jueves, 19 de enero de 2012

La desintegración de la Unión Europea golpea las elecciones en Francia. La derecha fascista, es un peligro político.

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El ‘socialista’ Hollande se ha apresurado a asegurar que no cambiará el rumbo ‘ajustador’ de Sarkozy, o sea que sería una especie de Rajoy frente a un devaluado Zapatero. Su jefe de campaña acaba de declarar que “el tiempo de una derecha rígida y una izquierda laxa ha terminado. Seremos responsables y creíbles. Cualquiera sean las dificultades, reduciremos el déficit y la deuda, no gastaremos de más” (Financial Times, 7.1). Le Pen, en cambio, en una reciente entrevista en la inglesa BBC, enfatizó que desarrollaría un plan de obras públicas para reactivar la producción, y que emitiría todo el dinero necesario para financiarlo, con lo cual se ha convertido en la candidata ‘keynesiana’ en las elecciones francesas. Reivindica, además, una fuerte política proteccionista, o sea el fin de la UE. La ‘fascista’ le ha ‘robado’ el programa keynesiano a los progres del centroizquierda. Las encuestas señalan que la candidata del ‘fascismo’ recluta sus adhesiones entre las clases obrera y media.


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La desintegración de la Unión Europea golpea las elecciones en Francia.



"La derecha fascista, es un peligro político".


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Miércoles 18 de enero del 2012.




Jorge Altamira (especial para ARGENPRESS.info)



A cien días del primer turno de las elecciones presidenciales francesas, las encuestas señalan una intención de votos para Marine Le Pen, la candidata del ultraderechista Frente Nacional, que podría colocarla en la segunda vuelta frente al candidato del PS, F. Hollande. Le Pen roza hoy el 22% de la intención de voto, a sólo dos puntos de Sarkozy y a cinco de Hollande. Según los sondeos, Hollande ha alcanzado “un techo” y Sarkozy está en declinación. La intención de voto a Le Pen, en cambio, creció nueve puntos en el último año.



No es la primera vez que el Frente Nacional arribaría al ‘ballotage. Pero a diferencia de 2002, cuando el padre de Marine Le Pen desplazó del segundo lugar al ‘socialista’ Jospin y ganó el derecho a enfrentar al derechista Chirac, el antecesor de Sarkozy, esta vez, su hija pondría fuera de juego al derechista Sarkozy y ‘pelearía’ la final con el ‘socialista’ Hollande. La diferencia es sustancial, porque en aquella ocasión Chirac se quedó con el ‘voto republicano’ de toda la izquierda, incluidos los trotskistas, contra el ‘fascismo’, ahora, en cambio, una parte significativa del electorado de derecha (o sea el ‘sarkozysmo’) acompañaría a la candidata ‘fascista’ contra el ‘republicano’ Hollande. Como se ve, no habrá reciprocidad, ni será devuelto el favor de 2002. O sea que el Frente Nacional podría ganar las presidenciales, como ya ha ocurrido en Hungría, aunque Francia, claro, no es Hungría. En sus tres décadas de existencia, el principal obstáculo que enfrentó el Frente Nacional fue el rechazo a su posición de retirar a Francia de la Unión Europea, algo que repudiaba el conjunto de la burguesía. La bancarrota capitalista y de la zona euro ha cambiado ahora los parámetros, pues una parte de la banca francesa, sin posibilidad de zafar de la quiebra, podría estar apostando a un rescate ilimitado del Estado francés, que solamente sería posible devolviendo a su Banco Central la facultad de emitir los viejos francos.



El ‘socialista’ Hollande se ha apresurado a asegurar que no cambiará el rumbo ‘ajustador’ de Sarkozy, o sea que sería una especie de Rajoy frente a un devaluado Zapatero. Su jefe de campaña acaba de declarar que “el tiempo de una derecha rígida y una izquierda laxa ha terminado. Seremos responsables y creíbles. Cualquiera sean las dificultades, reduciremos el déficit y la deuda, no gastaremos de más” (Financial Times, 7.1). Le Pen, en cambio, en una reciente entrevista en la inglesa BBC, enfatizó que desarrollaría un plan de obras públicas para reactivar la producción, y que emitiría todo el dinero necesario para financiarlo, con lo cual se ha convertido en la candidata ‘keynesiana’ en las elecciones francesas. Reivindica, además, una fuerte política proteccionista, o sea el fin de la UE. La ‘fascista’ le ha ‘robado’ el programa keynesiano a los progres del centroizquierda. Las encuestas señalan que la candidata del ‘fascismo’ recluta sus adhesiones entre las clases obrera y media.



