De Seúl solo saldrá "viento", sentenció Carlos Tadheu de Freitas, economista jefe de la Confederación Nacional del Comercio y ex director del Banco Central brasileño. Él prevé un período de "estanflación" mundial, con estancamiento o desaceleración de la actividad económica en los países emergentes que venían creciendo, agravada por la inflación. "Después de tres décadas de globalización, el sistema productivo de bienes y servicios está integrado mundialmente" y sufriría un serio desorden si un brote de proteccionismo traba los flujos comerciales y de inversiones, sostuvo Mariano Laplane, director del Instituto de Economía de la Universidad de Campinas.
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Nueva divisa
Las claves del G-20 en Seúl.
Manuel Llamas
Seúl puede suponer un freno a las actuales tensiones comerciales o, por el contrario, la espita que, finalmente, haga saltar por los aires el constante proceso de apertura, liberalización y desarrollo internacional propio de la globalización económica.
Seúl bien podría marcar un antes y un después en la estructura económica mundial de las últimas décadas. Los principales líderes políticos del planeta se reunirán en la próxima cumbre del G-20 para intentar poner fin a una guerra de divisas que, poco a poco, se está materializando en una escalada de intervenciones monetarias y proteccionistas cada vez mayor. La situación actual recuerda mucho a un escenario de preguerra, en el que los distintos agentes implicados lanzan amenazas y advertencias, al tiempo que negocian alianzas para combatir a un enemigo común.
El dólar ocupa el epicentro de esta particular batalla. La hegemonía del billete verde, la divisa de reserva internacional por excelencia, lleva siendo cuestionada de un modo creciente desde el inicio mismo de la crisis financiera. La política monetaria de Estados Unidos tan sólo ha aumentado dichas tensiones, ya que persigue envilecer aún más el valor del dólar con el fin de impulsar las exportaciones, monetizar la mala deuda (pública y privada) y generar inflación. Una estrategia que, sin duda, perjudica a sus acreedores y a los países con superávit comercial, como es el caso de China, Alemania y los llamados "emergentes".
No obstante, las críticas a la nueva ronda expansiva de Bernanke han sido insólitamente duras y explícitas por parte de las autoridades europeas y asiáticas. Las grandes potencias esperan poder rebajar esta tensión alcanzando algún tipo de acuerdo durante las sesiones de trabajo que tendrán lugar en Seúl. En esencia, todo gira en torno a un mismo y trascendental punto: la reforma del sistema monetario internacional y, por tanto, la sustitución del dólar como moneda mundial de referencia. Ni más ni menos. Gobiernos y autoridades monetarias llevan discutiendo este asunto a puerta cerrada desde 2008 y, sin duda, volverá a centrar el debate en Seúl.
De ahí, precisamente, la nueva propuesta del Banco Mundial, consistente en establecer una especie de tipos de cambio fijos anclados (con un margen de fluctuaciones) a una cesta de divisas, materias primas e, incluso, oro. No se trata de una mera ocurrencia. China, Rusia, Brasil, India, la ONU y hasta el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) han avanzado reformas monetarias similares a lo largo de los últimos meses. De hecho, incluso el secretario del Tesoro de EEUU, tras sufrir un lapsus, llegó a admitir en público la posibilidad de establecer una nueva moneda mundial en sustitución del dólar. Es decir, el G-20 estudia un nuevo Bretton Woods.
¿Problema? Ninguna moneda fiduciaria mundial solventará las graves deficiencias que padece el actual sistema monetario. Y es que, la única solución pasa por restaurar el clásico patrón oro –puro y duro, sin ambages–. Sólo así la economía internacional logrará desarrollarse en el futuro sobre cimientos sólidos. Y es que si falla la base (dinero fiduciario), tarde o temprano, el resto del edificio se derrumbará.
Dicho esto, el acuerdo no sólo no es sencillo, sino poco probable. Washington sería el primer y principal perjudicado, ya que perdería su gran privilegio de imprimir papel moneda de curso legal a nivel mundial, con todas las ventajas que ello conlleva. Por ello, Estados Unidos insistirá en su propuesta de establecer límites máximos (4% del PIB) en los desequilibrios comerciales (superávit y déficit) de los distintos países. Sin embargo, Alemania y China ya han rechazado esta opción.
Ante tales divergencias, resultará difícil alcanzar un acuerdo sobre esta materia. Y es aquí, precisamente, donde surge el gran dilema. ¿Qué pasará si la guerra de divisas continúa? La devaluación artificial de monedas es una estrategia de corto recorrido y, tras ella, se esconde la mayor amenaza para la economía mundial: el proteccionismo y la desglobalización. El Gobierno de Estados Unidos ya tiene preparado todo un arsenal proteccionista contra China ante tal eventualidad; China, por su parte, está restringiendo la exportación de las denominadas "tierras raras", la materia prima de las tecnologías más avanzadas; mientras, Bruselas estudia una nueva legislación que permita a Europa adoptar represalias contra sus socios comerciales, incluidos los países emergentes, que no abran sus mercados públicos a las compañías europeas; los emergentes, a su vez, apuestan por aplicar barreras de entrada a los capitales foráneos... y así, sucesivamente.
Seúl es, pues, una cita clave para el futuro de la economía mundial. Puede suponer un freno a las actuales tensiones comerciales o, por el contrario, la espita que, finalmente, haga saltar por los aires el constante proceso de apertura, liberalización y desarrollo internacional propio de la globalización económica.
Manuel Llamas es jefe de Economía de Libertad Digital y miembro del Instituto Juan de Mariana
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G-20
¿Hacia el fin de la globalización?
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Por Mario Osava
RÍO DE JANEIRO, 9 nov (IPS) - Una "grave regresión" de la economía mundial, con un brote generalizado de barreras al comercio y al flujo de capitales, es un resultado posible ante la previsible incapacidad del Grupo de las 20 mayores economías (G-20) de hallar soluciones a la actual crisis.
Lo más probable es que el G-20 empiece a sufrir un "progresivo desmantelamiento" en su cumbre de Seúl, el 11 y 12 de este mes, porque se asienta en "coaliciones que no se sostienen" y sus miembros viven conflictos insolubles, según el brasileño Fernando Cardim, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
Solo "una diplomacia sorprendente" podría en este momento producir algún entendimiento que abra camino a "una solución colectiva", que es la única salida a la crisis económica mundial, sostuvo. "Ojalá la visión del abismo" estimule el espíritu colaborativo de los gobernantes, acotó.
El G-20 agrupa a las principales potencias industriales y de economías emergentes de carácter muy distinto: Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Rusia, Sudáfrica, Turquía y la Unión Europea.
De Seúl solo saldrá "viento", sentenció Carlos Tadheu de Freitas, economista jefe de la Confederación Nacional del Comercio y ex director del Banco Central brasileño. Él prevé un período de "estanflación" mundial, con estancamiento o desaceleración de la actividad económica en los países emergentes que venían creciendo, agravada por la inflación.
"Después de tres décadas de globalización, el sistema productivo de bienes y servicios está integrado mundialmente" y sufriría un serio desorden si un brote de proteccionismo traba los flujos comerciales y de inversiones, sostuvo Mariano Laplane, director del Instituto de Economía de la Universidad de Campinas.
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Esto representaría "el caos" para los países asiáticos "que dependen mucho de las exportaciones" y dañaría gravemente a los países latinoamericanos vulnerables al comercio exterior, como Argentina, Chile y México, prevé Cardim.
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Brasil, por su gran mercado interno y una relativa autosuficiencia, podría sufrir menos, coincidieron Cardim y Freitas. Esto es atribuible a la "grasa acumulada" por el país, cuyo crecimiento económico bajaría de cinco a cerca de tres por ciento al año, estimó Freitas.
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El pesimismo se acentuó después de que el banco central de Estados Unidos (la Reserva Federal, o FED) anunció que comprará títulos del Tesoro por 600.000 millones de dólares en los próximos ocho meses, inundando el mercado mundial con la moneda estadounidense y devaluándola más aún.
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La reacción general será un mayor control del flujo de capitales, como "primer paso" y, si esto no resulta, vendrá entonces una ola de proteccionismo comercial, provocando una "desaceleración de la actividad económica" en los países emergentes que están sosteniendo la economía mundial, evaluó Freitas.
Estados Unidos busca solucionar su crisis transfiriendo los costos al resto del mundo. La política que adoptó la FED entre 1979 y 1981, elevando paulatinamente las tasas de interés a más de 20 por ciento al año para doblegar la inflación, sumergió a gran parte del mundo en una crisis que costó una o dos "décadas perdidas" a los países endeudados.
Ahora la "señal se invirtió", se trata de superar la recesión y devaluar el dólar para aumentar las exportaciones, en desmedro de los demás. Pero "los países emergentes tienen hoy medios para defenderse", comentó Laplane.
Brasil, por ejemplo, adquirió abultadas reservas cambiarias, que se acercan a los 300.000 millones de dólares, pagando un costo brutal para mantenerlas a causa de su elevada tasa básica de interés, actualmente en 10,75 por ciento. Como no logró contener la devaluación del dólar frente al real, pasó a gravar algunos capitales foráneos con tasas que se elevaron de dos a seis por ciento.
El gobierno tendrá que adoptar "otras medidas de selección" de capitales, sin excluir la exigencia de que permanezcan en el país por cierto período, como hace Chile, opinó Laplane, aunque reconoció que "todo será insuficiente ante la avalancha" provocada por la medida de la FED hacia un Brasil muy atractivo por su tasa de interés y crecimiento económico.
Estados Unidos y China tienen sus razones para mantener devaluadas sus monedas, pero los países emergentes cuentan con "una fuerza moral no despreciable", pues buscan evitar un "retroceso económico" desastroso para todos, que daría pie a una guerra comercial y al cierre del mercado de capitales, arguyó.
"En algún momento prevalecerá la sensatez" en defensa de un "sistema económico abierto e integrado" que el G-2 (China y Estados Unidos) "está volviendo inviable", vaticinó Laplane.
En realidad, todos los países siempre "tratan de transferir problemas internos hacia fuera", pero son muy distintos los efectos de la acción de las potencias, y "hoy todos reaccionan", lo que abre "un período muy peligroso, con un potencial ilimitado de conflictos", sostuvo Cardim.
En 2009, hubo un "clima cooperativo" ante el temor de una depresión económica mundial. Pero, superado "el pánico", volvió la tradición de "echar los costos sobre los hombros de los demás", razonó. Además, el fortalecimiento opositor en las elecciones parlamentarias estadounidenses de la semana pasada impide al gobierno moderar su apetito.
"Evitar un colapso" como el de 1930 fue positivo, pero "solo Dios sabe lo que vendrá después del G-20"; será "un tiempo de tensión y regresión", concluyó Cardim.
De momento se desarrolla la "guerra cambiaria", expresión acuñada por el ministro de Hacienda de Brasil, Guido Mántega.
El futuro "depende de hasta dónde llegue la política monetaria de Estados Unidos", porque si sube mucho la inflación obligará al alza de intereses, desarmando la trampa de la creciente devaluación del dólar, según Freitas.
La lluvia de dólares generada por la decisión estadounidense acentuará el alza de los precios de productos agrícolas y minerales, por la especulación que tiende a reforzarse y retomar los niveles de 2007. La inflación y el hambre se sumarán al desempleo como amenazas del nuevo formato que está asumiendo la crisis económica mundial.(FIN/2010)
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