jueves, 12 de enero de 2012

Una Revolución para la Izquierda Peruana. Es posible que la Hoja de Ruta pierda su "sentido de cambio y de reforma".

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De acuerdo formar, construir en Frente Nacional de Defensa del Derecho Humano: El AGUA. Pero avancemos más allá, Dos cosas centrales. Primero.- Forjemos, construyamos la Plataforma Nacional - el programa político de la izquierda peruana - para la presente etapa, donde hay que dirimir posiciones en “democracia” con la derecha conservadora - sin ideas ni programa - sólo se “apega y se acurruca” al gobierno de turno y con el propio “nacionalismo” en el gobierno, que verdaderamente, en la realidad y práctica política es un auténtico cascaron político: no tiene militantes – quizás simpatizantes, no hay ciudadanos. No tiene Programa Político, la llamada “Hoja de Ruta” lo “asesinó políticamente”. Más allá de cualquier simpatía, realmente me ha decepcionado. Aquí en Arequipa, sólo ha sustituido DOS cargos: Seguro Social y Registros Públicos. Cambió Gobernador, a las 48 horas tuvo que renunciar porque tenía un rosario de denuncias, entre graves y muy graves.


El segundo, ya pues, dejemos de ser colaboradores - siempre "burros de carga"- de cuanto caudillo o politiquero o advenedizo, que se presenta en la lucha política electoral, bien financiada y nosotros - me incluyo, felices de participar -: Ahora trabajemos desde lo local: Organicemos y Centralizar el poder emergente de la poderosa Sociedad Civil Real - escenario de las clases y la lucha de clases - y avancemos con mucha paciencia, sabiduría y responsabilidad forjando nuestra propia organización política - fuera de los caudillos tradicionales, verdaderas rémoras hoy de la unidad y cohesión social y política de la izquierda peruana. Sinesio, ponte a la cabeza de esta nueva propuesta Política Nacional. El pueblo peruano nos necesita hoy más que nunca. Tienen la palabra. La pelota está en su cancha... cuidado no sigamos “siendo” como los hinchas - sufridos e históricos - del "Echa Muni", ahora es nuestro desafío tener nuestro propio local y nuestro propio estadio. Somos miles y miles y tenemos como "arma ética y moral" la decencia, la confianza y el compromiso histórico con nuestro pueblo. Forjemos u construyamos un Perú Nuevo en un Mundo Nuevo.


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Una Revolución para la Izquierda Peruana.


Es posible que la Hoja de Ruta pierda su "sentido de cambio y de reforma".


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Bajo la Lupa. Martes 10 de enero del 2012.


Por Jesús Ospina


Sinesio López, distinguido sociólogo de izquierda y ex director de la Biblioteca Nacional, busca liderar una corriente de opinión que posicione a la izquierda en el nuevo momento político, en su relación con Humala y la sociedad. López, agudo intelectual, entre la política y la ideología, el quehacer y el análisis, siempre buscó transformar la realidad. Militante en diferentes partidos políticos de izquierda, Sinesio ha influido en el pensamiento y acción socialista peruano.


Así, le da una lección a Humala –de quién fue su profesor- cuando le dice que “la política no se encapsula en el gobierno ni se enmarca solo en el Estado”, sino que ésta “se desarrolla en las conciencias”, “en las demandas y propuestas ciudadanas”, en “los movimientos sociales y en sus representaciones políticas”, las cuales hoy, dice un tajante López, serán nuestras “trincheras de combate”, para “enrumbar al gobierno e incidir en sus decisiones políticas”.


Y para afincar la brecha con Humala, dice dudar de sus credenciales democráticas. Así, enfático afirma: “Espero que Ud. tenga la sensibilidad democrática (…) para acogerlas (las propuestas)”. Pero su carta -con visos de manifiesto personal y generacional- ahonda un poco más la brecha: “Tenemos que evitar otro desencanto y una nueva frustración”, pues sino se puede desatar iras o escepticismos tan grandes, advierte López a Humala.


Sinesio destaca que “mi error, de mis amigos y compañeros fue dejar (…) la necesidad de organizar una fuerza política propia para respaldar mejor su candidatura (de Humala) y evitar desvíos del camino escogido”. Autocríticamente apunta “que nos faltó la voluntad política necesaria para hacer valer el triunfo electoral de la segunda vuelta y organizar un gobierno legítimo”.