El keynesianismo no es el único latrocinio que perpetra Marine Le Pen contra sus contrincantes. También reivindica “el laicismo” y el “republicanismo”, los dos grandes mitos del liberalismo francés, para apoyar su posición contra la inmigración y a favor de la persecución de la población francesa de obediencia musulmana.



En el programa internacional que fuera aprobado por el Congreso cuarta-internacionalista, en 2004, escribimos que “la ofensiva del estado imperialista francés contra los jóvenes y trabajadores que no comulgan con las religiones establecidas, en especial contra los de obediencia musulmana, (son) una herramienta del capital contra la unidad entre los diversos sectores del proletariado”. El ‘fascismo laico y republicano’ del Frente Nacional desnuda el agotamiento de las consignas históricas del liberalismo francés en la época imperialista. No en vano, esas consignas obtuvieron su status histórico en 1871, para masacrar a la Comuna de París, que reivindicaba el gobierno de trabajadores.



El avance del lepenismo no hace referencia solamente a la crisis mortal de la burguesía francesa y europea. También habla mucho de la ‘extrema izquierda’ de Francia, que debería ser la candidata a ocupar el lugar alternativo en el marco de la bancarrota capitalista y de la ofensiva contra los trabajadores. Lutte Ouvriere, en su reciente Congreso, ‘constata’ que la clase obrera de Francia “carece de una agenda política”, pero se cuida mucho de señalar cuál es la suya. La falta de iniciativa política del trotskismo, en Francia, es descomunal. Es que no tiene un planteo frente a la descomposición de la Unión Europea, o sea que no plantea la ruptura de la Unión Europea imperialista y ajustardora como premisa de una unificación real de Europa, incluida Rusia, bajo gobiernos de trabajadores. En oposición al planteo “europeísta” de Sarkozy y de los socialistas, que es el instrumento político del imperialismo para justificar la necesidad de la ‘austeridad’ y del rescate de la banca, la ‘extrema izquierda’ no reivindica la destrucción de ese marco político, al cual concibe como un progreso del desarrollo de las fuerzas productivas. En diversos países de Europa, esta izquierda llama a distinguir la deuda pública ‘legítima’ de la ‘no legítima’, o sea contra el no pago a los usureros. La Unión Europea no ha nacido para superar a los estados nacionales, como dicen sus panegiristas burgueses o de la izquierda, sino al revés, para el rescate y fortalecimiento de esos estados, que habían quedado liquidados en los años 30 y en la segunda guerra mundial. Por eso una unión europea capitalista es “una utopía reaccionaria” (Lenin); es una defensa de los estados nacionales que han quedado superados por la internacionalización de las fuerzas productivas.



El lepenismo no es el fascismo, por ahora, porque se limita a la movilización electoral (no utiliza métodos de guerra civil) de la pequeña burguesía y de los sectores más atrasados de la clase obrera. Su nuevo avance es una expresión de la disolución de las relaciones políticas de la Unión Europea. En Francia existe un Frente de Izquierda, encabezado por una disidencia del PS y el partido comunista, que apunta a un gobierno de coalición con el PS – el mismo que promete más ‘austeridad’ y más ‘europeísmo’. La ‘agenda del proletariado’ está a la vista: desarrollar un verdadero Frente de Izquierda, que encabece la lucha contra el lepenismo en nombre de la anulación de la deuda pública y la confiscación de los bancos; por la destrucción de la UE imperialista para construir los Estados Unidos Socialistas de Europa. La crisis francesa es un marco excelente para convocar a un Congreso internacional de fuerzas socialistas revolucionarias, en primer lugar europeas, para desenvolver esta agenda política, que es la agenda del proletariado consciente.



Hace 78 años, el 6 de febrero de 1934, un conato del golpe fascista desató, en Francia, una enorme reacción obrera, que interrumpió en forma brusca varios años de reflujo. Esa reacción culminó, dos años y medio más tarde, en la ocupación generalizada de fábricas y en un “comienzo de la revolución proletaria” (Trotsky). Era el cuarto año de la bancarrota capitalista de los años 30. 34 años más tarde, en pleno auge del gaullismo, se produjo el mayo francés de 1968. Luego de la revuelta de los barrios, en 2008, y de las huelgas gigantescas de 2009, los explotados de Francia tienen una nueva oportunidad -para ir más lejos que sus ‘ensayos’ históricos previos-.

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