lunes, 28 de junio de 2010

DESORIENTADOS POLITICAMENTE los del G-20. La cumbre del G-20 arranca marcada por las divisiones.

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Las divergencias son a todos los niveles: entre EEUU y la UE, por un lado, y entre los países industrializados y los mercados emergentes, por otro. Y afectan a los dos ejes del debate: la regulación financiera y las políticas económicas. Barack Obama llega a Toronto con una reforma financiera aprobada in extremis por el Senado para que el presidente la pueda pasear ante sus colegas que en buena medida es lo contrario de lo que quiere Europa… o, al menos, algunas potencias europeas, empezando por Alemania y continuando por Francia.
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Violencia Política. Ciudadanois, Trabajadores y pueblos del mundo, protestan en las calles al inicio, durante el desarrollo y en la clausura, donde se realiza la Reunión del G-20.


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La cumbre del G-20 arranca marcada por las divisiones.
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Obama opina que los países europeos deben incrementar el gasto público


Merkel insiste en que no renunciará a su paquete de austeridad

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La mejor forma de saber que se ha terminado una crisis mundial es ver si los países se olvidan de sus promesas de cooperación y cada uno empieza a hacer la guerra por su cuenta. Con esa premisa, la cumbre del G-20 que hoy comienza en Toronto, es el certificado de defunción de la mayor crisis económica desde la Gran Depresión: cada país propugna—y realiza—una política diferente.


Las divergencias son a todos los niveles: entre EEUU y la UE, por un lado, y entre los países industrializados y los mercados emergentes, por otro. Y afectan a los dos ejes del debate: la regulación financiera y las políticas económicas.
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Barack Obama llega a Toronto con una reforma financiera aprobada in extremis por el Senado para que el presidente la pueda pasear ante sus colegas que en buena medida es lo contrario de lo que quiere Europa… o, al menos, algunas potencias europeas, empezando por Alemania y continuando por Francia.
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La reforma de la supervisión aprobada por EEUU castiga de forma especial a los grandes bancos universales, que son precisamente la espina dorsal del sistema financiero en Europa. Les obliga a reforzar sus bases de capital, les prohíbe comprar otras entidades cuando su cuota de mercado exceda el 10% (sólo Bank of America se acerca a ese nivel, con el 9%, pero Citigroup, JP Morgan Chase y Wells Fargo no están lejos), les fuerza a segregar sus operaciones de derivados (lo que daña especialmente a JP Morgan Chase), eleva sus requisitos de capital y limita sus operaciones de autocartera.
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A cambio, EEUU no hace nada por prohibir el 'short selling', o sea, apostar por la caída de los activos, una actividad que ha sido prohibida en Alemania. Y no toca a los hedge funds, o fondos no regulados.

