&&&&&
“De
esta forma,
el liberalismo que se inclinó ante éste se le
separa, pero ese aislamiento no lo debilitó,
sino lo hace más beligerante, combativo
e intransigente, queriendo configurar el Estado fascista, concentrado en una élite política y económica, pensado como un aparato sin políticas sociales y redistributivas, con mínimas funciones, principalmente
políticas y jurídicas, al igual que ciertas
actividades asociadas a la industria, y claro las militares y represivas;
y también hacer del fascismo una
religión. Eso hace que la democracia
liberal,
que ya no representa un mito, sea incapaz de hacer frente al misticismo reaccionario de los fascistas, lo que solo pueden lograr
los comunistas, que sí tienen y configuran un mito, la revolución. Mariátegui nos presenta en su obra estos elementos para caracterizar
nuestra época, en
la que el patriotismo, el
conservadurismo y la violencia acceden bajo configuraciones políticas,
culturales y sociales fascistas al aparato
estatal en diferentes países, con peligrosos
alcances regionales y globales; y en la que el fascismo social y civilizatorio
vuelve a constituirse en régimen
político, exigiendo a las izquierdas, nuevamente, hacer
frente a la reacción.
/////
JOSÉ
CARLOS MARIÁTEGUI Y LA CARACTERIZACIÓN DEL FASCISMO EN NUESTRA ÉPOCA.
*****
Por Freddy Ordóñez Gómez | 13/02/2025 | América Latina y Caribe, Opinión
Fuente. Revista Rebelión viernes 14 de febrero del 2025.
José
Carlos Mariátegui, “el primer marxista de América”1,
dedicó parte de su prolífica obra al estudio del fascismo en Italia tras la Primera Guerra Mundial. Nació en Moquegua, Perú el 14 de junio del año 1894
y murió en Lima, el 16 de abril de 1930.
En 1920 llega a Italia, en lo que fue una deportación
eufemística del gobierno peruano por su militancia
política, en donde estaría radicado hasta 1922, teniendo la posibilidad de interlocutor con personalidades socialistas,
participar de eventos de la clase obrera,
como el congreso fundacional del
Partido Comunista de Italia, y observar el desarrollo del fascismo en
ese país. Sería en su estancia en Italia
donde Mariátegui se haría marxista.
Este
2025 se cumplen 95 años de su
fallecimiento, y su pensamiento, definido por Martín Bergel
como socialismo cosmopolita2 y descrito por Miguel Mazzeo como un ensamblaje de los elementos del socialismo
práctico3, sigue actual y relevante en esta época4. Su legado
resulta clave para abordar los desafíos, tanto nuevos como persistentes, que en
los escenarios locales como globales, enfrenta la izquierda en su heterogeneidad.
Como afirman Jaime Ortega y Carlos
Segura, es necesario
“repensar nuestros actuales debates políticos a la luz de las discusiones todavía abiertas que evocan al pasado no como arqueología, sino como una tradición actuante”5. Uno de esos desafíos fundamentales que podemos repensar desde Mariátegui es el resurgimiento del fascismo y los debates que este suscita actualmente.
Fuentes: Rebelión.
*****
Este
texto presenta una síntesis de los planteamientos mariateguianos sobre el fascismo, abordando los principales elementos expuestos
por el autor en los artículos
que de manera central tratan el fascismo
italiano, los cuales principalmente se encuentran incluidos en su
libro La escena contemporánea (publicado
en 1925), en el que se reúnen cinco
escritos del Amauta, como parte de
su interpretación de la época6.
También fueron consultados algunos trabajos compilados en Cartas de Italia7, libro que forma parte de sus obras completas.
El
fascismo se autoidentificó, señala Mariátegui, inicialmente como un movimiento, congregó una diversidad de
categorías sociales y su dirigencia
provenía de un amplio espectro
político (disidentes
del socialismo, excombatientes,
literatos futuristas, ex anarquistas,
sindicalistas, republicanos,
fiumanistas, monarquistas ortodoxos, etc), lo que evidenciaba, un confusionismo ideológico que
se cubrió bajo la bandera de la patria,
monopolizando el patriotismo en el escenario posguerra, encontrando
cabida el discurso nacionalista
principalmente en la clase media.
