jueves, 3 de mayo de 2012

El intenso y múltiple debate sobre la izquierda. “Algunas propuestas en el centro de un conjunto de clanes y caudillos locales”.

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Se abren así —desde nuestro punto de vista— las puertas para una propuesta capaz de recuperar los vientos de la transformación social, de una nueva radicalidad política (que va a las raíces de los problemas) y de carácter refundacional del país (un nuevo proyecto de país puesto en juego además para revitalizar la propia democracia), que alguna vez tuvo la izquierda, porque no entran en juego solo el destino de los territorios de los pueblos, sino también su cultura y, sobre todo, esos anhelos que se llaman democracia y soberanía popular, y que consisten en tener derecho a decidir sobre las propias vidas. Sin embargo, no pocos son los desafíos, tanto discursivos como prácticos, que debe afrontar esta izquierda en ciernes, pues debe enfrentar sus propios fantasmas, superar sus errores reiterativos y lograr refundarse de cara a los desafíos de la "nueva escena contemporánea" en la que habitamos.
Urge, así, que se hallen pistas que permitan hacer efectivo ese proceso crucial de reconstrucción de la izquierda para el país, que impulse las transformaciones que se vienen postergando incluso desde la derrota del fujimorismo, estancándonos en una "transición inconclusa". Es evidente que, de frustrarse "la gran transformación", como de hecho ocurrirá con la derechización del Gobierno, se corre el riesgo de volver a una dinámica en la que capitalizará la derecha fujimorista y ciertos sectores de "izquierda" que apelan a dinámicas violentistas y autoritarias y, por qué no, "fascistoides", en medio de la crisis económica que se cierne sobre el país debido a la crisis económica mundial, el aumento creciente de las desigualdades sociales, la frustración con la democracia y los conflictos socio-ambientales. En este pequeño texto consideraremos algunos debates planteados de cara a esta reconstrucción de la izquierda. Muchos, por ejemplo, vienen planteando la falta de "modernidad" o de "modernización" de la izquierda como problema, desde el anhelo antiguo de quienes concebían esto como su "social-democratización" a la europea que ha terminado confluyendo con la visión liberal que plantea que la izquierda, para ser moderna, debería aceptar sin más, como horizontes infranqueables de la realidad, la democracia liberal y la economía de mercado, restringiéndose a una especie de "progresismo cultural".
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El intenso y múltiple debate sobre la izquierda (por venir) (1)
“Algunas propuestas en el centro de un conjunto de  clanes y caudillos locales”.
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Por Álvaro Compana.
El viraje del Gobierno hacia la derecha, ocurrido más definidamente después de la declaración del estado de emergencia en Cajamarca, ha hecho que se intensifique aún más el debate acerca de la izquierda1 su futuro. Esto, entre otras cosas, porque se abre un espacio hacia ese flanco que de alguna manera ocupaba el nacionalismo con su otrora discurso anti-neoliberal.
Con el Gobierno tomando distancia de sus aliados, los notables de origen izquierdista, empujándolos a replantear su accionar político, pero, aún más, emergiendo una nueva agenda y un nivel de movilización y de lucha eco-social importante,(2) ante la ampliación extensiva e intensiva del neoliberalismo extractivista,(3) se está en la urgencia de (re)construir una propuesta de izquierda que debe mirar más allá del redistribucionismo y plantearse seriamente el problema de una democracia más sustantiva y, aún más, un cambio civilizatorio.(4)
Se abren así —desde nuestro punto de vista— las puertas para una propuesta capaz de recuperar los vientos de la transformación social, de una nueva radicalidad política (que va a las raíces de los problemas) y de carácter refundacional del país (un nuevo proyecto de país puesto en juego además para revitalizar la propia democracia), que alguna vez tuvo la izquierda, porque no entran en juego solo el destino de los territorios de los pueblos, sino también su cultura y, sobre todo, esos anhelos que se llaman democracia y soberanía popular, y que consisten en tener derecho a decidir sobre las propias vidas.
