“El Bloque de Poder contrainsurgente que domina y dirige al Estado colombiano actual con todas sus reformas constitucionales, pactos en las alturas con plebiscitos y refundaciones Estatales, tal como lo ha venido haciendo desde hace 200 años cuando fue instituido por la oligarquía santanderista cipaya del imperialismo anglosajón, no se ha movido una raya, ni se moverá de su política esencial de clase de “unir a la burguesía y dividir al proletariado”, como lo dijeron Marx y Engels hace tanto. Ante el colapso intencionado del Acuerdo de la Habana/16, y el panorama de estigmatización de la Movilización Social con alguna de sus figuras incluidos los sacerdotes consecuentes, hoy, el BPCi es consciente y sabe que a pesar de todo tiene ante sí un escenario completamente despejado para superar el desgaste de su Hegemonía producido por el conocimiento social cada vez mayor de las atrocidades cometidas por uno de sus pilares, el matarife AUV con sus compinches, como por el desgaste de la figura inerte del subpresidente Duque con su desgobierno. Sabe y es consciente de la muy probable salida del gobierno del partido de AUV/ Duque y, en las condiciones desastrosas de la post pandemia Covid 19, ha empezado a barajar nombres de los mascarones de proa que irían a reemplazar a Duque, iniciando la trampa política y a la jugarreta con figurones de extrema derecha, de derecha, de centro, de centro izquierda y de izquierda. Es muy probable que personas que se dejan clasificar por los politólogos del régimen como de Izquierda, salgan a jugar ese partido ya arreglado de antemano. Eso sucederá. Es más probable que se encuentre vacuna contra el Covid 19 que contra la necedad humana.
Pues bien, el Estado colombiano seguirá y con él las contradicciones y complejidades que lleva en su vientre. De tal suerte que además de esta consideración que nos remite al desenvolvimiento del Acuerdo de la Habana hasta su falla y sus montones de muertos de exguerrilleros y líderes sociales fusilados, la destrucción del tejido social, así como la reactivación de los combates en la guerra contra las drogas, vuelven a poner el asunto de la paz en Colombia como una prioridad ineludible, que tarde o temprano se tendrá que volver a considerar seriamente porque ahora este asunto de la paz se ha complejizado aún más; la ficción de la paz general en Colombia ha quedado en eso, en una ficción; el conflicto social armado se ha reciclado y persiste, y una posible paz general solo se logrará cuando se den cuatro condiciones particulares:
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EL CONCEPTO DE ESTADO MANEJADO EN EL ACUERDO DE LA HABANA/16
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Alberto Pinzón Sánchez. |17/07/2020 | Mundo.
Rebelión viernes 17 de julio del 2020.
No creo sea necesario elaborar extensos tratados “politológicos” sobre la implementación del Acuerdo de la Habana/16, esos que sirven para optar a contratos con la “institucionalidad” colombiana; para concluir que lo dicho por la sra Nancy Patricia Gutiérrez en enero de este año cuando todavía era ministra del interior de Duque, de que dicho Acuerdo era “semi fallido”.
Hoy, después de seis meses de tanta sangre de ex guerrilleros y líderes sociales corrida por debajo de los puentes, cuando el militarismo contrainsurgente trasnacional ha lanzado contra la JEP, última institución que quedaba en pie de dicho acuerdo, al musculoso leñador “Juanpa” Pinzón Bueno (ex ministro de guerra y embajador en Washington del ex presidente y signatario del Acuerdo/16 “Juanpa” Santos), podemos quitarle el semi para confirmar que dicho acuerdo es simplemente, fallido.
Mejor sería hacer una revisión autocritica de porqué nuestras ilusas ilusiones sobre una posible Solución Política al conflicto colombiano han encallado en la sinuosa realidad del fascismo contrainsurgente de manera tan dramática, como regresiva, oscura e incierta.
