Al mismo ritmo que crece la industria, lo hacen las críticas. La maternidad subrogada es legal en este país desde 2002, pero no existe legislación ni organismo que regule el sector. Sin datos fiables, se estima que 350 clínicas forman parte de un negocio que mueve entre 250 y 400 millones de euros al año. Y se desconoce el número de niños nacidos a través de esta práctica. «Las mujeres no tienen poder de negociación y la falta de regulación conlleva que apenas reciban apoyo legal. Esto facilita la posible explotación de las mujeres», explica N. B. Sarojini, directora del Grupo de Recursos para la Mujer y Salud de Nueva Delhi. Otros críticos señalan que mientras en EE.UU. se implanta un máximo de tres embriones, en la India, algunas clínicas, hasta seis.
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La India, nueva meca para el auge del lucrativo negocio de las madres de alquiler.
“Otra gran bondad de la globalización”.
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ABC. Madrid.
Jaime León. Corresponsal. Lunes 23 de enero del 2012.
Infértiles, solteros y homosexuales llegan de todo el mundo atraídos por bajos precios, buena sanidad y leyes laxas. Miles de mujeres al año prestan sus vientres en un negocio del que se benefician cientos de clínicas en el país.
Mientras Sarita se somete a unos análisis en su sexto mes de embarazo en Nueva Delhi, a 10.000 kilómetros de distancia se espera con ansiedad el resultado de las pruebas. La joven india fue contratada por un matrimonio australiano para que diese vida al hijo que ellos no pueden concebir. El bebé que lleva en su vientre les pertenece.
Mujeres como Sarita están convirtiendo a las indias en las madres de alquiler de la globalización. «Vengan como una pareja y váyanse como una familia», es el eslogan de muchas de las clínicas. Hospitales modernos, legislación laxa y precios sin competencia permiten a mujeres de todo el mundo con problemas de fertilidad, hombres solteros y homosexuales alcanzar el sueño de ser padres en la conservadora India. «Además, existe un gran número de mujeres dispuestas a prestar su vientre a cambio de una recompensa económica», explica la doctora Shivani Sahdev, directora de la clínica Surrogacy Center India. El proceso cuesta 20.000 euros, cuatro veces menos que en EE.UU., el otro país donde esta práctica es legal. Las madres de alquiler —menores de 35 años, casadas y con hijos propios— reciben unos 6.000 euros, una fortuna en un país donde el 80% de la población vive con dos dólares al día.
«Con el dinero compraré una casa y lo que sobre será para la educación de mis hijos», afirma Sarita, de 30 años, divorciada y madre de dos hijos propios de seis y siete años. «Tengo muy claro que el niño que llevo en mi vientre no es mío. Espero que no me cueste separarme de él», continúa esta mujer de Darjeeling (Bengala), donde gana 30 euros al mes en una plantación de té.
Greg y Vicki esbozan sonrisas de oreja a oreja. En sus brazos tienen a la diminuta Tamara y en el hospital les espera su gemela Isabela, aún ingresada. «Pensé que nunca tendríamos hijos», afirma Greg, australiano de 40 años junto a su mujer Vicki, de 51 años. Las niñas tienen rasgos indios. El esperma procedió de Greg, pero el óvulo es de una mujer india; es la opción preferida por los extranjeros, ya que el óvulo indio es más barato.
Práctica legal desde 2002
Más y más niños tendrán rasgos indios en Occidente. La clínica Surrogacy Center India cuenta en estos momentos con 121 madres de alquiler embarazadas, el 85% para extranjeros. En la clínica Akanksha de Gujarat nacen unos 110 niños al año y en el hospital Rotunda de Bombay aseguran que en 2011 nacieron 200 niños.
Al mismo ritmo que crece la industria, lo hacen las críticas. La maternidad subrogada es legal en este país desde 2002, pero no existe legislación ni organismo que regule el sector. Sin datos fiables, se estima que 350 clínicas forman parte de un negocio que mueve entre 250 y 400 millones de euros al año. Y se desconoce el número de niños nacidos a través de esta práctica. «Las mujeres no tienen poder de negociación y la falta de regulación conlleva que apenas reciban apoyo legal. Esto facilita la posible explotación de las mujeres», explica N. B. Sarojini, directora del Grupo de Recursos para la Mujer y Salud de Nueva Delhi. Otros críticos señalan que mientras en EE.UU. se implanta un máximo de tres embriones, en la India, algunas clínicas, hasta seis.
El Gobierno indio prepara una legislación que impondrá restricciones. La futura ley prevé crear un organismo que se ocupará de la búsqueda de las madres, limitará a tres el número de embriones a implantar y será obligatorio un seguro médico para la madre. Y, sobre todo, se exigirá a los futuros padres un certificado que garantice que el bebé obtendrá su nacionalidad.
En muchos casos las madres de alquiler deben ingresar en pisos donde conviven con otras mujeres. Es el caso de Saroj, que con 31 años espera gemelos para un matrimonio canadiense. El piso que comparte con otra madre de alquiler es pequeño, con dos habitaciones. Está ordenado y limpio. La clínica paga el piso y una asistenta que cocina y limpia. Y se permite que sus hijos vivan con ellas. «Solo tenemos que esperar los nueve meses», afirma Saroj. Eso sí, no disponen de libertad absoluta. «En principio no se les permite salir por sí mismas. Pero cada mañana pasean 30 minutos y hacen muchas visitas a la clínica», explica Jai Singh, responsable de estos pisos.
Las parejas occidentales que van a la India alaban las facilidades y rechazan las acusaciones de explotación. «Son mujeres tradicionales, así que no fuman ni beben. Eso garantiza la salud del niño», afirma un canadiense que acaba de comenzar el proceso. «Ellas tienen un problema, que es la falta de dinero, y nosotros no podemos tener hijos. Es bueno para las dos partes».
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