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En Italia, los trabajadores se enfrentaron con la
policía en la ciudad de Turín, mientras que miles de personas se congregaron en la ciudad central de
Rieti para escuchar a los líderes de los tres principales sindicatos del país,
quienes lanzaron duras críticas al gobierno no electo del primer ministro Mario Monti. En Alemania, que junto con
Francia impulsa e impone el ajuste como medida central para
resolver la crisis de los países europeos más endeudados, más de 400 mil
personas marcharon en todo el país para pedir “trabajo bueno y sueldos justos” en
unos 420 actos por el 1º de Mayo. En
Portugal, los dos principales
sindicatos reunieron a miles de manifestantes en Lisboa y otras ciudades, y
protestaron contra planes de reforma laboral y ajustes para cumplir con los
términos de un rescate de 78 mil
millones de euros del FMI y la UE. Miles
de personas marcharon para protestar contra el desempleo, la falta de vivienda
y el ajuste en Varsovia y Praga.
Unos 100 mil partidarios del Partido
Social Democrático de Austria se manifestaron en Viena en favor de mejor
educación y una distribución de la riqueza más justa, mientras que otras dos
mil personas marcharon por la capital de Bulgaria, Sofía, para exigir la renuncia
del gobierno conservador.
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Un 1° de mayo con Francia Movilizada.
Manifestaciones en las capitales de Europa: Más
empleo y menos ajuste.
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La marcha de los sindicatos, los ultra del Frente
Nacional y del Presidente Conservador.
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A los tradicionales desfiles
sindicales y a la también tradicional manifestación de la extrema derecha se
sumó otro invitado: Nicolas Sarkozy. Marine Le Pen dijo que votaría en blanco
el próximo domingo.
Por Eduardo Febbro
Desde París. Página /12 Miércoles 2 de mayo del 2012.
El liberalismo contra los
sindicatos. La extrema derecha contra el mundo y los sindicatos contra Sarkozy.
Esas tres visiones de un país y de un modelo se cruzaron en las calles de
París. El 1º de Mayo francés llevó hasta el paroxismo la confrontación
electoral de cara a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del
próximo 6 de mayo. A los tradicionales desfiles sindicales del Día del Trabajo, y a la también
tradicional manifestación que la extrema derecha del Frente Nacional celebra
cada año delante de la estatua de Juana de Arco en el centro de París, se le
sumó un invitado nuevo: el presidente candidato Nicolas Sarkozy convocó a sus partidarios al Trocadero a fin de
participar en la “fiesta del verdadero trabajo”. Dirigiéndose a los sindicatos,
Sarkozy les dijo: “Dejen las banderas rojas y sirvan a Francia”. La primera en
hablar fue la líder del Frente Nacional, Marine
Le Pen. Sus simpatizantes dieron sobradas muestras de lo que tienen en el
corazón y la cabeza: “Extranjeros afuera”, “Francia para los
franceses”, coreaban en un ambiente de algarabía hostil a todo lo que
no era francés. Marine Le Pen no dio consignas de voto, pero dijo que ella
votaría en blanco. Para Le Pen, Sarkozy sería “una nueva decepción”, mientras que Hollande fue presentado como “una falsa esperanza”. Sin embargo, a pesar de un
extenso argumento a favor del voto en blanco, la líder de la ultraderecha dejó
flotando una ambigüedad: “Cada cual hará
su elección. Yo haré la mía. Son ciudadanos libres y votarán según vuestra
conciencia, libremente”.
Marine Le Pen convocó a sus
seguidores para las legislativas de junio, que serán “una tercera vuelta”. El Frente Nacional es “el centro de
gravedad y la brújula de la política francesa”, dijo la líder frentista. Dado
el auge espectacular de la ultraderecha y la validación de su discurso, sus
ideas y sus argumentos por la derecha gobernante, no es un desacierto pensar
que los sueños de Marine Le Pen se vuelvan
realidad: “Hemos sentado las bases para nuestra llegada al poder. Nuestra
victoria es ineluctable”. Nicolas Sarkozy siguió la puesta en escena con
una espectacular manifestación en la que reunió a 200 mil personas y durante la
cual lanzó un ataque acerbo contra los sindicatos. El presidente candidato
invocó los valores de la Francia eterna, elogió la cultura francesa, su idioma,
sus iglesias y catedrales, su literatura, su arte, reivindicó la “herencia cristiana de Francia” y, de
la misma manera que lo había hecho en 2007, se paseó por siglos de historia: de
Juana de Arco a Napoleón, pasando por el dramaturgo Molière, el filósofo
Voltaire o el general De Gaulle. El
presente presidencial es una Francia con fronteras cerradas, valor supremo de
la ultraderecha y de la estrategia sarkozysta para la segunda vuelta y, como
propuesta, un “nuevo modelo social”.
