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Inflación, salud en colapso, sequía-falta de agua, (Agua privatizada a final de lo 80’, más de 30 millones de personas con uso de Agua restringida) Reino Unido y Francia, Chile en América privatizaron el Agua) altas temperaturas, caída del Salario Real, Huelgas (Transporte Ferroviario, Portuarios, Aéreo, Médicos y Enfermeras) Baja de Impuestos a las Corporaciones del 26% (2010) al 19%. Bono de ORO en tiempos de la Pandemia, para Ejecutivos, tarifazo energético, aumento hasta el 80% en las tarifas a partir del 1 de octubre, más de 15 millones de personas ingresaran en la llamada “Pobreza Energética” El peso del Brexit, sigue presente en la Crisis (retiro del Reino Unido de la U.E. serios intentos separatistas de Escocia y) baja inversión y el “agujero fiscal” problemas económico sociales. La emergencia Climática los espanta y no saber qué hacer en el futuro inmediato.
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La Herencia política de la “Dama de Hierro”, Margaret Thatcher, los sigue persiguiendo hasta hoy; Tasas Impositivas más bajas de los países del G-7; menos inversión, en tecnología, capacitación e investigación”, Costa Sur, aguas contaminadas, prohibido ingresar al Mar; A esta crisis, se añade una virtual acefalía desde que Boris Johnson renunció (lo renunciaron) en junio y quedó en funciones sin privarse por ello de contraer matrimonio y tomarse vacaciones en un gobierno sin cabeza. Imparable es el “gordito” primer ministro, discípulo del ex presidente Donald Trump. Escaza legitimidad sobre el nuevo Primer ministro. Ante una posible realidad de protestas sociales, es factible el Adelanto de Elecciones, en un país con larga tradición.
Toda esta inmensa y profunda Crisis de Crisis, distorsionada en parte por los Medios de Comunicación (Corporaciones Mediáticas), es en realidad la Bancarrota Política de Occidente, o la “Crisis final del neoliberalismo” que hoy se ahoga en el propio epicentro del proceso de “Desglobalización” o Crisis Final de la Globalización neoliberal. Está asfixiado y enfermo el sistema neoliberal, porque el “dios mercado” quedó totalmente contaminado por la Crisis de la Salud- el Covid-19 – y hoy se ahoga con su propia Guerra – Rusia-Ucrania.
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EUROPA. GRAN BRETAÑA, SIN TIMÓN Y EN CRISIS.
“La crisis final del neoliberalismo”, como
un Barco averiado, que navega a la deriva en Alta Mar, sin conducción.
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Por Marcelo Justo.
Desde Europa.
Página /12 sábado 27 de agosto del 2022.
“Prácticamente nada funciona en el Reino Unido” dicen los
propios conservadores. Los dos dígitos de inflación por primera vez en cuarenta años, la caída del salario
real a su peor nivel en décadas y las huelgas
de transporte son algunos de los síntomas de un descontento generalizado. El Sistema Nacional de Salud está al borde del colapso, la sequía por un verano de altas temperaturas dejó sin
agua a amplias zonas del país, los precios
energéticos van a duplicarse en octubre y la conflictividad
laboral se ha disparado. Hasta los abogados
criminalistas acaban de anunciar un paro.
Por momentos parece que no hay sector en Gran
Bretaña que funcione del todo. El primer ministro
Boris Johnson renunció (lo renunció su propio partido) en
junio y su sustituto recién se anunciará
el 5 de septiembre. El barco de este país del G7 está averiado, a la deriva y sin nadie a cargo.
Trágico declive
En los medios conservadores hace rato que encendieron la señal de alarma.
“Prácticamente nada funciona en el Reino Unido”, dice el semanario conservador “The Economist”. “El país está crujiendo”,
diagnostica otro pilar del establishment,
el “Financial Times”. Uno de los diagnósticos más lapidarios pertenece a un columnista
estrella del ultraconservador matutino “Daily Telegraph”.
“Nuestro asombrosamente acelerado declive es trágico y, sin embargo, no sorprende. Estamos cerca del desenlace, del punto final, de un cuarto de siglo de fracaso político, intelectual y moral del cual la mayoría de nuestra clase política es cómplice”, escribe Allister Heath.
