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¿Qué SIGNIFICA SER UN WOKE? Woke («despierto» en inglés) es un término que, originado en los Estados Unidos, inicialmente se usaba para referirse a quienes se enfrentan o se mantienen alerta frente al racismo Posteriormente, llegó a abarcar una conciencia de otras cuestiones de desigualdad social, por ejemplo, en relación con el género y la orientación sexual. Desde finales de la década de 2010, también se ha utilizado como un término general para los movimientos políticos progresistas o de izquierda y perspectivas que alegan enfatizar la política identitaria de las personas LGBT, de las personas negras y de las mujeres. Ambivalencia, hoy se utiliza de manera diversa, pero con un contenido doble, de desprecio, marginación extrema desde el “capitalismo woke” ultraconservador de Musk, y políticamente por el propio Trump hasta incluso utilizado para “insultar y despreciar” a supuestos sectores “sociales de luchan contra la Desigualdad Social, el racismo, género, etc” pero en el fondo es “desprecio hacia una izquierda social”.
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Para
el 2021, woke se convirtió en una de las
palabras más frecuentemente usada en entornos políticos conservadores para atacar a lo que perciben como progresista, de tal manera que
actualmente los usos más destacados de la palabra tienen lugar en un contexto despectivo.
Aunque en español no tiene una
traducción asentada y generalmente se usa el término inglés crudo, destacada en cursiva o entrecomillada al ser un extranjerismo, en la jerga coloquial
de España se llama despiertismo
a este movimiento y despiertos o despiertitos a los que lo
siguen, el primero como término
neutro y el segundo despectivo. Una traducción
propuesta por la RAE es concienciada.
Origen y usos del término
A medida que el uso del término se ha extendido más allá de sus orígenes afroamericanos, woke se ha utilizado cada vez más como un término general para describir los movimientos de «justicia social» de izquierda. Para 2020, críticos de estas posiciones en varios países occidentales han usado el término woke para describir a movimientos de izquierda «fanáticos o insinceros, y tendentes a censurar de forma dogmática cualquier desviación de su perspectiva ideológica» Algunos movimientos de izquierda llegaron a considerarlo un término ofensivo utilizado para denigrar a quienes hacen campaña contra lo que ellos perciben como discriminación. A menudo se utiliza también como sinónimo de «progre». Empresas de entretenimiento como Disney reconocieron formar parte de este fenómeno social al ser acusadas de promover estos movimientos.
Capitalismo woke y woke-washing
A mediados de la década de 2010, el lenguaje asociado con el "despertar" había entrado en los principales medios de comunicación y se estaba utilizando para marketing. El término capitalismo woke fue acuñado por el escritor Ross Douthat para las marcas que usaban mensajes políticamente progresistas como sustituto de una reforma genuina. Según The Economist, los ejemplos de capitalismo woke incluyen campañas publicitarias diseñadas para atraer a los millennials, quienes a menudo tienen puntos de vista socialmente más liberales que las generaciones anteriores.
Las
científicas culturales Akane
Kanai y Rosalind
Gill describen el capitalismo woke como la
tendencia "que se intensifica drásticamente" para incluir grupos
históricamente marginados (principalmente en términos de raza, género y religión) como mascotas en
la publicidad, con un mensaje de empoderamiento para señalar valores progresistas. Por un lado, Kanai y Gill argumentan que esto crea
una idea individualizada y despolitizada de la justicia social, reduciéndola a
un aumento de la confianza en uno mismo. Por otro lado, la visibilidad
omnipresente en la publicidad también puede amplificar una reacción
negativa contra la igualdad de precisamente estas minorías.
Estos se convertirían en mascotas no sólo de las empresas que los utilizan,
sino del presunto sistema económico neoliberal, con su orden socialmente
injusto. Para los económicamente débiles, la igualdad de estas minorías se convertiría así en algo indispensable
para el mantenimiento de este sistema económico; las minorías serían consideradas responsables de las pérdidas de este
sistema.
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«IDEOLOGÍA
WOKE»: EL CÁNCER POR EXTIRPAR.
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Por Juan José
Paz y Niño Cépeda.