La nueva derecha apareció bajo el sol sin máscaras: los planteos de Sarkozy parecen
venir de un hombre sin pasado y sin balance cuyos principales enemigos son el
mundo, es decir, los extranjeros, y las conquistas sociales arrancadas con
varios siglos de lucha. En ese contexto, el jefe del Estado acusó a los
sindicatos de desfilar en el 1º de Mayo
con “banderas
rojas” mientras que él y sus partidarios lo hacían con “la bandera de Francia”. El “nuevo modelo
social” planteado por Sarkozy se
basa en el eterno precepto liberal de la
desregulación. Violento y acusatorio contra los sindicatos, Sarkozy les dijo:
“Dejen los partidos porque el papel de ustedes no consiste en hacer política. Su papel no consiste en
defender una ideología, su papel consiste en defender a los trabajadores”. No
hay dudas de que el jefe del Estado tiene ideas muy creativas, sobre todo por
la confusión que siembran entre quienes son capaces de creer que un
sindicalista puede defender una ideología antes que los intereses de los
trabajadores que representa. Las aguas revueltas son siempre muy fructíferas
para atrapar pescados distraídos. En esa misma línea, Sarkozy sacó una nueva
paloma de la galera: “El capitalismo de
los emprendedores debe reemplazar al capitalismo financiero”. En suma, en
el pensamiento expuesto en este 1º de
Mayo, el sindicalismo es la piedra de la discordia, el valor que descompone
la sociedad y las relaciones en el ámbito profesional. Cuando se dirigió
frontalmente a la izquierda y a los socialdemócratas, Sarkozy les dijo: “Ustedes no
han abandonado esa vieja luna de la lucha de clases que levanta a los unos
contra los otros, los obreros contra los patrones”.
Lejos de esas delicadezas, su
rival socialista para la segunda vuelta, François
Hollande, no se sumó a los desfiles sindicales. Hollande participó en la
localidad de Nevers en una ceremonia en memoria del ex primer ministro
socialista Pierre Bérégovoy, que se suicidó el 1º de mayo de 1993. “La fiesta del trabajo es la fiesta de los
sindicalistas y yo no puedo aceptar que pueda haber en Francia una batalla
contra el sindicalismo el 1º de Mayo”, dijo Hollande. Hasta ahora, el único
sindicato que llamó a votar por el candidato socialista fue la CGT. La marcha sindical organizada en París
contrastó, por su calma, con los enardecidos ataques de Sarkozy y Marine Le
Pen. Los sindicados marcharon contra las medidas de austeridad y repudiaron la
inédita recuperación que hizo Nicolas
Sarkozy del 1º de Mayo, un día casi universal que encontró en la capital
francesa su más virulento paladín enemigo. Los dos escollos de Francia son,
para Sarkozy, los extranjeros y los sindicatos. La violencia verbal
antiextranjeros ha llegado a grados volcánicos. Bajo el influjo de una disputa
política por el poder, el eje de la rotación de Francia, del igualitarismo, de
la “tierra de asilo”, ahora da
vueltas en torno de lo extranjero como
si fuera un animal dañino al que es preciso llevar al otro lado de la frontera.
Manifestaciones en las capitales de Europa: Más
empleo y menos ajuste.
