El dato más importante de la economía mundial fue que en 2010 hubo en China 180.000 protestas. Los ojos del mundo están puestos en China en lo que hace a la recuperación de la económica pero días pasados leía un artículo de Paul Krugman donde planteaba que en China se estaría dando un boom de la construcción con créditos de la banca desregulada y sin garantía estatal que estaría planteando hacia el futuro un escenario como el vivido por Estados Unidos y España con la burbuja inmobiliaria. Me llamó la atención en tu último artículo “El ajedrez global de la crisis” de diciembre 2011, un dato: en 2010 en China hubo más de 180.000 protestas.
Quizás es el dato más importante de la economía mundial aunque es poco conocido. Tengamos siempre en cuenta las proporciones chinas. Un país de 1.300 millones de habitantes tiene 180.000 protestas, es mucho, pero imaginemos que nuestro país tiene 40 millones. No sé si la proporción de las protestas chinas es superior a otros países, pero la importancia es que la reacción social, la resistencia frente a la crisis es el dato que hay que seguir con mayor atención porque es finalmente el único que puede cambiar el carácter de ultra ajuste que tiene la crisis. Lo único que puede modificar la tendencia predominante a responder a la crisis con una mayor agresión a los trabajadores es una resistencia social.
Hay un movimiento activo desde hace varios años, con una clase trabajadora de una nueva generación. Ya no son los trabajadores de la época maoísta ni tampoco los que vinieron desde el campo en el período más reciente de construcción del capitalismo chino. Es una clase trabajadora más sólida, que actúa con mucha valentía. Lo más importante es el viraje en los 2 últimos años de la dirección china, de la elite, de los dirigentes del país que pasaron de una política de confrontación, represión e ilegalización a contemporizar y esta política implica exigencias a las empresas extranjeras a conceder en los reclamos porque evidentemente hay un temor a la pujanza que puede asumir este movimiento. Los dirigentes chinos están entre la espada y la pared. Por un lado tienen este movimiento y por otro necesitan mantener el salario bajo porque sino los capitales del mundo y de China se van para Tailandia, Filipinas, Vietnam. Entonces tienen que hacer un equilibrio y lo importante es el surgimiento de este movimiento, por eso es tan conflictiva su expresión a través de Internet, por eso se habla tanto de los internautas chinos que por un lado los quieren prohibir pero al mismo tiempo no pueden interferirlos como ocurrió con las rebeliones árabes. Ese podría ser el nexo de los movimientos sociales chinos con el resto del mundo que todavía es una cuenta pendiente.
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La “Comuna de París” asoma en China.
Desaceleración industrial, huelgas obreras, levantamientos campesinos, ascenso de masas, ponen al rojo vivo la contradicción con el proceso de restauración del capitalismo.
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Martes 19 de enero del 2012.
Lucas Poy (PRENSA OBRERA, especial para ARGENPRESS.info)
En los últimos meses, China volvió a ocupar las primeras planas de la prensa internacional. En el marco de una desaceleración industrial, un conjunto de huelgas obreras y levantamientos campesinos ha vuelto a poner de manifiesto un cuadro de ascenso de masas, que plantea al rojo vivo todas las contradicciones del proceso de restauración capitalista en el país.
Huelgas en el "taller del mundo".
Entre los llamados "incidentes de masas", que llegaron a 180 mil el año pasado (The New York Times, 14/12), sobresalen los protagonizados por la clase obrera. Según un reciente cable de Ansa, más de 200 empresas fueron cerradas el mes pasado solamente en la provincia de Zhejiang, en el este de China, "afectadas, en su gran mayoría, por la caída de las exportaciones y el aumento de los costos laborales". El proceso que había estallado el año pasado, con una serie de huelgas en las plantas automotrices de propiedad japonesa, se ha visto profundizado en los últimos meses de 2011. Las empresas están recortando horas extras y, como ocurre en el distrito de Guangdong (el principal polo industrial de China), las autoridades anuncian la suspensión del aumento del 20% en el salario mínimo. El gobierno central, a través del responsable máximo de la seguridad interna, hizo saber a las autoridades locales que deben "prepararse para los efectos negativos (¡!) de la economía de mercado" (Financial Times, 4/11).
