¿Qué espera de este último año de Vizcarra?
“Imagino que la agenda estará centrada en la pandemia,
no hay mucho que esperar. El Estado ha colapsado, no solo el central sino las
entidades subnacionales.
Posiblemente el gabinete buscará reactivar la economía, es la discusión que
trae Pedro Cateriano,
ante el agotamiento de recursos y la pérdida acelerada del empleo. Y a eso hay
que sumarle el objetivo de la vacuna, para ponernos en la cola y no quedarnos
al azar. Y bueno, está el frente político, con este
Congreso que no nos va a ayudar.
Hablemos
ahora de las élites privadas. No defiendo el discurso de que lo privado es malo
o el empresariado es malo, tampoco. Sin embargo, los voceros empresariales -los
que salen en medios- me parece que han demostrado una ausencia de empatía
evidente, como CONFIEP, y ya ni hablemos de sectores específicos, como
clínicas, ciertos bancos. ¿Qué piensa al respecto?
“Como muy buen lo señalas no es posible afirmar que todos los
empresarios son intrínsecamente malos y que por el hecho de ser un
empresario no tienes derecho de participar en una cruzada por la vida, que es
lo que realmente está en juego en esta pandemia. Acá me refiero a la vida
que no tiene precio en el mercado, como no lo tienen los bosques, los mares o
los ríos del Perú.
“El problema es que personas entrenadas en el lucro permanente, y
además desregulado, son incapaces de cambiar su chip mental. Y
eso es lo que estamos viendo: la pandemia como oportunidad de ganarse alguito.
Lo que debe ser extremadamente doloroso para aquellos que están en la primera
línea de fuego. ¿Cómo se sentirá una enfermera o un policía de ver el
lucro desvergonzado de la dupla clínicas-compañías de seguro desplumando a los
moribundos? Más aún, a sus familiares, a los que persiguen hasta el
infierno para cobrarles cuentas impagables. No existe compasión en el mundo del “business is
business” y ese es otro asunto que deberemos discutir cuando pase la
pandemia. La salud no puede ser un negocio y por ello hay que apuntar a la creación de un sistema de salud pública de calidad que
resguarde un derecho constitucional que muchos olvidan, el de la vida”.
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CARMEN MC EVOY: “VIZCARRA HEREDÓ UNA
MAQUINARIA QUE ES INEFICIENTE HASTA LA MÉDULA”
*****
Enrique
Patriau.
La
República, domingo 26 de julio del 2020.
"El
virus nos ha encontrado con un Estado penetrado por la corrupción",
sostiene la historiadora Carmen Mc Evoy en diálogo con La República.
"¿Cómo podía ser posible que un Estado sin fortaleza interna para
defenderse frente a tramas delictivas pueda pasar a defenderse frente a un
virus?".
La historiadora Carmen Mc Evoy aprovechó
el confinamiento para terminar un libro
(Terror en Lo Cañas: sociedad y violencia política en Chile 1891) en coautoría
con su colega chileno, Gabriel Cid. “Lo hemos seguido escribiendo a la
distancia. Es sobre una matanza en una hacienda cerca de Santiago”, señala.
Y a fin de año también publicará otro libro
coeditado con Marcel Velásquez y Víctor Arrambide sobre la expedición
libertadora de San Martín (en
setiembre se cumplen 200 años de su desembarco en Paracas). En la siguiente
entrevista responde sobre la pandemia y el Estado peruano.
Es un discurso repetido que la pandemia nos ha
mostrado las deficiencias históricas de nuestro Estado. Será interesante
escuchar a los candidatos presidenciales en pocos meses, a ver qué ofrecen. En
todo caso, es como si los peruanos hubiéramos vivido, no digo engañados, sí
sedados por cumplidos autorreferenciales, como “el milagro peruano” o “el
crecimiento económico peruano” que hacían pensar en que teníamos una hoja de
ruta, un camino a seguir. ¿Pero esto es como un volver a empezar, no es cierto?
¿Esta crisis qué enseña sobre el Perú?
A pesar de haber vivido etapas sumamente difíciles,
como la hiperinflación durante el gobierno de Alan García -inédita en
nuestra historia contemporánea- o el conflicto armado con Sendero Luminoso- con miles de muertos
algunos sin identificar, amén de un país postrado económicamente- no hemos
procesado adecuadamente nuestras experiencias límites.
