&&&&&
“El gobierno de Venezuela condena
el bloqueo
calificándolo de “grotesca amenaza”
y “piratería internacional”.
Desde que comenzó la amenaza de guerra, el presidente Maduro ha
reaccionado con ejercicios de defensa nacional, pero al mismo tiempo ha hecho
llamamientos al diálogo. En distintas partes del país, milicias
ciudadanas, policía y ejército realizan maniobras para proteger la
infraestructura. A pesar de los buques de guerra y las sanciones,
la vida cotidiana en Venezuela transcurre en gran medida con
normalidad. En los barrios populares, la gente se organiza
en consejos comunales. Según Anais Márquez, “tanto
Chávez como ahora Maduro se apoyan en un pueblo organizado y movilizado”. Una
encuesta de finales de septiembre otorga a Maduro un 65 % de apoyo.
“El historiador Miguel Tinker Salas subraya que
“los venezolanos están decididos a oponerse a una intervención de Estados
Unidos” y que incluso los opositores a Maduro “no se quedarán de brazos
cruzados permitiendo que se desmantelen sus derechos”. En América Latina,
diversos movimientos sociales preparan, inspirados en la Guerra Civil
Española, brigadas
internacionalistas para ayudar a defender a Venezuela contra la
agresión estadounidense. Dentro de Estados Unidos existe una fuerte
resistencia tanto a una intervención militar como al bloqueo
petrolero, debido a que los riesgos son gigantescos y los beneficios
inciertos. El
70 % de la población se opone a una intervención militar. Los
ciudadanos estadounidenses están agotados de la guerra tras Irak
y Afganistán, y no consideran a Venezuela una
amenaza directa. Incluso sectores republicanos creen que el presidente
no puede iniciar un nuevo conflicto sin
la luz verde del Congreso.
/////
Fuentes: Rebelión [Foto: Un petrolero en el lago de Maracaibo, Venezuela (Wilfredor)]
*****
EL BLOQUEO PETROLERO DE WASHINGTON INICIA UNA OFENSIVA CONTRA
VENEZUELA Y AMÉRICA LATINA.
*****
Por Marc Vandepitte | 19/12/2025 | América
Latina y Caribe, Venezuela
Fuentes. Revista Rebelión, viernes 19 de diciembre del 2025.
Traducido del neerlandés por el autor
Trump pone en juego la estabilidad de
todo un continente con un “bloqueo total” al petróleo venezolano. Detrás de la
retórica sobre seguridad y narcotráfico se esconde una peligrosa ambición por
los recursos naturales y una estrategia ilegal para forzar un cambio de
régimen.
El 16 de diciembre Donald Trump anunció un “bloqueo total y
completo” de todos
los petroleros sancionados que operen hacia y desde Venezuela. El
mandatario afirma que Venezuela ha “robado” petróleo y otras riquezas a
Estados Unidos, y pretende calificar al gobierno de Maduro de una
organización terrorista extranjera.
Según Trump,
“Venezuela está completamente rodeada por la mayor armada que jamás se haya
reunido en la historia de Sudamérica”.
Este bloqueo se suma a una serie de ataques estadounidenses contra embarcaciones en la región, oficialmente realizados en nombre de la “guerra contra las drogas” (war on drugs). Sin embargo, según la jefa de gabinete de Trump, forma parte de la campaña para derrocar a Maduro. Ella declaró que Trump “quiere seguir bombardeando barcos hasta que Maduro se rinda”. Ya han muerto casi cien personas como resultado de estas acciones.
Escenario conocido
Para justificar esta agresión bélica
la Casa Blanca
recurre a un
guion familiar. Trump firmó un decreto que calificaba el fentanilo
de “arma de destrucción masiva” y afirma que los “enemigos de Estados
Unidos lo usan para matar estadounidenses”, a pesar de que esta sustancia
no proviene de Venezuela. Al igual que en 2003 con la invasión de Irak,
un supuesto riesgo de seguridad se infla hasta convertirlo en una amenaza
existencial.