Después de la revisión que hice de las vicisitudes del concepto de Estado en Marx y Engels publicada en Rebelión.org. podemos (puedo) decir que la brújula que condujo a los escollos del naufragio no marcó hacia una compresión correcta, validada en la práctica social, del concepto de Estado manejado por quienes se autoproclamaron “vanguardias” marxistas leninistas. Veamos:
1. Durante el largo lapso de las llamadas “negociaciones” para lograr la paz entre el Estado colombiano y la dirigencia de las Farc-EP que concluyeron el Acuerdo citado, se enfrentaron 4 concepciones diferentes sobre el Estado: dos por parte de cada una de las fracciones de la oligarquía contrainsurgente -una, la corporativa neoliberal y trasnacional de Santos y sus negociadores; y otra la fascista del Estado de opinión de Uribe y sus seguidores incluidos los de dentro de las Fuerzas Militares activas o en reserva. También dentro de la dirigencia de las Farc-EP, como se vino a poner en evidencia un poco más tarde, se enfrentaron dos concepciones sobre el Estado basadas en la tradición marxista; una la de Timoleón Londoño y sus parlamentarios, claramente influenciada por las concepciones socialdemócratas que reducen el Estado a la “institucionalidad” y que hoy habla de un Estado “bélico-asistencial” de orientación neoliberal, y otra “disidente”, que con matices y poco éxito, dio prioridad a los aspectos represivos históricos, además de lo ideológico-político y económico-social.
2. Mientras el grupo de Santos daba lecciones sobre cómo
entender la “gobernanza” neoliberal bien separada del Estado,
siempre cuidando de no ir a comprometer en ningún aspecto esencial al Estado ni
en el corto, ni en el mediano plazo y trazando sus famosas líneas rojas
frente a las cuales la dirigencia de las Farc-EP no puso ningún límite;
el grupo de Uribe cuidaba minuciosamente cualquier mínimo compromiso que
fuera a tocar así fuera superficialmente sus intereses o sus prerrogativas y
fueros militares traídos, así como su sistema de impunidades. En la dirigencia
de las Farc- EP nunca se logró entender correctamente el papel esencial y
fundamental que juega en un momento de la historia de una formación
económico social y en la consolidación del Estado moderno actual, la
Constitución política, como condensación de la lucha de clases y conclusión de
un Proceso Constituyente Previo, por lo que fue
despreciada (aún no se sabe si fue adrede o por simple subestimación
intelectual). Como tampoco se entendió cabalmente la diferencia entre el Estado
y el Gobierno, oscurecida por la vieja aspiración de llegar a ser cogobierno
por algún tiempo, o parte de “la gobernanza en el
parlamento” donde dicha dirigencia
fariana aseguró una cuota importante para defender sus intereses, que la triste
realidad puso al descubierto cuando Santos perdió el plebiscito y después
las elecciones presidenciales frente a Duque/ AUV, no pudiendo cumplirles
los “acuerdos parlamentarios” y de cooptación que hizo por fuera de la mesa, y
viendo como su hipócrita y doble política gubernamental de tahúr de simular la
implementación (perfidia) era sustituida por una abierta política de gobierno y
de Estado para hacer trizas lo acordado.
3. Mientras por fuera de la mesa de la Habana, el Estado colombiano cumplía con la regla básica para lo que fue instituido: “Unir a la burguesía y dividir al proletariado”, usando todos los inmensos recursos tanto materiales como espirituales que tiene a su disposición; la dirigencia de las Farc-EP se dejaba conducir sumisamente (aún no se sabe si consciente o no) a la trampa tendida aceptando sin ninguna critica la visión Estatal de la paz presentada como la ficción jurídica de un derecho universal general y neutro que hace ausente el conflicto social y la lucha de clases: la paz de todos. Aceptando además una representación ideal que no le correspondía, por ejemplo, que un acuerdo de paz con las Farc-EP era limitado exclusivamente a ese grupo social armado, y no podía cubrir idealmente ni re-presentar a otros grupos armados insurgentes, como tampoco podía re-presentar ni en la realidad ni en la ficción jurídica a la Movilización Social tan variada y activa que se da en Colombia.
