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“Acuerdo
en la Casa Blanca. Carter le dio un sentido americanista a las negociaciones cuando el 7 de
septiembre de 1977 se firmó el Tratado Torrijos Carter, que derogó lo acordado en 1903, marcó el fin de la jurisdicción de Estados Unidos, cedió derechos comerciales a Panamá y, más importante, fijó
el 31 de diciembre de 1999 como fecha para
concretar la devolución. Ese sentido
americanista estuvo dado en que, para la firma en la Casa Blanca, se invitó a todos los jefes de Estado de América Latina. Así, fueron a Washington, por primera y
única vez en su vida, los dictadores Jorge Rafael Videla y Augusto
Pinochet, que sintieron el rigor de la administración Carter por las sanciones a la Argentina
y Chile, símbolos de las violaciones
a los derechos humanos en la región. Tanto
Videla como Pinochet tuvieron en
esas horas las únicas reuniones
bilaterales, no muy amables, con un presidente
de los Estados Unidos. En la delegación de Torrijos estaba un escritor
inglés, crítico implacable del expansionismo estadounidense y a quien
la CIA había vigilado
durante décadas: Graham Greene.
El autor de El poder y la gloria se había vuelto cercano
a Torrijos. Después de la muerte
del general en un sugestivo accidente de aviación en julio de 1981, cuando Carter ya no era presidente, Greene volcó sus impresiones de esos tiempos en Conociendo
al general: la historia de una participación. Allí cuenta que, en la Casa Blanca, no pudo acercarse
a Pinochet para decirle una frase
que tenía bien pensada desde el 11
de septiembre de 1973: "General,
creo que usted y yo tenemos un amigo en común: el doctor Allende".
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LA
HISTORIA DEL CANAL DE PANAMÁ, LA NUEVA OBSESIÓN DE DONALD TRUMP.
La
megaobra de ingeniería y la disputa geopolítica.
*****
Tras
décadas de obras, comenzó a operar en 1914, bajo control estadounidense. La
independencia de Panamá, el rol de Estados Unidos en su "patio
trasero" y el tratado Torrijos Carter que devolvió el canal a manos
panameñas.
Por Juan pablo Csipka.
Fuente. Página /. 12 viernes 10 de enero
del 2025.
El
canal de Panamá funciona por un sistema de esclusas. . Imagen: Imagen web
El canal de
Panamá es una de las obras de ingeniería más impresionantes del Siglo XX. Su historia es la de la
búsqueda de un paso interoceánico entre el Atlántico y el Pacífico para facilitar
el comercio mundial y no depender del
estrecho de Magallanes y el Cabo de Hornos, de dificilísima navegación. En el medio, un
departamento (provincia) de Colombia se
independizó y cedió los derechos a perpetuidad
del flamante canal a los Estados Unidos.
Una
opción a Magallanes y Cabo de Hornos
Tras el descubrimiento del paso interoceánico en el extremo Sur de América por parte de Hernando de Magallanes, se sucedieron infinidad de expediciones en busca de otro paso con mejores condiciones de navegabilidad. En el siglo XIX, los geógrafos coincidieron en que la única manera era construir un canal en el extremo más angosto de un continente longitudinal.
Así fue como los ingenieros empezaron a analizar la posibilidad de hacer una obra en el istmo de Panamá. Otra
opción era hacer el canal más al norte, en territorio de Nicaragua, para lo cual habría que hacer una gran excavación en ambos extremos para llegar, por el este
y el oeste, al Gran Lago Nicaragua.
Décadas después de la propuesta
del naturalista
alemán Alexander von Humboldt, entró en escena Ferdinand
de Lesseps, el
responsable de la construcción del canal de Suez, que conecta el Mar
Mediterráneo con el Mar Rojo. Inaugurado en 1869 tras diez años de trabajo,
era la carta de presentación del empresario francés para hacer el canal de Panamá.