En Irak no había armas de destrucción
masiva, pero la
invasión trajo décadas de caos e inestabilidad. El secretario de Estado,
Marco Rubio, advirtió también que Irán y Hezbollah “han plantado su
bandera” en Venezuela, de la misma manera que en su día se inventaron
relatos que vinculaban a Al Qaeda con Saddam Hussein.
Otros políticos repiten consignas ya conocidas:
Maduro representaría
ahora “una amenaza existencial”, la guerra sería “un trabajo fácil” y la
intervención debería “transformar” la región con “libertad y democracia”,
presentándola como un nuevo “faro de esperanza”.
Los paralelismos con 2003 son
innegables: de nuevo
se criminaliza a un enemigo, se exagera una amenaza y se vende la guerra como
una operación rápida y liberadora. Solo han cambiado los nombres y el mapa;
el guion sigue siendo el mismo.
Motivos
La fijación de Washington con
Venezuela no es
difícil de entender. A ojos de la Casa Blanca, el país comete tres
‘pecados’ cardinales: posee las mayores reservas de petróleo del mundo
sobre las que Estados Unidos no tiene control, ejerce una política
exterior soberana con aliados como China, Rusia e Irán, y utiliza
sus riquezas para financiar programas sociales.
Desde la elección de Hugo Chávez en
1998 Estados Unidos
ha intentado imponer un cambio de régimen mediante sanciones, intentos
de golpe de Estado, presión diplomática y operaciones secretas.
Pero Venezuela es solo la primera pieza del
dominó. Cuba, Nicaragua, México, Brasil y Colombia son blanco
de sanciones, amenazas comerciales, manipulación de elecciones y
protestas orquestadas.
Esto se enmarca en la llamada
“Doctrina Donroe”.i Marshall
Billingslea, excolaborador tanto de Bush como de Trump, afirma que el objetivo
final es toda la izquierda latinoamericana, “desde Cuba hasta Brasil, México y
Nicaragua”.
La exjefa del Comando Sur, la general
Laura Richardson, admitió recientemente
de forma abierta de qué se trata realmente: el control de la enorme riqueza
de recursos de América Latina – petróleo, litio, oro y tierras raras – como
fundamento del poder militar y tecnológico occidental, con las reservas
de petróleo de Venezuela como trofeo principal.
Estados Unidos necesita estos recursos para cortar su dependencia de China y prepararse para un futuro conflicto con el gigante asiático.
Consecuencias dramáticas.
Las consecuencias de este bloqueo son
dramáticas para Venezuela. El petróleo es la arteria financiera vital del país,
ya que representa al menos el
95 % de todos los ingresos en divisas.
Las recientes sanciones de Estados
Unidos, incluida la confiscación
de un petrolero, dificultarán aún más la venta de crudo en el
extranjero. Se estima que hasta el 30 % de las exportaciones entra
en zona de riesgo, dado que navieras y compradores se retiran
por temor a las represalias de Washington.
Además, la producción petrolera
venezolana es hoy más
de un 70 % inferior a la de finales de los noventa, lo que sitúa al país
alrededor del puesto 21 a nivel mundial. Las sanciones también ahuyentan
a los aliados: incluso Rusia y China se lo pensarán dos veces antes de
volver a invertir en el sector petrolero venezolano.
Hasta el
80 % de los ingresos del Estado corre el riesgo de desaparecer, lo que provocaría
escasez de alimentos, transporte y bienes básicos, y generaría como
consecuencia una migración masiva.
Reacciones.
El gobierno de Venezuela condena el
bloqueo calificándolo
de “grotesca amenaza”
y “piratería internacional”.
Desde que comenzó la amenaza de guerra, el presidente Maduro ha
reaccionado con ejercicios de defensa nacional, pero al mismo tiempo ha hecho
llamamientos al diálogo. En distintas partes del país, milicias
ciudadanas, policía y ejército realizan maniobras para proteger la
infraestructura.
A pesar de los buques de guerra y las sanciones, la vida
cotidiana en Venezuela transcurre en gran medida con
normalidad. En los barrios populares, la gente se organiza
en consejos comunales. Según Anais Márquez,
“tanto Chávez como
ahora Maduro se apoyan en un pueblo organizado y movilizado”. Una encuesta de
finales de septiembre otorga a Maduro un 65 % de apoyo.
El historiador Miguel Tinker Salas subraya que
“los venezolanos están
decididos a oponerse a una intervención de Estados Unidos” y que incluso los
opositores a Maduro “no se quedarán de brazos cruzados permitiendo que se
desmantelen sus derechos”.
En América Latina, diversos movimientos sociales
preparan, inspirados en la Guerra Civil Española, brigadas
internacionalistas para ayudar a defender a Venezuela contra la
agresión estadounidense.
Dentro de Estados Unidos existe una fuerte resistencia
tanto a una intervención militar como al bloqueo petrolero,
debido a que los riesgos son gigantescos y los beneficios
inciertos. El
70 % de la población se opone a una intervención militar.
Los ciudadanos estadounidenses están agotados de la guerra
tras Irak y Afganistán, y no consideran a Venezuela una
amenaza directa. Incluso sectores republicanos creen que el presidente
no puede iniciar un nuevo conflicto sin
la luz verde del Congreso.
¿Y Europa?
Cualquier otro país que decretara un bloqueo petrolero
ilegal y cometiera crímenes de guerra recibiría una firme
condena y probables sanciones por parte de la UE.
En la declaración
conjunta de
la cumbre del 9 de noviembre entre la UE y los países de América
Latina y el Caribe se afirmaba:
“Reiteramos nuestra
oposición a la amenaza o al uso de la fuerza y a cualquier acción que no sea
conforme con el derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas.”
Sin embargo, estas palabras suenan
vacías, ya que
actualmente no hay rastro de dicha “oposición”. Ni la presidenta de
la Comisión, Ursula von der Leyen, ni la Alta Representante para Asuntos
Exteriores, Kaja Kallas, han condenado el bloqueo ni los actos de
guerra de Estados Unidos.
Alemania no fue más allá de expresar su “preocupación”.
Berlín advierte que la medida puede poner en peligro la estabilidad
regional y pide evitar pasos que aviven las tensiones. Pura retórica.
Los dirigentes europeos repiten últimamente al unísono
que quieren actuar de manera independiente de Washington y
seguir una línea propia. Pero a la hora de la verdad, recaen una y otra
vez en la misma y obstinada sumisión.
La agresión contra Venezuela no es un incidente aislado, sino
un precedente peligroso que puede arrastrar a todo el continente
latinoamericano a una espiral de chantaje económico, guerra y caos.
Quien hoy guarda silencio sobre el bloqueo de Caracas,
legitima mañana nuevos ataques contra La Habana, Managua, Bogotá o Ciudad de
México.
Es urgente que las fuerzas
progresistas de todo
el mundo – sindicatos, movimientos sociales, partidos e intelectuales –
se organicen en un frente amplio contra esta lógica imperialista de guerra.
La resistencia contra el bloqueo a Venezuela es más que solidaridad con un solo país. Es una lucha por la paz, la soberanía y la justicia social en toda América Latina y el mundo.
Nota:
i La
“Doctrina Donroe” es un nuevo apodo para la actual política exterior de Trump
en las Américas, un juego de palabras entre la Doctrina Monroe y “Don” (Donald
Trump).
Esta doctrina
considera a toda América (del Norte y del Sur) una esfera de influencia
exclusiva de Estados Unidos. Justifica el uso de medios coercitivos —intervenciones
militares, despliegue de buques de guerra en el Caribe, sanciones y presión
económica— para frenar la migración, el narcotráfico y, sobre todo, la
influencia de China y Rusia en la región.
A diferencia de la Doctrina Monroe
original (1823), que
esencialmente advertía a Europa que se mantuviera fuera del hemisferio
occidental, la Doctrina Donroe va mucho más lejos al tratar a la región
como una especie de frente interno estadounidense ampliado.
Marc Vandepitte es miembro de la Red de Intelectuales,
Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad (REDH)
*****

No hay comentarios:
Publicar un comentario