Crecimiento versus austeridad.
Finalmente, Obama llega a Toronto con un mensaje claro: los países europeos deben incrementar el gasto público salvo que tengan problemas para financiarse, como España.
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Es justo lo contrario de lo que propone Alemania, un país cuya política económica empieza a parecerse tanto a la de China —es decir, incentivar las exportaciones y moderar el consumo interno— que el think tank británico Centre for European Reform ha acuñado el término 'Chermany', es decir, una mezcla de 'China' y 'Germany'.
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La canciller alemana Angela Merkel aterrizó ayer en Canadá dejando claro a los estadounidenses que no piensa renunciar a su paquete de austeridad. "He dejado claro que necesitamos crecimiento sostenido, y que crecimiento y medidas de austeridad inteligentes no tienen por qué ser contradictorias", dijo tras las primeras reuniones del G-8. Además, Berlín rechaza hacer públicos los 'test de estrés' de sus bancos, como hizo EEUU hace un año y España se prepara para realizar ahora.
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Un 'test de estrés' de un banco es un análisis de cómo reaccionaría esa entidad en una situación de crisis. Así que, si Alemania no quiere que esos estudios se sepan, es porque sus bancos son mucho más débiles de lo que Berlín quiere hacer creer.
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Eso afecta a otro elemento del debate: la capitalización de los bancos. La reforma de EEUU obliga a las grandes entidades a reforzar su base de capital, y a hacerlo emitiendo acciones. Alemania, sin embargo, quiere que se acepte como capital una serie de activos—incluyendo acciones preferentes, que en la práctica son deuda, que el ex economista jefe del FMI Simon Johnson ha calificado en declaraciones a EL MUNDO como "basura".
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Finalmente, está la fiscalidad de las entidades bancarias. El miércoles, el Reino Unido anunció un impuesto sobre los bancos que servirá para financiar futuros rescates de entidades. Ese mismo día, Alemania y Francia expresaron su interés por la idea.
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El viernes de madrugada, Obama logró que el Congreso deslizara una tasa que obligará a las entidades a pagar 19.000 millones de dólares (15.400 millones de euros) para financiar los costes de la reforma del sistema supervisor. Es una cifra inferior a los 50.000 millones que la Casa Blanca deseaba, y que no se destinará a un fondo similar al británico, pero que supone un triunfo para los defensores de ese impuesto.
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Un impuesto del que no quieren ni oír hablar los países que no han sufrido crisis bancarias tras el estallido de la 'burbuja' de EEUU, como Canadá y Australia—entre los industrializados—y Brasil y Sudáfrica, entre los emergentes. Y, desde luego, no les falta razón en su argumento: si sus bancos sobrevivieron a las turbulencias, ¿por qué tienen que obligarles a captar más capital?
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Como explicaba el presidente del Toronto-Dominio Bnak al 'Financial Times' el miércoles: "Lo que explotó fue un número relativamente pequeño de instituciones que estaban claramente infracapitalizadas y que no tenian liquidez suficiente. Así que ¿por qué no haces que tengan más capital y más liquidez y dejas de cambiar todas las reglas?".
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Entretanto, China ha aliviado toda la presión a la que estaba sometida con su apreciación, poco menos que simbólica, de su divisa, el renminbi. Y el G-20 sigue sin tocar la estructura del mercado, un factor que cada día es más problemático.
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Así, nadie se acuerda en Toronto de los 'traders de alta frecuencia', que son entre 200 y 400 operadores que realizan operaciones masivas en millonésimas de segundo, y a los que la revista 'Institutional Investor' atribuye "entre el 50% y el 70% del volumen del mercado de acciones en un día cualquiera". Por no hablar de los 'mercados alternativos', incluyendo los llamados 'dark pools', en los que no existe ninguna transparencia. No son mercados marginales, sino todo lo contrario: son ellos los que mandan.
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Y aquí va un dato al respecto: por mucho que los periodistas hablemos de la Bolsa de Nueva York, ésta sólo acumula el 25% del trading de acciones en EEUU. El resto se lo llevan una serie de mercados, algunos consolidados, como el NASDAQ, pero otros creados simplemente por brokers individuales, o simplemente plataformas que ponen juntos a compradores y vendedores, como los 'dark pools'.
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DESORIENTADOS POLITICAMENTE los del G-20
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LAS cosas del G-6 comenzaron como encuentro de los seis países más industrializados para hablar de modo informal sobre la economía mundial. Eso fue a principios de los años setenta. Con Canadá ya sería G-7. Al añadirse Rusia, se convirtió en G-8, y con los países emergentes hoy es el G-20, como club selecto de la globalización y de lo que se llama hoy gobernanza económica. Al iniciarse la cumbre de Toronto, la primera gran crisis de la globalización y del euro parece estar amainando, aunque no falta nunca un gurú que vaticine la recaída en el purgatorio. Los Estados Unidos, Europa y el bloque emergente expondrán criterios muy dispares, pero la tendencia general es recortar de modo severo el gasto público y, en algunos casos, subir los impuestos. Los endeudamientos son colosales. Japón —miembro fundador del G-6— va a congelar el gasto público por tres años: memorable estreno del primer ministro Naoto Kan. La desorientación lo condimenta casi todo. Al final, las videoconferencias acabarán siendo una rutina.
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Se impone un rigor presupuestario que, al menos transitoriamente, afectará a los modelos sociales, como el Estado de bienestar en Europa. Según el «Financial Times», en Toronto se dará una contraposición entre las economías avanzadas que optan por reducir como sea el gasto público y los países emergentes decididos a aumentar la presión fiscal. Aunque se hable de un reencuentro milimetrado, también puede aflorar en Toronto el contraste entre la opción de austeridad alemana y los estímulos al crecimiento que prefiere Obama.
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España consta en el G-20 con un «status» peculiar, pero vale más estar que quedarse en el limbo. Según el Gobierno, se está «de facto», como invitado permanente, pero no como miembro fijo. Si la presencia de España se debe a su condición de octava potencia económica mundial, el impacto de la recesión obliga a aseveraciones cautas y, seguramente, a explicarse debidamente sobre las reformas en curso. Zapatero estuvo en el G-20 de finales de 2008, como cuota de la representación europea, a instancias de Sarkozy, quien cedió uno de los dos asientos que le correspondían, como miembro fundador del G-8 y como presidente rotatorio de la UE. También estuvo en abril del año siguiente, aunque la vicepresidenta Salgado luego no fue invitada a la reunión de ministros de economía, en Washington. Aznar, cuando España tuvo la presidencia semestral de la UE, participó en el G-8.
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Es tal la mecánica de lo que va del G-7 al G-20 que ya son más importantes los comunicados finales que el contenido real de unos debates internos que programan con mucha antelación los «sherpas», esos altos funcionarios que en representación de cada país y a modo de los guías del Himalaya intentan darle cauce a cada cumbre. Las que inicialmente iban a ser charlas entre los grandes, junto a la chimenea, hoy ya son parte del gran circo mediático. Aun así, el G-20 es un foro multilateral de mucha sustancia. Andan por ahí sueltas muchas fieras por domesticar, desde el tobogán de las finanzas salvajes a las erupciones del desorden mundial.


