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¿Fin del neoliberalismo? ¿El análisis de The Economist apunta, más allá, a lo medular: “el fin simbólico del neoliberalismo global”. Lo que atañe a todo el mundo y no solo a EE. UU. El neoliberalismo ya se habría restringido a lo económico, “muertos” sus componentes “sociales”: igualdad racial y de género, libre circulación de trabajadores, multiculturalismo. En cualquier caso: ruptura con la ideología que reinó durante cuarenta años: “el gobierno raído de los plutócratas que pretendían ser luchadores contra la pobreza”, según The Economist. Ya que no se sabe qué reemplazaría al neoliberalismo, la incógnita es adónde llevará Trump a los Estados Unidos y al mundo, aunque está claro que, para América Latina, revivirán objetivos intrusivos (“recuperar” el Canal de Panamá). Si se dan medidas arancelarias arbitrarias y persecución masiva a connacionales en territorio estadounidense, habrá repercusiones relevantes y sostenidas en la región.
(NOTA distinguido Amigo Diego, es el fin del NEOLIBERALISMO como doctrina Político, económica, financiera, social, hegemónica desde los 80´del siglo XX. hoy sí en CRISIS - para la Academia mundial, en Crisis Final - Pero El neoliberalismo y las Políticas del Consenso de Washington, son los "creadores, las padres titulares de la GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL, si en su CRISIS FINAL - solo un ejemplo, el Poder de los BRICS+ y en Sur Global. Trump, con su política del PROTECCIONISMO - ARANCELES, EXPULSIÓN masiva de Inmigrantes e Ilegales, y retorno de Millones de compatriotas, norteamericanos en todo el mundo". Solo un ejemplo Diego, el Neoliberalismo "seguirá por un tiempo" mientras la Globalización - proceso llamado hoy DESGLOBALIZACIÓN "va muriendo". Mi pregunta es con mucho respeto a un Académico y antiguo Amigo de tiempos universitarios"
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TRUMP:
¿FIN DEL NEOLIBERALISMO?,
por
Diego García-Sayán.
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Ya que no se sabe qué reemplazaría al neoliberalismo, la incógnita es adónde
llevará Trump a los
Estados Unidos y al mundo, aunque está claro que, para América Latina,
revivirán objetivos intrusivos (“recuperar” el Canal de
Panamá).
Por Dr. Diego García Sayán.
Fuente La República jueves 9 de enero
del 2025.
Cuando
Donald Trump asuma nuevamente este 20 de enero,
puede haber una fiebre de lo unilateral e impredecible para la región latinoamericana, que, por
lo visto, amenaza llegar hasta Groenlandia. Parece poco, pero en cuatro
años un presidente de los EE. UU. puede hacer muchas cosas, si cuenta —como es
el caso— con mayoría parlamentaria.
Abanico de amenazas
Son varios los temas sobre los que se podría focalizar el segundo trumpismo en asuntos con
repercusiones sobre América Latina. En todos ellos, hay una gran impredictibilidad.
Empezando con los millones de
inmigrantes que
anuncia expulsará. ¿Realmente
llevará a cabo una acción así? Si lo hace, ¿cómo
se hará y cómo repercutirá en la región? Con “remesas” mermadas y teniendo que asumir la súbita “repatriación” de miles —o millones— de nacionales, ¿Qué efectos tendría en los países?
O el impacto en el comercio
internacional,
con una nueva política arancelaria. ¿Viene
una ola de proteccionismo,
como ha anunciado? Habrá que ver, a partir del 20 de enero, qué ocurre realmente. Pero Trump parece guiarse por consideraciones y fundamentos políticos, confrontando las vigentes reglas de la OMC.
Más allá del reingreso de Trump, político locuaz y lengua larga, el mundo está asistiendo a un acontecimiento histórico: “el fin simbólico del neoliberalismo global”. Lo destaca la siempre rigurosa revista The Economist, poniendo el dedo en la llaga.
Deportaciones masivas
Trump ha prometido las mayores
expulsiones de la historia de EE. UU.: con redadas en
centros de trabajo y revocación
de programas de libertad condicional.
