvalorizando la emergencia del neocolonialismo y del colonialismo interno. ¿Serán capaces de imaginarse como izquierdas colonizadas y de prepararse para luchas anticoloniales de nuevo tipo?
En cuanto a los capitalismos nacionales, su final parece marcado por la máquina trituradora del neoliberalismo. Es cierto que en América latina y en China parecen emerger nuevas versiones de dominación capitalista, pero curiosamente todas ellas se aprovechan de las oportunidades que el neoliberalismo les confiere. El 2011 demostró que la izquierda y el neoliberalismo son incompatibles. Basta ver cómo las cotizaciones bursátiles suben en la exacta medida en que aumenta la desigualdad social y se destruye la seguridad social. ¿Cuánto tiempo les llevará a las izquierdas extraer las consecuencias?
Finalmente, la democracia liberal agoniza bajo el peso de los poderes fácticos (las mafias, la masonería, el Opus Dei, las empresas transnacionales, el FMI, el Banco Mundial), la impunidad de la corrupción, el abuso de poder y el tráfico de influencias. El resultado es una creciente fusión entre el mercado político de las ideas y el mercado económico de los intereses. Todo está en venta y sólo no se vende más porque no hay quien compre. En los últimos cincuenta años, las izquierdas (todas) hicieron una contribución fundamental para que la democracia liberal tuviese alguna credibilidad entre las clases populares y para que los conflictos sociales pudiesen resolverse en paz.
Como la derecha sólo se preocupa por la democracia en la medida en que ésta sirve a sus intereses, hoy las izquierdas son la gran garantía de salvación para la democracia. ¿Estarán a la altura de la tarea? ¿Tendrán el coraje de refundar la democracia más allá del liberalismo? ¿Una democracia robusta que enfrente a la antidemocracia y que combine democracia representativa con democracia participativa y democracia directa? ¿Una democracia anticapitalista ante un capitalismo cada vez más antidemocrático?
*****
* Doctor en Sociología del Derecho.
El texto corresponde a la Cuarta carta a las izquierdas del autor.
Traducción: Javier Lorca.
2.- Boaventura de Sousa Santos. Carta a las Izquierdas.
*****
ALAI. América latina en Movimiento. Lunes 29 de agosto del 2011.
No pongo en duda la existencia de un futuro para las izquierdas, pero su futuro no será una continuación lineal de su pasado. Definir aquello que las izquierdas tienen en común equivale a responder a la pregunta: ¿qué es la izquierda?
La izquierda es un conjunto de posiciones políticas que comparten el ideal de que todos los seres humanos tienen el mismo valor y constituyen el valor supremo. Este ideal es puesto en duda siempre que hay relaciones sociales de poder desigual, es decir, de dominación. En este caso, algunos individuos o grupos satisfacen algunas de sus necesidades transformando a otros individuos o grupos en medios para sus fines. El capitalismo no es la única fuente de dominación, aunque es una fuente importante.
Las diferentes formas de entender este ideal han provocado varias divisiones. Las principales han surgido de respuestas opuestas a las preguntas siguientes. ¿Puede el capitalismo ser reformado con el fin de mejorar la suerte de los dominados o esto sólo es posible más allá del capitalismo? ¿La lucha social debe ser conducida por una clase (la clase obrera) o por diferentes clases o grupos sociales? ¿Debe llevarse a cabo dentro de las instituciones democráticas o fuera de ellas? ¿El Estado, en sí mismo, es una relación de dominación o puede ser movilizado para combatir las relaciones de dominación?
Las respuestas opuestas a estas preguntas estuvieron en el origen de violentas divisiones. En nombre de la izquierda se cometieron atrocidades contra la izquierda; pero, en su conjunto, las izquierdas dominaron el siglo XX (a pesar del nazismo, el fascismo y el colonialismo) y el mundo se volvió más libre e igual gracias a ellas. Este corto siglo de todas las izquierdas terminó con la caída del Muro de Berlín. Los últimos treinta años se han caracterizado, por un lado, por una gestión de ruinas e inercias y, por el otro, por la emergencia de nuevas luchas contra la dominación, con otros actores y lenguajes que las izquierdas no pudieron entender.
