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La izquierda latino-americana (I. L.) en el poder suscita diversas reacciones que van desde el más amplio optimismo como es el caso de Noam Chomsky, Ignacio Ramonet, Eduardo Galeano -que recientemente celebró con comentarios muy optimistas la llegado al poder del izquierdista José Mujica en Uruguay –, hasta ciertas miradas críticas (la de James Petras, por ejemplo,) que se cuestionan sobre el papel transformador de la I. L. en el poder. Para captar en sus tendencias más generales estos puntos de vista divergentes de una misma dinámica política, hemos ideado utilizar la trilogía tesis, antítesis y síntesis.
/////La izquierda latino-americana en el poder: ¿Cuál izquierda?.
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Martes 16 de marzo del 2010.
Mauricio R. Alfaro (especial para ARGENPRESS.info)
Introducción.
En América Latina, la izquierda en el poder refleja ser algo móvil. Algo que se vuelve difícil de evaluar, de pensar. Ya que, de acuerdo a las circunstancias, cambia. Cambios producidos por actores políticos de izquierda que, en un momento, eran y decían una cosa y luego en otro, sin inmutarse, dicen y hacen otra. Lo que produce confusiones, frustraciones, cansancios que tienden a provocar giros en cuanto a la sensibilidad política del electorado. Giros que, como es ya el caso en algunos países de la región, podrían significar el comienzo del fin de un ciclo de izquierda y el inicio de otro, marcado, esta vez, con el retorno al poder de la derecha regional.
Ese hipotético regreso de la derecha al poder (tomando en cuenta que fue la que propició el casi vaciamiento de la región con su programa neoliberal), nos hace pensar en algo así como sí la América Latina hubiese sido alcanzada por la maldición de Sísifo. El cual, según cuenta la mitología griega, había sido condenado por los dioses a llevar, cuesta arriba, a la cima de una colina, una enorme piedra. Pero siempre, cuando estaba a punto de llegar, después de grandes sacrificios, la piedra caía de nuevo y con ello, Sísifo tenía que recomenzar todo el ciclo. A nosotros, la maldición de Sísifo, nos hace pensar en algo que se parece a un péndulo político. El cual, en referencia a los pueblos latino-americanos, simbolizaría el eterno retorno, después de grandes luchas populares, a lo mismo. Lo que, por hoy, como expuesto más arriba, sería esa amenaza de un posible regreso, a lo largo de la región, de la derecha al poder.
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Derecha que, como es de esperarse, inmediatamente después de su triunfo, con su instinto malinchista profundamente interiorizado, comenzaría todo un proceso para reinstalar, con bríos revanchistas, su implacable política de despojo. Hasta que el cansancio popular se reinstale y con el recomience, una vez más, el famoso ciclo del que ”se vayan todos”. ¿En la América Latina de hoy, cómo pueden entenderse estas idas y vueltas del péndulo político?
Tesis, antítesis y síntesis.
La izquierda latino-americana (I. L.) en el poder suscita diversas reacciones que van desde el más amplio optimismo como es el caso de Noam Chomsky, Ignacio Ramonet, Eduardo Galeano -que recientemente celebró con comentarios muy optimistas la llegado al poder del izquierdista José Mujica en Uruguay –, hasta ciertas miradas críticas (la de James Petras, por ejemplo,) que se cuestionan sobre el papel transformador de la I. L. en el poder. Para captar en sus tendencias más generales estos puntos de vista divergentes de una misma dinámica política, hemos ideado utilizar la trilogía tesis, antítesis y síntesis. En donde el momento optimista ocupa el lugar de la tesis y que siguiendo a Chomsky (en Rebelión), puede plantearse así:
“América Latina es hoy el lugar más estimulante del mundo. Por primera vez en 500 años hay movimientos hacia una verdadera independencia y separación del mundo imperial; se están integrando países que históricamente han estado separados. Esta integración es un prerrequisito para la independencia. Históricamente, Estados Unidos ha derrocado un gobierno tras otro; ahora ya no puede hacerlo. Hay un movimiento hacia la unificación regional: se empiezan a formar instituciones que, aunque no funcionan del todo, comienzan a existir. Es el caso de Mercosur y Unasur. Otro caso notable en la región es el de Bolivia. Después del referendo hubo una gran victoria, y también una sublevación bastante violenta en las provincias de la Media Luna, donde están los gobernadores tradicionales, blancos. Un par de docenas de personas murieron. Hubo una reunión regional en Santiago de Chile donde se expresó un gran apoyo a Morales y una firme condena a la violencia, y Morales respondió con una declaración importante. Dijo que era la primera vez en la historia de América Latina, desde la conquista europea, en que los pueblos habían tomado el destino de sus países en sus propias manos sin el control de un poder extranjero, o sea Washington. Esa declaración no fue publicada en Estados Unidos”.
En contraposición a la tesis optimista, existe una antítesis la cual es de contenido crítico. En esta corriente se sitúa James Petras (en Aporrea) el cual resume en una entrevista el contenido de un análisis que él viene repitiendo desde hace ya algún tiempo. En esa entrevista, Petras plantea lo siguiente:
“…sobre la política en América Latina, argumenta James Petras, podríamos anotar dos cosas. Una, es el debilitamiento de la derecha tradicional, un repudio en las elecciones, aparte de Chile. Y segundo, el surgimiento del liberalismo social; es decir, [haciendo avanzar] el capitalismo a partir de los agro minerales, exportadores y algunos sectores manufactureros. Con altos precios en gran parte de las industrias mineras, de gas, petróleo, metales, los agro-negocios de granos, azúcar, soya, han conseguido ingresos y apoyo de sectores de la burguesía para una victoria para el centro-izquierda en Uruguay, en Bolivia, que son gobiernos realmente capitalistas que tienen enorme presencia de capital extranjero… En el sur de La Paz que era bastión de la derecha Evo Morales consiguió la mayoría por primera vez y también contribuyentes importantes para su campaña de sectores de Santa Cruz y otros lugares.
¿Qué significa el liberalismo social? Indica simplemente una política asistencialista, programas contra lo que llaman la pobreza extrema, dentro de los parámetros estructurales del capitalismo. Y eso indica que las estructuras de clase, las desigualdades y la concentración de riqueza van a seguir igual. Y la izquierda ignorante sigue hablando de cómo estos son grandes avances de izquierda, que no lo son. Son lo que son: capitalismo con programas asistencialistas. Todo eso significa que los movimientos sociales se han enganchado al tren del liberalismo social, han dejado de ser protagonistas con su propia agenda. Lo mismo pasa en Brasil y podríamos decir que en Argentina no hay gran diferencia”.
Lo vemos, la I. L. en el poder nos sitúa frente a un movimiento contradictorio en donde para unos, ella es fuente generadora de optimismo mientras que, para otros, el mismo movimiento, es fuente de fuertes críticas y de un cierto escepticismo. En la perspectiva de Chomsky, la izquierda en el poder es presentada como aquella fuerza que, en su movimiento, está en proceso de preparar las condiciones necesarias para realizar lo que Evo Morales llama: la segunda independencia de la América Latina. En función de este objetivo, la izquierda estaría fomentando, desde ya, importantes iniciativas autónomas -tales como el Mercosur y la Unasur- que, en su momento, podrían ser las bases institucionales desde las cuales, la región podría renacer a su vida independiente.
Para Chomsky, estas iniciativas de autonomía regional ya no son simples formulas declarativas sino que ya demostraron sus primeros actos soberanos. Y esta ocasión se presentó cuando Evo, con la alianza regional, fue capaz de revertir y tomar la iniciativa frente la amenaza de golpe de Estado orquestado por la Media Luna boliviana. El todo demostraría entonces que, para Chomsky, la América del Sur, progresivamente, con sus iniciativas, ha dejado de ser el patio trasero de los EE UU. Dado que los nuevos gobiernos de izquierda, han dejado de ser simples marionetas bajo control de la potencia americana.
En contraposición, lo vemos en su discurso, Petras se sitúa frente a la I. L. en el poder en otra perspectiva y desde aquí, no ve en ella otra cosa que una continuación de lo mismo, por otros medios. Es decir que los antiimperialismos, los nacionalismos, el indigenismo y todas las formas discursivas de la izquierda regional en el poder, en los hechos, no van más allá que producir y concretizar un simple asistencialismo, detrás del cual se produce y reproduce el mismo capitalismo dependiente de siempre. El cual ha aceptado, como un destino inevitable, el carácter agro-exportador y extractivo de la región. Esto significaría, al contrario de lo que sostiene Chomsky, que la América Latina con la I. L. en el poder, no se orienta hacia su independencia, sino al fortalecimiento de un modelo económico viejo de cinco siglos. Lo que implica, sostiene Petras, que en esencia: “las estructuras de clase, las desigualdades, y la concentración de la riqueza va a seguir igual”.
Lo nuevo que encontramos en el discurso de Petras es cuando él observa que las derechas regionales, como sería el caso en Bolivia y en Uruguay, han evolucionado políticamente, ya que ellas, gracias a las nuevas posibilidades de enriquecimiento que la I. L. en el poder les ofrece, se ha movido al centro-izquierda. El caso a anotar es que en su movimiento, la I. L. y su programa político de liberalismo social, sostiene Petras, ha enganchado a los movimientos sociales en su dinámica. Lo que significa, según él, que estos han dejado de ser protagonistas en la dinámica política regional.
Nuestras observaciones de los procesos políticos de la I. L. en el poder, nos hacen decir que, en efecto, durante algún tiempo, ella creo grandes expectativas en la región e hizo de ésta, como Chomsky lo plantea, “el lugar más estimulante del mundo”. Pero constatamos que el optimismo va, progresivamente, cediendo y con él, abriendo paso a un período de incertidumbre en cuanto a su propio avenir. Llegamos entonces, luego que comparamos las dos corrientes de izquierda dominantes en la región, tal como expuestas más arriba, al momento de la síntesis. La cual, desafortunadamente, como ya puede deducirse de nuestra exposición, no se concretiza en una unidad superior si no en una unidad regresiva. Esta síntesis regresiva, nosotros la detectamos en una entrevista hecha al general Alberto Müller Rojas (en Aporrea), vicepresidente del Partido Socialista de la Unidad de Venezuela (PSUV). En ella un periodista hizo el planteamiento siguiente:
“Fidel Castro dijo que veía la posibilidad de que en América Latina vuelvan gobiernos de derecha, y uno piensa en Venezuela. [A esto último, el vicepresidente del PSUV responde] Esa es una posibilidad…”
Lo vemos, la síntesis regresiva a que ha llegado la I. L. en el poder se concretiza en una incertidumbre, en donde las posibilidades existen, según Fidel, de un regreso de la derecha regional al poder. Es decir, a lo mismo, según lo expresábamos con nuestra imagen del péndulo político latino-americano. El caso sorprendente de todo esto es que uno de los países amenazados con el regreso de la derecha, es la Venezuela de Hugo Chávez. Referencia de la izquierda mundial y uno de los más grandes promotores de los cambios regionales. ¿Ese progresivo desencanto del electorado latino-americano con la izquierda en el poder, cómo podría explicarse?
De la ruptura a la institucionalización.
Creemos que con lo expuesto anteriormente, ya hemos avanzado un buen tramo para tratar de responder a esa pregunta y que siguiendo a Petras se podría resumir así: la I. L. en el poder no ha ido más allá que ser un cambio en la continuidad. Es decir que todas las luchas populares que impulsaron la llegada de la I. L. al poder con el fin de que está aportara cambios substanciales, en los hechos, se redujo a gobiernos asistencialistas (o socio-liberales) que se cuidan muy bien de no tocar los fundamentos del poder elitista regional. La I. L. renunciaría, de esta forma, a promover el cambio social y en su lugar, adoptaría, como lo veremos más lejos, un pragmatismo remarcable. De ahí, nuestra pregunta: la Izquierda latino-americana en el poder: ¿Cuál izquierda? Para tratar de responder a esta interrogante, sigamos ese proceso que va: de la ruptura a la institucionalización.
El momento de ruptura es, para nosotros, aquella etapa inicial en que los movimientos políticos de izquierda enfrentaban con métodos extra parlamentarios de lucha a las élites regionales en el poder. Generalmente, en esta fase, la izquierda se descubría como la portadora de una causa noble, a través de la cual, ella podía imaginar una América Latina distinta. En donde los ideales de justicia social, fraternidad y libertad de los pueblos comandarían las decisiones políticas. Y con ellas, ir creando, progresivamente, las condiciones históricas para alcanzar un fin único: terminar con el oprobioso neo-colonialismo regional. Fuente inagotable de pobreza y de exclusión social de las mayorías latino-americanas. La América Latina sería así, al fin, fuerte, soberana y, por lo tanto, responsable de su propio destino.
Eran estos aquellos tiempos, en que la izquierda regional propagaba su “Buena Nueva.” Y para ello, ella adoptaba una mística de lucha ejemplar; con la cual, por su impacto sugestivo, lograba atraer a pequeños grupos (o individuos) aislados que, progresivamente, ella cohesionaba. Y luego que esto sucedía, estos se ligaban a su vez a otros grupos (o individuos) y los consolidaban. Y así, paulatinamente, con una buena dosis de paciencia de largo alcance, los grupos iniciales se convertían en células orgánicas que, en un momento de su desarrollo, lograrían forjar la militancia revolucionaria regional. La etapa de ruptura, por su fe inquebrantable en el futuro y su generosidad, la podemos entonces también llamar la etapa idealista, utópica de la izquierda regional. La cual blindada con la pasión revolucionaria decidía ir al “asalto del cielo”.
Eran estos los tiempos de la lucha de clases; de la definición de las tácticas y las estrategias; de la definición de quienes son los amigos y quienes son los enemigos del pueblo, etc. Pero sobre todo, eran los tiempos en que se creaba al Hombre y la Mujer del futuro. Los que forjados al calor de la lucha, serían los artífices de la Nueva América Latina. Lula y Mujica, el Presidente electo del Uruguay, clarifican, por su entrega militante, el sentido de nuestras palabras:
“El mayor símbolo en toda América Latina de esa nueva izquierda es el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, pero Mujica significa todavía algo más, porque Lula fue un sindicalista, que peleó con huelgas y manifestaciones, y el uruguayo, un guerrillero tupamaro, que defendió la lucha armada y que, con un fusil en la mano, secuestró y combatió a la Policía y al Ejército no sólo durante la dictadura, sino también, al principio, durante la democracia. Mujica pagó muy caro. Estuvo once años en la cárcel. Dos, directamente enterrado en una especie de pozo, con muy poca movilidad. Siete años sin leer nada. Fue uno del llamado "grupo de los rehenes", nueve dirigentes tupamaros que el Ejército uruguayo amenazaba con fusilar en cuanto se produjera algún acto que amenazara la seguridad de la dictadura… Durante aquellos dos años en el pozo, descubrí que las hormigas gritan: basta con acercarlas al oído para comprobarlo", relató Mujica en una famosa entrevista que concedió al poco de salir de la cárcel, en 1985”.
Veamos bien, esto último es algo sumamente impactante. Diríamos algo profundamente humano y poético. Un militante de izquierda que, en la soledad, en el terror de su cautiverio, no se deja abandonar a la locura, a su propia autodestrucción, si no que decide, como salvación última: escuchar el lenguaje de las hormigas. En ese momento de ruptura, lo vemos claramente, el estilo de vida por el que opta la izquierda montante es de entrega total (diríamos casi mística) a la causa popular. Testimonio vivencial de sacrificio que termina estimulando la decisión de lucha de los sectores populares; que, en su momento, serían utilizados para quebrar, utilizando para ello todas las formas de lucha, la resistencia de las élites en el poder. Siendo de esta forma, como la izquierda adquiere reconocimiento y con el, luego que todas las barreras han sido superadas una a una gracias al esfuerzo de las masas, abre su camino hacia su institucionalización. Simultáneamente, observamos, es aquí que se produce la mutación que señalábamos arriba: ella se vuelve pragmática. ¿De qué pragmatismo hablamos? Lo que sigue lo explica:
En un artículo de Eduardo Abeleira publicado en Argenpress, titulado Uruguay: Queríamos cambiar el mundo y ahora queremos arreglar la vereda (José Mujica dixit 1 Dic. 2009) el autor sostiene, refiriéndose a la vereda de Mujica: “Es una opción, seguramente con más probabilidad de ser concretada. El “arreglo de veredas”… lo superficial, el cambiar algo para que nada cambie… No hay nada novedoso en esas palabras… lo novedoso es que lo diga Mujica. Que lo viene repitiendo pero no se escucha o no se quiere escuchar”.
Frente a esta mutación pragmática del discurso de izquierda que va de querer cambiar el mundo (o sea refundar a la América Latina), al arreglo de veredas (que podríamos generalizar siguiendo a Petras, con lo que él llama: el asistencialismo de la I. L. en el poder) preguntamos: ¿Y que pasó con el pasado de la izquierda? (Es decir, con aquel momento de ruptura. En donde a lo largo y ancho del continente, miles y miles de latino-americanos -que siguiendo los ideales de una América Latina más justa- se lanzaron a la lucha y en ella encontraron la persecución, la tortura, las desapariciones y la muerte) A lo que Mujica (en El País), el futuro Sr. Presidente del Uruguay, responde:
“…de los años sesenta y setenta "no quedó ni la ceniza"… Nosotros tuvimos una experiencia que no buscamos ni planeamos. No podemos vivir esclavizados por las cuentas pendientes de la vida. Yo tengo memoria y recuerdos, pero una cosa está bien clara: es importante mirar el pasado, pero también es necesario perderle el respeto" [el subrayado es nuestro], explicó en una entrevista con el periodista brasileño Marco Aurelio Weissheimer. "La vida es porvenir", insistió”. [Es de observar, que con este comentario de querer suprimir el pasado, o sea, la etapa de ruptura de la I. L., estamos ya, lejos pero muy lejos, de aquel militante tupamaro que escuchaba estoico: el lenguaje de las hormigas]”.
Conclusión.
Pero detrás de ese discurso pragmático de la izquierda en el poder, algo aflora. Algo que se esconde muchas veces en poses y discursos de apariencia progresista pero que lo que sigue, revelaría en su naturaleza íntima.
“Efraín Chury: Bien Petras, estamos en el final [de la entrevista] (en Aporrea) y yo quería decirte en un análisis muy breve que se reduce en una frase, que en 50 años de periodismo he venido a aprender que aquí en Uruguay, los grandes dirigentes de izquierda no eran otra cosa que gentes que querían estar un día gozando de los privilegios que tenían los integrantes de los partidos tradicionales que habían gobernado hasta entonces. Esa sería la síntesis que podría hacer de mi país en este momento…”
Pensamos que cada pueblo de los países en donde la izquierda está en el poder debería de discutir, de analizar lo anterior para saber si el comentario del periodista es una excepción o la regla.
¿O no será, nos cuestionamos, que el electorado latino-americano ya descubrió paulatinamente (y a su gran sorpresa) que aquella izquierda soñadora, idealista, utópica que estaba dispuesta de ir al asalto del cielo, en realidad, se convirtió en una izquierda electorera, pragmática que ha adquirido (después de un largo tiempo en la dirección de partidos y movimientos de izquierda) el gusto burocrático del poder. Y que siendo así, entre izquierda y derecha no hay diferencias substanciales sino sólo de formas? Es por ello, es decir, a causa de esa similitud de hecho entre la izquierda y la derecha, que ese mismo electorado, en futuras elecciones, podría optar con su voto, según las palabras utilizadas por el sociólogo argentino Atilio Borón (en Aporrea) para comprender la derrota de la izquierda chilena en las últimas elecciones, por el original (la derecha) y no por la copia (la izquierda). Ya que para maquillar el sistema neo-colonial dominante en la región, qué más da que una opción o la otra, esté en el poder.
Tesis, antítesis y síntesis.
La izquierda latino-americana (I. L.) en el poder suscita diversas reacciones que van desde el más amplio optimismo como es el caso de Noam Chomsky, Ignacio Ramonet, Eduardo Galeano -que recientemente celebró con comentarios muy optimistas la llegado al poder del izquierdista José Mujica en Uruguay –, hasta ciertas miradas críticas (la de James Petras, por ejemplo,) que se cuestionan sobre el papel transformador de la I. L. en el poder. Para captar en sus tendencias más generales estos puntos de vista divergentes de una misma dinámica política, hemos ideado utilizar la trilogía tesis, antítesis y síntesis. En donde el momento optimista ocupa el lugar de la tesis y que siguiendo a Chomsky (en Rebelión), puede plantearse así:
“América Latina es hoy el lugar más estimulante del mundo. Por primera vez en 500 años hay movimientos hacia una verdadera independencia y separación del mundo imperial; se están integrando países que históricamente han estado separados. Esta integración es un prerrequisito para la independencia. Históricamente, Estados Unidos ha derrocado un gobierno tras otro; ahora ya no puede hacerlo. Hay un movimiento hacia la unificación regional: se empiezan a formar instituciones que, aunque no funcionan del todo, comienzan a existir. Es el caso de Mercosur y Unasur. Otro caso notable en la región es el de Bolivia. Después del referendo hubo una gran victoria, y también una sublevación bastante violenta en las provincias de la Media Luna, donde están los gobernadores tradicionales, blancos. Un par de docenas de personas murieron. Hubo una reunión regional en Santiago de Chile donde se expresó un gran apoyo a Morales y una firme condena a la violencia, y Morales respondió con una declaración importante. Dijo que era la primera vez en la historia de América Latina, desde la conquista europea, en que los pueblos habían tomado el destino de sus países en sus propias manos sin el control de un poder extranjero, o sea Washington. Esa declaración no fue publicada en Estados Unidos”.
En contraposición a la tesis optimista, existe una antítesis la cual es de contenido crítico. En esta corriente se sitúa James Petras (en Aporrea) el cual resume en una entrevista el contenido de un análisis que él viene repitiendo desde hace ya algún tiempo. En esa entrevista, Petras plantea lo siguiente:
“…sobre la política en América Latina, argumenta James Petras, podríamos anotar dos cosas. Una, es el debilitamiento de la derecha tradicional, un repudio en las elecciones, aparte de Chile. Y segundo, el surgimiento del liberalismo social; es decir, [haciendo avanzar] el capitalismo a partir de los agro minerales, exportadores y algunos sectores manufactureros. Con altos precios en gran parte de las industrias mineras, de gas, petróleo, metales, los agro-negocios de granos, azúcar, soya, han conseguido ingresos y apoyo de sectores de la burguesía para una victoria para el centro-izquierda en Uruguay, en Bolivia, que son gobiernos realmente capitalistas que tienen enorme presencia de capital extranjero… En el sur de La Paz que era bastión de la derecha Evo Morales consiguió la mayoría por primera vez y también contribuyentes importantes para su campaña de sectores de Santa Cruz y otros lugares.
¿Qué significa el liberalismo social? Indica simplemente una política asistencialista, programas contra lo que llaman la pobreza extrema, dentro de los parámetros estructurales del capitalismo. Y eso indica que las estructuras de clase, las desigualdades y la concentración de riqueza van a seguir igual. Y la izquierda ignorante sigue hablando de cómo estos son grandes avances de izquierda, que no lo son. Son lo que son: capitalismo con programas asistencialistas. Todo eso significa que los movimientos sociales se han enganchado al tren del liberalismo social, han dejado de ser protagonistas con su propia agenda. Lo mismo pasa en Brasil y podríamos decir que en Argentina no hay gran diferencia”.
Lo vemos, la I. L. en el poder nos sitúa frente a un movimiento contradictorio en donde para unos, ella es fuente generadora de optimismo mientras que, para otros, el mismo movimiento, es fuente de fuertes críticas y de un cierto escepticismo. En la perspectiva de Chomsky, la izquierda en el poder es presentada como aquella fuerza que, en su movimiento, está en proceso de preparar las condiciones necesarias para realizar lo que Evo Morales llama: la segunda independencia de la América Latina. En función de este objetivo, la izquierda estaría fomentando, desde ya, importantes iniciativas autónomas -tales como el Mercosur y la Unasur- que, en su momento, podrían ser las bases institucionales desde las cuales, la región podría renacer a su vida independiente.
Para Chomsky, estas iniciativas de autonomía regional ya no son simples formulas declarativas sino que ya demostraron sus primeros actos soberanos. Y esta ocasión se presentó cuando Evo, con la alianza regional, fue capaz de revertir y tomar la iniciativa frente la amenaza de golpe de Estado orquestado por la Media Luna boliviana. El todo demostraría entonces que, para Chomsky, la América del Sur, progresivamente, con sus iniciativas, ha dejado de ser el patio trasero de los EE UU. Dado que los nuevos gobiernos de izquierda, han dejado de ser simples marionetas bajo control de la potencia americana.
En contraposición, lo vemos en su discurso, Petras se sitúa frente a la I. L. en el poder en otra perspectiva y desde aquí, no ve en ella otra cosa que una continuación de lo mismo, por otros medios. Es decir que los antiimperialismos, los nacionalismos, el indigenismo y todas las formas discursivas de la izquierda regional en el poder, en los hechos, no van más allá que producir y concretizar un simple asistencialismo, detrás del cual se produce y reproduce el mismo capitalismo dependiente de siempre. El cual ha aceptado, como un destino inevitable, el carácter agro-exportador y extractivo de la región. Esto significaría, al contrario de lo que sostiene Chomsky, que la América Latina con la I. L. en el poder, no se orienta hacia su independencia, sino al fortalecimiento de un modelo económico viejo de cinco siglos. Lo que implica, sostiene Petras, que en esencia: “las estructuras de clase, las desigualdades, y la concentración de la riqueza va a seguir igual”.
Lo nuevo que encontramos en el discurso de Petras es cuando él observa que las derechas regionales, como sería el caso en Bolivia y en Uruguay, han evolucionado políticamente, ya que ellas, gracias a las nuevas posibilidades de enriquecimiento que la I. L. en el poder les ofrece, se ha movido al centro-izquierda. El caso a anotar es que en su movimiento, la I. L. y su programa político de liberalismo social, sostiene Petras, ha enganchado a los movimientos sociales en su dinámica. Lo que significa, según él, que estos han dejado de ser protagonistas en la dinámica política regional.
Nuestras observaciones de los procesos políticos de la I. L. en el poder, nos hacen decir que, en efecto, durante algún tiempo, ella creo grandes expectativas en la región e hizo de ésta, como Chomsky lo plantea, “el lugar más estimulante del mundo”. Pero constatamos que el optimismo va, progresivamente, cediendo y con él, abriendo paso a un período de incertidumbre en cuanto a su propio avenir. Llegamos entonces, luego que comparamos las dos corrientes de izquierda dominantes en la región, tal como expuestas más arriba, al momento de la síntesis. La cual, desafortunadamente, como ya puede deducirse de nuestra exposición, no se concretiza en una unidad superior si no en una unidad regresiva. Esta síntesis regresiva, nosotros la detectamos en una entrevista hecha al general Alberto Müller Rojas (en Aporrea), vicepresidente del Partido Socialista de la Unidad de Venezuela (PSUV). En ella un periodista hizo el planteamiento siguiente:
“Fidel Castro dijo que veía la posibilidad de que en América Latina vuelvan gobiernos de derecha, y uno piensa en Venezuela. [A esto último, el vicepresidente del PSUV responde] Esa es una posibilidad…”
Lo vemos, la síntesis regresiva a que ha llegado la I. L. en el poder se concretiza en una incertidumbre, en donde las posibilidades existen, según Fidel, de un regreso de la derecha regional al poder. Es decir, a lo mismo, según lo expresábamos con nuestra imagen del péndulo político latino-americano. El caso sorprendente de todo esto es que uno de los países amenazados con el regreso de la derecha, es la Venezuela de Hugo Chávez. Referencia de la izquierda mundial y uno de los más grandes promotores de los cambios regionales. ¿Ese progresivo desencanto del electorado latino-americano con la izquierda en el poder, cómo podría explicarse?
De la ruptura a la institucionalización.
Creemos que con lo expuesto anteriormente, ya hemos avanzado un buen tramo para tratar de responder a esa pregunta y que siguiendo a Petras se podría resumir así: la I. L. en el poder no ha ido más allá que ser un cambio en la continuidad. Es decir que todas las luchas populares que impulsaron la llegada de la I. L. al poder con el fin de que está aportara cambios substanciales, en los hechos, se redujo a gobiernos asistencialistas (o socio-liberales) que se cuidan muy bien de no tocar los fundamentos del poder elitista regional. La I. L. renunciaría, de esta forma, a promover el cambio social y en su lugar, adoptaría, como lo veremos más lejos, un pragmatismo remarcable. De ahí, nuestra pregunta: la Izquierda latino-americana en el poder: ¿Cuál izquierda? Para tratar de responder a esta interrogante, sigamos ese proceso que va: de la ruptura a la institucionalización.
El momento de ruptura es, para nosotros, aquella etapa inicial en que los movimientos políticos de izquierda enfrentaban con métodos extra parlamentarios de lucha a las élites regionales en el poder. Generalmente, en esta fase, la izquierda se descubría como la portadora de una causa noble, a través de la cual, ella podía imaginar una América Latina distinta. En donde los ideales de justicia social, fraternidad y libertad de los pueblos comandarían las decisiones políticas. Y con ellas, ir creando, progresivamente, las condiciones históricas para alcanzar un fin único: terminar con el oprobioso neo-colonialismo regional. Fuente inagotable de pobreza y de exclusión social de las mayorías latino-americanas. La América Latina sería así, al fin, fuerte, soberana y, por lo tanto, responsable de su propio destino.
Eran estos aquellos tiempos, en que la izquierda regional propagaba su “Buena Nueva.” Y para ello, ella adoptaba una mística de lucha ejemplar; con la cual, por su impacto sugestivo, lograba atraer a pequeños grupos (o individuos) aislados que, progresivamente, ella cohesionaba. Y luego que esto sucedía, estos se ligaban a su vez a otros grupos (o individuos) y los consolidaban. Y así, paulatinamente, con una buena dosis de paciencia de largo alcance, los grupos iniciales se convertían en células orgánicas que, en un momento de su desarrollo, lograrían forjar la militancia revolucionaria regional. La etapa de ruptura, por su fe inquebrantable en el futuro y su generosidad, la podemos entonces también llamar la etapa idealista, utópica de la izquierda regional. La cual blindada con la pasión revolucionaria decidía ir al “asalto del cielo”.
Eran estos los tiempos de la lucha de clases; de la definición de las tácticas y las estrategias; de la definición de quienes son los amigos y quienes son los enemigos del pueblo, etc. Pero sobre todo, eran los tiempos en que se creaba al Hombre y la Mujer del futuro. Los que forjados al calor de la lucha, serían los artífices de la Nueva América Latina. Lula y Mujica, el Presidente electo del Uruguay, clarifican, por su entrega militante, el sentido de nuestras palabras:
“El mayor símbolo en toda América Latina de esa nueva izquierda es el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, pero Mujica significa todavía algo más, porque Lula fue un sindicalista, que peleó con huelgas y manifestaciones, y el uruguayo, un guerrillero tupamaro, que defendió la lucha armada y que, con un fusil en la mano, secuestró y combatió a la Policía y al Ejército no sólo durante la dictadura, sino también, al principio, durante la democracia. Mujica pagó muy caro. Estuvo once años en la cárcel. Dos, directamente enterrado en una especie de pozo, con muy poca movilidad. Siete años sin leer nada. Fue uno del llamado "grupo de los rehenes", nueve dirigentes tupamaros que el Ejército uruguayo amenazaba con fusilar en cuanto se produjera algún acto que amenazara la seguridad de la dictadura… Durante aquellos dos años en el pozo, descubrí que las hormigas gritan: basta con acercarlas al oído para comprobarlo", relató Mujica en una famosa entrevista que concedió al poco de salir de la cárcel, en 1985”.
Veamos bien, esto último es algo sumamente impactante. Diríamos algo profundamente humano y poético. Un militante de izquierda que, en la soledad, en el terror de su cautiverio, no se deja abandonar a la locura, a su propia autodestrucción, si no que decide, como salvación última: escuchar el lenguaje de las hormigas. En ese momento de ruptura, lo vemos claramente, el estilo de vida por el que opta la izquierda montante es de entrega total (diríamos casi mística) a la causa popular. Testimonio vivencial de sacrificio que termina estimulando la decisión de lucha de los sectores populares; que, en su momento, serían utilizados para quebrar, utilizando para ello todas las formas de lucha, la resistencia de las élites en el poder. Siendo de esta forma, como la izquierda adquiere reconocimiento y con el, luego que todas las barreras han sido superadas una a una gracias al esfuerzo de las masas, abre su camino hacia su institucionalización. Simultáneamente, observamos, es aquí que se produce la mutación que señalábamos arriba: ella se vuelve pragmática. ¿De qué pragmatismo hablamos? Lo que sigue lo explica:
En un artículo de Eduardo Abeleira publicado en Argenpress, titulado Uruguay: Queríamos cambiar el mundo y ahora queremos arreglar la vereda (José Mujica dixit 1 Dic. 2009) el autor sostiene, refiriéndose a la vereda de Mujica: “Es una opción, seguramente con más probabilidad de ser concretada. El “arreglo de veredas”… lo superficial, el cambiar algo para que nada cambie… No hay nada novedoso en esas palabras… lo novedoso es que lo diga Mujica. Que lo viene repitiendo pero no se escucha o no se quiere escuchar”.
Frente a esta mutación pragmática del discurso de izquierda que va de querer cambiar el mundo (o sea refundar a la América Latina), al arreglo de veredas (que podríamos generalizar siguiendo a Petras, con lo que él llama: el asistencialismo de la I. L. en el poder) preguntamos: ¿Y que pasó con el pasado de la izquierda? (Es decir, con aquel momento de ruptura. En donde a lo largo y ancho del continente, miles y miles de latino-americanos -que siguiendo los ideales de una América Latina más justa- se lanzaron a la lucha y en ella encontraron la persecución, la tortura, las desapariciones y la muerte) A lo que Mujica (en El País), el futuro Sr. Presidente del Uruguay, responde:
“…de los años sesenta y setenta "no quedó ni la ceniza"… Nosotros tuvimos una experiencia que no buscamos ni planeamos. No podemos vivir esclavizados por las cuentas pendientes de la vida. Yo tengo memoria y recuerdos, pero una cosa está bien clara: es importante mirar el pasado, pero también es necesario perderle el respeto" [el subrayado es nuestro], explicó en una entrevista con el periodista brasileño Marco Aurelio Weissheimer. "La vida es porvenir", insistió”. [Es de observar, que con este comentario de querer suprimir el pasado, o sea, la etapa de ruptura de la I. L., estamos ya, lejos pero muy lejos, de aquel militante tupamaro que escuchaba estoico: el lenguaje de las hormigas]”.
Conclusión.
Pero detrás de ese discurso pragmático de la izquierda en el poder, algo aflora. Algo que se esconde muchas veces en poses y discursos de apariencia progresista pero que lo que sigue, revelaría en su naturaleza íntima.
“Efraín Chury: Bien Petras, estamos en el final [de la entrevista] (en Aporrea) y yo quería decirte en un análisis muy breve que se reduce en una frase, que en 50 años de periodismo he venido a aprender que aquí en Uruguay, los grandes dirigentes de izquierda no eran otra cosa que gentes que querían estar un día gozando de los privilegios que tenían los integrantes de los partidos tradicionales que habían gobernado hasta entonces. Esa sería la síntesis que podría hacer de mi país en este momento…”
Pensamos que cada pueblo de los países en donde la izquierda está en el poder debería de discutir, de analizar lo anterior para saber si el comentario del periodista es una excepción o la regla.
¿O no será, nos cuestionamos, que el electorado latino-americano ya descubrió paulatinamente (y a su gran sorpresa) que aquella izquierda soñadora, idealista, utópica que estaba dispuesta de ir al asalto del cielo, en realidad, se convirtió en una izquierda electorera, pragmática que ha adquirido (después de un largo tiempo en la dirección de partidos y movimientos de izquierda) el gusto burocrático del poder. Y que siendo así, entre izquierda y derecha no hay diferencias substanciales sino sólo de formas? Es por ello, es decir, a causa de esa similitud de hecho entre la izquierda y la derecha, que ese mismo electorado, en futuras elecciones, podría optar con su voto, según las palabras utilizadas por el sociólogo argentino Atilio Borón (en Aporrea) para comprender la derrota de la izquierda chilena en las últimas elecciones, por el original (la derecha) y no por la copia (la izquierda). Ya que para maquillar el sistema neo-colonial dominante en la región, qué más da que una opción o la otra, esté en el poder.
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