El proyecto francés
El desarrollo del capitalismo, en fase
expansiva, con un volumen de comercio
internacional que comprometía a prácticamente todas las naciones, volvió impostergable la construcción. Francia
inició las obras en base al proyecto de
Lesseps tras un acuerdo con el gobierno de Colombia. Se trataba de una obra
ambiciosa, con un sistema de esclusas para compensar la diferencia
de altura, dado que el Atlántico y
el Pacífico no están al mismo nivel. Esa idea la aportó el ingeniero
Gustave Eiffel, el constructor de la célebre torre que lleva su nombre.
La obra se vio retrasada por los casos
de fiebre amarilla y malaria. Ante
la escasez de fondos, Lesseps
emitió un bono para financiar la obra. Con parte de ese dinero, a través de sobornos, se
consiguieron fondos públicos y
además se sobornó a políticos y periodistas para que apoyaran
la iniciativa. Cuando se descubrió todo, la justicia francesa ordenó
la liquidación de la Compañía Universal del Canal Interoceánico de
Panamá, la empresa creada
por Lesseps. Miles de
personas que habían comprado bonos fueron estafadas y el barón Jacques de
Reinach, apareció muerto.
La obra quedó paralizada a partir de 1889. Entonces entró a jugar el gobierno de Estados Unidos. El
ingeniero Philippe Bunau-Varilla
había continuado a duras penas según
el proyecto de esclusas de Eiffel, pero sin fondos, fue a
pedir auxilio a Washington.
El
Tío Sam y un nuevo país
En enero de 1903, Colombia y Estados Unidos firmaron el
Tratado Herrán-Hay, por el cual ambos
países se comprometían a terminar la
obra del canal. En agosto, el Congreso
de Colombia rechazó los términos
del tratado, que planteaba la cesión de soberanía para el arrendamiento
por parte de los estadounidenses.
Los derechos de explotación
se cedían por un siglo. Un mes más
tarde, una ley abolió el tratado.
En
noviembre de 1902 había terminado la llamada Guerra de los Mil Días, un conflicto civil
que había desangrado a Colombia
desde 1899. El país salió muy maltrecho de esa guerra. La alta burguesía del
departamento de Panamá, en la zona de construcción del canal, aprovechó para intentar la escisión del resto
del país ante los beneficios que podría acarrearle una obra que en Bogotá había quedado frenada.
En noviembre de 1903, los separatistas panameños declararon la independencia. Detrás de ellos, en nombre
de la libertad de los pueblos,
estaba Estados Unidos. El presidente Thedore Roosevelt
dio inicio a la turbulenta relación
con lo que se conocería como "patio trasero". Atrás
quedaban las incursiones militares que despojaron a México
de la mitad de su territorio y las andanzas del filibustero William Walker en Nicaragua, símbolos de algo que en el Siglo
XX se conocería como "imperialismo".
El control del canal abría una nueva etapa.
Las obras culminaron en 1913 y el 15 de agosto de 1914 quedó oficialmente abierta la circulación, en
un momento muy especial: hacía
apenas un mes y medio que había estallado la Primera Guerra Mundial. Una semana antes
de la apertura del canal, Alemania había invadido Bélgica, cuyo garante era el Reino Unido. La entrada
de los británicos en la guerra le
dio otra escala. Panamá servía para oxigenar el comercio en medio de un conflicto de una magnitud nunca antes
vista.
Al momento de inaugurarse el
canal, regían los derechos del tratado que Colombia
había rechazado. Tras la separación de
Panamá, el parlamento del nuevo país
había ratificado el tratado. Washington
indemnizó a Colombia con 25 millones de dólares.
Con el correr de los años, el nacionalismo colombiano menguó
en relación a la posibilidad de una reunificación de ambos países. Gabriel García Márquez apuntó en Vivir
para contarla, su libro de memorias,
que la
separación de 1903 había dejado a Colombia como un país a espaldas del Caribe, que a partir de entonces
empezó a pensarse como una nación
andina.
Un reclamo de décadas
Lo que fue creciendo en las décadas siguientes a la inauguración
fue el anhelo nacionalista de Panamá
por tomar el control de un canal por el cual pasaba gran parte del comercio mundial
y que por el tratado
de 1903 privaba
al erario público panameño de recaudar millones de dólares por los derechos de
navegación.