Mientras tanto, libre de las izquierdas, el capitalismo volvió a mostrar su vocación antisocial. Vuelve a ser urgente reconstruir las izquierdas para evitar la barbarie. ¿Cómo recomenzar? Con la aceptación de las siguientes ideas:
1) El mundo se ha diversificado y la diversidad se ha instalado dentro de cada país. La comprensión del mundo es mucho más amplia que la comprensión occidental del mundo; no hay internacionalismo sin interculturalismo.
2) El capitalismo concibe la democracia como un instrumento de acumulación; si es necesario, la lleva a la irrelevancia y, si encontrara otro instrumento más eficiente, prescindiría de ella (el caso de China). La defensa de la democracia de alta intensidad es la gran bandera de las izquierdas.
3) El capitalismo es amoral y no entiende el concepto de dignidad humana; su defensa es una lucha contra el capitalismo y nunca con el capitalismo (en el capitalismo, hasta las limosnas sólo existen como relaciones públicas).
4) La experiencia del mundo muestra que hay muchas realidades no capitalistas, guiadas por la reciprocidad y el cooperativismo, a la espera de ser valoradas como el futuro dentro del presente.
5) El siglo pasado reveló que la relación de los humanos con la naturaleza es una relación de dominación contra la que hay que luchar; el crecimiento económico no es infinito.
6) La propiedad privada sólo es un bien social si es una entre varias formas de propiedad y todas están protegidas; hay bienes comunes de la humanidad (como el agua y el aire).
7) El corto siglo de las izquierdas fue suficiente para crear un espíritu igualitario entre los seres humanos que se distingue en todas las encuestas; éste es un patrimonio de las izquierdas que ellas mismas están dilapidando.
8) El capitalismo necesita de otras formas de dominación para florecer (del racismo al sexismo y la guerra) y todas deben ser combatidas.
9) El Estado es un animal extraño, mitad ángel, mitad monstruo, pero sin él muchos otros monstruos andarían sueltos, insaciables en busca de ángeles indefensos. Mejor Estado, siempre; menos Estado, nunca.
Con estas ideas seguirán siendo varias las izquierdas, aunque ya no es probable que se maten las unas a las otras y es posible que se unan para detener la barbarie que se aproxima.
*****
3.- La huelga general – Por Boaventura de Sousa Santos.
*****
Posted by negrita 22 de noviembre del 2012.
‘Other news’ es una iniciativa personal, que tiene el fin de proporcionar material que tendría que estar en los medios, y no está por los criterios comerciales de la información. Está abierta a recibir contribuciones de todos. Su área de trabajo es informar sobre temas globales, relaciones norte-sur, y gobernabilidad de la globalización. Roberto Savio
Las huelgas generales eran comunes en Europa y en los Estados Unidos a fines del siglo XIX y en las primeras décadas del XX. Provocaron grandes debates dentro del movimiento obrero y de los partidos y movimientos revolucionarios (anarquistas, comunistas, socialistas). Se discutía la importancia de la huelga general en las luchas sociales y políticas, las condiciones para su éxito, el papel de las fuerzas políticas en su organización. Rosa Luxemburgo (1871-1919) fue una de las más destacadas presencias en aquellos debates.
La huelga general -que nunca dejó de estar presente en América latina y resurgió con fuerza en la Primavera del Norte de África- está de vuelta en Europa (Grecia, Italia, España y Portugal) y en los EE.UU. La ciudad de Oakland, en California, conocida por la huelga general de 1946, volvió a recurrir a esa medida el pasado 2 de noviembre, y a comienzos de este año los sindicatos del estado de Wisconsin aprobaron una huelga general cuando la ciudad de Madison se preparaba para ocupar el edificio del Parlamento estadual -lo que concretó con éxito- en lucha contra el gobernador y su propuesta de neutralizar a los sindicatos, eliminando la negociación colectiva en la administración pública. ¿Qué significa esta reaparición de la huelga general? Si bien es cierto que la historia no se repite, ¿qué paralelismos se pueden hacer con las condiciones y las luchas sociales del pasado?
