Todo esto vino a determinar hasta el día de hoy – en uno y otro sentido – el comportamiento de los diferentes movimientos populares revolucionarios del mundo. De ahí que exista una preocupación genuina entre muchos seguidores del Socialismo sobre su pertinencia actual. Esto ha exigido un debate inconcluso, con posiciones distintas y a veces antagónicas, pero todas marcadas por la necesidad de definir el Socialismo a la luz del mundo capitalista de hoy. Algo que no fuera previsto por los antecesores sin caer en el utopismo. Y menos, el fenómeno de masas que tiene lugar en nuestra América. Proclamando la vigencia del socialismo como alternativa revolucionaria frente al capitalismo. Esto hace de tal debate un asunto de vital importancia para la coyuntura mundial. Y la correlación de fuerzas actual. Con toda la audacia, el espíritu crítico y el rigor científico que ello exige. /////
El Problema de la Transición hacia el Socialismo. ( Parte I ).
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Miércoles 10 de noviembre del 2010.
Homar Garcés (especial para ARGENPRESS.info)
Mucho antes de la implosión de la Unión Soviética, algunos teóricos del socialismo se habían preocupado por definir las características y categorías de su transición, partiendo de la realidad de la sociedad capitalista contemporánea y permitiéndose revisar el legado de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, entre otros. Todo esto en un momento histórico que parecía darle la supremacía definitiva al imperialismo gringo y sus socios europeos sobre el otrora bloque soviético o comunista, víctima de un estancamiento económico, producto -básicamente- de la contienda asimétrica entablada con éste, con las consecuencias ya conocidas.
La primera revolución proletaria mundial, en su camino de construcción del socialismo, tuvo que afrontar -en un país atrasado técnicamente y sin los niveles de productividad observados en el resto de Europa- los graves problemas creados por la Primera Guerra Mundial, la guerra civil y los ataques de las potencias europeas, deseosas éstas de acabar con esta peligrosa experiencia revolucionaria que amenazaba sus intereses, por lo que Lenin y el régimen bolchevique tuvieron que realizar un viraje estratégico en 1921 en materia económica, planteando la necesidad de una serie de etapas transitorias previas. Ello sería, en alguna forma, el reconocimiento tácito de lo afirmado por Marx en su Crítica al programa de Gotha en el sentido que “de lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino, al contrario, de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede”. Cuestión ésta que amplía al escribir: “En una fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!”.
Sin embargo, al prevalecer la tesis de la revolución socialista en un solo país (contradiciendo el análisis leninista al señalar que “mientras no haya revolución en otros países, necesitaremos décadas para salir de esta situación”), el enriquecimiento teórico del socialismo se vio truncado. En los diferentes regímenes establecidos como socialistas en varias naciones del planeta, fue adoptado como dogma inapelable lo realizado en la URSS, sin tener en cuenta las peculiaridades de cada una de ellas. Al margen de ello, no se avanzó decididamente en la eliminación de los esquemas heredados del capitalismo, manteniendo las mismas relaciones de producción, y, peor aún, no se le dio cabida al protagonismo y a la participación de las masas, en tanto los funcionarios del Estado (en simbiosis con la estructura burocratizada del Partido comunista) se convertían en una nueva versión de clase gobernante, a pesar de proclamarse allí la dictadura revolucionaria del proletariado y la eliminación de las clases sociales.
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El problema de la transición hacia el Socialismo. ( Parte II ).
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Miércoles 17 de noviembre del 2010.
Homar Garcés (especial para ARGENPRESS.info)
Lenin en su Informe sobre la Nueva Política Económica, implementada en la Unión Soviética ante los graves problemas económicos y de desabastecimiento que padece su población, indica “realizar en todo el país un intercambio más o menos socialista, de productos industriales y productos agrícolas, y por medio de este intercambio de mercancías restablecer la gran industria, como único fundamento de la organización socialista”.
“Ahora nos vemos obligados -concluye Lenin- a retroceder un poco más, no sólo al capitalismo de Estado, sino a la regulación estatal del comercio y de la circulación monetaria. Sólo por este camino, más largo aún que el previsto, podemos restaurar la vida económica.” Tal situación, salvando distancias y tiempos, viene a planteárselo también Ernesto Che Guevara al encargársele la dirección del proceso de industrialización en Cuba, expresando sus dudas respecto al modelo económico contemplado en el manual de la Academia de Ciencias de la URSS.
Desde entonces, la sustitución del modelo económico capitalista significó un escollo difícil de superar para muchos de los gobiernos proclamados como socialistas en el mundo, pues todo lo existente en relación a un modelo económico socialista provenía mayormente de esta nueva potencia, manteniéndose algunos rasgos pertenecientes al capitalismo. Quizás en ello influyera el hecho que todas las experiencias revolucionarias socialistas tuvieran lugar en países periféricos del sistema capitalista, como Rusia y China, con economías prácticamente precapitalistas, en vez de aquellos altamente desarrollados, como lo previeran Marx y Engels. Consciente de ello, Lenin expone a la dirigencia de la revolución en Hungría que “es absolutamente indudable que la mera imitación de nuestra táctica rusa en todos los detalles, dadas las condiciones de la revolución húngara, sería un error. Debo prevenir a ustedes contra ese error...”. Esto lo recalcaría también en su obra El “izquierdismo” enfermedad infantil del comunismo, donde escribe que los revolucionarios deben ser capaces de aplicar “los principios generales y fundamentales del comunismo a las relaciones peculiares entre las clases y los partidos, a las características peculiares del desarrollo objetivo hacia el comunismo, que en cada país son diferentes y debemos saber descubrir, estudiar y vaticinar.” Sin embargo, en la mayoría de las naciones que luego conformaran el bloque soviético se obvió esta recomendación de Lenin y se adoptó como dogma científico lo aplicado desde el Kremlin. En muchos casos, lo que ocurrió fue la implementación de un capitalismo regulado desde las estructuras del Estado, lo cual conllevaría más tarde a abrirle espacio a una nueva clase económica poco diferenciada de la existente en el resto del mundo capitalista, pero florecida con el ropaje “socialista”.
Transcurrido el siglo XX, el socialismo sigue representando la alternativa revolucionaria frente al capitalismo, sólo que ahora se pretende distinguirlo del “realmente existente” en la Europa oriental, lo cual se ha extendido a China, Vietnam y Cuba, con sistemas nominalmente socialistas o comunistas, al permitir cierta coexistencia económica con el capitalismo. No obstante, se nota aún la dificultad para la instauración definitiva de un sistema propiamente socialista, así como una definición mejor perfilada, al encararse el viejo dilema de las relaciones de producción y la dicotomía trabajo-capital, máxime cuando el mundo se encuentra sometido a los intereses de las corporaciones capitalistas transnacionales. Todo esto envuelve manejar criterios nuevos, alejados del idealismo poco realista frecuente en alguna gente de izquierda, entretanto se vayan creando las condiciones mínimas requeridas para que la clase asalariada alcance su emancipación y autodeterminación, aceptando sin prejuicio alguno que el socialismo -tal como lo concibieran o asomaran Marx, Engels, Lenin y otros tantos teóricos y luchadores revolucionarios- no se ha concretado, por ahora, en país alguno.-
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