Gran Bretaña, sin Timón y en Crisis. Inflación, Salud en Colapso, falta de agua, tarifazo energético, etc.
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Los problemas van más allá de la pandemia o
la guerra con Ucrania.
“Hay una repentina conciencia de que la era de la covid-19, el Brexit, la Guerra
en Ucrania y la emergencia climática
están exponiendo fallas fundamentales que han estado supurando por décadas”,
dice en el “The Guardian”, el columnista John Harris.
¿Quién invierte?
El mantra del gobierno conservador que asumió en 2010 tras el estallido financiero global fue que el problema residía en el déficit fiscal y
la solución era bajar el gasto y
estimular la inversión privada recortando los impuestos
de ricos y corporaciones.
En los 80 Margaret Thatcher convirtió esta
fórmula en dogma. Los conservadores
del siglo 21 no cambiaron de discurso: los resultados fueron los mismos
que con la “dama de hierro”.
A pesar de tener una de las tasas impositivas más bajas, el Reino Unido está
en el fondo de la tabla de la inversión
privada y pública de los países del
G7.
“Esta falta de inversión viene de décadas. Una obsesión con la eficiencia del gasto
ha hecho que en vez de mantener y mejorar la infraestructura
se la haya dejado colapsar. En el Reino Unido se
trabaja mucho más que en Alemania y Francia,
pero estamos muy por detrás en términos de productividad
porque invertimos muchos menos en rubros clave
incluidos tecnología, capacitación e investigación”, señala el editor económico del “The
Guardian” Larry Elliot.
Dos ejemplos
La sequía en este bochornoso verano dejó a la vista que las corporaciones que manejan el suministro de agua, privatizado en los 80, no han construido ningún nuevo reservorio a pesar de que hubo un aumento poblacional de diez millones de personas en las últimas décadas. El mismo descuido se ve en el mantenimiento de un sistema que, en gran parte, viene de la época victoriana. El resultado es que unos treinta millones de personas enfrentan hoy un uso restringido del agua y que, en buena parte de la costa del sur inglés, de Cornualles a Devon, está prohibido meterse en el mar por la contaminación de las aguas.
Gran Bretaña en crisis. Costas del sur inglés contaminadas y prohibidas de ingresar a sus aguas.
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Al igual que el resto del sector corporativo, los impuestos a las compañías
responsables han bajado del 26% en 2010 al 19%.
Pero más que estimular la inversión,
las ganancias se usaron para pagar dividendos a
los accionistas: el equivalente a
más de setenta mil millones de dólares (57 mil millones de libras) en los últimos treinta años. Los ejecutivos de las empresas del sector tampoco se han perdido la fiesta. En
los dos últimos años, plena pandemia, se adjudicaron bonos por
más de 35 millones de dólares. En comparación Scottish Water, que
permaneció en manos del estado,
invirtió cerca de un 35% en
infraestructura por hogar en el
mismo período.
El sector energético, que registró
ganancias extraordinarias con la guerra,
está aumentando los precios de lo lindo.
Este viernes se confirmó un aumento del 80% en las tarifas, que regirá desde el 1 de octubre, vísperas del duro invierno inglés. Accionistas y ejecutivos, felices: el público no tanto. Hasta en
zonas tradicionalmente conservadoras
como Surrey, en el sur del país, los votantes
están desilusionados con el sistema privatizado y dispuestos a cambiar de partido.
“He votado casi siempre a los conservadores, pero no voy a
volver a hacerlo. Las ganancias que están sacando las compañías de agua y de energía son un escándalo.
Tendrían que ir a la cárcel en vez de ganar bonos millonarios”, comenta una jubilada, Mary
Barnby.
Un país emparchado
A nivel del sector público, el congelamiento y reducción de la inversión desde 2010 hizo que el Sistema Nacional de Salud (NHS) tenga hoy uno de los más bajos números de camas hospitalarias por persona de un país desarrollado, algo que se notó durante la pandemia. El virtual congelamiento de salarios desde 2010 llevó a un éxodo de enfermeras y médicos, éxodo compensado solo parcialmente con la contratación de profesionales de países en desarrollo. El staff del NHS se parece cada vez más a la ONU por su mezcla de nacionalidades, pero, aun así, uno de cada diez puestos de enfermería sigue vacantes.
Gran Bretaña en Crisis. Prepararse para explosiones revolucionarias.
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Mientras que en Alemania, España o Estonia los
estados invierten en el sector ferroviario para sacarlo de la crisis
que tuvo a raíz de la pandemia, el gobierno británico anunció cortes equivalentes a más de 2500 millones de
dólares. Desde el 21 de junio hubo
ocho huelgas que han semiparalizado la red ferroviaria.
El secretario general de RMT, el sindicato ferroviario, Mick Lynch,
advirtió que el descontento actual puede terminar
en una huelga
general de facto (la última fue en
1927).
“Es algo que decidirá la central de trabajadores. Pero lo
que vamos a ver en educación, salud, transporte y
el sector privado es acción sincronizada de huelga”. En los últimos dos meses hubo señales claras de este descontento laboral: cancelación de miles
de vuelos en plena temporada veraniega,
medidas de fuerza en el puerto de
Felixstowe por el que pasa el 48% del comercio de contenedores, huelgas en petroleras, fábricas y
hasta en Amazon.
En agosto el índice inflacionario de los doce meses previos superó el 10%. Con la práctica
duplicación de las tarifas
energéticas a partir de octubre, el
Banco de Inglaterra anticipa un 13% para los próximos meses. El cálculo es que unos quince
millones de personas ingresarán en
lo que se llama “pobreza energética” (destinan
el 10% de sus ingresos a pagar el gas y la electricidad). En los bancos
de alimentos para los sectores más postergados
muchos no compran papa por el gasto en que incurrirán al cocinarla: en el invierno británico el dilema será para muchos encender
la estufa o comer.
Más de lo mismo
A esta crisis, se añade una virtual acefalía desde que Boris Johnson renunció
(lo renunciaron) en junio y quedó en funciones sin privarse por ello de contraer
matrimonio y tomarse vacaciones
en un gobierno sin cabeza. En más de la mitad de los ministerios no se toman decisiones hasta que haya un sustituto: en
la prensa lo bautizan
el “Zombie government”
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El problema es que los dos candidatos para sustituirlo ofrecen más de lo
mismo. La favorita, la canciller Liz Truss,
promete una reducción
impositiva de 27 mil millones de libras que favorecerá a empresas y multimillonarios para estimular la inversión en un país que
todavía está lidiando con el agujero fiscal que
le dejaron la pandemia y el Brexit. Su rival, el ex ministro de finanzas Rishi Sunak, es un poco más prudente y dice que ese es un objetivo a alcanzar más adelante. Pero privado de ese mantra impositivo, su programa contiene poco y nada.
Una encuesta el pasado fin de semana les daba una
ventaja a los laboristas de ocho puntos sobre
los conservadores
y ponía por delante a su apocado líder Keir Starmer como mejor
primer ministro que Johnson, Truss o Sunak.
¿Qué se viene?
El consenso es que el nuevo primer ministro gozará de una escasísima legitimidad: lo elegirán unos 200 mil miembros del Partido Conservador, en su mayoría
mayores de 60 o 70 años que viven en
zonas rurales. El resto del Reino,
que enfrenta fuertes tensiones separatistas, sociales y
generacionales, hará de invitado
de piedra, una situación insostenible en medio de una crisis. A pesar de todo esto, a pesar de que Truss y Sunak están
contaminados por su participación en
el gabinete de Johnson, es posible que tengan
la breve luna de miel que espera a los nuevos
gobiernos. En algunos medios se
especula que quien gane intentará aprovechar ese resurgimiento de expectativas
para improvisar un paquete de ayuda
masivo para el costo de la vida y convocar a elecciones anticipadas.
Es difícil que con tan escasa legitimidad y
tantos agujeros económico-sociales el gobierno
llegue a diciembre de 2024, más en un país que tiene una larga tradición de elecciones anticipadas. Pero más allá de los vaivenes políticos y
electorales, los problemas de fondo no se irán con una nueva cara, sea del
partido que sea.
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