Fue la burguesía, afirma el Amauta, la que
“armó, abasteció y estimuló solícitamente al fascismo” y añade, “lo empujó a la persecución truculenta del socialismo, a la destrucción de los sindicatos y cooperativas revolucionarias, al quebramiento de huelgas e insurrecciones”, al uso del “revolver, el bastón y el aceite castor” contra el proletariado socialista, el fascismo fue, en síntesis, “una ofensiva de las clases burguesas contra la ascensión de las clases proletarias”.
Así,
llegó a ser una milicia civil anti revolucionaria
más efectiva contra los revolucionarios
que el Estado, aparato que inicialmente vio en este un aliado, en tanto
movimiento de la clase que
quiere conservarlo, logrando la reacción
fascista alcanzar el poder con Mussolini para configurar un Estado recaudador y gendarme.
Para
el duce,
indica Mariátegui, el fascismo no es un concepto, sino una emoción, de allí que sus discursos no fueran elaboraciones teóricas
sino pasionales, y se tuviera un fenómeno
político sin programa, solo con un plan
de acción.
Él no fue un socialista
a pesar de haber militado en el socialismo,
era un extremista, que se ruboriza de su pasado, que optó por el “conservatismo más extremo” no desde un
ejercicio intelectual, sino desde la irracionalidad, apelando a los
sentimientos y emociones, en tanto “no ha sido nunca cerebral”. En este
orden,
Mussolini no es el creador o artífice
conceptual e ideológico del fascismo, sino el animador, el líder, el duce máximo, que
atrajo a sus fasci di combattimento, a una clase media exaltada por
los mitos patrióticos (principalmente los del escritor, poeta y dramaturgo Gabriele D’Annunzio) y hostil a la clase proletaria, a la
revolución y al socialismo.
A la par de lo expuesto, los orígenes del fascismo, Mariátegui, los ubica en la guerra
contra Austria: “el fascismo fue una emanación de la
guerra”, y refiere además a cómo la toma
de Fiume en 1919, liderada por D’Annunzio,
fue la hermana gemela de los fasci, sucumbiendo el fiumanismo
ante el fascismo, que adoptó su lugar
en la lucha de clases, contra los obreros.
Así, el fascismo enroló
y concentró a todos los elementos
reaccionarios y conservadores, tomando de D’Annunzio el gesto, la
pose y el acento, para no mostrarse
brutal y carente de principios, existiendo entonces un idilio entre intelectualidad y violencia,
que terminó porque el fascismo necesita de la cachiporra y puede prescindir del arte y la literatura. Esto no se dio como
consecuencia de la renuncia al
fascismo de la artecracia,
fue la burguesía la que cambió de actitud ante el régimen, de
allí que el Amauta señale que
“La inteligencia es esencialmente oportunista: El rol de los intelectuales en la historia resulta, en realidad, muy modesto. Ni el arte ni la literatura, a pesar de su megalomanía, dirigen la política; dependen de ella, como otras tantas actividades menos exquisitas y menos ilustres. Los intelectuales forman la clientela del orden, de la tradición, del poder, de la fuerza, etc, y, en caso necesario, de la cachiporra y del aceite de ricino. Algunos espíritus superiores, algunas mentalidades creadoras escapan a esta regla; pero son espíritus y mentalidades de excepción”.
Mussolini. La Marcha sobre Roma. Mussolini Toma el Poder. Octubre de 1922.
*****
Por
su parte, únicamente
hasta después de la marcha sobre Roma
y el inicio de la dictadura el fascismo
se propuso una construcción de su
ideario y la teoría, oscilando entre una visión extremista y una revisionista,
imponiéndose la primera a la segunda, saliendo del partido las tendencias
liberales y democráticas que,
por miedo a la revolución socialista,
se habían sumado y los sostuvieron, dejando
al fascismo nuevamente en una táctica de guerra, odiando
ferozmente a la democracia y al socialismo, sin diferenciarlos. De esta
forma, el fascismo se sostiene en la
guerra, es allí donde puede vencer, en la paz no tiene capacidad de actuación, en tanto su configuración
es más de ejército que de partido:
“Es un ejército
contrarrevolucionario, movilizado contra la revolución proletaria, en un instante
de fiebre y de belicosidad, por los diversos grupos y clases conservadores”,
afirma Mariátegui, y lo que le
espera al fascismo en la paz es la
debacle, la disolución, la liquidación.