Sin embargo, no pocos son los desafíos, tanto discursivos como prácticos, que debe afrontar esta izquierda en ciernes, pues debe enfrentar sus propios fantasmas, superar sus errores reiterativos y lograr refundarse de cara a los desafíos de la "nueva escena contemporánea" en la que habitamos.
Urge, así, que se hallen pistas que permitan hacer efectivo ese proceso crucial de reconstrucción de la izquierda para el país, que impulse las transformaciones que se vienen postergando incluso desde la derrota del fujimorismo, estancándonos en una "transición inconclusa". Es evidente que, de frustrarse "la gran transformación", como de hecho ocurrirá con la derechización del Gobierno, se corre el riesgo de volver a una dinámica en la que capitalizará la derecha fujimorista y ciertos sectores de "izquierda" que apelan a dinámicas violentistas y autoritarias y, por qué no, "fascistoides", en medio de la crisis económica que se cierne sobre el país debido a la crisis económica mundial, el aumento creciente de las desigualdades sociales, la frustración con la democracia y los conflictos socio-ambientales. En este pequeño texto consideraremos algunos debates planteados de cara a esta reconstrucción de la izquierda.
Muchos, por ejemplo, vienen planteando la falta de "modernidad" o de "modernización" de la izquierda como problema, desde el anhelo antiguo de quienes concebían esto como su "social-democratización" a la europea que ha terminado confluyendo con la visión liberal que plantea que la izquierda, para ser moderna, debería aceptar sin más, como horizontes infranqueables de la realidad, la democracia liberal y la economía de mercado, restringiéndose a una especie de "progresismo cultural".(5)
Pero la crisis ha puesto en duda el papel incontestablemente progresivo del mito del libre mercado, y se ha demostrado, por una parte, que la mayor intervención del Estado y las políticas redistributivas son necesarias, pero además se va revelando la labor destructiva de la naturaleza, de la diversidad cultural y de las dinámicas integradoras en la sociedad, lo que implica la implantación de un fascismo social y el retroceso de la propia democracia sometida a los poderes fácticos (cada vez más transnacionalizados) a los que está llevando el neoliberalismo.
Si aludimos a uno de esos fantasmas, pensemos en lo que significa la aparición del brazo político de Sendero, el famoso MOVADEF, su tenacidad para disputar espacios entre los sectores más descontentos de la población y tener audiencia, volviendo a poner en debate el tema de la política y la construcción de poder que no se agota en la disputa electoral o institucional.(6) Esto obliga, además, a abordar seriamente lo que significó para la izquierda el conflicto armado interno por varias razones: una, que muchos sectores de la población confunden, no sin la ayuda de los poderes mediáticos, al senderismo con la izquierda en general, y porque, por otra parte, se chantajea y se criminaliza a la izquierda invocando siempre el cuco del "terrorismo".
La izquierda debe mirar, también, a su propia historia y abordar cuáles fueron los presupuestos que hicieron que muchos de sus militantes se enrolaran en la "lucha armada",(7) habiéndose conocido solamente los casos del "terrorismo senderista" y del "militarismo vanguardista" del MRTA. A esto debemos agregar que con el conflicto armado interno se consumó la derrota de una izquierda más popular, de masas, que tuvo interesantes intuiciones y se fue planteando la hipótesis acerca de la democracia y del socialismo como la construcción de un poder popular como base de un gobierno popular.(8)
Al haber sido superada esta corriente por la acción de la guerra entre el terrorismo senderista y el terrorismo de Estado (que aniquiló a muchos de los mejores dirigentes populares), y ante las limitaciones de una dirigencia incapaz de creatividad y muy dispuesta a arriar las banderas y a abandonar a la militancia, se dio lugar a la instauración de un largo periodo de consolidación del modelo neoliberal.
Otro desafío tiene que ver con la alarmante persistencia de una generación que ya debió ser superada y que no encuentra aún un relevo generacional capaz de desplazarla. Esto es evidencia de esos problemas por afrontar dentro de la izquierda, aunque este proceso parece empezar a gestarse si tomamos en cuenta que nuevos liderazgos y organizaciones partidarias aparecen, pero también porque los colectivos militantes se multiplican y diversos procesos de organización y de luchas populares surgen y se desarrollan a lo largo del país.