Concluye la cumbre del G20 con un compromiso de reducción del déficit público a la mitad para 2013.
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28.06.10 - 02:50 -

Los Veinte se marcan el objetivo de potenciar el crecimiento mundial y la creación de empleo
El comunicado establece el acuerdo para que entre el próximo año y el 2016, no crezca, o incluso se reduzca, el peso de la deuda en el PIB de los países
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Establecen la necesidad de exigir mayores dotaciones de capital a la banca, para que resista mejor los envites de la crisis

El G20 ha puesto hoy punto y final a la cumbre de Toronto, en la que se han establecido metas concretas de reducción del déficit y de la deuda, con la advertencia de que la retirada de los estímulos no debe poner en peligro el crecimiento.
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El comunicado final de la cumbre establece el compromiso que proponía Canadá, anfitrión de la reunión, de reducir el déficit a la mitad para el 2013, aunque sólo será vinculante para los países avanzados, ha señalado el primer ministro canadiense, Stephen Harper.
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Como reflejo de las discusiones previas a la reunión, el G20 indica que el camino de recortar el gasto público "debe ser a la medida de las circunstancias nacionales" de cada país y "compatible" con el crecimiento económico y con las medidas de estímulo en marcha. El comunicado también establece el compromiso de que entre el próximo año y el 2016, no crezca, o incluso se reduzca, el peso de la deuda en el Producto Interior Bruto (PIB) de los países.

Con estas premisas, el G20 vuelve a marcarse el objetivo de potenciar el crecimiento mundial
y la creación de empleo, pero de manera bien distinta a cómo lo hizo en la última cumbre de Pittsburgh, cuando se lanzó un llamamiento unísono a favor de lanzar planes de estímulo con dinero público. Nueve meses después, el grupo de los Veinte constata que este esfuerzo "sin precedentes" ha dado resultado y la economía vuelve a crecer, aunque en el camino las finanzas públicas de algunos países, sobre todo la de los europeos, ha quedado maltrechas.
Debate previo.
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Esta situación provocó un intenso debate previo a la cumbre entre los países defensores de no retirar los estímulos, como Estados Unidos y los emergentes, y los que no veían otra salida que recortar el déficit ante el peligro de que los mercados de deuda les cobraran una grave penalización.
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El G20 parece haber resuelto estas diferencias aparentemente irresolubles con un documento de consenso que, si bien invita a los países a sanear sus finanzas, dice que debe hacerse "a la medida de las circunstancias de cada país" y sin poner en peligro el crecimiento. "Eventos recientes han puesto de manifiesto la importancia de contar con unas finanzas públicas sostenibles, y de contar con planes creíbles, diferenciados y a la medida de cada país", indica. No obstante, señala que "los países con serios problemas fiscales necesitan acelerar el camino de la consolidación".

Lo que no ha podido resolver
el G20 son otras de las grandes diferencias que existían sobre la mesa, la de establecer un impuesto bancario global con el que financiar los futuros rescates bancarios, y al que se oponían los emergentes con el argumento de que sus entidades no habían provocado la grave crisis del 2008 y 2009. El documento final deja claro que el sector bancario debe pagar por el coste en el que incurren los Gobiernos cuando acuden a su rescate, si bien da libertad a los países para establecer una tasa bancaria con ese fin.

Más dinero a la banca.
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Pero los países que forman parte del G20, que suman el 85% del PIB mundial, han llegado a un consenso en otros aspectos, como en la necesidad de exigir mayores dotaciones de capital a la banca, para que resista mejor los envites de la crisis. Así, da su total apoyo a las negociaciones que hay en marcha en el Comité de Supervisión de Basilea, donde se negocian nuevas exigencias, conocidas como Basilea III.

En términos generales, el G20 anima a los gobiernos a continuar con las reformas de sus sistemas financieros, y a someterlos a una mayor supervisión, tal y como se acordó en las cumbres de Washington, Londres y Pittsburgh. Pide que se imponga "a nivel internacional y de una manera consistente y no discriminatoria", una mayor regulación y transparencia a los mercados de derivados, a las agencias de calificación de riesgo, y a los fondos de alto riesgo, que estuvieron en el ojo del huracán durante la reciente crisis.

La declaración final de la cumbre también hace referencia al bloqueo de las negociaciones de Doha para liberalizar el comercio, y pide al respecto que las conversaciones finalicen "lo antes posible". Además pide a los países que eviten en los próximos tres años, hasta el 2013, imponer barreras comerciales al comercio y a las inversiones. La próxima cumbre se celebrará el próximo mes de noviembre en Corea del Sur, en tanto que en el 2011 la acogerá Francia, y en el 2012 el país anfitrión será México.
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Detienen a 900 personas durante protestas contra el G-20 en Canadá.
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Al menos 900 personas fueron detenidas el fin de semana durante las protestas contra la cumbre del Grupo de los 20 (G-20) en la ciudad canadiense de Toronto, en lo que representan los arrestos masivos más grandes en la historia de Canadá

Notimex - El jefe de la policía de Toronto, Bill Blair, precisó que muchos de los detenidos ya empezaron a ser liberados en la noche del domingo, tras la clausura de la Cumbre del G-20, sin que la policía presentara cargos.

La mayoría de los arrestos masivos se produjeron la víspera después de los disturbios que se registraron un día antes en el centro de Toronto, según reportes del diario canadiense The Globe and Mail.
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Blair rechazó las críticas lanzadas contra las autoridades por la actuación policial que ha sido acusada de realizar detenciones masivas contra manifestantes pacíficos.

Amnistía Internacional (AI) solicitó una investigación y la revisión de las medidas de seguridad tomadas por la policía canadiense, luego que varios periodistas denunciaron que fueron detenidos cuando cubrían las protestas, incluso algunos fueron golpeados.

En tanto, las autoridades de Toronto comenzaron este lunes a limpiar las calles tras las protestas del pasado fin de semana y a desmontar la valla que rodeó el Centro de Convenciones donde se celebró la cumbre y varios de los hoteles de las delegaciones extranjeras.

En declaraciones a la radio canadiense CBC, el alcalde de Toronto, David Miller, criticó la decisión de su gobierno de celebrar la cumbre del G-20 en el centro de la mayor ciudad canadiense y rechazar su petición de que la reunión se celebrase en las afueras de la ciudad.

Autoridades de Canadá desplegaron unos 19 mil policías de diversas partes de Canadá para la seguridad de los gobernantes que asistieron a la cumbre.Según cálculos, el operativo policial costó 900 millones de dólares para las cumbres del G-20, que concluyó el domingo, y la del Grupo de los Ocho (G-8), que terminó el sábado en Huntsville, a 225 kilómetros de distancia.

Alrededor de 10 mil personas recorrieron el sábado pasado las calles de Toronto con diversas exigencias, entre ellas destinar recursos a los países pobres, pero un grupo de jóvenes vestidos de negro incendió varias patrullas y rompió los cristales de los comercios.

La policía utilizó escudos, garrotes y gases lacrimógenos para repelar a los manifestantes que intentaban cruzar la barrera de seguridad que rodeaba el perímetro de la cumbre del Grupo de los 20 países desarrollados y emergentes.
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El G-20 está integrado por Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica, Turquía y la Unión Europea.
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