En
el fascismo se
encuentran una amalgama no homogénea
de tendencias extremistas, reaccionarias y conservadoras, que invitan a
liquidar el régimen parlamentario,
deliran con el imperialismo, promueven
el Estado fascista, junto a quienes paralelamente lo encarrilan en la legalidad burocrática,
y promueven un nacionalismo de derecha
liberal, estos últimos no son
la mayor representación del fascismo,
sino los reaccionarios. La burguesía que, expone Mariátegui, saluda al fascismo como un salvador y bate palmas
“mientras la reacción se limita a decretar el ostracismo de la Libertad y a reprimir la Revolución”; cuando la reacción empezó a atacar los fundamentos de su poder y de su riqueza, sintió “la necesidad urgente de licenciar a sus bizarros defensores”.
De esta forma, el liberalismo que se inclinó ante éste se le separa, pero ese aislamiento no lo debilitó, sino lo hace más beligerante, combativo e intransigente, queriendo configurar el Estado fascista, concentrado en una élite política y económica, pensado como un aparato sin políticas sociales y redistributivas, con mínimas funciones, principalmente políticas y jurídicas, al igual que ciertas actividades asociadas a la industria, y claro las militares y represivas; y también hacer del fascismo una religión. Eso hace que la democracia liberal, que ya no representa un mito, sea incapaz de hacer frente al misticismo reaccionario de los fascistas, lo que solo pueden lograr los comunistas, que sí tienen y configuran un mito, la revolución.
Mariátegui nos presenta en su obra estos elementos para caracterizar nuestra época, en la que el patriotismo, el conservadurismo y la
violencia acceden bajo configuraciones
políticas, culturales y sociales
fascistas al aparato estatal en
diferentes países, con peligrosos
alcances regionales y globales; y en la que el fascismo social y civilizatorio
vuelve a constituirse en régimen
político, exigiendo a las izquierdas, nuevamente, hacer frente a la reacción.
Notas:
1 MELIS, Antonio (1980).
Mariátegui, el primer
marxista de América. En: J. Aricó
(comp.). Cuadernos de Pasado y Presente, 60. Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano. México:
Siglo XXI, pp. 201-225.
2 BERGEL, Martín (2021). José Carlos Mariátegui: un
socialismo cosmopolita. En: J. Mariátegui. Antología.
Buenos Aires: Siglo XXI, pp. 11-37.
3 MAZZEO, Miguel (2017). José Carlos Mariátegui y el socialismo de Nuestra América. Santiago: Quimantú; Tiempo robado.
4. Respecto a la vigencia del pensamiento de Mariátegui, se pueden consultar, entre
otros: MAZZEO, Op. Cit., pp. 23-39;
ALIMONDA, Héctor (2010). Presentación. La
tarea americana de José Carlos Mariátegui. En: J. Mariátegui. La tarea americana. Buenos Aires: CLACSO; Prometeo, pp. 11-28.
5 ORTEGA, Jaime; & SEGURA,
Carlos (2024).
Presentación a “Mariátegui y la
revolución latinoamericana”. El ejercicio de pensar, 55,
p. 6.
6. Estos conforman el primer apartado del libro, que se titula Biología del fascismo, e incluye
los artículos: Mussolini y el fascismo; D’Annunzio y el fascismo; La
inteligencia y el aceite de ricino; La teoría fascista; y Los nuevos aspectos de la batalla fascista. La
edición revisada (Caracas: El perro y la
rana, 2010), adiciona el artículo El
fascismo y el monarquismo en Alemania, y presenta un capítulo
complementario titulado El fascismo en
Italia, ambos han sido igualmente revisados para este texto.
7. Obra publicada en 1969 por la editorial Amauta, de la que se consultaron los artículos: Las fuerzas socialistas italianas;
Escenas de guerra civil; Algo sobre
fascismo, ¿Qué es, ¿qué quiere, ¿qué
se propone?; y La paz interna y el “fascismo”.
Freddy Ordóñez Gómez. Instituto Latinoamericano para una Sociedad y un Derecho
Alternativos, ILSA
*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario