sábado, 4 de diciembre de 2010

"El fin de la globalización". Hacia un mundo más pequeño.

&&&&& Para Jeff Rubin, un reputado economista canadiense, la presente recesión mundial no tiene su origen ni en las hipotecas basura ni el estallido de la burbuja inmobiliaria; a su parecer, esta crisis dio comienzo, al igual que todas las que han sacudido el planeta desde los años cincuenta, con el encarecimiento del combustible que mueve la economía global: el petróleo. Esa desigualdad entre oferta y demanda solo puede conducir, aplicando las teorías básicas de la Economía, a un encarecimiento del precio del petróleo. Y las consecuencias económicas de un petróleo caro ya las conocemos: basta con echar la vista atrás y recordar el parón que sufrió la economía mundial como consecuencia de las crisis provocadas por la OPEP en la década de los setenta. /////


Hacia un mundo más pequeño.

El "Fin de laglobalización y entrar en una cultura basada en los productos locales".

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Integral. Sábado 3 de diciembre del 2010.

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El fin de la cultura “low cost” nos brinda la oportunidad de recuperar el valor de los más próximo y natural, además de redescubrir la mesura de las cosas.

Texto: Francesc Miralles.

El analista económico Jeff Rubin, especialista en precios del petróleo, fue despedido del banco para el que trabajaba por anunciar el fin de la globalización. En su ensayo Por qué el mundo está a punto de hacerse mucho más pequeño (Tendencias), se dedicaba a desgranar por qué estamos a punto de entrar en una cultura basada en los productos locales, una tendencia que promueve esta revista desde hace más de tres décadas.

La predicción que hace del fin de los excesos que han caracterizado el mundo globalizado está basada, justamente, en el petróleo. Su tesis es: cuando se termine esta crisis y se reactive nuevamente la maquinaria del capitalismo, el precio del crudo volverá a subir, lo cual modificará para siempre nuestro actual modo de vida. En sus propias palabras: “Cuando el barril de petróleo vuelva a costar tres dígitos, esto acabará con la cultura low cost y demostrará que la globalización ha sido un sueño o una pesadilla, pero que, en cualquier caso, es económicamente insostenible. Ya era ecológicamente inviable, pero ahora también lo será desde un punto de vista financiero. Tomaremos el avión, pero no para ir a Vietnam unos días de vacaciones, sino en ocasiones muy determinadas y pagando un precio muy alto, tal como sucedía antes”.

El mundo que bien.

Las consecuencias de lo que augura este economista canadiense van mucho más allá del ámbito financiero, ya que afectarán a nuestro estilo de vida.

Jeff Rubin prevé el retorno de las fábricas que hoy están en Asia, porque el combustible será tan caro que no saldrá a cuenta transportar hasta aquí los productos, por muy barata que resulte la fabricación. Cuando el transporte sea tan costoso que se convierta en un lujo, tendremos que volver a producirlo todo nosotros y más cerca: desde los granos de arroz hasta la maquinaria. Lo que en tiempos de nuestros abuelos era exótico y caro, volverá a ser exótico y caro. Es decir, nos acostumbraremos nuevamente a la cultura local y artesana. Esto terminará con excentricidades como las que denuncia este autor: “¿Qué es lo más refrescante que se puede hacer en Dubai en una tarde de sol abrasador? Esquiar.

Muy probablemente afuera se pueda cocer un huevo frito sobre el capó de un coche, pero todos los días se dispone de una sorprendente pista de nieve para esquiar o, como se publicita en los anuncios, simplemente para jugar con ella. Ski Dubai y el inmenso recinto cerrado en el que se ubica consume la energía equivalente a 3.500 barriles de petróleo al día. Todos los días visitan el centro prácticamente el mismo número de personas. Es fácil echar cuentas: para mantener este estilo de vida sería necesario un barril de petróleo por persona y día”.

Según las tesis de Rubin, llegará un momento en el que el crudo será tan escaso y tendrá un precio tan desorbitado –se ha dejado el petróleo más costoso de extraer para el final–, que algo así será inimaginable. Y no hablamos sólo de tener nieve en el desierto. El fin de la globalización económica nos permitirá recuperar la medida de las cosas. La buena noticia es que el descalabro de nuestro sistema económico va a conducirnos a un mundo “más pequeño” y a una nueva psicología.