Acerca de esas prácticas que nos llevan a esos errores recurrentes que hacen parte de la cultura política peruana, persiste también una tremenda fragmentación ocasionada por caudillismos y oportunismos mezclados con ese afán doctrinarista, vanguardista, epistemológicamente conservadores (9) que han caracterizado a la izquierda peruana, y que la han envuelto en múltiples e internas excomuniones reduciéndola a capillas, coincidiendo con la fragmentación presente en el país mismo e incapaz de encontrarse con el país. Muestra de ello es la todavía persistente hegemonía del discurso del capitalismo popular iniciado con Hernando de Soto en la noción de pueblo y que dejó a la izquierda de corte obrerista o campesinista sin capacidad de disputar lo popular por buen tiempo.
Otra de las limitaciones más importantes de la izquierda fue su incapacidad para entender el problema cultural del país, es decir, asumir el carácter colonial del Estado-nacional tal como lo conocemos y de la propia sociedad. Su reduccionismo clasista vio solo campesinos cuando además éstos también eran indígenas.
La crítica feminista, surgida en los años ochenta, y, finalmente, la presencia ahora del "tema" ecológico que se pone de manifiesto en un contexto de calentamiento global y de intensificación de los conflictos socio-ambientales, son otras perspectivas que interpelan a la izquierda, pero que le pueden permitir construir un proyecto más amplio, emancipatorio y transformador, como ya hemos dicho, sin dejar de lado la lucha de los trabajadores, los sectores urbano-populares y los jóvenes.
Finalmente aparecen otros debates no menos importantes, como el que se refiere a la política (declarada en crisis junto a los sistemas de partidos), al poder y a la estrategia, al cómo se hace política, cómo se lidia con la diversidad y la complejidad en un mundo cada vez más complejo, virtualizado, conectado y segmentado; cómo organizarse a partir de esta realidad concreta que obliga a redefinir las características de la organización política; el papel del Estado y la relación frente a él, así como el de la dinámica de la representación política, en una sociedad en la que predominan los poderes fácticos; el de la sociedad civil —más centrada en el consensualismo y el activismo cívico y el de los movimientos sociales que muchas veces tienen una actitud de reparo frente a las dinámicas estatales del poder—.
Sobre estos diversos debates y desafíos hemos hecho algunos comentarios que ayudan a delinear nuestra propia opinión. Creemos que éstos deben ser más desarrollados y sometidos al juicio de la práctica, así como deben ser puestas en juego las múltiples hipótesis acerca de cómo hacer posible la reconstrucción de ese proyecto de izquierda que el país necesita.(10) Ya habrá ocasión para tratar más estos temas que el límite de espacio no nos permite desarrollar aquí.
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1. Existen en realidad diversas izquierdas, pero aquí planteamos la idea de izquierda en singular buscando comprender a un conjunto de expresiones que pueden dar forma a una izquierda por venir.
2. La Marcha Nacional del Agua es una demostración de esto, un punto de quiebre que ha hecho que diversos analistas hablen de la emergencia de una "izquierda verde".
3. La socióloga Maristella Swampa afirma que el modelo de desarrollo "extractivista" que hoy se aplica en varios países de América Latina, incluidos los gobernados por los llamados gobiernos progresistas, no es otra cosa que la segunda etapa del neoliberalismo aplicado en los años 90. El Colectivo Situaciones planteó hace unos años que está en curso y en disputa la generación de un nuevo tipo de gobernabilidad neoliberal que promueve redistribución pero que no cuestiona la entraña neoliberal, ni, menos, la capitalista. David Harvey, geógrafo marxista, plantea al neoliberalismo como un proceso de "acumulación por desposesión", similar al iniciado en los comienzos del capitalismo con la acumulación originaria. Este modelo de desposesión incluyó una etapa privatizadora de los activos públicos y ahora ha pasado a concentrarse en la expropiación de los recursos estratégicos, con todo lo que ello implica en materia de violencia y retroceso de la democracia.
