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“Salvador López Arnal. ¿Por qué no ha tratado los tomos
II y III de la obra? ¿El Capital es de autoría de Marx, o también
en alguna medida también de Engels?
Guillermo Rochabrún. La razón más inmediata
es que tengo poco que decir sobre los otros tomos, pero ello a su vez se debe a
que son muy diferentes al tomo I en
su forma de desarrollo. No parten de categorías simples que luego se vayan
desarrollando en forma inmanente. Retomando los términos de una pregunta
anterior: mientras que el tomo I es
“dialéctico”, los otros tomos los encuentro “analíticos”. Y responden a un cambio en el plan que Marx se trazó para la obra en su
conjunto, cambio que no ha encontrado una explicación convincente.
“El plan original no solamente comprendía 6 o 7 tomos, sino que los últimos
estaban dedicados a fenómenos empíricos clave del capitalismo: el mercado
mundial, el comercio internacional, Estado, migraciones. Como “crítica de la Economía Política” dicho
plan correspondía mucho más ajustadamente a temas tratados por Smith (ej. la teoría de las ventajas
comparativas en el comercio internacional) y Ricardo (la tributación). En contraste, el plan definitivo quedó
mucho más encerrado en temas teóricos, dejando de lado fenómenos que son los
que la teoría económica convencional ha “rescatado”
como pilares fundamentales de su armazón.
“En cuanto a la autoría de los tomos II y III, modo alguno puede colocarse a Engels como su co-autor. Engels fue el encomiable editor de un amasijo de manuscritos que daban cuenta de las dificultades que Marx fue encontrando y que en muchos casos no pudo resolver. Si uno compara el volumen de los escritos de la crítica de la Economía Política que Marx dio a la imprenta, con el volumen de sus borradores, la diferencia es abrumadora. Nada más falso que la idea de un Marx omnipotente de cuya cabeza no brotaba sino la verdad; la realidad es todo lo contrario, más afín a la de un enano que se ha propuesto realizar la tarea de un gigante. Esos tomos deben ser tomados como lo que son: borradores de una teoría que, con toda probabilidad, nunca iba a quedar completa, aunque solamente fuese porque el capitalismo seguía transformándose. Y Marx –cual “agujero negro” – absorbía cuanto caía bajo su fuerza de gravedad, tratando de asimilarlo todo.
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Fuentes: Rebelión [Imagen: El sociólogo peruano Guillermo Rochabrún. Créditos: Espai Marx]
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«EL CAPITAL ES UNA OBRA INDISPENSABLE PARA ENTENDER EL MUNDO EN QUE VIVIMOS».
Entrevista al Sociólogo peruano Guillermo Rochabrún.
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Por | 21/06/2025 | Cultura
Fuente. Revista Rebelión lunes 23 de
junio del 2025.
Guillermo Rochabrún (Lima, 1946) acaba de publicar, a través de
“La Oveja Roja”, su libro El Capital de Marx:
afirmación y replanteamiento. Rochabrún ha sido Profesor de Teoría Sociológica en la Facultad de Ciencias Sociales de la
Pontificia Universidad Católica del Perú hasta su jubilación. Como tantas
otras figuras intelectuales de su generación, marcada por los procesos y
acontecimientos de la década del 60, descubrió a Marx durante sus estudios universitarios. A partir de ese momento,
y exceptuando su breve paso por la revista Sociedad
y Política, dirigida por Aníbal
Quijano, la trayectoria de Rochabrún
ha sido, y sigue siendo, la de un profesor universitario que siente como su
tarea principal la formación intelectual de sus estudiantes, centrada en el
rigor el razonamiento y el respeto a las evidencias. Sin adhesiones partidarias
fue desarrollando una comprensión de Marx
teniendo frente a él tolerancia
cero, lo cual se manifiesta en la “ortodoxa heterodoxia” manifiesta en su libro. Cercano a
interpretaciones tales como la «crítica
del valor» o la «nueva lectura de
Marx», como estas, identifica y discute los grandes problemas que definen
su pensamiento, pero siguiendo un camino propio.
POR QUÉ ESCRIBIR
ESTE LIBRO
Salvador López Arnal. ¿Por qué
otro libro sobre El Capital? ¿No son muchos ya los ensayos
publicados?
