sábado, 1 de diciembre de 2018

MUJER TRABAJADORA: DOBLEMENTE EXPLOTADA, DOBLEMENTE REVOLUCIONARIA.

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EL FEMINISMO DE CLASE SE HACE ESCUCHAR EN LA NUEVA CENTRAL CLASISTA DE TRABAJADORAS/ES
Catalina Rojas, tesorera de la organización, plantea en esta entrevista que las mujeres viven una “doble explotación”, porque “trabajan doblemente: en su casa, a través del trabajo doméstico, y como asalariadas, en los centros laborales”

Catalina Rojas es la tesorera de la naciente Central Clasista de Trabajadoras y Trabajadores. La dirigente preside actualmente el Sindicato de Honorarios el Servicio de Salud Metropolitano Central, por lo que desde su experiencia reconoce las dificultades de la participación femenina en los espacios sindicales.

A esto se suma que durante el presente año, se han consolidado las demandas feministas en el debate público. De ahí que su contenido tenga que ser necesariamente abordado en distintos espacios de socialización, como los sindicatos, entidades que, según indica la dirigente, mantienen expresiones y prácticas machistas. “Un dirigente hombre que levanta la voz o que se ve fuerte, es valorado positivamente, pero una mujer que tiene un carácter fuerte es tildada de loca o que no se controla emocionalmente”, explica.

¿Cómo caracterizarías el escenario que enfrenta una mujer trabajadora en el Chile neoliberal?

Al igual que toda la historia, es un escenario lleno de complejidades. Si bien hoy la problemática ha sido instalada mayormente, debido al auge del movimiento femenino, sigue siendo una situación bien compleja, porque se vincula principalmente con la condición que viven las mujeres trabajadoras, que es de doble explotación y opresión.

Con eso nos referimos a que finalmente la mujer trabaja doblemente: en su casa, a través del trabajo doméstico, y como asalariada, en los centros laborales. Es una doble explotación porque el trabajo doméstico forma parte de la cadena productiva, mediante la reproducción de la fuerza de trabajo y de la mano de obra que genera con su trabajo para el conjunto de la familia.
Catalina Rojas.

Hay una relación entre la opresión por género y la explotación laboral…

Exacto, por lo tanto, el problema de la mujer debe ser entendido desde una perspectiva de clases, ya que la doble explotación la sufren las mujeres que pertenecen a la clase trabajadora.

¿Qué implica hablar de un feminismo de clase?

Hemos decidido ponerle ese apellido porque hay un sinfín de corrientes dentro del feminismo y nosotros creemos que la forma de entenderlo tiene que ser desde una perspectiva clasista, entendiendo que el problema de la mujer trabajadora no es el mismo que viven otras mujeres de las clases burguesa o pudiente. Ellas no se ven expuestas a esta doble explotación. Si bien son oprimidas por el sistema capitalista y el patriarcado en términos culturales e ideológicos, no atraviesan esta condición de doble explotación.

¿Qué aspectos pasa por alto el feminismo cuando no se define “de clase”?

La perspectiva que hemos desarrollado plantea que el análisis feminista a secas no logra hacer una crítica profunda y estructural al sistema capitalista, entendiendo que el patriarcado no es un sistema solo, sino que está íntimamente vinculado al capitalismo como un sistema de explotación de clases.

Entonces, cuando se comprende solo al patriarcado como un problema y no al sistema capitalista, se pierde la visión estructural del problema y también la posibilidad de una perspectiva estratégica de lucha, que tiene que ver con entender que no basta abolir el patriarcado, sino más bien un sistema de explotación de clases, que es el capitalismo……..

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Catalina Rojas, preside actualmente el Sindicato de Honorarios del Servicio de Salud Metropolitano Central. Chile.
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MUJER TRABAJADORA: DOBLEMENTE EXPLOTADA, DOBLEMENTE REVOLUCIONARIA.
A erradicar el patriarcado del mundo sindical.
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Catalina Rojas.

Rebelión sábado 1 de diciembre del 2018.


Para desarrollar un sindicalismo clasista y antipatriarcal debemos comenzar por comprender la condición de existencia de la mujer trabajadora: doblemente explotada por la alianza entre el capitalismo como sistema de explotación de clase y el patriarcado en tanto estructura de dominación de género, y a su vez, oprimida por esta configuración económica, política y social.

La mujer de la clase trabajadora siempre ha debido trabajar, la idea de que la mujer debía salir de la casa al mundo laboral es una mirada propia de la mujer burguesa pues la mujer de la población siempre ha enfrentado una doble jornada: en el hogar por medio del trabajo doméstico que cumple con la función de reproducir mano de obra (procreación) y reconstituir fuerza de trabajo (alimentación, aseo, cuidado de hijos), y fuera del hogar por medio del trabajo asalariado.