Esto no significa regresar a una cultura conservadora ni renunciar a los beneficios de la era Internet, que nos permite comunicarnos instantáneamente con cualquier persona en cualquier lugar del planeta. Tal como concluye el filósofo Fernando Savater: “Se puede estar a favor de la globalización y en contra de su rumbo actual, lo mismo que se puede estar a favor de la electricidad y contra la silla eléctrica”.

· Satisfacción inmediata.
· La asignatura de humanizarnos.
· Un mundo feliz??.
· Volver a los orígenes.
· 7 pasos.

Dejando un momento de lado las predicciones de Jeff Rubin, es interesante analizar desde el punto de vista psicológico qué nos ha llevado hasta el actual estado de las cosas. ¿Cómo y por qué hemos pasado de consumir lo que necesitábamos a una cultura de hiper-consumo compulsivo? Es una larga historia que nos remite a los inicios de la revolución industrial, cuando millones de personas dejaron la vida en el campo para entregarse a talleres y fábricas donde realizaban tareas tan agotadoras como repetitivas. Con el paso de las décadas, los trabajadores fueron ganando derechos, una mejor remuneración y tiempo libre, pero eso no evitó el principal de los males: a la mayoría no le gustaba el trabajo que realizaba.

Cuando alguien consume la mayor parte de su vida despierta –contando los desplazamientos de ida y vuelta al trabajo– haciendo algo que no le gusta, la mente reclama una compensación. Como el niño que aborrece la escuela y, a la salida, come chucherías para resarcirse, el capitalismo se sustenta de esa necesidad de placer inmediato que oculta un tipo de vida que no nos satisface. Por eso, hasta el estallido de la crisis económica, trabajadores de todo rango contrataban vacaciones en el Caribe o se endeudaban cambiando de coche o comprando una segunda residencia. Era nuestra manera de hacer nieve en el desierto después de una jornada abrasadora.

Ahora que la fiesta parece haber terminado, empezamos a darnos cuenta de que quizás el paraíso en el que creíamos vivir no era tal. Como argumenta el analista político norteamericano Michael Parenti: “El problema del capitalismo es que recompensa la peor parte de nosotros como especie: una actitud despiadada, competitiva y manipuladora, así como los impulsos de satisfacción inmediata; mientras que las virtudes como la honestidad, la compasión, el juego limpio, el trabajo duro, la justicia y la preocupación por los demás obtienen poca gratificación, cuando no se convierten directamente en una desventaja o en un
obstáculo para prosperar”.

Tags: comercio justo, consumo local, fin de la globalización, globalización, Jeff Rubin, low cost, Por qué el mundo está a punto de hacerse mucho más pequeño, productos locales


/////* Nuestro país, en el escenario de las Tres Crisis Mundiales, la coyuntura nos enseña que los escenarios locales, el emergente poder local – la nueva sociedad civil popular, plural, democrática - se han transformado en verdaderas potencialidades, energías, talentos, virtudes, experiencias y sinergias locales y regionales con capacidad de alcanzar extraordinarios éxitos, alianzas y fortalezas de reconocida categoría mundial. “Volvemos a nuestro pequeño mundo”. “Hay que aprender a vivir con lo nuestro”. Nuestras economías locales hoy constituyen un verdadero desafío para nuestra sabiduría. Hagamos funcionar colectivamente nuestros Conocimientos Tradicionales.

Con propuestas muy distintas, pero caminando hacia los mismos objetivos estratégicos, leamos el planteamiento del Dr. Economista Jeff Rubin.
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Para Jeff Rubin, un reputado economista canadiense, la presente recesión mundial no tiene su origen ni en las hipotecas basura ni el estallido de la burbuja inmobiliaria; a su parecer, esta crisis dio comienzo, al igual que todas las que han sacudido el planeta desde los años cincuenta, con el encarecimiento del combustible que mueve la economía global: el petróleo.