Fuente.
Prensa latina jueves 6 de febrero del 2025.
Prensa
latina. Firmas Selectas.
Volvió a
recalcar sus puntos centrales en el reciente Foro de Davos (World Economic
Forum, 20-24/enero, 2025). Se concentró en atacar la “ideología woke” (término originado en los Estados Unidos) que
ha “desviado” el camino del mundo
occidental e “infecta de socialismo”
al Estado y las instituciones, de modo que hay un “deber moral” y una “responsabilidad
histórica” por “desmantelarla”.
Afirmó: “es el cáncer que hay que
extirpar” y la atribuyó a los progresismos y las izquierdas
(https://t.ly/XDi1W ; https://t.ly/t8Wio). Por eso, Milei exclamó en un post/X: “Zurdos
hijos de putas, tiemblen” (https://t.ly/2sm88). Y saludó entusiasta
la llegada de Donald Trump, a quien
considera un aliado en la defensa de
lo que resume en la trilogía “vida,
libertad y propiedad privada”.
Pero es impresionante cómo las derechas
ideológicas y fanatizadas con la perversa idea de la “libertad económica” tergiversan la historia, la desconocen o la
ocultan. Los Estados Unidos del
siglo XIX se condujeron frente al
mundo occidental con dos doctrinas: el
Monroísmo y el Destino Manifiesto.
Sirvieron para justificar el expansionismo
territorial y el intervencionismo en
América Latina y el Caribe.
Al comenzar el siglo XX, con Theodore Roosevelt (1901–1909) las intervenciones
para defender las empresas e intereses estadounidenses
marcaron su camino imperialista,
agresivamente justificado con la política del «Big Stick» («Gran Garrote»)
y el “Corolario Roosevelt” (1904).
La situación solo cambió con la diplomacia del “Buen Vecino” impulsada por Franklin D. Roosevelt (1933–1945)
quien, además, con las políticas del New
Deal, transformó al país impulsando una economía del bienestar con seguridad social; ayudas a desempleados, pobres, ancianos, discapacitados, familias con
hijos; mejores salarios y derechos para los trabajadores; subsidios agrícolas;
reforma industrial; grandes obras públicas mediante el fortalecimiento
intervencionista del Estado, aumento del gasto público, bonos de deuda interna
y fuertes impuestos progresivos que sobrepasaron el 70% para los ricos.
Los Estados Unidos se convirtieron en una sociedad más
igualitaria, con redistribución de la riqueza, expansión de la clase media (con
educación, salud, vivienda y seguridad social) y gran progreso material, que
sirvió de ejemplo sobre los avances posibles con capitalismo. Fue la verdadera
“edad de oro” de los Estados Unidos.
Décadas después, John F. Kennedy (1961–1963), al mismo tiempo que promovió los
derechos civiles en su país y especialmente reconociendo los de la población
afroamericana, lanzó el programa Alianza
para el Progreso, interesado en el desarrollo de América Latina, aunque
bajo las premisas de la Guerra Fría.
Sin embargo, fue el presidente Ronald
Reagan (1981–1989) quien desmontó el Estado de bienestar mantenido por
décadas, promoviendo la desregulación de los mercados, reducción de impuestos a las corporaciones
y a los ricos, recortes a los
programas de ayuda y seguridad social,
flexibilidad laboral, privatizaciones y retorno a las agresivas políticas
de antecesores como Theodore Roosevelt
frente a Latinoamérica.
Todo ello produjo el aumento de la pobreza y la marginación
social en su propio país, concentración de la riqueza, aumento
del poder de las corporaciones. Son
resultados inevitables del neoliberalismo
estudiados, entre otros, por Joseph
Stiglitz y advertido incluso por Francis
Fukuyama, otrora adalid del “fin de
la historia” gracias a la globalización
y el neoliberalismo, idea que tuvo
que revisar y hasta desechar años después, pasando a ser crítico de las
políticas de Trump y hasta abogando
por regulaciones estatales.
En las décadas posteriores cabe resaltar el
papel “conciliador” de Barack Obama (2009–2017), quien incluso
normalizó relaciones diplomáticas con Cuba.