En el capitalismo el trabajo femenino se masificó y comenzó procesos de formalización, desenvolviéndose principalmente en áreas que han sido la “extensión” de labores domésticas como empleada doméstica, aseo, venta comida, cuidado enfermos, entre otros. Estos trabajos llamados “feminizados” son los que social y económicamente han sido considerados secundarios, de allí que muchos se desarrollen en el plano de la informalidad, es decir, sin contrato y sin derechos laborales, de manera independiente o ambulante, altamente precarizados y desprovistos de protección social, lo cual también se ha manifestado en salarios más bajos que los trabajos considerados de primera categoría, principalmente masculinizados.

La afiliación sindical, al igual que la participación laboral, se concentra en el sector de servicios sociales como educación y salud; en segundo lugar, servicios personales como hoteles y restaurantes; y en tercer lugar sectores de producción, específicamente el sector financiero. En el año 2002, las mujeres representaban alrededor del 20% de la afiliación sindical aumentando a un 35,1% en 2013 /1. Pese a estas cifras, existe una subrepresentación femenina en las dirigencias sindicales. Al comparar la distribución por género de afiliación y dirigencias, en sindicatos base una de cada cuatro dirigentes sindicales es mujer, disminuyendo a una de cada cinco dirigentes en federaciones y confederaciones sindicales.

El problema de la menor presencia femenina en dirigencias sindicales es resultado de: en primer lugar, las condiciones materiales, vale decir el trabajo doméstico como expresión de doble explotación le resta tiempo objetivo para poder organizarse. En segundo lugar, la opresión social y cultural de la mujer ha generado barreras que operan en la subjetividad y relaciones sociales impidiendo la búsqueda de formas que permitan mayor participación de las mujeres. Por otro lado, no se han desarrollado formas de trabajo y respuestas organizativas para propiciar la participación de la mujer. A cambio de ello, surgen discursos para justificar la marginación femenina mujer en el plano organizativo, tales como “no ha desarrollado todas las capacidades” o “no está preparada”. Esto de la mano con la subestimación de sus capacidades como dirigente, relegándola a cargos de secretaría o beneficencia social.

Por último, la opresión sexual de la mujer también ha incidido en transformarse en una barrera para su participación. Este tipo de opresión ha hecho de la mujer un objeto, viéndose expuesta al acoso laboral y sexual en el plano laboral y organizativo, discriminando sus capacidades y viéndose obligada a adaptarse a la lógica masculina del sindicalismo en algunos casos, y en otras irrumpir con lógicas nuevas, lo cual ha significado una serie de conflictos e impedimentos para su desarrollo.

En base a lo anterior, es posible plantear que algunas líneas de trabajo desde el sindicalismo antipatriarcal son contribuir en el desarrollo de conciencia de la doble explotación de la mujer trabajadora en lugares de trabajo, apoyo en la conformación de sindicatos en empresas feminizadas y la formación sindical de las mujeres, además de la necesaria articulación territorial entre la organización sindical, poblacional y estudiantil.

Por otro lado, debemos avanzar en la socialización del trabajo doméstico, instalando demandas reivindicativas en los diferentes planos de derechos sociales como salud, vivienda, educación, entre otros. Algunas demandas para instalar en el contexto capitalista actual son: sala cuna y cuidado infantil universal para hombres y mujeres (asalariadas y no asalariadas), colación para todos y todas las trabajadoras independiente de su calidad contractual, mejoras en políticas de salud pública como por ejemplo cobertura de hospitalización domiciliaria, cuidados del adulto mayor y postrados. Estas demandas son ejemplos de cómo la clase puede ir avanzando en reivindicaciones que tiendan a socializar el trabajo doméstico, acabando con la doble explotación de la mujer, y la centralización de estas tareas al ámbito privado, apuntando a responsabilizar al Estado y a las empresas sobre el costo de la reproducción del trabajo. Asimismo, acabar con el trabajo doméstico como doble explotación de la mujer trabajadora permite articular el conjunto de demandas del pueblo, evidenciando como el patriarcado se expresa de forma transversal en el sistema capitalista, y que la lucha por su erradicación es una lucha integral contra este sistema.

Por último las y los compañeros clasistas deben asumir que el trabajo doméstico es una tarea colectiva en el hogar independiente del género y generar condiciones y respuestas organizativas para la participación de las mujeres en el plano social y político. En el plano organizativo se debe instalar el antipatriarcado y las formas de censura y sanción a quienes incurran en estas prácticas tal y cual como se hace con quienes generan un sindicalismo burocrático, entreguista y alejado de los intereses de la clase.

Contra el capitalismo patriarcal, mujer trabajadora a lucha.

La autora es Presidenta Sindicato de Trabajadores y Trabajadoras a Honorarios del Servicio de Salud Metropolitano Central y Tesorera Central Clasista de Trabajadores y Trabajadoras.


1/ Riquelme y Abarca. “Más mujeres en los sindicatos. Sectores con alta sindicalización femenina”. Dirección del Trabajo, 2015.

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