¿A qué se refiere?
Pienso que, a pesar de iniciativas, muy puntuales y
rescatables, carecemos de una reflexión nacional honesta e inclusiva sobre las
razones de las trágicas vivencias que, a lo largo de nuestra convulsionada
historia, marcaron a sangre y fuego a millones de peruanos.
¿Es algo así como que el Perú no ha ido al
psicólogo?
El Perú no se ha echado en el diván. Somos un país
de post guerras irresueltas e insuficientemente explicadas luego de que el
conflicto armado termina. Y esta última post guerra, aunque el concepto no
guste a los que consideran que Sendero Luminoso no merece el término de
combatiente militar, nos condujo a la ficción que el crecimiento económico es
la panacea que todo lo resuelve.
Más aún, que es mejor andar de compras por el mall,
con tu tarjeta de crédito usurera, que reflexionar en voz alta sobre lo que
dejaste atrás. Que si no es debidamente procesado te llevará irremediablemente
al mismo lugar. Paradójicamente es un virus, sin vida, el que actualmente nos
enfrenta, como a muchos países alrededor del mundo, con los fantasmas de un
pasado irresuelto.
Y tendría que haber una reflexión, no solo ya sobre
los temas pasados, sino sobre lo que enfrentamos ahora.
Exacto.
Posiblemente ahora ya no podemos evitar esa reflexión. Antes lo hicimos porque
vino un gobierno autoritario, esa ficción del crecimiento que mencioné, y eso
nos llevó por caminos de evasión.
¿Qué diría del Estado peruano?
Diría que el virus nos ha encontrado con un Estado
penetrado por la corrupción, lo que significa que es un Estado que
inmunológicamente hablando, estaba debilitado, sin defensas. ¿Cómo puede ser
posible que un Estado sin fortaleza interna para defenderse frente a tramas
delictivas pueda pasar a defenderse ante un virus? Es imposible.
El liderazgo de las élites es un tema importante.
En situaciones como las que atravesamos ahora se ve qué dirigentes tenemos. Hay
dos grandes sectores, público y privado. Primero lo público. Martín Vizcarra es
un presidente de crisis. ¿Qué ideas le genera la actuación presidencial en
estos momentos?
El presidente Vizcarra heredó una maquinaria que,
aunque rica -tenemos miles de millones de dólares en reservas- es ineficiente hasta la médula. Tanto así
que no tiene censados a sus ciudadanos y por eso el reparto del bono fue un
desastre y, de acuerdo a los expertos, ayudó a incrementar el número de
contagiados. Todo se hizo en cámara lenta frente a un virus que avanzaba a
miles de kilómetros por hora.
Declara el presidente que todos son generales
después de la batalla, el problema acá es que, en mi opinión, no existió un
comando que, para usar el símil militar de Vizcarra, entendiera la verdadera
dimensión de la guerra, previamente peleada por italianos y españoles. Un
comando, conformado por los mejores, que con todos los recursos a su
disposición enfrentara a un enemigo invisible que no toma prisioneros o si lo
hace es para matarlos. La tentación caudillista, que es parte de nuestra
historia bicentenaria, se impuso y no se dio la agencia a otros actores,
colectivos ciudadanos, comunidades alto andinas, provincias e incluso al
empresariado nacional.
¿Vizcarra cedió al caudillismo?
Pienso que, por la misma precariedad del Estado, la
única manera de enfrentar la crisis es por una especie de decreto autoritario:
cierre de fronteras, nadie entra, nadie sale, toque de queda.
Eso en todos los países, ¿no?
Claro, en todos los países. Hacen eso en un primer
momento, luego te pones a pensar en cómo va actuar el colectivo. Noto que no se
cedió poder a ciertas regiones que estaban haciendo bien su trabajo, o a
comunidades altoandinas. No se les preguntó cuál era su estrategia, por
ejemplo. En el Perú, cada región tiene su propia dinámica y por eso los
esquemas autoritarios funcionan hasta cierto momento.
El martillazo inicial fue bueno, pero el tiempo que
se compró no sirvió para distribuir el poder con otros actores. Nadie pide
imposibles, porque este Covid no ha sido derrotado en ningún
lugar del mundo, sin embargo trabajando en comunidad posiblemente se hubiera
podido tener mejores respuestas. Esa imagen de Celia Capira correteando a la
caravana presidencial, que se hace más dramática aún con la noticia del
fallecimiento de su esposo, enmarcada con el posterior “perdóneme” del jefe de
Estado, lo dice todo. Así como, también, las declaraciones estrambóticas del
gobernador de Arequipa dicen mucho sobre la inoperancia del gobierno regional.
No repartir 40 toneladas de material sanitario
donado a inicios de la pandemia es una vergüenza por decir lo menos y me
imagino que la Fiscalía tomará cartas en el asunto. No sé si existe la vacancia
por incapacidad moral para los gobernadores, pero negligencias de este tipo muy
bien la ameritan.
¿Qué espera de este último año de Vizcarra?
Imagino que la agenda estará centrada en la
pandemia, no hay mucho que esperar. El Estado ha colapsado, no solo el central
sino las entidades subnacionales. Posiblemente el gabinete buscará reactivar la
economía, es la discusión que trae Pedro Cateriano, ante el agotamiento de
recursos y la pérdida acelerada del empleo. Y a eso hay que sumarle el objetivo
de la vacuna, para ponernos en la cola y no quedarnos al azar. Y bueno, está el
frente político, con este Congreso que no nos va a ayudar.
Hablemos ahora de las élites privadas. No defiendo
el discurso de que lo privado es malo o el empresariado es malo, tampoco. Sin
embargo, los voceros empresariales -los que salen en medios- me parece que han
demostrado una ausencia de empatía evidente, como CONFIEP, y ya ni hablemos de
sectores específicos, como clínicas, ciertos bancos. ¿Qué piensa al respecto?
Como muy buen lo señalas no es posible afirmar que
todos los empresarios son intrínsecamente malos y que por el hecho de ser un
empresario no tienes derecho de participar en una cruzada por la vida, que es
lo que realmente está en juego en esta pandemia. Acá me refiero a la vida que
no tiene precio en el mercado, como no lo tienen los bosques, los mares o los
ríos del Perú.
El problema es que personas entrenadas en el lucro
permanente, y además desregulado, son incapaces de cambiar su chip mental. Y eso
es lo que estamos viendo: la pandemia como oportunidad de ganarse alguito. Lo
que debe ser extremadamente doloroso para aquellos que están en la primera
línea de fuego. ¿Cómo se sentirá una enfermera o un policía de ver el lucro
desvergonzado de la dupla clínicas-compañías de seguro desplumando a los
moribundos? Más aún, a sus familiares, a los que persiguen hasta el infierno
para cobrarles cuentas impagables.
No existe compasión en el mundo del “business is
business” y ese es otro asunto que deberemos discutir cuando pase la
pandemia. La salud no puede ser un negocio y por ello hay que apuntar a la
creación de un sistema de salud pública de calidad que resguarde un derecho
constitucional que muchos olvidan, el de la vida.
¿Diría que nuestro liberalismo está en crisis?
Los hermanos Gálvez, Simeón Tejeda y todos los liberales que lucharon por la
abolición de la esclavitud y la servidumbre indígena, deben estar revolcándose
en sus tumbas ante el comportamiento vergonzoso de quienes usan su nombre para
validar su falta de escrúpulos y ambición desmedida.
Se han convocado a elecciones para el 11 de abril.
¿La oferta electoral que se aprecia por el momento -los nombres son más o menos
obvios- le genera expectativa?
No tengo demasiadas expectativas y mucho menos
pienso que el Bicentenario es una varita
mágica que puede liberarnos de un pasado irresuelto. Somos lo que somos y eso
está más que comprobado al ver las iniciativas de este último Congreso, que elegimos
por voto popular, y que parece ser peor que el anterior.
Este es el Congreso de las máscaras venecianas y
las puñaladas traperas, si se tiene en consideración la cantidad de planes que
se cocinan tras bambalinas, entre ellos la auto inmunidad a prueba de balas o
la búsqueda de la desactivación de SUNEDU como ente regulador de las
universidades bamba que los grupos de interés defienden a ultranza.
Lo que más bien celebro es el hecho que esta
pandemia va generando un debate, ahora vía zoom y otras plataformas, en
torno a nuestras grandes carencias. Debate que debe crecer y visibilizarse para
ir construyendo el tipo de república que queremos de cara al nuevo centenario
que se abre ante nuestros ojos. Al respecto, el Pacto Bicentenario es una
iniciativa de un gran debate nacional respecto a esa república que queremos
construir
Qué difícil entrada a ese bicentenario, ¿no?
Es que, si tú arrastras problemas por 199 años, no
vas a pensar que en el año 200 va a pasar algo mágico y todo se va a
solucionar. Hasta que ha llegado el coronavirus teníamos esta especie de
fantasía, pero pasó todo lo contrario: entramos al año 200 poniendo un
reflector sobre todas nuestras tragedias. Ya no las puedes ocultar.
Llegamos a los 200 años en una cama UCI.
Sin oxígeno, con la señora Celia Capira correteando al Estado, mira qué dramático. Pero,
poniéndolo en tono positivo, todo esto nos obliga no a celebrar sino a
conmemorar y reflexionar. Mira todo lo que se discute a nivel nacional sobre
violencia contra las mujeres, sobre el Estado. Que sea un punto de quiebre y a
partir de ahí que los cien años que vienen sean mejores que los que estamos
cerrando de una manera tan dramática.
Una curiosidad: se ha dicho -lo han mencionado
incluso autoridades- que es comparable esta catástrofe con la Guerra del
Pacífico. ¿Lo son realmente? ¿Es una comparación justa, equilibrada?
El profesor Salinas, investigador y académico
sanmarquino, experto en los aspectos económicos de la Guerra del Pacífico, se encargó de responder a esta comparación
descontextualizada, por decir lo menos. Cada acontecimiento histórico es único
e irrepetible y si bien es cierto existen coyunturas inéditas-la pandemia
planetaria actual- que demandan de referentes, hay que tener muchísimo cuidado.
Especialmente con esos “jingles”- “nueva normalidad” o “convivencia social”-
que suenan bien para una declaración periodística pero que, sin embargo, pueden
ayudar a esconder una realidad compleja y apabullante. La cual demanda un
esfuerzo conceptual y analítico enorme, al cual debemos orientar nuestro
pensamiento como colectivo social.
He trabajado en profundidad la Guerra del Pacífico,
y fuera de la bicentenaria desorganización del Estado Peruano y la también
bicentenaria respuesta heroica de la sociedad civil (siendo el regreso de las
ollas populares entre las poblaciones más vulnerables un ejemplo tangible), no
encuentro ninguna similitud. Salvo que por ser eventos pobremente encarados
derivaron en tragedias que pudieron evitarse o al menos paliarse mejor.
Me interesa la figura del duelo. Somos un país que
se ha enfrentado a grandes complicaciones y seguimos en la brega. La economía
está en colapso. Hay cientos de miles de desempleados. Y por encima de todo,
sumamos a diario pérdidas humanas. ¿Cómo se debe procesar un duelo nacional de
esta magnitud?
Primero me referiré a los aspectos prácticos, destinando los fondos para que los deudos sean
acompañados por un equipo de psicólogos a través del doloroso proceso que,
debido a la pandemia, se ha tornado insoportable. Hasta lo que yo sé, y
puedes corregirme, los familiares no cuentan con ningún tipo de apoyo
profesional en su duelo e incluso reciben bolsas con el cadáver equivocado. No
es posible imaginar la rabia, la indignación y la impotencia de vivir esa
experiencia tan traumática.
Si sabíamos, por el caso de Bérgamo o Nueva York, que lidiar con la muerte masiva era inevitable ¿porque
durante los famosos martillazos alguien no pensó en una manera compasiva de
hacer el proceso más llevadero y menos brutal? A nivel simbólico, urge
un duelo nacional cuando la pandemia haya sido vencida y, como van las cosas, será la vacuna creada por los científicos mundiales y no el
Estado peruano, vetusto y ahora colapsado, quien finalmente la vencerá.
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