Guillermo Rochabrún. Efectivamente, son
muchos: innumerables. Y con toda seguridad seguirán apareciendo. No soy un buen
conocedor de esa literatura, escrito en gran medida en lenguajes que
desconozco, pero hasta donde he llegado a manejar el tema, desde mi primera
lectura de El Capital (hace
unas cinco décadas) me hice preguntas y me planteé perplejidades que hasta el
momento no he visto en ninguna otra parte, y para las que creo haber encontrado
respuestas originales. Por supuesto, estaré muy agradecido si, mediante los
lectores que espero conseguir con la edición española, ello me fuese
desmentido, haciéndome conocer fuentes que yo desconocía.
Salvador López Arnal. El
subtítulo de su libro dice: “afirmación y replanteamiento”: ¿Qué es lo que
afirma, y en qué consiste el replanteamiento?
Guillermo Rochabrún. La afirmación, expuesta
en la primera parte del libro, se refiere a que, visto en su conjunto, El Capital, y en particular el
tomo I, que es el tratado en mi libro, es una obra que sigue siendo
indispensable para entender el mundo en que vivimos, ya transcurrido más de
siglo y medio después de su aparición. Consta de una exposición que busca
ayudar en su lectura, siguiendo su mismo orden, mostrando su coherencia y
llamando la atención sobre aspectos del texto que no he visto en otros lugares.
«El Capital, y en particular
el tomo I, que es el tratado en mi libro, es una obra que sigue siendo
indispensable para entender el mundo en que vivimos, ya transcurrido más de
siglo y medio después de su aparición»
El replanteamiento, desarrollado en la segunda parte, consiste fundamentalmente,
en ubicar lagunas, puntos ciegos, inconsistencias, en aspectos importantes en
la obra de Marx. Para citar un
ejemplo, entre los más sencillos, la relación entre el trabajo complejo y el
valor. O para referirme a puntos más centrales, rescatar una noción como las condiciones generales de la producción,
y desarrollar el lugar que debería tener en la acumulación capitalista, además
del consumo personal de los capitalistas. Finalmente, sostener que la
reproducción es un momento diferente,
tanto de la circulación como de la producción misma de plusvalor. Es un momento
en el cual el análisis se desplaza del capital en su conjunto a la interdependencia entre los capitales,
haciendo brotar de este modo una totalidad orgánicamente articulada. Ello hace
que, en lugar de la repetición de
ciclos aislados del capital pasemos a la continuidad de
la producción en su conjunto. Además, muestra que se retoma el valor de uso –lo
cual no fue necesario en el análisis de la producción–, recuperando así la integridad
de la forma mercancía y sus contradicciones.
Hago todo esto atando cabos que Marx
dejó sueltos, lo cual me lleva a modificar la más importante conclusión del
tomo I: la ley general de la acumulación
capitalista. Esta modificación –y esto puede sorprender–
permite hacer coincidir (¡casi
como un guante!) la historia transcurrida por el capitalismo de
los países centrales con la dinámica de acumulación del capital, en lugar de
las divergencias que tanto se han invocado buscando refutar al “Marx profeta” e
invalidar su obra.
Mi trabajo no busca “adecuar” El
Capital a la actualidad –como jugando a ser un estratega
militar después de la batalla–, sino a atar sus cabos sueltos, replanteándolo inclusive para la misma época de Marx.
Es decir, comprenderla mejor de lo que él lo pudo hacer en su momento.
Salvador López Arnal. En su
libro se lee, textualmente: “Una de las tesis principales de este libro
sostiene que la reproducción es un ámbito a ser diferenciado de la circulación
y la producción capitalista, tanto por los fenómenos propios que comprende,
como también metodológica e incluso epistemológicamente” (p. 489). ¿Por qué da
tanta importancia a la reproducción? ¿No ha sido así en otras aproximaciones al
clásico marxiano?
Guillermo Rochabrún. Creo que mi enfoque
difiere de todos ellos –al menos, de los que conozco–, e inclusive de Marx
mismo. Por ejemplo, mucho se habla en los últimos tiempos de la reproducción social, tema que sin duda es
sumamente importante, y que como tal no quedó tematizado por Marx. Pero mi
argumento está situado en algo muy diferente: la reproducción del capital. Por otra parte, la
reproducción ha sido entendida mayormente como “repetición” de algo ya expuesto
–la producción–, mientras que mi enfoque permite descubrir
un nuevo nivel de la realidad, que no puede ser captado desde
la producción, y menos aún desde la circulación. Ahora bien, este nuevo momento acompaña, se superpone a los
anteriores, sin eliminarlos ni mucho menos, sino articulándose con ellos.