La agitación y las huelgas se reproducen a lo largo y a lo ancho del país, "desde las fábricas de zapatos y textiles de la provincia de Guangdong, conocida como el ‘taller del mundo', hasta el núcleo de plantas de electrónica y productos deportivos del sudoeste, cientos y hasta miles de trabajadores han paralizado la producción de las principales marcas occidentales" (Reuters, 25/11). Más de 10 mil trabajadores fueron a la huelga en noviembre en los centros industriales de Shenzhen y Dongguan, en el sur del país, destacándose la huelga de los más de cuatro mil trabajadores (en su mayoría mujeres) de la empresa Hailiang, que produce componentes para la japonesa Hitachi, en conflicto desde comienzos de diciembre.
También en noviembre fueron a la huelga unos siete mil trabajadores de la planta de zapatos Yue Cheng, en la provincia de Guangdong, contra la intención de la patronal de mudar la fábrica a una zona rural del interior del país, donde la mano de obra es más barata. La semana pasada, se declararon en huelga unos ocho mil trabajadores de una fábrica de productos electrónicos, subsidiaria de LG, ubicada en la ciudad de Nanjing, también en el sur de China, de propietarios surcoreanos. Los trabajadores denuncian que el bono de fin de año de los empleados de la firma en Corea del Sur es seis veces superior al de la filial en China. También en reclamo de un adicional de fin de año, en este caso recortado por una patronal japonesa, fueron a la huelga hace pocos días unos 1.500 trabajadores de la fábrica Aries en Guangzhou, la cual produce autopartes para Nissan, Honda y Toyota.
"Una Comuna de París en China"
El conflicto que recorrió los titulares de todo el mundo durante las últimas semanas fue, sin embargo, el protagonizado en un pueblo de pescadores de unos 15.000 habitantes llamado Wukan, el que fue virtualmente tomado por sus pobladores durante casi todo diciembre. El conflicto se inició en septiembre, a partir de una movilización contra maniobras ilegales y fraudulentas en operaciones de venta de la tierra rural: según diversas fuentes, la ira popular estalló cuando se vendió una granja usufructuada por toda la comunidad local para la construcción de un complejo habitacional de lujo, a cambio de 156 millones de dólares que quedaron en manos de las autoridades.
El conflicto se mantuvo durante varios meses y cuando uno de los dirigentes de la población apareció muerto y con signos de tortura mientras estaba en manos de la policía, se produjo una pueblada que expulsó a las autoridades del PC local y a la policía, lo que dejó al pueblo bajo el control de sus habitantes movilizados y armados. Los pobladores dejaron ingresar a la prensa extranjera, lo cual permitió dar una enorme resonancia internacional a la protesta y obligó a las autoridades a negociar. Un corresponsal extranjero lo caracterizó como "una Comuna de París en China", porque -al igual que la de 1871, en Francia- "el primer gobierno obrero de la historia" organizó la totalidad de la vida social de la ciudad al margen del Estado. Finalmente se llegó a un acuerdo durante la última semana, cuando el gobierno aceptó liberar a los detenidos y no tomar represalias, además de iniciar una investigación sobre la muerte del dirigente local.
El conflicto de Wukan toca la línea de flotación de todo el proceso de restauración capitalista: la cuestión de la privatización de la tierra. Es la sustentación de la gigantesca especulación inmobiliaria que atraviesa el país. En la China ultracapitalista no hay propiedad privada de la tierra: como propiedad del Estado, los gobiernos están autorizados a expulsar a los campesinos que la usufructúan a cambio de una indemnización. Este es el núcleo de la caracterización de China como un régimen capitalista en transición, que pone en conflicto sus dos polos fundamentales: el capital internacional, por un lado, y la masa agraria no capitalista, por el otro. El aparato burocrático, surgido de la revolución de 1949, funciona ahora con toda su potencia al servicio de la expropiación de los medios de trabajo del campesinado.