Y enfila baterías contra un “asustado” Humala “por los grupos económicos y por la derecha política y mediática” (…), y, “azuzado por los servicios de inteligencia que le que movían todos los hilos de los movimientos antimineros”, decidió “romper con los electores populares y regionales” y “con la izquierda”, y “refugiarse en el Ejército como fuente de su poder”.


López le recuerda a Humala la idea de Hannah Arendt: “la violencia es el arma, pero el poder es el número”. El número serían las masas en movimiento, “fuente legítima de poder con la que Ud. ha decidido temporalmente romper”. Finalmente, un esperanzador López, precisa que ojalá en este año Humala “se reencuentre con el pueblo que lo eligió”.


La izquierda de los 60 y 70, la que dirigió –y casi liquidó- la participación política durante los 80 y 90, y que busca reacomodarse en el siglo XXI, no tiene hoy cuadros políticos, y recurre a uno de sus más preclaros y honestos intelectuales para enfrentar esta crisis. Pero López no es un líder carismático de masas ni un político del poder de los números. Su proclama calará entre quienes lo valoran y conocen, pero no encenderá una pradera.


Sus verdades, inflamadas por su integridad de luchador, se apagarán con la fría división de la izquierda. Y él mismo, lúcido académico, sucumbe a un análisis más hondo e histórico del rol de la izquierda. Sabe, más inconsciente que conscientemente (porque está inmerso en el ojo de la tormenta), que la izquierda se liquidó sola. Que lo que necesita la izquierda es una revolución, pero en sus entrañas.


Un atisbo de eso es su autocrítica de no tener “una fuerza política propia”, pero mirando más lejos, hay que decir que la hundieron -tanto en el caso de ARI o de Izquierda Unida-, los apetitos personales, efímeros, coyunturales, de viejos líderes de izquierda (algunos hoy reciclados). Y en los meses anteriores, cuando López y la izquierda a la cual personifica estuvieron –según confesión propia- en el gobierno, no supieron concertar, dialogar, acordar con la otra izquierda –Patria Roja y otros- que estaban liderando las protestas antimineras.


Solo una revolución en la izquierda logrará que la izquierda lidere una revolución en la sociedad. El grito de López, valiente y decente, se ahogará entre las voces de una izquierda sin masas, desamparada de una estrategia política, carente de líderes creativos, íntegros, desprendidos –como el propio López los deseara- y será una onda que se topará con egos solidificados en el tiempo perdido en busca de masas.


Y deberá ser una revolución democrática desde abajo y desde lo nuevo. El lugar de López, de sus amigos y compañeros–por más justos y apasionados deseos que tengan- no son –principalmente- las trincheras de combate –léase la calle y las protestas-, sino la formación de nuevos dirigentes. Las trincheras de las ideas, su apuesta al futuro, he allí un reto para él y su generación.


Eso supone promover nuevos líderes, formarlos, apoyarlos, comprometerse con lo nuevo que traen. Dejar sus esquemas que no han funcionado, y persistir en lo que ha dado resultados. Un pensador como él, debe ser la leña de nuevos liderazgos. El camino de Pablo Macera –pero desde la izquierda- no es el que deseamos para López y otros altos intelectuales de la izquierda. Serían un desperdicio, pues la revolución en la izquierda pasa por ellos.


Para que una revolución prenda, la ortodoxia debe entrar en lucha con la heterodoxia, lo viejo con lo nuevo. Pero eso supone que ambos estén presentes en la escena, no uno encima del otro. Eso supone que lo nuevo debe organizarse, proponer, debatir. Pero debe tener quienes los valoren, los acepten, los reconozcan. López, amigos y compañeros están en la hora de crear esa revolución y pensar en el futuro, en la historia, en fin en los pobres. Piénsenlo.


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Sobre la HOJA DE RUTA. En la política peruana.


Porque es posible que la Hoja de Ruta pierda su “sentido de cambio y reforma”?. En gran parte de ello se explica por la naturaleza social del movimiento nacionalista, por la heterogeneidad de su composición social (las oscilaciones, vaivenes y ambigüedades tienen como base esa esencia). Al mismo tiempo, la inexistente o débil organización de las fuerzas que lucharon por la Gran Transformación, lo que facilita que los grupos de poder económico y la derecha pesen más en el oro platillo de la balanza.


Las Hojas de Ruta.


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Dr. Sinesio López Jiménez


Integrante de "Ciudadanos por el Cambio" ( C x C ).