Quiero mencionar además la inversión, o trastrocamiento
que Marx muestra de diversas proposiciones que aparentemente habían quedado en
forma definitiva en alguno de los momentos previos. Lo repito: a mi
conocimiento, nadie ha destacado antes este aspecto, ni sus implicancias analíticas
y epistemológicas.
Y si vamos a la sección III del tomo II de El Capital, destinado a la reproducción del capital, ahí los esquemas de reproducción, si bien incluyen el consumo personal de los capitalistas –omitido en el tomo I–, están limitados a los valores, sin considerar los valores de uso, y no pueden incluir los consumos que la clase capitalista hace de formas de producción no capitalistas, que continúan dentro de él. Por ejemplo, el servicio doméstico asalariado. En cambio, esto es algo que Marx sí consideró en el tomo I, incluso empíricamente, mediante datos censales que examino en mi libro. Ahora bien, el consumo personal de los capitalistas y las condiciones generales de la producción elevan los ingresos de la clase obrera, así como reducen el volumen del ejército industrial de reserva. Todo esto lleva a conclusiones muy distintas de la “ley general de la acumulación capitalista”.
SOBRE ALGUNOS ASPECTOS
DE EL CAPITAL
Salvador López Arnal. En el
libro la dialéctica aparece con mucha frecuencia: ¿Qué está entendiendo por
ello? ¿Es diferente y/o superior al pensamiento analítico, y alternativo a la
lógica formal? En este acudir a la dialéctica, ¿es Hegel imprescindible para
comprender y manejar El Capital?
Guillermo Rochabrún. Voy a empezar por la
última parte. Es muchísimo lo que se ha escrito, y seguramente se continuará
escribiendo sobre la relación de Marx con el pensamiento de Hegel. Quizá ahí se pongan en juego
algunos aspectos del manejo que Marx
hizo de la dialéctica, pero a mi modo de ver debemos considerar dos hechos
evidentes: en primer lugar, Hegel
puede ser el maestro indiscutido de la “lógica
dialéctica”, pero no escribió El
Capital ni nada parecido. Y, en segundo término, el razonamiento
de El Capital no es una “aplicación” mecánica de la Ciencia de la Lógica. Agregaré
algo al respecto más adelante, pero paso ahora a otros temas aludidos en la
pregunta.
Para mí es dialéctico todo aquello que va más allá de
los principios básicos de la lógica formal. En modo alguno los niega, pero el
razonamiento dialéctico encuentra sus límites e intenta superarlos. Y en Marx
ello se hace sobre la base de fenómenos
evidentes, y evidentes para cualquiera.
Por ejemplo, la compra-venta de fuerza de trabajo se presenta como una
transacción libre entre sujetos autónomos donde cada uno recibe según lo que
entrega, estableciéndose así una relación de igualdad.
Sin embargo, mientras que el capital se acumula y crece, sin que el capitalista
tenga que trabajar, el trabajador contratado debe trabajar una y otra vez, para
seguir viviendo. Hay pues, una realidad
subyacente detrás de la relación de compra-venta que
explica esta desigualdad, donde aparentemente debiera haber igualdad. Es y no es; o al mismo tiempo es
ello y algo más. Esto no puede ser entendido desde el principio de identidad.
A mi modo de ver, lo que encontramos en Marx
sin necesidad de Hegel, es el
develamiento de una realidad múltiple, donde lo que es en
un plano, es “negado” en el siguiente, sin que lo primero desaparezca. En mi
libro destaco varios de estos momentos, siendo quizá el más sorprendente el trastrocamiento que se
produce en la reproducción de proposiciones que en la circulación y en la
producción aparecían como definitivamente establecidas. Así, es en la
reproducción que Marx muestra,
desplazándose a la totalidad de la producción capitalista, que es el mismo
trabajador el que se paga su salario: ¡una mercancía que no la paga el
comprador, sino el vendedor! No podemos menos que preguntarnos ¿Qué clase de
compra-venta es esta? Y, sin embargo…el mundo (capitalista) sigue andando.
Para terminar con el tema de Hegel,
lo que me parece importante para quien ve en El
Capital un libro científico, que como tal debe servir para
continuar investigando, es preguntarse si hay en Marx razonamientos en los que aparezcan huellas hegelianas, y si
ellos quedan forzados para
adecuarse a Hegel. Cuando no haya
este forzamiento la presencia hegeliana puede ser cierta, pero poco relevante
para Marx. Puede que sea más
relevante para Hegel. En cambio,
será relevante para Marx cuando la
presencia de Hegel sea responsable
de alguna distorsión. A mi modo de ver –y así lo digo en mi libro–, encuentro
dos casos, que por cierto no son nada marginales: la centralidad del
proletariado –“sujeto de la historia”-
y la “ley general de la acumulación capitalista”. Y es por ese razonamiento
forzado que yo los impugno.
Salvador López Arnal. ¿El
Capital es un libro científico? ¿Por qué? ¿No tienen lugar en él la
filosofía y la política, empezando por la filosofía marxista de la historia, o
“materialismo histórico”?
Guillermo Rochabrún. A mi modo de ver sí es
un libro científico, porque se apoya en evidencias. Pero su visión del “mundo real” incluye no solamente lo
que es, visto estáticamente,
sino también sus posibilidades, sus virtualidades, sus tensiones, los restos de
su pasado que continúan acechando. Ahora bien, ninguna ciencia deja de estar en
contacto-diálogo-tensión con temas filosóficos de distinto orden, y lo mismo acontece
con El Capital.
No puede ser de otra manera, siendo una obra que plantea tantas peculiaridades
en el campo epistemológico, en el terreno moral –cuando menos, la “doble moral”
del sistema–, y en la ontología social, por citar tres campos fundamentales.
Además, Marx lo consideraba “…el más
mortífero misil jamás lanzado a la cabeza de burgueses y terratenientes…”
(carta a Johann Becker, del 17 de
abril de 1867); vale decir, todo ese esfuerzo era parte de un proyecto
eminentemente político.
Pero esa meta en modo alguno lo llevó a simplificar ni distorsionar sus
argumentos. De ahí su rechazo a afirmaciones como que “la propiedad es un robo”. O al explicar que el plusvalor “pertenece al capitalista”, porque es el
resultado de cosas que el capitalista ha comprado –incluyendo las horas de
trabajo del obrero. Su impugnación al capitalismo va por otro lado.
En cuanto a su relación con la “filosofía
de la historia”, a mi modo de ver, y en el de estudiosos que han podido
examinar a fondo sus manuscritos, a lo largo de su vida intelectual Marx experimentó una transición
incompleta. Empezó asumiendo una filosofía hegeliana de LA Historia,
incluyendo su atribuida universalidad y su supuesta culminación en algún
momento futuro, para ir desplazándose gradualmente hacia el estudio y la
comprensión de historias singulares.
Este giro ocurre, tanto porque su labor en periódicos como el New York Daily Tribune lo
obligaba a informarse de procesos y acontecimientos en multiplicidad de países
y en diversos continentes, en su presente y en sus pasados, como por la
conciencia teórica que va logrando de que, en medio de todas esas historias, el
capitalismo no era una norma, o un caso más -como aparece en el celebérrimo “Prefacio” de 1859-, sino una rotunda excepción: una formación que se
expandía sin límites por todo el planeta, entrecruzándose con todas las otras historias,
tendiendo a absorberlas, pero en formas harto diversas, que ya no llegó a
estudiar en forma sistemática. Ahora bien, esa transición fue incompleta,
porque no abandonó la noción de que a lo largo de la historia del capitalismo
había un progreso, que
facilitaría el tránsito hacia una etapa superior. Tampoco dudó del papel que la
clase obrera tendría en ese proceso.
La concepción materialista de la
historia quedó solamente como un esbozo escrito hacia el
inicio de este viaje intelectual, entre 1846-1847, plasmado en un cúmulo de
hojas escritas con Engels, y que
sucesivos editores han armado en diverso orden al editarse como “primer
capítulo” de La Ideología Alemana.
Este esbozo debería ser el embrión de una teoría social general, o una “ontología social”, como la intentó el
último Lukács. Es de lamentar que Marx no tuviera la oportunidad de
retomarlo acompañando a su desarrollo intelectual. Apenas si algunas ideas
fragmentarias pueden extraerse de sus últimos borradores, como los Cuadernos etnológicos.
Salvador López Arnal. ¿Sigue
siendo defendible hoy la teoría del valor de Marx? ¿Y la tesis de la caída
tendencial de la tasa de ganancia?
Guillermo Rochabrún. Esta es, hasta el
momento, la pregunta más compleja. En cuanto a lo primero, mi respuesta es
inequívocamente afirmativa, pero ello requiere decir por qué y qué entender por
esa teoría. Haciendo algunas preguntas incómodas: ¿qué es el
valor?, ¿cuándo las cosas “valen”? ¿Qué
significa “valer”? Tratando de ser sintético sin ser simplista, pensemos en
los ejemplos que da Marx en el “fetichismo
de la mercancía” (sección 4 del capítulo I del tomo I de El Capital). Ahí Marx compara los productos del trabajo
de Robinson Crusoe, del siervo de un
señor feudal, de una familia campesina, y de un grupo de “productores libremente asociados”. Los tres últimos entregan
recíprocamente sus productos (el siervo lo hace a cambio de la tierra, una
identidad territorial y “protección”).
Claro está, Robinson no puede
intercambiar consigo mismo; pero en los cuatro casos los sujetos no son “extraños” entre sí;
no son gente anónima, que podría ser otra, sino que existen lazos personales.
Ahora bien: en ninguno de estos casos los bienes intercambiados o distribuidos
cobran valor; es decir, no asumen la forma, la condición de mercancía.
¿Cuándo entonces es que estamos ante valores, y por tanto ante
mercancías? Cuando el intercambio ocurre entre sujetos que son autónomos entre
sí; es decir, que ninguno tiene hacia el otro una relación personal, y donde en
consecuencia la transacción se hace exclusivamente para el bienestar de cada
quien. Son sujetos privados, y
en consecuencia el trabajo que han realizado es trabajo
privado –una de las categorías semi-ocultas de El Capital que en mi libro
he procurado poner en primer plano. Dicho sea de paso, por esta razón el “trabajo doméstico” -aquellas tareas
que se realizan en familia y para la familia- por importante que sea, no
produce valor: los integrantes de una familia no intercambian mercancías ente
sí.
Esta noción de valor fue ampliamente tratada por Marx en Grundrisse (tomo
I, pp. 179-186. Siglo XXI), y condensada en unos cuantos renglones en El Capital (tomo I,
penúltimo párrafo de la sección II). A ello hay que agregar su aspecto
cuantitativo: el tiempo de
trabajo socialmente necesario, pero aquí me detengo para no transcribir mi
libro entero. Regreso entonces a la pregunta original: todas estas
circunstancias siguen existiendo, tal cual,
en el capitalismo de hoy. En consecuencia, esa teoría del valor
sigue siendo plenamente pertinente.
Ahora bien, entre estos planteamientos básicos, y una explicación de los precios en la sociedad
propiamente capitalista, media todo un conjunto de categorías, establecidas
solamente de manera muy imperfecta por Marx en el tomo III. Aquí es fundamental entender que entra en juego no
solamente el tiempo de trabajo agregado a la mercancía, sino el trabajo pasado (en los medios de
producción), y el trabajo futuro (en
los créditos recibidos). Esto lo trato someramente en el primer capítulo de la
segunda parte.
En cuanto a la caída tendencial de la tasa de ganancia, sin duda es una
tendencia general, pero: 1) No debe
entenderse como un inmenso tobogán en permanente descenso, sino más bien como
una “montaña rusa”; es decir, como un
movimiento cíclico, donde luego de cada crisis el restablecimiento de la
acumulación de capital, bajo nuevas fuerzas productivas, la restituye, ¿y por
qué no podría hacerlo a un nivel superior al previo? Esto no impedirá que luego
se manifieste nuevamente la tendencia al descenso, pero en la medida en que
este movimiento cíclico continúe, no se puede pensar en que el capitalismo
desaparecerá por “muerte natural”. 2) La “ley” enfrenta movimientos que la contrarrestan (capítulo XIV del
tomo III). 3) Así también asume una
tasa general de ganancia, lo cual es solo una tendencia, mientras que en el
capitalismo lo normal es la desigualdad de las ganancias entre los capitales. 4) No es claro su papel en la
explicación de las crisis.