La presión de la urbanización capitalista -resultado gigantesco de la rápida proletarización del país- choca con el trabajo de la masa campesina; el Estado intermedia esta confiscación a cambio de enormes beneficios monetarios en forma de coimas. A lo largo y ancho del país, las poblaciones rurales denuncian ventas clandestinas e ilegales de esas tierras, o sea sin autorización ni pago de la indemnización legal por parte de las autoridades locales: "Los residentes de Wukan afirman que oficiales corruptos han requisado cientos de hectáreas, en connivencia con los promotores, y las han vendido sin su consentimiento" (ídem). Las autoridades locales y regionales calculan el precio de la tierra de acuerdo con su rendimiento agrícola, pero lo venden de acuerdo al rendimiento inmobiliario potencial. Algunos especialistas han calculado que los pobladores obtienen solamente un 5% del total del valor al cual las autoridades terminan vendiendo la tierra. Se calcula que las ventas de tierra suman aproximadamente un tercio de los ingresos totales de los gobiernos locales, que "dependen de estas ventas para sostener los gastos cotidianos" (New York Times, 14/12). "En los últimos cinco años se han producido más de 200 mil conflictos con campesinos cuya tierra fue expropiada por municipios invasores en el proceso de urbanización más acelerado de la historia" (World Policy, 23/10).
El problema de la tierra y la sucesión en el P. C. Ch.
Para el año 2012 está prevista la selección de la "quinta generación" -una rotación quinquenal establecida por Deng Xiaoping- y se renovarán siete de nueve lugares del politburó del Partido Comunista Chino. Una de las figuras en ascenso es precisamente Wang Yang, visto como ‘liberal', el secretario de la región de Guangdong, donde está ubicada la aldea de Wukan y buena parte de las industrias exportadoras (se trata de la provincia más rica del país). Wang aparece enfrentado a Bo Xilai, de la provincia de Chongqing, considerado un ‘conservador' y, al mismo tiempo, el máximo exponente de la política de privatización de tierras rurales para impulsar grandes emprendimientos inmobiliarios. Wang intervino en las huelgas que atravesaron Guangdong en 2010 para imponer a las empresas la negociación con los trabajadores en conflicto.
Los ‘liberales' y los ‘conservadores' defienden la expropiación de los campesinos, que está inscripta en la ley. Los gobiernos locales, sin embargo, no la aplican, para evadir la autorización legal y el monto de las indemnizaciones. "Más allá de lo que diga la ley, pierden terreno aquellos dirigentes que titubean en cuanto a las expropiaciones de tierra y son promovidos aquellos que generan riqueza más rápidamente, por lo general transformando las tierras campesinas en propiedad municipal con altos precios", dice sin rodeos un editor del Wall Street Journal(28/12). La tregua negociada con los pobladores rebeldes de Wukan será temporaria: "las ocupaciones de tierras se incrementarán a medida que las autoridades locales busquen ingresos para promover el desarrollo de proyectos que les aseguren su promoción política" (ídem, 28/12).
Los que pretendieron que la restauración del capital en China sería la vía de escape para la economía mundial suelen olvidar que esa restauración se procesa en los mismos términos de las leyes que llevan al capital a la crisis y al colapso. Prensa Obrera ha caracterizado en numerosas ocasiones, desde hace años, que la pieza decisiva de ese proceso de restauración giraba en torno de la expropiación de millones de campesinos. El futuro de la restauración capitalista en China es inseparable del futuro del capitalismo: las contradicciones mortales del capital adquieren una explosividad sin precedentes cuando se desarrollan en un marco de una transición histórica que supone liquidar un desarrollo no capitalista, impuesto por un movimiento revolucionario que atravesó diferentes etapas históricas.
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