4. Un cambio civilizatorio implica que la izquierda no se propone la administración de lo establecido, o una transformación de la política económica, sino que se pone como horizonte el cambio de un mundo en crisis abordando sus problemas más profundos en todos los planos; asumiendo, por ejemplo, la crítica a la noción de "progreso" y "desarrollo", recuperando otras opciones de vida y la diversidad cultural en general y una crítica profunda a muchos de los presupuestos occidentales y la superación del capitalismo como su creación última.
5. Pensamos en el artículo de Rosa María Palacios acerca de lo que ella llama la "izquierda conservadora": una izquierda retrógrada que, según ella, sigue añorando al Estado, que no acepta al mercado porque genera transformaciones (provocando incertidumbres) y porque es ambientalmente pesimista. Muestra por supuesto los límites de los intelectuales orgánicos de la derecha liberal, incapaces de ver el mundo sino a través del marco del supuesto desarrollo imparable del Perú. Una derecha incapaz de ver la crisis que abate a las metrópolis capitalistas, la lógica depredadora con la que intenta salvarse —a través de una política guerrerista para apropiarse de los bienes comunes, o de una capitalismo del desastre—, o de la catástrofe ecológica en la que cada vez más se sumerge el mundo, no sin dejar de mencionar las dinámicas de destrucción de los lazos sociales comunitarios o ciudadanos que permitían formas de vida más pacíficas y democráticas.
6. Llama la atención que varios analistas políticos vinculados a las tradiciones de izquierda planteen que, al impedirse la inscripción al MOVADEF (Movimiento por la Amnistía y los Derechos Fundamentales), se cierra al senderismo el camino a la confrontación política de "ideas" y, nos imaginamos, plantean que se les abre otra opción en la ilegalidad violentista, como si éstos fueran los dos únicos modos a través de los cuales se desenvuelve la política. Esto evidencia hasta qué punto el liberalismo ha inoculado la forma de enfocar la política dentro de las izquierdas más críticas.
7. La "lucha armada" fue considerada una vía estratégica para la revolución sobre todo después del triunfo de la Revolución Cubana. Algunos estudios historiográficos recientes empiezan a plantear que el MRTA respondió a una oleada ya descendente de las luchas guerrilleras en América Latina, más allá de los juicios que podamos hacer sobre este grupo. Por otra parte, se sigue sin dar cuenta de ese extraño fenómeno que fue el senderismo, objeto elusivo que expresa no solo lo más enrevesado de la izquierda sino del país, que también produjo al fujimorismo, no sin contener en sí recorridos vitales más complejos. Pero, además, se debe decir, quedaron en el camino otros esfuerzos "político-militares" enfrentados al propio senderismo y a la "guerra sucia" que el Estado implementaba en el contexto de finales de los años 1980.
8. Podemos rastrear la idea del socialismo como autogobierno y también como poder popular ejercido por el pueblo, desde la apuesta de Mariátegui que puso énfasis en la comunidad indígena y en la organización obrera como bases de la construcción de un socialismo desde abajo, hasta las vinculaciones entre el ayllu y las utopías anarcosindicalistas, pasando por el ideal de Comunidad Autogestionaria que se forjó en Villa El Salvador y la tesis de gobierno y poder que emergió en Izquierda Unida, no sin conexiones por supuesto con diversas experiencias latinoamericanas. Creemos que aquí hay una tradición por recuperar, sobre todo después de haber observado el papel destituyente y constituyente de los movimientos sociales en la década de 1990 en diversos países de América Latina, cuya acción fue base de los procesos refundacionales de varios países.
