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“La
coordinación internacional para el cierre
de proyectos fósiles puede
fortalecerse a través de iniciativas como el Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles y
la Alianza Más Allá del Petróleo y el Gas. Por otro lado, la industria de combustibles fósiles puede desempeñar un papel clave
en liderar la transición,
aprovechando su capacidad de inversión
y experiencia técnica para
reorientar sus porfolios hacia el
despliegue masivo de energías limpias.
Actualmente, invertir en renovables no sólo es más rentable que hacerlo en el
sector fósil, sino que también
genera empleo de calidad. Por lo
tanto, el actual plan para salvar al planeta puede ser efectivo,
pero las decisiones colectivas deben
adoptarse sin interferencias de la industria
y centrarse en medidas efectivas como la eliminación de la extracción
de combustibles fósiles. Hoy en día no hay plan B, y no actuar
de forma contundente nos llevará a escenarios
descritos, en palabras del secretario
general de Naciones Unidas Antonio Guterres, como el “infierno
climático”. Escenarios que resultarían catastróficos para la economía mundial e, incluso, para aquellas empresas y gobiernos que priorizan
los beneficios de la extracción a corto plazo.
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Fuentes: The Conversation [Imagen: TR STOK/Shutterstock]
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POR QUÉ LAS DECISIONES DE TRUMP SOBRE COMBUSTIBLES FÓSILES
APUNTAN HACIA UN
«INFIERNO CLIMÁTICO».
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Por Varios autores | 10/02/2025 | Ecología social
Fuentes.
Revista Rebelión lunes 10 de febrero del 2025.
2023 fue el año más caluroso desde que hay registros, hasta que 2024 rompió el récord y se superó, por primera vez, el umbral de 1,5 °C de calentamiento global. Y no será la última vez que se alcance un nuevo máximo. Aplicando las políticas actuales de reducción de emisiones, se estima un incremento de 3,1 °C respecto a la era preindustrial para 2100.
Pero la
situación podría ir incluso a peor si los países no ponen en marcha
las medidas necesarias. Sin ir más lejos,
el actual presidente de los Estados
Unidos, Donald Trump, ha anunciado la salida
del Acuerdo de París y sus
planes para extraer más recursos
fósiles.(PETROLEO)
Las consecuencias de no reducir lo suficiente las emisiones ya son devastadoras, y lo serán cada vez más. Nos arriesgamos a alcanzar puntos de no retorno climáticos cuyas consecuencias serían irreversibles.
COP29: financiación y mercados de carbono
Hoy en día, el espacio capaz de reunir a representantes de
los 8 000 millones de habitantes del mundo para revertir los efectos más
devastadores del calentamiento global
es la Conferencia de las Partes de las
Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP). Aun así, después de casi 30 años de COP todavía hay resistencias y falta de voluntad para
abordar la principal causa del
problema: el aumento año tras año de
la quema de combustibles fósiles.
La última de
estas cumbres (COP29), celebrada en
noviembre en Bakú (Azerbaiyán), se
cerró con un compromiso mínimo de movilizar al menos 300 000 millones de dólares
anuales para 2035 para financiar la adaptación de los países al desarrollo al cambio climático y compensarles por sus
consecuencias. No obstante, esta cifra representa menos de una cuarta parte de los 1,3 billones de dólares anuales que
estos países necesitan.
El otro aspecto destacado de la COP29 fue la resolución de las disposiciones pendientes del Acuerdo de París
relacionadas con los mercados de carbono. Estos mecanismos
permiten a empresas y gobiernos comprar créditos para compensar sus emisiones
a través de iniciativas como el establecimiento de plantaciones en áreas sin cobertura forestal previa, el apoyo a proyectos de transición energética o la todavía muy poco
desarrollada captura y almacenamiento industrial de dióxido de carbono (CO₂).
Sin embargo, hasta ahora estos mecanismos han demostrado no
contribuir a la reducción de emisiones
y ser un negocio rentable para el capital privado.
Mediante la compra de créditos de
carbono, se permite que los grandes
emisores sigan contaminando
mientras se desincentiva la adopción de objetivos
climáticos ambiciosos. Se han documentado problemas relacionados
con la falta de supervisión, transparencia e
integridad metodológica.
Así, por
ejemplo, han sido reportados casos
de doble conteo de emisiones evitadas y
existe incertidumbre sobre las garantías
para que el CO₂ capturado se almacene a largo plazo. Además, hay
evidencias de la violación de derechos de las comunidades
locales en proyectos de forestación.
¿Hacia “el fin de los combustibles
fósiles”?
La falta de
ambición pública en la financiación climática, sumada al
creciente rol que se da al capital privado en aspectos de mitigación, se unió en Bakú con la ausencia de acuerdos
regulatorios para dar continuidad al compromiso de la COP28 de avanzar hacia “el fin de los combustibles fósiles”.
Si el 83 % de las emisiones
antropogénicas de CO₂
proviene de la quema de estos combustibles, y la forma más efectiva de mitigar el calentamiento
global es detener su extracción y uso, ¿por
qué en 29 años no se ha abordado de
manera directa la principal causa del problema?
La respuesta se encuentra en la enorme presión ejercida por parte de actores
vinculados a la industria fósil.
Estos se niegan a abandonar un negocio muy
rentable que les ha generado 2 800 millones de dólares diarios durante
los últimos 50 años.
Más de 1 700 lobistas vinculados a la industria participaron en la COP29,
superando así a la suma de delegados de
las 10 naciones más vulnerables al cambio
climático.
Representantes de países como Arabia Saudí destacaron por obstaculizar acuerdos
enfocados a limitar la extracción de
combustibles fósiles.
El mismo presidente de Azerbaiyán describió los recursos
fósiles de su país como un “regalo de Dios” en la sesión inaugural de la cumbre, mientras que se publicó que el
país planea aumentar la producción de gas la próxima
década.
A todo ello se suma ahora la promesa de Donald Trump de dar rienda suelta a la extracción de petróleo y gas.
Hacia una solución climática efectiva
La búsqueda
de soluciones globales a la crisis climática debe ir de la mano del
multilateralismo. Acuerdos
internacionales bajo el paraguas de las Naciones
Unidas como el Protocolo de Montreal y la
consiguiente recuperación de la capa de ozono muestran que
superar retos colectivos es posible.
Sin embargo, para que espacios como las COP
no fracasen, es esencial garantizar que los acuerdos se guíen por la evidencia
científica, y no por intereses corporativos.
Según
la Agencia Internacional de la Energía, debemos evitar nuevas inversiones en proyectos de extracción de gas, petróleo o carbón, y cerrar
prematuramente una parte significativa de los proyectos de extracción en funcionamiento.
El primer
paso debe ser eliminar
los cuantiosos subsidios otorgados
a la industria fósil, que ascienden
a 70 000 millones de dólares anuales solo en los países del G20.
Esta medida impulsaría substancialmente la transición
energética, ya que, sin soporte económico, numerosos proyectos de extracción se volverán inviables,
acelerando su clausura.
Paralelamente, a fin de que los gobiernos
actúen con mayor firmeza y
evitar el temor a compensaciones millonarias,
también es fundamental eliminar las cláusulas contractuales que
protegen a los inversores extranjeros frente a la anulación anticipada de contratos.
Para que la transición
no perpetúe la desigualdad existente entre países, es fundamental que la descarbonización
se guíe por principios de equidad,
justicia ambiental y solidaridad. Esto implica priorizar el fin de la extracción en países con alta capacidad de transición y potencial para
dar soporte a países en desarrollo. También cerrar inmediatamente proyectos
donde se violan derechos humanos y causan graves
impactos socioambientales. Herramientas
como el Atlas del petróleo convencional no
extraíble y la Plataforma Interactiva sobre combustibles
fósiles no quemables, lideradas por la Universidad de Barcelona,
permiten ya identificar donde priorizar estos esfuerzos.
La
coordinación internacional para el cierre de proyectos fósiles puede fortalecerse a través de iniciativas como
el Tratado
de No Proliferación de Combustibles Fósiles y la Alianza
Más Allá del Petróleo y el Gas.
Por otro lado, la industria
de combustibles fósiles puede desempeñar un papel clave en liderar la transición, aprovechando su capacidad de inversión y experiencia técnica para reorientar sus
porfolios hacia el despliegue masivo
de energías limpias. Actualmente, invertir en renovables no sólo es más rentable que hacerlo en el
sector fósil, sino que también
genera empleo de calidad.
Por lo tanto, el actual
plan para salvar al planeta
puede ser efectivo, pero las decisiones
colectivas deben adoptarse sin interferencias de la industria y centrarse en medidas efectivas como la eliminación de la extracción de combustibles
fósiles.
Hoy en día no
hay plan B, y no actuar de forma
contundente nos llevará a escenarios
descritos, en palabras del secretario
general de Naciones Unidas Antonio
Guterres, como el “infierno climático”. Escenarios que resultarían catastróficos para la economía mundial e, incluso, para
aquellas empresas y gobiernos que priorizan los beneficios de la extracción a
corto plazo.
Autores:
Guillem Rius Taberner Investigador,
Universitat de Barcelona
Alejandro Marcos Valls.
Investigador postdoctoral, Universitat de Barcelona
Gorka Muñoa Capron-Manieux.
Investigador postdoctoral en Cambio Climático, Universitat de Barcelona
Martí Orta-Martínez. Profesor
agregado de la Universitat de Barcelona, Universitat de Barcelona
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