Stephen Miller, su vicejefe de gabinete, y Tom Homan, su zar
de las fronteras, han anunciado
que utilizarán a las fuerzas armadas.
Todo apunta a que Trump se habría inspirado
en la «Operación Espalda Mojada»,
controvertida campaña ejecutada en
la década de 1950 bajo la presidencia de Dwight Eisenhower,
que expulsó a 1,3
millones de personas. Su objetivo declarado
fue deportar a migrantes mexicanos “indocumentados” dentro del contexto de una alegada “inmigración irregular” tras la Segunda Guerra Mundial.
La
discriminación
asociada con esa “Operación”
la ha convertido en un terrible hito
en las políticas antiinmigrantes de
EE. UU. en el siglo XX: abusos sistemáticos y atropello a derechos fundamentales. No solo se deportó a migrantes indocumentados,
sino también a ciudadanos
estadounidenses de ascendencia
mexicana, pues los agentes
no siempre verificaban la ciudadanía
antes de las deportaciones.
La “operación” no tuvo en cuenta que muchos migrantes habían sido incentivados a ingresar a EE. UU. a través del Programa Bracero, que permitía la contratación de trabajadores mexicanos para suplir la escasez de mano de obra durante la guerra. Tras haberse beneficiado, el gobierno los deportó.
Represión a gran
escala
Los expertos calculan que podrían ser entre 10 y 11 millones
los trabajadores no autorizados el “objetivo” de Trump. Que serían
el 6 % de
la población activa que trabaja
esencialmente en obras, granjas y
restaurantes. California, Florida, Nueva York y Texas acogen a casi la mitad. Las repercusiones económicas de una eventual deportación masiva de esa población repercutirían, de acuerdo con The Economist, en tres planos: empleo, precios de consumo y finanzas
públicas.
La experiencia sugiere que las deportaciones masivas no son una “bendición” para los trabajadores
estadounidenses. No “crean” puestos
de trabajo ni aumentan los salarios. Esa mano de obra no autorizada no sustituye,
sino que complementa a la autóctona. Serían “un
ingrediente crucial para la producción”, de acuerdo con un estudio
de la Universidad George Mason.
Asumen trabajos y salarios que los
estadounidenses rara vez aceptan. La
deportación de 1,3 millones de
trabajadores —si realmente ocurre— provocaría
una caída permanente del empleo del
0,6 %, según el Instituto Peterson
de Economía.
Las deportaciones masivas también afectarían las finanzas públicas. Si bien los inmigrantes no autorizados no tienen derecho a los subsidios del Obamacare, vivienda pública o programas
de asistencia social, contribuyen a las arcas públicas: impuestos sobre las ventas, planillas en la Seguridad Social y Medicare. También
pagan impuestos indirectamente a
través del alquiler.
El análisis oficial del Congreso en Washington ha concluido que el crecimiento de la inmigración aumentó los ingresos fiscales (redujo el déficit). La eliminación de una gran parte de estos trabajadores reduciría la base impositiva
al tiempo que dejaría intactas las
obligaciones de gasto.
Receta, pues, para desequilibrar las cuentas.
¿Fin del neoliberalismo?
El análisis de The Economist apunta, más
allá, a lo medular: “el fin simbólico del
neoliberalismo global”. Lo que atañe a todo el mundo y no solo a EE. UU.
El neoliberalismo ya se habría restringido a lo económico, “muertos”
sus componentes “sociales”: igualdad racial y de género, libre circulación de trabajadores,
multiculturalismo.
En cualquier caso: ruptura con la
ideología que reinó durante
cuarenta años: “el
gobierno raído de los plutócratas que pretendían ser luchadores contra la
pobreza”, según The
Economist.
Ya que no se sabe qué reemplazaría al neoliberalismo,
la incógnita es adónde llevará Trump a los Estados Unidos y al mundo, aunque está claro que, para América Latina, revivirán objetivos intrusivos (“recuperar” el Canal de Panamá). Si se
dan medidas arancelarias arbitrarias
y persecución
masiva a connacionales en territorio
estadounidense, habrá repercusiones relevantes y sostenidas
en la región.
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