Ese anhelo creció a lo largo de un siglo en el que la presencia de Estados
Unidos fue muy marcada en América
Central, con la lucha contra Augusto César Sandino en Nicaragua y la
instauración de la tiranía de la familia
Somoza, o el apadrinamiento
de la larga dictadura de Rafael
Trujillo en la República
Dominicana, o el entrenamiento
de grupos paramilitares en El Salvador y Guatemala, y más tarde la incursión de los contras nicaragüenses. Además
del dolor de cabeza permanente que significó lo ocurrido el 1º de enero de 1959 en Cuba.
Para 1977, en la Casa Blanca había un presidente proclive al diálogo sobre el canal, que podía convertirse en una bomba de tiempo desde que en 1968 Omar Torrijos se había convertido en el hombre fuerte de Panamá. Jimmy Carter tomó debida nota de la retórica del militar, que había tomado el poder por un golpe de Estado y hablaba con una fuerte impronta nacionalista.
Carter
y Torrijos firman el acuerdo que ahora Trump pretende desconocer.
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Acuerdo
en la Casa Blanca
Carter
le dio un sentido americanista a las negociaciones cuando el 7
de septiembre de 1977 se firmó el Tratado Torrijos Carter, que derogó lo acordado en 1903, marcó el fin de la jurisdicción de Estados Unidos, cedió derechos comerciales a Panamá y, más importante, fijó
el 31 de diciembre de 1999 como fecha para
concretar la devolución. Ese sentido
americanista estuvo dado en que, para la firma en la Casa Blanca, se invitó a todos los jefes de Estado de América Latina.
Así, fueron a
Washington, por primera y única vez en su vida, los dictadores Jorge Rafael
Videla y Augusto Pinochet, que sintieron el rigor
de la administración Carter por las sanciones a la Argentina y Chile,
símbolos de las violaciones a los
derechos humanos en la región. Tanto
Videla como Pinochet tuvieron en
esas horas las únicas reuniones
bilaterales, no muy amables, con un presidente
de los Estados Unidos.
En
la delegación de Torrijos
estaba un escritor inglés, crítico implacable
del expansionismo estadounidense y a quien la CIA había vigilado durante décadas: Graham
Greene. El autor de El poder y la gloria se había vuelto cercano a Torrijos. Después de la muerte del general en un sugestivo
accidente de aviación en julio de 1981, cuando Carter ya no era presidente,
Greene volcó sus impresiones de esos
tiempos en Conociendo
al general: la historia de una participación. Allí cuenta que, en la
Casa Blanca, no pudo acercarse a Pinochet para decirle una frase que tenía bien pensada
desde el 11 de septiembre de 1973: "General,
creo que usted y yo tenemos un amigo en común: el doctor Allende".
La
decisión de Carter causó escozor en la derecha
estadounidense. "Pagamos por el canal, es nuestro y no se
discute", llegó a decir un ex gobernador de California que se opuso al Tratado, y que más tarde aplacó la moral
de Washington contra las dictaduras
del Cono Sur cuando arribó a la Casa
Blanca, aunque no le dio para
sacarse una foto con Pinochet o Videla: Ronald Reagan.
El canal fue devuelto a Panamá en tiempo y forma (gobernaban Bill Clinton y
Mireya Moscoso, la viuda de Arnulfo Arias, derrocado 31 años antes por Torrijos), aun cuando en 1989 se produjo la invasión con sentido policial para
detener a Manuel Noriega, el sucesor
de Torrijos, al que George Bush padre acusaba de narcotraficante.
En dos
semanas más, Donald Trump volverá a ser
presidente y ya reclama por el
canal (¡ y por Groenlandia!),
sobre el cual hay derechos adquiridos. Quizás
quiera convencer al país centroamericano de dedicarse a explotar como marca el
nunca bien ponderado sombrero Panamá. Salvo que
se trata de un producto ecuatoriano. Aunque eso se podría
arreglar más fácil que lo que ahora propone el líder republicano.
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