El autor considera que el pico del petróleo —momento en que se alcanzará la máxima producción de crudo, que después descenderá con gran rapidez— está cercano; y mientras tanto, la dependencia de nuestras sociedades de los combustibles fósiles no hace sino crecer. A pesar de los avances en eficiencia energética, el consumo de hidrocarburos en Occidente no ha cesado de aumentar: por ejemplo, la cantidad de energía necesaria para generar una unidad de PIB en EEUU se ha reducido en un 50% en los últimos treinta años, pero su consumo de petróleo ha aumentado en un 20%. A la demanda de los países desarrollados se une ahora la de los países emergentes, como China, India o Brasil, que con sus industrias intensivas en energía, aumentan su consumo de barriles años tras año.

Esa desigualdad entre oferta y demanda solo puede conducir, aplicando las teorías básicas de la Economía, a un encarecimiento del precio del petróleo. Y las consecuencias económicas de un petróleo caro ya las conocemos: basta con echar la vista atrás y recordar el parón que sufrió la economía mundial como consecuencia de las crisis provocadas por la OPEP en la década de los setenta.

De hecho, Rubin nos señala los precios de tres dígitos (casi 150 dólares/barril) que el crudo alcanzó en el primer semestre de 2008 como el origen de la presente recesión. Y si bien los altos precios dan lugar a una inmediata contracción de la demanda, que a su vez provoca una caída de los precios, estos nunca vuelven a estar tan bajos como antes de la subida. Y, desde ese suelo, volverán a elevarse en cuanto la recesión comience a aflojar y la demanda de energía crezca de nuevo.
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Un aumento de la producción se considera ya una quimera, pese a las promesas de las compañías petroleras. Cada vez queda menos petróleo convencional (el de fácil extracción) y el no convencional requiere invertir demasiado dinero y, sobre todo, demasiada energía, lo que no lo convertirá en combustible barato. Por otra parte, las energías renovables y los biocombustibles no pueden ser contemplados, hoy por hoy, como una alternativa realista, dadas las enormes necesidades de energía que requiere mover nuestras economías.

En consecuencia, Jeff Rubin apuesta por una vuelta al mundo local que existía antes de la globalización. Si los capitales huyeron hacia aquellos mercados laborales que ofrecían la mano de obra más barata, a la vez que extendían sus mercados por todo el planeta, gracias a la oportunidad que brindaba un transporte barato, basado en un combustible barato, ahora volverán a casa. Ya no tendrá sentido importar acero desde China, o lechuga desde Argentina, porque la ventaja económica que otorgaban los bajos salarios, será absorbida por los costes del transporte.

Sin lugar a dudas, los precios subirán, pues la mayoría de productos ya no se podrán fabricar a bajo coste. Y dejaremos de disfrutar de esos millares de artículos que ahora nos llegan desde el otro lado del globo. Los altos precios de la gasolina nos obligarán a mover menos el coche y a buscar un empleo lo más cercano posible a nuestra casa. Y nuestro ocio, casi siempre intensivo en energía, tendrá igualmente que cambiar.
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Ese nuevo mundo local que nos esboza Jeff Rubin parece muy prometedor: más sostenible y más limpio, pero también con mayor tasa de empleo, una vez regresen aquellas empresas e industrias que habían huido en busca de mano de obra barata a la que explotar.
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No obstante, y dada la evolución económica y social que hemos visto en los últimos cincuenta años, sería pecar de un absurdo optimismo el creer que ese idílico porvenir esté a la vuelta de la esquina. El propio Rubin defiende la globalización como algo positivo, puesto que permitió a los ciudadanos occidentales tener acceso a un montón de productos a bajo precio. Sobre la pérdida de poder adquisitivo de esos mismos ciudadanos, o sobre quién se enriqueció obscenamente con la venta de esos productos que eran baratos gracias a la explotación de los trabajadores, no menciona nada.

Así pues, podemos estar seguros de que, como la globalización, el nuevo mundo que nazca de la escasez de petróleo beneficiará a unos pocos (los mismos de siempre) y perjudicará a la mayoría. Como aperitivo tenemos la presente crisis. *****

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