9. Una idea de lo "científico" como fuente de verdad que se halla más allá de las experiencias sociales, un culto a la razón logocéntrica, escolástica y de manual siguen presentes en las orientaciones de unas izquierdas incapaces de dialogar con las necesidades sociales y construir relaciones más democráticas dentro y con las organizaciones gremiales y populares. Encima muchas de ellas, ahora ganadas por una idea de la política que no cuestiona el corsé demoliberal y restringe su idea del poder al Estado o, peor aún, al gobierno, y, por eso, muy poco deseosa de construir desde abajo. No se puede dejar tampoco el seguidismo doctrinario, canonizante y cuasi religioso de quienes buscaron y siguen buscando una verdad revelada y multiplicaron la confrontación con las herejías e hicieron de su eliminación su razón de ser. Necesitamos una revolución epistemológica y cultural.
10. Hay hipótesis diversas que van emergiendo desde lados diferentes; seguramente éstas tienen mucho que aportar. Por nuestra parte, venimos trabajando en la hipótesis estratégica de apuesta por la construcción del poder popular. Podemos mencionar, grosso modo y de manera incompleta, que ésta puede comprender:
a) La idea de lo fundamental del poder organizado del pueblo para transformar la sociedad y el Estado, y que esta lucha debe librarse muchas veces en el Estado, contra el Estado y también más allá del Estado.
 b) Reencontrarnos con lo mejor de la tradición de lucha de nuestra izquierda popular y abordarla también críticamente.
c) Asumir los desafíos de la "nueva escena contemporánea", la derrota de otras hipótesis triunfantes que desarrolló la izquierda y las transformaciones profundas que se vienen produciendo y que complejizan las cosas cuestionando los "bibloquismos" fáciles (la posición frente a la primavera árabe produjo amargos debates en la izquierda occidental).
d) Mirar al país y a las opciones civilizatorias que se incuban en las culturas indígenas, cada vez más arrinconadas por los mega-proyectos voraces, y en las diversas formas realmente existentes de resistencia frente a la nueva modernización capitalista. Para ello es necesario transformar nuestra epistemología (nuestra idea de cómo se construyen los saberes y cómo se articulan éstos con las subjetividades rebeldes) y construir una nueva cultura política radicalmente democrática y centrada en los procesos de construcción colectiva y de transformación personal, orgánica y social y de autogobierno.
e) Huir de la paranoia centralizadora del partido, lo que no significa dejar de lado la urgencia de la construcción de la organización política; por ejemplo, pensar en un espacio de articulación, de aprendizaje y construcción de línea política colectiva y que no comprenda solo lo tradicionalmente considerado como político, sino también al conjunto de luchas y organizaciones sociales y culturales que se multiplican por el país.
f) Recuperar la idea de estrategia, de pensar el cómo construimos un nuevo tipo de poder, de organización; cómo generamos procesos profundos de transformación del país.
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1 comentario:

Alex Gallegos dijo...

Particularmente, pienso que la Izquierda de años 80 ;tenia un fundamento doctrinario fuerte,en cierta manera había una conciencia de clase, pero con el trascurrir del tiempo toda esta doctrina social fue cayendo y creando desconcierto en el pueblo Peruano,cuando los grupos subversivos , tomando la ideología del pueblo que legítimamente e históricamente le corresponde ,ellos hicieron una guerra como la llaman "guerra interna" que no tenia razón de ser,por lo único que se hizo fue matar hermanos campesinos ,dar muerte a nuestra misma gente que pertenece a nuestra clase social,que sufren como nosotros el voraz capitalismo que nos hace vivir en la pobreza y en la miseria ,y donde solo tienen la esperanza de un mayor mejor para ellos;pero somos nosotros los de la clase desposeída los académicos,sindicalistas luchadores sociales y sociólogos tienes tenemos la responsabilidad de construir una izquierda a partir de la reflexión de los problemas que nos aquejan como son:la falta de empleo,la escasez de alimentos ,la falta de oportunidades para los jóvenes , et.Tosa esta problemática tenemos que analizar y a través de una educación y una centralización de trabajar a nivel de organizaciones de base ya si poco a poco ir retomando la confianza del pueblo y donde nuestro lideres políticos ,nuestros prólogos juntamente con los académicos de clase pueden construir una izquierda que responda a las exigencias de estos tiempos y también resuelva los problemas de nuestra clase social.