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En el Foro de AWID, De Sousa Santos exhortó a los
movimientos feministas a promover la articulación con
otros movimientos sociales que tienen la lucha contra el modelo neoliberal
como agenda prioritaria. En una entrevista con Página/12, ahondo en esa idea y
en cómo generar esas alianzas. “Este
enfoque en los modelos económicos dominantes, que son androcéntricos,
patriarcales, homofóbicos, es una agenda bastante fuerte de articulación entre
mujeres de varias partes del mundo”, afirmó. Y consideró que “cuando las mujeres entran en las luchas
sociales, las agendas de los
movimientos cambian”.
Comprendo plenamente que para un feminismo urbano
hay otro tipo de demandas importantes. El problema es que nosotros,
después del Foro Social Mundial,
estamos convencidos de que es muy difícil hacer prioridades abstractas entre
luchas. Hay luchas que ahora pueden ser
más importantes para un grupo que para otro, pero nunca se sabe si esa
lucha no será también importante para el otro grupo en el futuro. Por ejemplo, si las
mujeres mapuches están luchando ahora por el agua, sabemos que el
agua no es necesaria solamente para los campesinos. Las ciudades dependen brutalmente del agua. Una de las luchas
recientes más exitosas que tuvimos fue en Colombia,
donde en Bucaramanga se pudo conectar el movimiento campesino por agua de riego con los movimientos urbanos que luchaban por agua potable. Ese es el primer
ejercicio de traducción intercultural dentro del movimiento feminista.
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El
reconocido intelectual explica en una entrevista de Página /12 los retos
actuales del feminismo y la necesidad de su articulación con otros movimientos
sociales.
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BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS, Académico portugués: “La
entrada de las mujeres cambia las agendas”.
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El reconocido intelectual explica en una entrevista con Página /12 los retos actuales del
feminismo y la necesidad de su articulación con otros movimientos sociales.
Por Mariana Carbajal.
Domingo 20 de mayo del 2012.
Asiduo concurrente del Foro
Social Mundial, el académico portugués Boaventura de Sousa Santos es uno de los
intelectuales más comprometidos con los movimientos sociales de todo el mundo.
Días atrás, fue uno de los poquísimos varones invitados como panelistas en el
Foro Internacional de la Asociación para los Derechos de la Mujer y el
Desarrollo (AWID, por su sigla en inglés) que se desarrolló en Estambul y en el
que participaron más de 2200 mujeres de 140 países. Casi como una “pop star”,
numerosas jóvenes se quisieron fotografiar con él. Por la masiva concurrencia
femenina, los baños masculinos del moderno Centro de Convenciones, donde se
realizó esa gigantesca cumbre global feminista, fueron habilitados como mixtos.
Y Boaventura se sorprendió cuando en un apuro ingresó a uno y se encontró
rodeado de mujeres.
En el Foro de AWID, De Sousa
Santos exhortó a los movimientos feministas a promover la articulación con
otros movimientos sociales que tienen la lucha contra el modelo neoliberal como
agenda prioritaria. En una entrevista con Página/12, ahondo en esa idea y en
cómo generar esas alianzas. “Este enfoque en los modelos económicos dominantes,
que son androcéntricos, patriarcales, homofóbicos, es una agenda bastante
fuerte de articulación entre mujeres de varias partes del mundo”, afirmó. Y
consideró que “cuando las mujeres entran en las luchas sociales, las agendas de
los movimientos cambian”.
De Sousa Santos es doctor en
Sociología de la Universidad de Yale y desarrolla sus actividades actualmente
en la Facultad de Economía de la Universidad de Coimbra, donde dirige el Centro
de Estudios Sociales. Además es visitante de las universidades de
Wisconsin-Madison, San Pablo, Los Andes y en la London School of Economics.
Entre otros libros, escribió Refundación del Estado en América Latina.
Perspectivas desde una epistemología del Sur y Portugal. Ensaio contra a
autoflagelaçao. Recientemente publicó cinco Cartas a las Izquierdas, en
Página/12, donde interpela a las izquierdas en relación con la crisis por la
que atraviesa el mundo.
–Retomando su concepto de
traducción, ¿qué piensa que deben traducir los movimientos de mujeres?
–El movimiento de mujeres
tiene dos tareas muy importantes de traducción. La primera, dentro del
movimiento feminista. Sabemos que en su interior hay divisiones enormes. Ahora
mismo, en Porto Alegre, estuve con mujeres mapuches que no se conectan de
ninguna manera con las luchas de mujeres argentinas porque, según ellas, las
mujeres blancas trabajan por los derechos sexuales y otro tipo de demandas que
para ellas pueden ser importantes, pero lo más importante es la defensa de la
tierra y del agua, y dicen que a las mujeres blancas ese tema no les preocupa.
Esto impide cualquier articulación de movimientos de mujeres, porque hay
prejuicios de prioridades de lucha.
–Hay distintas prioridades de
acuerdo con el contexto en el que se vive...
