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“Hablemos más sobre soñar despiertos con un futuro
verde y justo. William Sass escribe lo siguiente en
el diario danés Information:
“Varios investigadores y movimientos
climáticos apuntan en la actualidad a las utopías o al pensamiento
utópico como una herramienta que puede ayudar a crear acciones concretas,
en parte rompiendo con el pensamiento habitual y criticando el estado de
las cosas, y en parte esbozando un
ideal por el que luchar”.
“Además, a veces se escucha a quienes gritan fuerte. Indigo Rumbelow es cofundadora de la campaña británica Just Stop Oil.
Está cumpliendo una condena en la prisión
HMP Styal por resistencia no
violenta. “¿Por qué esta dureza?
Porque la protesta funciona”, explica en un artículo de opinión en The Guardian: “La crisis climática no es nuestra
causa: es una cuestión de vida o muerte para todos. Nos propusimos
interrumpir los vuelos en el aeropuerto de Manchester porque la
historia demuestra que la resistencia puede ser un catalizador para el
cambio y la ciencia demuestra que debemos cambiar ahora mismo nuestro destructivo modo de vida para evitar el
desastre. Cuando nos detuvieron de camino al aeropuerto, llevábamos
en los bolsillos una pancarta que decía ‘El
petróleo mata’. Cuando nos condenaron en el tribunal, cada uno de nosotros
levantó carteles que decían ‘Miles de millones de personas morirán’.
La ciencia es clara y el juez tiene razón: considero que los hechos son tan alarmantes, tan
crudos y tan desgarradores que justifican la alteración de la vida cotidiana. Y he pasado cada día
bajo custodia, preguntándome por qué otras personas que tienen los mismos
conocimientos que yo no sienten la
obligación de actuar de la misma manera que yo”.
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EL
ACTIVISMO CLIMÁTICO TAMBIÉN ES AYUDA HUMANITARIA:
Greta
Thunberg en tiempos de guerra en Gaza.
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Por Emanuela Barbiroglio | 19/06/2025 | Ecología social
Fuentes.
Revista Rebelión, jueves 19 de junio del 2025.
Al
participar en la Flotilla de la Libertad de Gaza, que desafió el bloqueo
israelí del enclave palestino, la activista climática Greta Thunberg ha
vinculado la justicia climática a la descolonización y los derechos humanos. Ha
hecho hincapié en la solidaridad, la resistencia y el poder de la acción
utópica.
En 1983, la
película Nostalgia del
director soviético Andrei Tarkovskij presentaba un monólogo desgarrador sobre
la solidaridad y la añoranza. Con el telón de fondo de una ciudad gris
en la que todo el mundo parece inmóvil,
el lunático Doménico habla por todos:
“Todos debemos llenarnos los ojos y los oídos con cosas
que son el comienzo de un gran sueño. Alguien debe gritar que construiremos las
pirámides. No importa si no lo
hacemos. Hay que impulsar ese deseo y estirar los rincones del alma como una
sábana sin fin. Si quieres que el mundo
avance, debemos ir de la mano”.
Creo que esto encaja perfectamente con la pregunta:
¿qué tiene que ver la ambición climática con la paz?
En junio de
2025, la Flotilla de la Libertad
de Gaza, una campaña marítima
organizada por el movimiento popular Coalición por la Flotilla de la libertad,
zarpó en un intento de desafiar el
bloqueo naval de Israel de la Franja de Gaza y entregar ayuda humanitaria simbólica. La flotilla, dirigida
por el buque Madleen, partió de Catania (Sicilia) el 1 de
junio, llevando suministros como leche
maternizada, harina, pañales, botiquines médicos y prótesis para niños.
Entre los
pasajeros se encontraba la activista climática sueca Greta Thunberg y la eurodiputada
francesa Rima Hassan. La misión se llevó a cabo tras un intento fallido el 2 de mayo, cuando el buque Conscience
fue alcanzado por proyectiles disparados desde drones en aguas
internacionales frente a la costa de Malta. El 8 de junio, las fuerzas israelíes interceptaron y abordaron el buque Madleen, impidiéndole llegar a Gaza.
Cuando le preguntaron sobre
los riesgos a los que se enfrentaba, Thunberg, de 22 años, simplemente contestó:
“Por alguna razón, tengo una
plataforma y es mi obligación moral utilizarla. Y si mi presencia en este barco
puede marcar la diferencia, si eso puede demostrar de alguna manera que el
mundo no se ha olvidado de Palestina, y para intentar una vez más acabar
con el bloqueo, abrir un corredor
humanitario y entregar la ayuda humanitaria que tanto se necesita, entonces
es un riesgo que estoy dispuesta a correr”.
No es la
primera vez que Thunberg vincula los
derechos medioambientales con
los derechos humanos, sobre todo
cuando se trata de la descolonización.
“Independientemente de la causa
del sufrimiento, ya sea el CO2, las
bombas, la represión estatal u otras formas de violencia, tenemos que
levantarnos contra esa fuente de sufrimiento”, añadió. “Y si fingimos
preocuparnos por el medio ambiente, si fingimos preocuparnos por el clima
y el futuro de nuestros hijos, sin ver, reconocer y luchar contra el
sufrimiento de todas las personas marginadas en la actualidad, entonces se
trata de un enfoque extremadamente racista de la justicia que excluye a
la mayoría de la población mundial.”
Sabía que era poco probable que lograra llegar a
Gaza. Pero gritó que lo haría.
De vuelta en Suecia, la periodista Emma Bouvin destaca el
poder de esta acción en un artículo
para Dagens Nyheter,
no solo para quienes observan desde fuera, sino
también para Israel:
“Los medios de comunicación israelíes no siempre
siguen el mismo patrón que los medios internacionales. Las audiencias de las
noticias suelen variar, especialmente cuando se trata de noticias sobre Gaza. El sufrimiento y el hambre
en el enclave sitiado no llegan a los titulares. Pero el lunes por la mañana,
en Israel ocurre lo mismo que en
el resto del mundo: Greta Thunberg y
la Flotilla de la Libertad acaparan los sitios web y los programas de noticias”.
Alexandre-Reza Kokabi entrevistó a
Thunberg y a Hassan para Reporterre justo antes de su detención:
“Es
cierto que nuestras trayectorias como activistas son bastante diferentes, pero
ni ella ni yo llevamos a cabo nuestras luchas de forma aislada”, le dijo Hassan. “[Thunberg] aborda la cuestión climática en su dimensión global y esta visión global
también incluye las luchas descoloniales.
Porque un proyecto colonial es también un proyecto de destrucción de la tierra,
de la conexión entre los pueblos y su entorno. Esto es lo que le ha sucedido –
y sigue sucediéndole – al pueblo
palestino”.
“En Gaza, la noción de ecocidio se
ha documentado ampliamente. La ONU
ha señalado que solo queda un 5 %
de tierra cultivable, debido a la destrucción
causada por el régimen israelí.
Por mi parte, los derechos humanos no pueden separarse de las luchas medioambientales ni de la denuncia
del capitalismo neoliberal, que se basa en la explotación infinita tanto
de los seres humanos como de los recursos”.
Hablemos más sobre
soñar despiertos con un futuro verde y justo. William Sass escribe lo siguiente en
el diario danés Information:
“Varios investigadores y movimientos climáticos apuntan en la
actualidad a las utopías o al pensamiento utópico como una herramienta
que puede ayudar a crear acciones concretas, en parte rompiendo con el pensamiento
habitual y criticando el estado de las cosas, y en parte esbozando un
ideal por el que luchar”.
Además, a veces se
escucha a quienes gritan fuerte. Indigo
Rumbelow es cofundadora de la campaña británica Just Stop Oil.
Está cumpliendo una condena en la prisión
HMP Styal por resistencia no
violenta. “¿Por qué esta dureza?
Porque la protesta funciona”, explica en un artículo de opinión en The Guardian:
“La crisis climática no es
nuestra causa: es una cuestión de vida o muerte para todos. Nos propusimos
interrumpir los vuelos en el aeropuerto de Manchester porque la
historia demuestra que la resistencia puede ser un catalizador para el
cambio y la ciencia demuestra que debemos cambiar ahora mismo nuestro
destructivo modo de vida para evitar el desastre. Cuando nos detuvieron de camino
al aeropuerto, llevábamos en los bolsillos una pancarta que decía ‘El petróleo mata’. Cuando nos
condenaron en el tribunal, cada uno de nosotros levantó carteles que
decían ‘Miles de millones de personas morirán’. La ciencia es clara y el
juez tiene razón: considero que los hechos
son tan alarmantes, tan crudos y tan desgarradores que justifican la
alteración de la vida cotidiana. Y
he pasado cada día bajo custodia, preguntándome por qué otras personas que tienen
los mismos conocimientos que yo no sienten
la obligación de actuar de la misma manera que yo”.
Traducido
por Sara Fernández.
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