Blog. Zorro de abajo. Lima sábado 7 de enero del 2012.


"Considerar siempre al Perú como una fuente infinita de creación" (J.M. Arguedas)


La hoja de ruta ha sido políticamente prostituida. Todos la manosean y la definen como quieren. El fujimorismo, la Alianza por el Gran Cambio y el Apra tienen una visión conservadora de ella y la entienden, en lo esencial, como la continuidad del modelo económico y de las políticas públicas del 90 en adelante. Valdés y Castilla, los actuales hombres fuertes del gobierno, le han arrebatado el horizonte utópico y el filo reformista que ella albergaba. Cada uno la apoya y exige su cumplimiento de acuerdo a la manera como la entiende y la define. Como anotó agudamente Carlín en su momento, a la hoja de ruta se le han caído algunas letras que fueron sustituidas por otras otorgándole un sentido radicalmente distinto al primigenio.


Ella surgió como una adecuación del programa de la gran transformación a la coyuntura de la segunda vuelta y como expresión de la nueva coalición social y política con los sectores liberal-democráticos. Gracias a esa nueva coalición se pudo ganar a Keiko Fujimori y a todos los poderes que la respaldaron pasando de 32% a casi 52%. Se consideró con razón que los tiempos políticos no son homogéneos sino que ellos se modifican de acuerdo a las cambiantes relaciones de poder que se desarrollan en diversos campos. En la coyuntura de la segunda vuelta, que era moderada y hasta conservadora, la exitosa hoja de ruta tuvo un sentido de cambio y de reforma. Hoy, en cambio, ella tiene un sentido conservador debido al cambio en las relaciones de fuerza que se ha producido en el gobierno.


Ello significa que el sentido político de los acontecimientos y de los programas no depende sólo del significado que le imprimen los actores sino también del carácter del contexto (reformista o conservador) en el que ellos operan. En otras palabras, el contexto resignifica el sentido político que los actores otorgan a las acciones y a los programas. ¿En qué momento la hoja de ruta comienza a perder su horizonte utópico y su filo reformista?. Mi hipótesis es que esa mutación comienza cuando el presidente Ollanta, presionado por los poderosos grupos económicos y por la derecha política y mediática e inducido por “los brasileros”, decide cogobernar con los representantes (Velarde Y Castilla) del orden neoliberal. En ese momento se introduce también lo que hoy se llama falta de cohesión porque fuerzas extrañas a Gana-Perú comienzan a cogobernar.


El discurso de Valdés culmina la tarea de reconversión de la hoja de ruta. Con su triunfo temporal se ha producido una cosa curiosa: Los que introdujeron la disonancia en el gabinete de Salomón Lerner han terminado acusando a los autores de la primigenia hoja de ruta (la izquierda y el centro liberal-democrático) de producir una falta de cohesión en el gobierno. Este hecho demuestra que son los triunfadores los que ponen nombre a las cosas y que los derrotados no tienen derecho a la memoria. Es interesante comparar los discursos de los dos Primeros Ministros del gobierno de Ollanta (Lerner y Valdés) para comprender mejor los sentidos diferentes que tiene la hoja de ruta. El de Salomón Lerner presentó cuatro horizontes (crecimiento con inclusión en democracia; igualdad de derechos, oportunidades y metas sociales alineadas con los objetivos del milenio; concertación económica y social en el ámbito nacional, regional y local y reencuentro histórico con el Perú rural) que señalaban el norte de los grandes cambios que debía impulsar el gobierno y diez políticas que buscaban concretarlos.


El discurso del señor Valdés recoge una vieja propuesta tecnocrática y burocrática que proviene de la capilla del MEF y olvida los cambios y reformas de la hoja de ruta original, a la que quita la garra y el punche necesarios que requiere todo impulso transformador. Para citar sólo algunas de las muchas ausencias de cambio, es necesario señalar que la reforma política brilla por su ausencia y que la necesaria reforma del Estado ha sido achatada y reducida a una modesta propuesta de modernización de la gestión pública. El Estado seguirá capturado por los grandes grupos económicos, se mantendrán las islas de modernidad que le permiten al MEF operar como si fuera el gobierno, las políticas públicas (la educación, la salud, la seguridad y la justicia) no llegarán, como siempre, a todos los peruanos y peruanas por igual y la descentralización no tendrá el impulso necesario para superar la desigualdad entre las regiones, el atraso y la desarticulación del territorio.


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