En ámbitos diferentes (comunidades, ciudades, regiones, países), la huelga general siempre fue una manifestación de resistencia contra una condición gravosa e injusta de carácter general, o sea, una condición capaz de afectar a los trabajadores, a las clases populares o hasta a la sociedad en su conjunto, aun cuando algunos sectores sociales o profesionales fuesen afectados más directamente. Limitaciones de los derechos civiles y políticos, represión violenta de la protesta social, derrotas sindicales en cuestiones relacionadas con la protección social, la deslocalización de empresas con impacto directo en la vida de las comunidades, decisiones políticas contrarias al interés nacional o regional (“traiciones parlamentarias”, como la opción por la guerra o el militarismo): éstas fueron algunas de las condiciones que, en el pasado, llevaron a la decisión de realizar una huelga general.
A principios del siglo XXI vivimos un tiempo diferente y las condiciones gravosas e injustas no son las mismas que en el pasado. Sin embargo, en el nivel de las lógicas sociales que las rigen hay paralelismos perturbadores que fluyen en las profundidades del movimiento por la huelga general y un ejemplo es la convocada el próximo 24 de noviembre en Portugal. Ayer fue la lucha por derechos de los que las clases populares se consideraban injustamente privadas; hoy es la lucha contra la pérdida injusta de derechos por los que tantas generaciones de trabajadores lucharon y que parecían una conquista irreversible. Ayer fue la lucha por un reparto más equitativo de la riqueza nacional que generaban el capital y el trabajo; hoy es la lucha contra un reparto cada vez más desigual de la riqueza (confiscación de salarios y jubilaciones, incremento de horarios y ritmos de trabajo, impuestos y rescates financieros a favor de los ricos -el “uno por ciento”, según los ocupantes de Wall Street- y una vida cotidiana de angustia e inseguridad, de colapso de las expectativas, de pérdida de la dignidad y la esperanza para el “99 por ciento”). Ayer fue la lucha por una democracia que representara los intereses de las mayorías sin voz; hoy es la lucha por una democracia que, después de ser parcialmente conquistada, fue destripada por la corrupción, por la mediocridad y la pusilanimidad de los dirigentes y por la tecnocracia en representación del capital financiero al que siempre sirvió. Ayer fue la lucha por alternativas (el socialismo) que las clases dirigentes reconocían como existentes y por eso reprimían brutalmente a quien las defendiera; hoy es la lucha contra el sentido común neoliberal, masivamente reproducido por los medios de comunicación al servicio del capital, que sostiene que no hay alternativas al empobrecimiento de las mayorías y al vaciamiento de las opciones democráticas.
En términos generales, podemos decir que la huelga general en la Europa de hoy es más defensiva que ofensiva, busca menos promover un avance de la civilización que impedir un retroceso. Es por eso que deja de ser una cuestión de los trabajadores en su conjunto para ser una cuestión de los ciudadanos empobrecidos en su conjunto, tanto de los que trabajan como de los que no encuentran trabajo, como también de los que trabajaron la vida entera y hoy ven amenazadas sus jubilaciones. En la calle, la única esfera pública que todavía no han ocupado los intereses financieros, se manifiestan los ciudadanos que mayoritariamente nunca participaron en sindicatos o en movimientos sociales, ni tampoco se imaginaron manifestándose a favor de causas ajenas. De repente, las causas ajenas son las propias.
*****
*Doctor en Sociología del Derecho, profesor en las Universidades de Coimbra (Portugal) y Wisconsin (EE.UU.). Artículo en Página12 de Argentina. Traducción: Javier Lorca.
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario