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"Hoy, pese a la
progresión espectacular del progresismo en América Latina, el consumo de los
imaginarios es paradójico: las izquierdas
latinoamericanas se emanciparon de la
mirada europea y siguieron sus propios
caminos mientras que las izquierdas francesas, exceptuando la de Jean-Luc Mélenchon, solo se miran el ombligo y los fracasos. A los simpatizantes de la izquierda francesa les emociona la evolución de sus hermanas
latinoamericanas, a las dirigencias ni les importa. Los ecologistas ni siquiera le dedican
tiempo a observar (Chile, Colombia) el cómo y el porqué de dos victorias con la que ni ellos sueñan en Francia. Los
socialistas ya han traicionado hasta
los recuerdos y pese a ello, en lo que atañe
a Chile, celebraron la existencia de una “izquierda renovada”. Durante
la última campaña electoral, la candidata a la presidencia del PS y actual Intendenta de París, Anne Hidalgo, dijo “cuando se es de izquierda una parte de nuestro corazón está en América
Latina”.
"Muy poco para tantas pasiones pasadas. Y sin embargo, allí donde se mire, no hay, hoy, otro ejemplo semejante al de las izquierdas latinoamericanas. A las europeas nos les interesa mirar muy de cerca. Es muy probable que en esos éxitos vean las aguas oscuras de sus propios y permanentes fracasos y traiciones. Jean-Claude Dupont, un militante de Francia Insumisa en los barrios difíciles del Norte de París, admite que, ” fuera de Mélenchon, socialistas y ecologistas me han decepcionado. La dirigencia socialista da ganas de llorar. Está lejos de nosotros y de sus militantes. No hay vuelta posible, cuando se es de izquierda siempre se tiene un Che Guevara grabado en el corazón”. Como en casi todos los demás medios de Europa, las victorias de las izquierdas latinoamericanas dieron lugar a editoriales moralistas, llenos de consejos paternalistas, de advertencias y plagados de horizontes tapados.
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FRANCIA.
JEAN-LUC MÉLENCHON, FIEL E INSPIRADO POR LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA.
El político francés considera que América
latina fue “la primera en romper la cadena del neoliberalismo”
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Los éxitos que Francia Insumisa obtuvo en
su país se tejieron según el modelo progresista del otro lado del Océano
Atlántico. Ni socialistas ni ecologistas siguen por ese camino.
Por Eduardo Febbro.
Desde París página
/12 miércoles 10 de agosto del 2022.
Durante varias
décadas, la izquierda francesa vivió
una suerte de idilio y de fascinación permanente ante la izquierda de América Latina, sea la de tradición
revolucionaria o la más socialdemócrata. El idilio se acabó a partir de los años 90
con las mutaciones de la misma izquierda francesa, es decir, cuando la gauche dejó de ser realmente
de izquierda y el Partido Socialista francés se convirtió al llamado social liberal. Los ideales se
diluyeron en los índices bursátiles y la
indiferencia mutua se interpuso en la luna
de miel de antes con tanta más fuerza que a ninguna de las dos parecía importarle la otra. La izquierda francesa
dejó de dar signos de convicción al tiempo que conservó ese perfil paternalista
tan molesto como injustificado. En 2013,
el entonces ministro francés de
Relaciones Exteriores, el socialista Laurent
Fabius, viajó a Colombia. En Bogotá se
encontró con quien era en ese momento Intendente
de Bogotá, el actual presidente Gustavo Petro. El matutino Libération cuenta
que durante ese encuentro Petro le dijo
a Fabius:
“hace
mucho tiempo que, en Francia, no entienden lo que está pasando en América
Latina. Tampoco es tan grave porque a nosotros la izquierda francesa tampoco
nos interesa”.
Cambios en América latina
Pese a ello, siempre persistió en Francia un núcleo de la izquierda que seguía muy de cerca los cambios profundos que se estaban produciendo en América latina y que conservaba sus lazos emocionales e ideológicos con una América latina que fue y sigue siendo una fuente de inspiración para la izquierda francesa: nuestras izquierdas ganan en contextos muchos más difíciles que el francés, las izquierdas de aquí pierden calamitosamente o se suicidan políticamente con sus cambios de orientación (Partido Socialista) y sus disputas destructoras. Es lícito reconocer que si hay alguien que permaneció fiel y muy inspirado por las izquierdas latinoamericanas es el líder de Francia Insumisa Jean-Luc Mélenchon: Argentina, Ecuador y México han sido para Mélenchon semillas de sus respectivas propuestas electorales. Mélenchon considera que América Latina fue “la primera en romper la cadena del neoliberalismo”. Lejos de los romanticismos guevaristas, la izquierda latinoamericana siempre le mostró un camino posible a la francesa, y no al revés.
En 2012, en une entrevista realizada por PáginaI12 en París, Mélenchon decía:
“En
realidad, mis modelos los tomé de América Latina,
me he inspirado en lo que pasó allí. Por ejemplo, el Frente
de Izquierda es una fórmula política que
liga a partidos muy diferentes. Ahora tenemos hasta ecologistas
oriundos de la franja más radical. En el mismo Frente tenemos
partidarios del no crecimiento, partidarios del crecimiento y comunistas. Todos llegaron a encontrar
cuál era su intersección común. En este caso, el modelo que puedo evocar es
el Frente Amplio de Uruguay. (…) La revolución ciudadana es un proyecto
federador porque incluye la idea del poder ciudadano. Esa palabra permitió
hacer converger tradiciones revolucionarias muy
distintas. Pues bien, esa idea la tomé de Ecuador.
La manera de enfrentar el sistema de los medios de comunicación la
tomé de Néstor y Cristina Kirchner. Aquí,
en Francia, me atribuyeron ese estilo a mi
malhumor, a mis dificultades, pero en realidad no es así: ellos me manipulan y
yo los manipulo. Ahora los tengo a puro pan seco, igual que hicieron el ex
presidente Néstor Kirchner y la presidenta Cristina Kirchner. En suma, me inspiro mucho en la
tradición revolucionaria de América latina. Nuestra consigna es: ¡que se
vayan todos! Esa consigna la saqué de la crisis
argentina de 2001”.
La relación o los
imaginarios que alimentaron a la izquierda francesa se pueden dividir en varias
épocas: una que va de la Revolución cubana al golpe de Estado en Chile: por
un lado, en ese periodo parte de la izquierda francesa rompió con el castrismo
por el respaldo de Cuba a la invasión de Checoslovaquia por las tropas de la Unión Soviética (1968) y, posteriormente, por el juicio al poeta Heberto Padilla (1971): por el
otro, en ese periodo se sitúa el reinicio de la fascinación cuyo punto
incandescente fue la elección de Salvador Allende en Chile. Se trató de una
verdadera revelación para la izquierda
francesa, en particular para los socialistas,
porque probaba que la victoria era posible. La historiadora Judith Bonnin recuerda que
” la
elección de Salvador Allende demostró que una
izquierda unida podía ganar una elección dentro del contexto de la Guerra
Fría”.
La otra fase se extendió durante los años de la dictadura, hay una tercera que se activa con el fin de las dictaduras y una cuarta llena de entusiasmo que cubre las primeras elecciones democráticas después de los golpes de Estado.
La quinta empieza con los años
post liberales, es decir,
con las
victorias de Néstor y Christina Kirchner en Argentina, de Chávez
en Venezuela, de Lula en Brasil, de Rafael
Correa en Ecuador, de Evo Morales en Bolivia, de Tabaré Vázquez en Uruguay, del Obispo Fernando Lugo en Paraguay y del candidato del Frente Farabundo
Martí de Liberación Nacional (ex guerrilla) en el Salvador
como presidente del país. La última etapa se reconfiguró ahora con la victoria
del peronismo en la Argentina, la muy probable
victoria de Lula en Brasil, la elección en
México de Andrés Manuel López Obrador, de Gabriel
Boric en Chile y,
sobre todo, la de Gustavo Petro en Colombia. Estas tres últimas se obtuvieron en
terrenos muy duros, trágicos e inamovibles, dominados por derechas criminales,
a través de pactos entre movimientos
más jóvenes, ecologistas y donde la presencia de mujeres es
abundante.
El paso decisivo en
la percepción de la izquierda latinoamericana lo dio, una vez más, Mélenchon cuando,
a diferencia de otros dirigentes de la izquierda francesa, dejó de ver a América Latina
como un “lugar ideal” y metafórico,
un laboratorio, para, más bien, copiar sus ejemplos exitosos. En 2007, Mélenchon rompió con el Partido Socialista en cuyo seno
lideraba una corriente contestataria. Lo hizo a través de un libro (En quête de gauche) en el cual, precisamente, ya
ponía a América Latina como “el puesto de
avanzada de la izquierda en el mundo”. América Latina ha sido un “rehidratador”
de las ideas de la gauche francesa
y, también, un regulador de sus relaciones de poder internas.
En los años 80, cada vez que el difunto presidente socialista François Mitterrand (1981-1995) tenía un problema serio con su izquierda lo arreglaba con un viaje o un gesto centrado en América Latina. A veces eran gestos puramente oportunistas, otras, en cambio, decisiones que cambiaron la historia como cuando, junto a México, Mitterrand pidió en la ONU que el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional sea tratado como un interlocutor político pleno y no como un mero grupo guerrillero porque constituye “una fuerza política representativa” (agosto de 1981). Aunque parezca poco, en aquellos años cruentos de las guerras en América Central y del reaganismo naciente en Estados Unidos el gesto franco-mexicano desempeñó un papel importante en lo que ocurriría después (Acuerdos de Paz).
Hoy, pese a la
progresión espectacular del progresismo en América Latina, el consumo de los
imaginarios es paradójico: las izquierdas
latinoamericanas se emanciparon de la
mirada europea y siguieron sus propios
caminos mientras que las izquierdas francesas, exceptuando la de Jean-Luc Mélenchon, solo se miran el ombligo y los fracasos. A los simpatizantes de la izquierda francesa les emociona la evolución de sus hermanas
latinoamericanas, a las dirigencias ni les importa. Los ecologistas ni siquiera le dedican
tiempo a observar (Chile, Colombia) el cómo y el porqué de dos victorias con la que ni ellos sueñan en Francia. Los
socialistas ya han traicionado hasta
los recuerdos y pese a ello, en lo que atañe
a Chile, celebraron la existencia de una “izquierda renovada”. Durante
la última campaña electoral, la candidata a la presidencia del PS y actual Intendenta de París, Anne Hidalgo, dijo “cuando se es de izquierda una parte de nuestro corazón está en América
Latina”.
Muy poco para tantas
pasiones pasadas. Y sin embargo, allí donde se mire, no hay, hoy, otro ejemplo
semejante al de las izquierdas latinoamericanas. A las europeas nos
les interesa mirar muy de cerca. Es muy
probable que en esos éxitos vean las aguas oscuras de sus propios y permanentes fracasos y traiciones. Jean-Claude Dupont,
un militante de Francia Insumisa en
los barrios difíciles del Norte de París,
admite que,
” fuera de Mélenchon, socialistas y ecologistas me han decepcionado. La
dirigencia socialista da ganas de llorar. Está lejos de nosotros y de sus
militantes. No hay vuelta posible, cuando se es de izquierda siempre se tiene
un Che Guevara grabado en el corazón”. Como en
casi todos los demás medios de Europa, las
victorias de las izquierdas latinoamericanas dieron lugar a editoriales
moralistas, llenos de consejos paternalistas, de
advertencias y plagados de horizontes tapados.
La
derecha, a su vez, perdió su referente: ya no puede decir que la
izquierda latinoamericana es chavista. Y los socialistas tampoco pueden ya exponer ese argumento para restar
influencia a su ala izquierda. Sólo Jean-Luc Mélenchon ha
mantenido viva la llama de una relación
y de una articulación entre las dos izquierdas. Los éxitos que Francia Insumisa obtuvo
en Francia se tejieron según el modelo latinoamericano. De Argentina
hasta México,
las izquierdas de América Latina tienen
mucho más para decir y mostrar a las de Francia
que estas a nosotros. La relación se ha invertido y en
ese cambio los ecologistas y los socialdemócratas se quedaron mudos.
efebbro@pagina12.com.ar
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