Pero lo más extraño fue el abandono que se hizo de los derechos humanos promulgados por la revolución francesa de 1789, y que quien quiera presentarse como insurgente y vanguardia de un nuevo orden social o un nuevo Estado debe conocer como mínimo, en cuya base de todos está el derecho a la vida, sin el cual no se puede garantizar la paz, pues sin vida no puede haber ejercicio de los demás derechos, ni paz y su ausencia nos remitiría a la barbarie del siglo IV del “derecho a la legítima defensa” mencionado por San Agustín e invocado por todos: el Estado invoca el derecho a su legítima defensa, la oligarquía lo invoca también, así mismo los trabajadores y campesinos invocan el mismo derecho a defender su vida legitimante. Es decir, la existencia de un no-Estado como garante universal. Su negación, más no su superación dialéctica (auf heben)
En el caso colombiano amenazada la vida cada minuto por los narco paramilitares del Estado, rueda dentada esencial para la máquina infernal del Bloque de Poder Contrainsurgente (BPCi) no se puso este derecho a la vida como línea roja esencial para construir la paz en general que abarcara todo el conjunto de la sociedad y entonces, hoy como un mal despertar se comprueba que los narco paramilitares del Estado, de quienes no se “negoció” su desmonte total y castigo, siguieron impunes con su mentalidad nazi-fascista de desprecio por la vida humana, pues el centro del nazismo es ese, despreciar la vida humana y quitarla, y, a la fecha pueden mostrar victoriosos las tremendas cifras de montones de cadáveres de ex guerrilleros y líderes sociales ejecutados en condición desarmada y de indefensión, sin que nadie pueda hacer nada. Ni siquiera la legitima defensa de la vida que ahora se invoca como remedio paliativo de última hora, ante la pretensión nazi de desbarrancar el país nuevamente hacia una confrontación generalizada. Para esto se ha echado Pinzón Bueno el hacha al hombro.
4. El Bloque de Poder contrainsurgente que domina y dirige al Estado colombiano actual con todas sus reformas constitucionales, pactos en las alturas con plebiscitos y refundaciones Estatales, tal como lo ha venido haciendo desde hace 200 años cuando fue instituido por la oligarquía santanderista cipaya del imperialismo anglosajón, no se ha movido una raya, ni se moverá de su política esencial de clase de “unir a la burguesía y dividir al proletariado”, como lo dijeron Marx y Engels hace tanto. Ante el colapso intencionado del Acuerdo de la Habana/16, y el panorama de estigmatización de la Movilización Social con alguna de sus figuras incluidos los sacerdotes consecuentes, hoy, el BPCi es consciente y sabe que a pesar de todo tiene ante sí un escenario completamente despejado para superar el desgaste de su Hegemonía producido por el conocimiento social cada vez mayor de las atrocidades cometidas por uno de sus pilares, el matarife AUV con sus compinches, como por el desgaste de la figura inerte del subpresidente Duque con su desgobierno. Sabe y es consciente de la muy probable salida del gobierno del partido de AUV/ Duque y, en las condiciones desastrosas de la post pandemia Covid 19, ha empezado a barajar nombres de los mascarones de proa que irían a reemplazar a Duque, iniciando la trampa política y a la jugarreta con figurones de extrema derecha, de derecha, de centro, de centro izquierda y de izquierda. Es muy probable que personas que se dejan clasificar por los politólogos del régimen como de Izquierda, salgan a jugar ese partido ya arreglado de antemano. Eso sucederá. Es más probable que se encuentre vacuna contra el Covid 19 que contra la necedad humana.
Pues bien, el Estado colombiano seguirá y con él las contradicciones y complejidades que lleva en su vientre. De tal suerte que además de esta consideración que nos remite al desenvolvimiento del Acuerdo de la Habana hasta su falla y sus montones de muertos de exguerrilleros y líderes sociales fusilados, la destrucción del tejido social, así como la reactivación de los combates en la guerra contra las drogas, vuelven a poner el asunto de la paz en Colombia como una prioridad ineludible, que tarde o temprano se tendrá que volver a considerar seriamente porque ahora este asunto de la paz se ha complejizado aún más; la ficción de la paz general en Colombia ha quedado en eso, en una ficción; el conflicto social armado se ha reciclado y persiste, y una posible paz general solo se logrará cuando se den cuatro condiciones particulares:
Una solución política con el ELN y demás grupos
insurgentes y «disidentes» políticos aún en
armas. Dos, cumplimento con el partido de la Rosa del Acuerdo de paz particular
con ese grupo, que no es necesariamente para la generalidad
de toda Colombia. Tres, cumplimiento de los acuerdos y las negociaciones
sectoriales con las diversas Movilizaciones Sociales particulares. Y
cuatro, sólo la Movilización Social unida podrá enfrentar el desastre económico
y social de la post pandemia que se vino encima. Quién
reemplace a Duque, tendrá que lidiar con estas cuatro condiciones, sin poderlas
eludir. Ya se verá.
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