Salvador López Arnal. ¿Por
qué no ha tratado los tomos II y III de la obra? ¿El Capital es de
autoría de Marx, o también en alguna medida también de Engels?
Guillermo Rochabrún. La razón más inmediata
es que tengo poco que decir sobre los otros tomos, pero ello a su vez se debe a
que son muy diferentes al tomo I en
su forma de desarrollo. No parten de categorías simples que luego se vayan
desarrollando en forma inmanente. Retomando los términos de una pregunta
anterior: mientras que el tomo I es
“dialéctico”, los otros tomos los encuentro “analíticos”. Y responden a un cambio en el plan que Marx se trazó para la obra en su
conjunto, cambio que no ha encontrado una explicación convincente.
El plan original no solamente comprendía 6 o 7 tomos, sino que los últimos
estaban dedicados a fenómenos empíricos clave del capitalismo: el mercado
mundial, el comercio internacional, Estado, migraciones. Como “crítica de la Economía Política” dicho
plan correspondía mucho más ajustadamente a temas tratados por Smith (ej. la teoría de las ventajas
comparativas en el comercio internacional) y Ricardo (la tributación). En contraste, el plan definitivo quedó
mucho más encerrado en temas teóricos, dejando de lado fenómenos que son los
que la teoría económica convencional ha “rescatado”
como pilares fundamentales de su armazón.
En cuanto a la autoría de los tomos
II y III, modo alguno puede colocarse a Engels como su co-autor. Engels
fue el encomiable editor de un amasijo de manuscritos que daban cuenta de las
dificultades que Marx fue
encontrando y que en muchos casos no pudo resolver. Si uno compara el volumen
de los escritos de la crítica de la Economía
Política que Marx dio a la
imprenta, con el volumen de sus borradores, la diferencia es abrumadora. Nada
más falso que la idea de un Marx
omnipotente de cuya cabeza no brotaba sino la verdad; la realidad es todo lo
contrario, más afín a la de un enano que se ha propuesto realizar la tarea de
un gigante. Esos tomos deben ser tomados como lo que son: borradores de una
teoría que, con toda probabilidad, nunca iba a quedar completa, aunque
solamente fuese porque el capitalismo seguía transformándose. Y Marx –cual “agujero negro” – absorbía cuanto caía bajo su fuerza de gravedad,
tratando de asimilarlo todo.
Salvador López Arnal. Sostiene
usted que “la ciencia solo puede ser subversiva”. ¿Qué significa que una
ciencia sea subversiva? ¿El Capital es subversivo? ¿No lo leían
también los capitalistas rusos en la época de Lenin, antes de la revolución del
17?
Guillermo Rochabrún. Entiendo el término como aquello que busca socavar un
orden establecido desde sus fundamentos últimos. Eso es ser “radical”: ir a la
raíz. El
Capital pone al descubierto tales fundamentos, muestra sus
inconsistencias, inclusive morales.
Así, el productor directo, sujeto libre y propietario, que compite e
intercambia con los otros productores en igualdad de condiciones, termina
siendo todo lo contrario: apenas un
insumo más, un “costo de
producción”, que como todo costo debe ser reducido a su mínima expresión.
Ese productor directo, termina pagando con su trabajo lo que él mismo ha
vendido, para apenas recuperar lo que vendió…para volver a venderlo al día
siguiente. ¿Y todo eso en nombre de qué?: de un supuesto “orden natural”. ¡Cómo no va a ser una obra subversiva!
Ahora bien, ¿Quiénes y de qué manera
lo han leído? Quizá mucho más los intelectuales y los burgueses que los
obreros, si bien éstos han dispuesto de resúmenes y formas más didácticas. Y
ahí está Gramsci calificando a la revolución
de octubre como una revolución “contra El
Capital”, en tanto que éste era más leído por la burguesía que
por los trabajadores, pues en él la burguesía encontraba una justificación de
su existencia y desarrollo en un país que, siguiendo una evolución universal,
primero debía desarrollar “su” capitalismo. ¿Tenían
razón esos burgueses? Los efectos de una obra están dados, más que por su
texto, por las interpretaciones que recibe. Yo, intelectual, he dado mi propia
interpretación.