Su política contrastó, de inmediato, con la primera presidencia de Donald Trump (2017–2021), quien impuso
una línea dura contra la inmigración,
enormes sanciones contra Cuba y Venezuela, tanto como reimpulsó las
políticas de hegemonía norteamericana en el mundo (“America First”), basadas en la defensa de la seguridad y la
potenciación de la economía
aperturista interna, con privilegio para las corporaciones. Imposible no recordar, nuevamente, a Theodore Roosevelt.
Contradiciendo las ideas anarcocapitalistas libertarias, el “wokismo” norteamericano no vino exactamente de las “izquierdas” ni de “socialistas” o “comunistas”, sino de presidentes
con visión social, que lograron
construir una sociedad de bienestar
y aceptable equilibrio, que resultó desmontada precisamente cuando se
impusieron las ideas de la economía
libre, el mercado libre y la
empresa privada como fundamento de la felicidad.
Y si acudimos a la historia de Europa podrá comprobarse que el modelo de economía social de mercado y el Estado de bienestar que allí se
construyó sobre todo en la segunda mitad del siglo XX, tuvo como eje la redistribución de la riqueza, fuertes impuestos a las rentas y
universales bienes y servicios públicos. ¿Los desmontarán ahora por provenir de una supuesta “ideología woke”?
El
neoliberalismo que se
introdujo en América Latina ha sido
aún más ruinoso para la vida y el trabajo en todos los países donde se impuso
desde la época del “reaganismo” y en
Chile y el Cono Sur a sangre y fuego,
de la mano de dictaduras militares
terroristas desde las décadas de 1960
y, sobre todo, 1970. Transformó a la
región en la más desigual del mundo y privilegió a élites
económicas incapaces de generar desarrollo
con bienestar social, si se comparan
los resultados de las épocas aperturistas con los adelantos que se lograron
cuando hubo gobiernos que
fortalecieron las obras,
infraestructuras y servicios públicos, al mismo tiempo que realizaron
redistribución de la riqueza en la
búsqueda de justicia social, que son
conceptos aborrecidos por los anarcocapitalistas.
Esas economías orientadas hacia el bienestar
social se dieron, por ejemplo, con los gobiernos del primer ciclo progresista latinoamericano desde inicios del siglo XXI, para no remontarnos a otros
momentos como el de los gobiernos “populistas”
clásicos o durante el desarrollismo.
También puede verificarse que los derechos sociales, laborales, comunitarios,
ambientales, así como las ideas sobre diversidad,
identidad. igualdad de género, etc., han debido surgir en diversos momentos
de la historia contemporánea de los Estados
Unidos, el mundo Occidental y,
sin duda, en América Latina, por la
necesidad de avanzar en la equidad y
por lo menos contrarrestar la voracidad
rentista y explotadora de los grandes
ricos propietarios del capital. De modo que habría que agradecer a la “ideología woke” de haber evitado un mundo de mayores desigualdades en beneficio de
los capitalistas y condenar, al
mismo tiempo, la ideología de la “libertad económica” que solo ha
destruido los derechos ya logrados.
Desde
luego ha crecido la ideología
de la “libertad económica” entre las
élites empresariales y los ricos de América Latina. En países como
Ecuador la oligarquía está apoderada
del Estado desde 2017 con la
progresiva ruina de la democracia.
Además, el nuevo ascenso presidencial de Donald
Trump abre otro momento favorable a los intereses de esos sectores
hegemónicos, con la posibilidad inmediata de que, envalentonados por las
condiciones que se crearán desde los Estados
Unidos, no dudarán en implantar regímenes de derechas rentistas originados
en elecciones ciudadanas, pero más autoritarios, persecutores y represivos.
Unas derechas que, movidas por su
convencimiento sobre el supuesto beneficio social que traen los propietarios
del capital, rápidamente pasan a ser derechas-fachas, es decir, destructoras
de la convivencia democrática.
Los “wokis” no son el cáncer
contemporáneo, sino las ideas del
neoliberalismo revestido como libertarianismo.
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