–Comprendo plenamente que para
un feminismo urbano hay otro tipo de demandas importantes. El problema es que
nosotros, después del Foro Social Mundial, estamos convencidos de que es muy
difícil hacer prioridades abstractas entre luchas. Hay luchas que ahora pueden
ser más importantes para un grupo que para otro, pero nunca se sabe si esa
lucha no será también importante para el otro grupo en el futuro. Por ejemplo,
si las mujeres mapuches están luchando ahora por el agua, sabemos que el agua
no es necesaria solamente para los campesinos. Las ciudades dependen
brutalmente del agua. Una de las luchas recientes más exitosas que tuvimos fue
en Colombia, donde en Bucaramanga se pudo conectar el movimiento campesino por
agua de riego con los movimientos urbanos que luchaban por agua potable. Ese es
el primer ejercicio de traducción intercultural dentro del movimiento
feminista.
–¿Cuál sería el segundo?
–La segunda dimensión de
traducción intercultural es entre el movimiento de mujeres y los otros
movimientos sociales. Las mujeres han sido desde inicios del siglo XX un gran
movimiento social. El fracaso, de alguna manera, del movimiento socialista en
los países del este europeo, combinado con la declinación relativa del
movimiento obrero, abrió una brecha para otros movimientos sociales, entre los
cuales las mujeres, los indígenas, los campesinos, son los más destacados. Las
mujeres han traído una nueva forma de activismo. Es un activismo alegre, de
fiesta. Cuando estudiamos el movimiento obrero del siglo XIX, vemos que había
teatro, poesía, bailes, porque para los obreros no había otros momentos de
cultura, recreo, y fiesta sino dentro de sus organizaciones. Después, el
sindicalismo se transformó en una cosa muy seria, diría aburrida, y se perdió
la fiesta. Las mujeres han traído de regreso la fiesta, la celebración de la
vida, los colores. Fue una nueva energía para el movimiento social en su
totalidad que las mujeres aportaron y han logrado cambios en la agenda. Desde
la Cumbre Mundial de Mujeres, de Beijing en 1995, hasta hoy, los logros son
fundamentales. Pero no podemos decir que fue un éxito total. Porque mismo aquí
en Europa, donde estamos –para mí Turquía es parte de Europa–, las mujeres
tienen salarios inferiores a los de los hombres por el mismo trabajo, hay formas
de machismo en todas las universidades, en las fábricas, en las calles, por
todos lados. Ni en Europa nos podemos enorgullecer de haber resuelto el
problema del sexismo. Me pregunto cómo vamos a pasar de aquí a una victoria más
ancha, más densa, más sostenible en una época que, a mi juicio, será más
difícil. Mismo en América latina, esta segunda década aparece más hostil a los
movimientos progresistas, con más grupos de derecha. Creo que es necesario más
que nunca unificar las fuerzas de los movimientos sociales como también las
fuerzas de izquierda y es por eso que vengo escribiendo para Página/12 las
Cartas a las Izquierdas. Es parte del mismo proyecto, de mi inquietud, de ver
que las izquierdas se van a separar cada vez más y los movimientos también. Es
muy importante que las mujeres no consideren avanzar solas por sus propias
demandas.
–El problema es que nadie se
concentra en las demandas de las mujeres si ellas, nosotras, no lo hacemos...
–Absolutamente. Lo tienen que
seguir haciendo. Pero lo que tienen que ver es que involucrándose en otras
demandas que no son originalmente suyas hacen dos cosas. Por un lado cambian
las demandas. Por ejemplo, observemos las luchas contra el extractivismo en
Perú o en Argentina. Cuando las mujeres entran en las luchas, la vida
cotidiana, la vida de las familias, la calidad de la alimentación y del agua,
entran dentro de la agenda. Porque las mujeres son las que las traen. Creo que
la entrada de las mujeres en las agendas cambian esas agendas. Al mismo tiempo,
se van sembrando las semillas de solidaridad para que mañana, frente a una
agenda feminista, por ejemplo, el derecho al aborto que está en peligro, puedan
ir a buscar a otros movimientos, el indígena, ecologista, de derechos humanos,
para que se movilicen por ellas también.
–A su criterio, ¿cuáles cree
que son los desafíos de los feminismos en América latina?
–La lucha es de dos tipos, muy
claramente económica. Sabemos que hay un enfrentamiento muy fuerte, tenaz, en
Argentina por supuesto y también en otros países, por un nuevo desarrollismo
que debido al impulso de China está muy concentrado en los recursos naturales,
que destruye a la Madre Tierra y a la Naturaleza. Es un modelo que desplaza
gente de sus fincas, de sus tierras ancestrales, porque es un sistema de
plantación de grandes hectáreas, de monocultivo. También tenemos al
extractivismo de la minería, del oro, que está también destruyendo las tierras
y contaminando el agua. En Argentina está el caso de Famatina, en La Rioja.
Estuve involucrado con esa lucha, firmé cartas. ¿Quiénes son los activistas? Si
ves las fotos, son mujeres. El primer reto es el modelo de de-sarrollo: este
modelo sigue siendo el neoliberal, moderno, colonial. Las formas de desarrollo
sostenible ya no son creíbles: lo único que quieren es desarrollo. No tienen
ninguna preocupación por el medio ambiente. Las mujeres hoy, porque son una de
las más afectadas por el neoliberalismo, por toda la destrucción ecológica, son
las que deben meter el modelo económico en su agenda. Y esto puede ser a mi
juicio también una traducción intercultural y una articulación interesante
entre las mujeres latinoamericanas y africanas. Este enfoque en los modelos
económicos dominantes, que son androcéntricos, patriarcales, homofóbicos, es
una agenda bastante fuerte de articulación entre mujeres de varias partes del
mundo.
–¿Cuál es el otro desafío?
–Hay otro desafío, que es muy
importante, que es más de raíz cultural y político. Porque nosotros lo que estamos
mirando en la especificidad de Latinoamérica es que con las Constituciones de
Ecuador y de Bolivia, lo que está pasando ahora en Chile y en Argentina, hay un
intento de reformar el Estado. Nosotros somos sociedad civil, pero sabemos que
como tal no podemos florecer si el Estado es un muro que no te deja pasar, que
te impide hacer oír tus demandas. Para este Estado patrimonialista y
oligárquico, como siempre fue en América latina, hubo dos soluciones: la
primera fue el autonomismo, que está bien representado por los zapatistas, o
sea, “si el Estado no quiere nada con nosotros, no queremos nada con el
Estado”. Ahora en Argentina tienen un debate desatado dentro de los movimientos
sociales para saber qué posición tomar sobre el Gobierno y sobre el Estado, que
son dos cosas distintas. Para algunos hay que mantener la autonomía que viene
del movimiento piquetero, de las empresas recuperadas. Frente al colapso del
Estado, al “que se vayan todos”, obviamente que la autonomía es el recurso.
Pero otros movimientos, al contrario, parten de la idea de que el Estado es una
relación social, y por eso contradictoria, y que el Estado de Kirchner no es lo
mismo que el de Menem, y que por eso es posible hacer alianzas.
–El Gobierno acaba de impulsar
la expropiación del 51 por ciento de las acciones de Repsol de la petrolera
YPF...
–Durante la gestión de Menem,
en la que se privatizó todo, hubiese sido imposible pensar una medida de ese
tipo. Hay movimientos autonomistas en Argentina para los cuales ese tema no es
muy importante. Para otros, incluiría mi persona en esos, una nacionalización
de la petrolera es algo significativo, que da una señal de un cambio de
relaciones de Estado en Argentina. Los movimientos deben conectarse con eso.
¿Cuál serán los papeles de las mujeres? Aquí las mujeres solitas no pueden. Por
más fuertes que sean. Y en Argentina lo fueron. Por la dictadura sabemos muy
bien que le ha dado un protagonismo enorme al movimiento de mujeres, empezando
con las Madres de Plaza de Mayo. El autonomismo a mi juicio va a dividir más
algunos movimientos. Si sos autónomo y no quieres conectarte con el Estado, tú
tienes que apoyarte en tus propias fuerzas y quieres consolidar tu base. Si tú
estás en un movimiento como el LGBT y recibes plata del gobierno de Belo Horizonte
y hay otros que son afrodescendientes, que también reciben plata, tienen un
tema para tratar juntos: ¿cómo vamos a lidiar con este problema que es recibir
la plata manteniendo la autonomía? El desafío de la economía y el de la reforma
del Estado son los dos grandes retos del movimiento feminista y de todos los
movimientos en América latina.
–Usted decía que las demandas
de los movimientos feministas urbanos tienen que ver con los derechos sexuales
y reproductivos, temas que a las mujeres mapuches no les resultan prioritarios
para su agenda. Sin embargo, pienso que decidir sobre el propio cuerpo tiene
que ver con el concepto de autodeterminación.
–Tienes toda la razón. Lo
nuevo en este movimiento es que no hay transformación colectiva sin
transformación individual. Aquí tendrás que hacer traducción intercultural con
las mujeres mapuches. Tú puedes concebir tu cuerpo, mi cuerpo, como nuestro
territorio. No es simplemente el río, el árbol. ¿Tú puedes mantenerlo sin
respetar el carácter espiritual, autónomo de tu propio cuerpo o no? Esta es la
traducción intercultural. Las mujeres mapuches no son hostiles. Lo que suelen
ser hostiles son los discursos públicos. Pero cuando empezamos a transformar el
cuerpo en una metáfora del territorio, que además transgrede a lo individual y
a lo colectivo, porque nuestro cuerpo es una colectividad: es mío pero yo no
vivo sin tanta gente que me alimente, que me viste, etc. Por eso la
autodeterminación del cuerpo, que es mucho más importante para las mujeres,
porque su cuerpo fue más disputado como mercancía, más veces, más tiempo, por
una cultura machista, androcéntrica y patriarcal. Si logras hacer esto, no hay contradicción. Hay
diferentes perspectivas con el centro en la autonomía.
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