*****
El Día del Trabajador movilizó
a miles de personas con la crisis económica y social como telón de fondo en
Europa. Los manifestantes salieron a la calle para exigir más empleo y menos
ajuste, en una masiva expresión de rechazo, y con el continente sumergido en la
peor debacle económica desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Más de dos
años después de la erupción de la crisis de la deuda soberana, que obligó a
recatar a Grecia, Portugal e Irlanda (y que tiene en vilo a España e Italia),
la frustración crece a un ritmo acelerado en el Viejo Continente mientras la
población espera en vano por señales de una recuperación económica que parece
cada vez más lejana. Desde las calles de España, pasando por las de Francia y
Grecia –países donde habrá elecciones generales el próximo domingo–, los
manifestantes se quejaron de las agobiantes medidas de austeridad, la rampante
desocupación y las penurias.
En España, que acaba de caer
en recesión y cuyo desempleo batió un nuevo record histórico, después de
alcanzar al 24,44 por ciento de la población activa, los sindicatos cifraron en
un millón de personas los asistentes a las movilizaciones que se realizaron en
80 ciudades. “Seguiremos manifestándonos hasta que esto cambie”, señaló el
líder del sindicato Unión General de Trabajadores (UGT), Cándido Méndez, al
cierre de la marcha de Madrid. En Grecia, más de 80 mil militantes del Frente
de Lucha de los Trabajadores, cercano al Partido Comunista, se manifestaron en
Aspropyrgos, ciudad ubicada a 35 kilómetros de Atenas, según cálculos de la
policía. En Atenas, siempre según cifras policiales, al menos 1500 personas se
congregaron convocadas por los sindicatos y otras dos mil participaron en una
segunda marcha organizada por grupos de izquierda.
“Solo, nadie. Juntos
llegaremos”, rezaba una pancarta colgada de un escenario en la plaza ateniense
de Kotzia. Los sondeos de intención de voto muestran que los griegos están
abandonando los partidos tradicionales, de cuyo apoyo depende un resistido plan
de ajuste atado a dos rescates financieros del Fondo Monetario Internacional
(FMI) y la Unión Europea (UE), cuya implementación podría quedar en el aire en
caso de un mal desempeño en las urnas de las fuerzas pro-salvataje.
En Italia,
los trabajadores se enfrentaron con la policía en la ciudad de Turín, mientras
que miles de personas se congregaron en la ciudad central de Rieti para
escuchar a los líderes de los tres principales sindicatos del país, quienes
lanzaron duras críticas al gobierno no electo del primer ministro Mario Monti. En Alemania, que junto con
Francia impulsa e impone el ajuste
como medida central para resolver la crisis de los países europeos más
endeudados, más de 400 mil personas marcharon en todo el país para pedir
“trabajo bueno y sueldos justos” en unos 420
actos por el 1º de Mayo. En Portugal, los dos principales sindicatos
reunieron a miles de manifestantes en Lisboa y otras ciudades, y protestaron
contra planes de reforma laboral y ajustes para cumplir con los términos de un
rescate de 78 mil millones de euros del FMI y la UE.
Miles de personas marcharon
para protestar contra el desempleo, la falta de vivienda y el ajuste en Varsovia y Praga. Unos 100 mil
partidarios del Partido Social Democrático de Austria se manifestaron en Viena
en favor de mejor educación y una distribución de la riqueza más justa,
mientras que otras dos mil personas marcharon por la capital de Bulgaria,
Sofía, para exigir la renuncia del gobierno conservador.
En Latinoamérica, una de las
movilizaciones más importantes tuvo lugar en Cuba, donde el presidente Raúl
Castro encabezó un masivo desfile en La Habana, con llamados a la unidad
nacional y de apoyo a sus reformas económicas, junto a más de 1900 invitados
extranjeros. Enfundado en una guayabera blanca y un sombrero tradicional de
campesino, el mandatario saludó desde la tribuna de la Plaza de la Revolución el paso de miles de trabajadores. La jornada
comenzó bajo la consigna de “preservar y perfeccionar el socialismo”. Salvador
Valdés, secretario general de la Central
de Trabajadores de Cuba (CTC) y único orador en el acto en La Habana, dijo en su discurso que trabajar con orden, disciplina y exigencia
debe ser el principal aporte de cada ciudadano a la Revolución.
Europa en Emergencia.
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Ernesto
López.
Pasados ya los efectos
aliviadores del multimillonario aporte efectuado en noviembre pasado por el
Banco Central Europeo al sistema bancario de la Eurozona, ésta ha regresado a
la anormalidad que la recorre. El reciente rescate de Grecia ha tenido efectos
apenas moderados y no se descuenta que haya que repetirlo. Portugal e Irlanda
continúan en zona de riesgo. Italia sigue pisando terreno poco firme. Y España
se encuentra al borde del marasmo. En esta periferia europea ligada al euro,
algunos países se encuentran ya en recesión –acompañados por el Reino Unido– y
otros, próximos a ella. Y habría que ver, dentro de unos meses, cómo impacta
esta situación sobre el corazón de la Eurozona: Alemania y Francia.
Con toda certeza, el destacado
analista Nouriel Roubini ha señalado hace poco que el problema básico es que la
Eurozona tiene una estrategia de austeridad, pero no una de crecimiento. Y en
efecto es así. La articulación entre contracción de la producción, descenso de
la inversión, caída del empleo, déficit fiscal creciente y tasas de interés
también al alza, pertinacia en el draconiano ejercicio de recortes
presupuestarios y apelaciones a la austeridad compone un pétreo círculo vicioso
que impide el desarrollo. La rigidez cambiaria en torno del euro coloca también
lo suyo: el estancamiento económico-productivo (o directamente su baja) ni
siquiera puede ser aliviado por medio del comercio internacional. Y en el
sistema financiero de varios países –notoriamente España, Portugal y Grecia– ha
reaparecido la peligrosa tendencia a la suba de las tasas de interés. España en
particular se encuentra muy afectada. Ha entrado en recesión, tiene un altísimo
24 por ciento de desempleo (el 50 por ciento de los jóvenes se encuentra sin
trabajo), el estallido de su burbuja inmobiliaria ha afectado su situación
financiera sobre la que presionan asimismo otros factores. Una calificadora de
riesgo (S&P) acaba de rebajar la solvencia de la su deuda soberana de “A” a
“BBB+”, colocándola varios peldaños por debajo de la máxima “AAA”, que perdió
en enero de 2009. Su creciente endeudamiento público y su inevitable servicio,
así como un elevado déficit fiscal –que debe ser sometido a un durísimo ajuste
por compromisos con la Eurozona– de por sí complicados para cualquier economía,
pueden ser deletéreos en condiciones recesivas y de elevado desempleo. Al punto
de que algunos analistas han comenzado a considerar factible la puesta en
marcha de un rescate español (el temido bailout en la jerga de Wall Street),
tal como ha sucedido ya con Irlanda y con Grecia.
Todas estas tribulaciones
económicas tienen repercusiones desestabilizadoras y consecuencias políticas.
Se ha incrementado la protesta social, que ha mostrado ya sus caras, y se han
producido reacciones políticas tanto en el plano electoral cuanto en el rudo
ruedo callejero. El marasmo se ha llevado anticipadamente los gobiernos de
Grecia, Italia y Holanda, y ha afectado decisivamente las posibilidades de
continuidad de la socialdemocracia en España, que fue recientemente derrotada,
en elecciones regulares, por el centroderecha de linaje franquista. El próximo
6 de mayo, Grecia deberá revalidar en las urnas la opción de brutal ajuste
adoptada por el gobierno provisional que encabeza Lucas Papademos. Y en la
mismísima Francia, que prohijó junto con Alemania la receta económica que
campea en la Unión Europea y en particular en la Eurozona, el candidato mejor
perfilado para ganar en segunda vuelta –también el día 6– ha colocado como una
de sus banderas centrales de campaña la idea de que su principal enemigo no
compite en las elecciones: el capitalismo financiero. Si cumple su palabra
podría propinarle un duro golpe a la entente Merkel-Sarkozy. Fuera del área
euro, los índices de popularidad del primer ministro Cameron, en el Reino
Unido, han bajado considerablemente.
Los malos desempeños y las
malas nuevas se acumulan en una Europa empecinada en aferrarse a un modelo
neoliberal muy poco competente y extremadamente gravoso, contrario al
crecimiento. Y con ello, han comenzado a encenderse las luces rojas y a sonar
las sirenas de alarma, desde hace algún tiempo: anuncian una inevitable
emergencia. No es atrevido pensar que tal vez el futuro de la antedicha receta franco-germana se
juegue en el tembladeral español y, en alguna medida también, en la segunda
vuelta francesa.
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