EL CAPITAL Y LA HISTORIA
POSTERIOR
Salvador López Arnal. Me
hago eco de otras inquietudes. El fracaso de las revoluciones socialistas
(pienso en la URSS y en los países de Europa del Este, por ejemplo), ¿toca en
alguna medida la corrección, el acierto, las tesis, las conjeturas de El
Capital?
Guillermo Rochabrún. Estas preguntas son muy
típicas de quienes no tienen la menor información precisa de que trata El Capital, y por extensión,
qué dijo (o escribió) y no dijo Marx,
y por lo mismo deben ser respondidas de la mejor manera posible.
El Capital, incluyendo los
borradores que Engels no publicó, no
dice una palabra sobre la construcción del socialismo.
Eso puede afirmarse de prácticamente todos los escritos de Marx. Las únicas excepciones relevantes serían, a mi conocimiento,
solamente dos: las medidas inmediatas que tomaría un gobierno comunista,
mencionadas en el Manifiesto de
1848, y las “Glosas marginales al
programa de Gotha” de 1875. En otras palabras: si buscamos el socialismo tendremos que construirlo con nuestros propios
recursos, sin Marx y en las condiciones política y militarmente
más adversas.
«Si buscamos el
socialismo tendremos que construirlo con
nuestros propios recursos, sin Marx y en las
condiciones política y militarmente más adversas»
Ateniéndonos a lo que dice y no dice, El
Capital puede exculparse de dichos fracasos. Pero lo que
implícitamente podemos absorber de esta obra, es un horizonte meramente anti-capitalista, con todas las
limitaciones de los “anti”, debido a
las cuales la mera “negación” de algo
termina reproduciéndolo bajo una forma bizarra. El “socialismo” soviético quizá solamente fue un “capitalismo reprimido”. Aquí hago eco
del planteamiento de los filósofos húngaros Heller y Féher: de comprenderlo como una “represión de las necesidades”.
Un intento de apoyarse en El Capital para
construir el comunismo fue el debate
sobre la ley del valor en los años iniciales de la revolución bolchevique. De él hubo un pálido reflejo en el caso
cubano, con la diferencia que ahí ningún guerrillero conocía nada de la obra de
Marx. Por lo que hemos visto sobre
el valor, tanto rusos como cubanos debieron haberse propuesto cómo desarrollar
relaciones sociales en las que las gentes no fuesen extraños los
unos a los otros. Temas para los cuales pensadores como Isaac Rubin y Evgeny Pashukanis
hubiesen podido aportar algo. Pero la precaria situación de los bolcheviques y
sus pugnas internas los silenciaron, terminando en su desaparición física.
Salvador López Arnal. ¿Qué
piensa de diversas impugnaciones recientes a Marx en razón de que su pensamiento
sería “eurocéntrico”?
Guillermo Rochabrún. Ahí una primera cuestión
es definir el término “eurocentrismo”, el cual está sujeto a múltiples
confusiones. Aníbal Quijano, uno de
los autores que más, y más centralmente lo ha manejado, fue haciendo varias
aclaraciones, necesarias debido a que el término se presta a ser entendido de
manera literal, como
si fuese una posición “antieuropea”.
Pero en cuanto a Marx, debemos
volver a su evolución intelectual. Como ya lo señalé, Marx en sus inicios está adscrito a la filosofía hegeliana de la
historia, así como a la Ilustración y el pensamiento moderno en general. En
todo ello Europa es sinónimo de
civilización y progreso; es “la medida de
todas las cosas”. Según vimos, ello fue cambiando, aunque incompletamente. Pero
en este desplazamiento surgió un principio, que Karl Korsch consagró en su libro sobre Marx: el principio de especificidad histórica. Esto
es un corolario de la singularidad y excepcionalidad del capitalismo: cada
realidad debía ser estudiada y comprendida en sus
propios términos; claro está, sin excluir sus relaciones con
otras historias. Ahora bien, este principio por sí mismo no nos “vacuna” contra
todo provincialismo, cualquiera sea su origen, pero al menos es una brújula que
ayuda a seguir un norte. En conclusión: Marx
no podía escapar completamente del eurocentrismo, como quiera que éste se
entienda, pero lo más sólido de su pensamiento nos proporciona los mejores
medios para salir de él.
«Marx no podía
escapar completamente del eurocentrismo, como quiera que éste se entienda, pero
lo más sólido de su pensamiento nos proporciona los mejores medios para salir
de él»
Salvador López Arnal. Dedica
usted su libro a Aníbal Quijano, pero en su última etapa Quijano se distancia
de Marx. ¿Qué ha significado Quijano para usted?
Guillermo Rochabrún. Qué tanto Quijano se distanció de Marx, en qué aspectos y debido a qué,
es algo que no ha quedado claro ni suficientemente explícito. A mi entender,
hasta el final su comprensión del capitalismo siguió siendo la misma de Marx. De hecho, no buscó ni formuló
otra. Y en cuanto a sus “horizontes
utópicos” (en el buen sentido del término), no encuentro nada que sea
incompatible con Marx. Por otra
parte, habría que escudriñar “de cuál Marx” es que tomó distancias. Ya
desde los inicios de su planteamiento sobre la
colonialidad del poder (al menos desde el año 2000, si no antes) había roto
con todo economicismo –lo cual es totalmente válido dentro del Marx de El Capital, como trato de
mostrarlo en mi libro– al proponer varios ejes, irreductibles entre sí, para
definir las formas de existencia social: el sexo, el trabajo, la autoridad, la
subjetividad y la naturaleza. Ninguno de ellos era necesariamente dominante. Así
también, Quijano diferenció al
pensamiento de Marx, y muy en
particular en El Capital de
todas las versiones del “materialismo histórico” constituidas después de él [1].
Ahora bien, desde sus primeros escritos, a mediados de la década de 1960, Quijano mostró una preocupación absorbente por dar cuenta de lo concreto de la experiencia
histórica peruana y latinoamericana, buscando contrarrestar y proponer
alternativas a cualquier teoría que fuese ajena a dicha realidad; a ello
contribuyó decisivamente su formación como historiador y como sociólogo. Es
desde fines de esa década hasta mediados de los años 80, que abraza al Marx
de la revolución socialista y proletaria, dándole total centralidad a
la clase obrera industrial y sus luchas. Pero al final de este período tiene la
conciencia de que ese horizonte se ha ido desvaneciendo (“…hemos sido derrotados…” dirá en varias oportunidades); cree
percibir que la historia tiene otros rumbos, y es entonces que decide “reinventarse» [2]. No es entonces extraño que en ese proceso haya tomado muchas
distancias frente a todo el abanico de “marxismos”,
como también ante innumerables ideas y frases presentes en Marx. Lo que es menos claro es que su nuevo horizonte implicara
romper con los que la propia evolución de Marx
empezaba a abrir.
¿Qué ha significado Quijano para mí? De mi experiencia
intelectual y sobre todo personal con Quijano
-y entre muchas cosas más-, creo haber absorbido la convicción de que es
fundamental dar cuenta de todos los aspectos, de todas las evidencias que la
realidad nos presenta; que la teoría es (o debe ser, siempre) la reflexión
acerca de una práctica buscando hacerla inteligible. Que no es un esquema que
uno “aplica” a la realidad, sino que
es el modo de vertebrar lo que conocemos de ella. No es un “marco teórico” dentro del cual deben caber “los datos”, sino que es la
concatenación de éstos, sometidos –claro está– a una reflexión crítica. Por lo
tanto, la teoría “va por dentro”, de
manera prácticamente invisible.
Tendría muchas cosas más para decir, pero creo que esto aquí es suficiente.
Por todas ellas repito las frases con la que terminé unas líneas que escribí el
mismo día de su fallecimiento: “Esta es
la deuda impagable que tengo con Aníbal
Quijano. Es el tipo de deudas con las que uno puede vivir y morir feliz»
[3].
Notas
[1] Véase “Colonialidad del poder y
clasificación social” (2000) Publicado numerosas veces, puede
descargarse aquí.
[2] Guillermo Rochabrún: “La reinvención de
Aníbal Quijano”. Hueso
Húmero No. 64. Lima, 2015.
[3] https://revistaideele.com/ideele/content/mi-deuda-impagable-con-an%C3%ADbal-quijano.
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