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“El gigante asiático cuenta
con poderoso desarrollo científico,
industrial, fabril y económico, con relaciones con más de 180 países
en el mundo adonde puede enviar sus mercancías
y recibir a la vez, disímiles productos.
Además de una población de 1 417 millones de habitantes con alto
poder adquisitivo. Por tanto, no depende de Estados Unidos para su desarrollo como si lo padecía Japón en la década de 1980. Asimismo cuenta con enormes riquezas en su territorio. Por ejemplo, produce
el 90 % de las tierras raras del mundo, un
grupo de 17 elementos utilizados en las industrias de defensa, vehículos
eléctricos, energía y electrónica. Estados
Unidos solo tiene una mina de tierras
raras y la mayor parte de su suministro proviene de China. En esta guerra comercial
lanzada desde Washington,
Beijing respondió con la suspensión de las
exportaciones de minerales críticos e imanes, componentes fundamentales para los productores de automóviles,
fabricantes aeroespaciales y empresas de
semicondutores. Siete categorías de tierras raras, incluidos artículos relacionados con el samario,
gadolinio, terbio, disprosio, lutecio, escandio y itrio, fueron incluidos en el
control de exportaciones. Numerosas empresas de punta estadounidense
utilizan en sus producciones esos elementos
importados desde China lo cual significa un duro golpe.
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EL DRAGÓN NO TIENE MIEDO AL ÁGUILA.
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Por Hedelberto López Blanch | 26/04/2025 | Economía
Fuentes. Revista Rebelión sábado 26 de abril del 2025
El presidente Donald Trump ha impuesto abrumadores aranceles a China sin
darse cuenta que no es lo mismo tratar a Beijing en este siglo XXI de la misma
forma que lo hizo Estados Unidos con Japón en la década de 1980.
En
su afán por debilitar a China, país que Washington observa
como su principal enemigo económico y
político, Trump ha lanzado una guerra de aranceles para los productos
que importa desde esa nación, los que han ido subiendo desde un 20 % a un 145 %. El gigante asiático respondió imponiendo un 125 % a los productos
estadounidenses importados a su país.
El
portavoz del Ministerio de Asuntos
Exteriores de China, Lin Jian,
declaró que Beijing no está
interesado en una lucha, «pero no temerá si Estados Unidos
continúa con sus amenazas arancelarias.
«Nunca nos quedaremos de brazos
cruzados para ver cómo se priva al pueblo chino de sus
derechos e intereses legítimos, y tampoco para ver cómo se socavan las normas
económicas y comerciales internacionales y el sistema comercial multilateral.
Si Washington insiste en continuar una guerra arancelaria o comercial,
China luchará hasta el final», añadió.
El
Ministerio de Comercio
del gigante asiático sentenció que
“los supuestos aranceles recíprocos de Estados Unidos a China son infundados y representan un acoso
unilateral […] la amenaza de escalada arancelaria agrava su error y expone su
naturaleza chantajista, algo que China
jamás aceptará”.
Esta
misma política de coerción fue impuesta por Washington contra Japón en la
década de 1980 durante el gobierno
de Ronald Reagan, país al que veía en ese momento como la
principal amenaza para mantener su hegemonía económico-financiera mundial.
Cuando
Reagan asumió el cargo
en 1981, Washington comenzó a presionar a Tokio para que abriera su mercado a las compañías estadounidenses y
redujera el desequilibrio comercial entre los países.
Esa
nación admitió primero algunas medidas como la limitación
de los autos que exportaba hacia su principal socio político y económico pero la campaña contra Japón continuó en el Congreso y en los medios de comunicación por miedo a que le
arrebatara el poder comercial a Estados
Unidos.
Esto
conllevó a que,
en 1985, por agresivas presiones de la Casa
Blanca, cinco países (Estados Unidos, República Federal de Alemania,
Francia, Reino Unido y Japón) suscribieran el Acuerdo Plaza, por medio del cual se devaluaba el dólar frente al yen japonés y al marco
alemán.
Como
era de esperar, eso provocó un aumento de las exportaciones de productos estadounidenses y
una reducción de su déficit comercial
con la nación nipona y de Europa occidental.
Los
economistas Joshua Felman y Daniel Leigh en un informe
para el Fondo Monetario Internacional (FMI)
explicaron que
“las exportaciones y el crecimiento del PIB de Japón se detuvieron esencialmente en la primera mitad de 1986”, y para acabar de rematar a su peligroso contrincante, en 1987 Washington impuso aranceles del 100 % sobre las importaciones japonesas por un valor de 300 millones de dólares, lo que prácticamente le bloqueó el mercado estadounidense y la economía del país asiático colapsó.
A Al aumentar el valor del yen los productos japoneses se hacían cada vez más caros, y los países
rechazaban a la que había sido una
potencia de la exportación. Los esfuerzos
del banco central nipón para mantener bajo el valor del yen provocaron una burbuja en el precio de las
acciones, y el país entró en una recesión que duró una década. De esa forma se eliminó al
peligroso contrincante comercial.
Pero
en el siglo XXI la situación es sumamente distinta con respecto a China pues este país no
depende de Estados Unidos para mantener e impulsar sus producciones y
comercio internacionales.
El gigante asiático
cuenta con poderoso desarrollo
científico, industrial, fabril y económico, con relaciones con más de 180 países
en el mundo adonde puede enviar sus mercancías
y recibir a la vez, disímiles productos.
Además de una población de 1 417 millones de habitantes con alto
poder adquisitivo.
Por
tanto, no depende de Estados Unidos
para su desarrollo como si lo padecía Japón
en la década de 1980.
Asimismo cuenta
con enormes riquezas en su territorio. Por ejemplo, produce el 90 % de las tierras raras del mundo, un
grupo de 17 elementos utilizados en las industrias de defensa, vehículos
eléctricos, energía y electrónica. Estados
Unidos solo tiene una mina de tierras
raras y la mayor parte de su suministro proviene de China.
En esta
guerra comercial lanzada desde Washington,
Beijing respondió con la suspensión de las exportaciones de minerales
críticos e imanes,
componentes fundamentales para los productores de automóviles, fabricantes aeroespaciales y empresas de
semicondutores.
Siete
categorías de tierras raras,
incluidos artículos relacionados con el
samario, gadolinio, terbio, disprosio, lutecio, escandio y itrio, fueron
incluidos en el control de exportaciones.
Numerosas empresas de punta
estadounidense utilizan en sus producciones esos elementos importados desde China lo cual significa un duro golpe.
Las
autoridades del
país asiático han expresado que las contramedidas a las
acciones de Washington tienen
como objetivo no solo proteger su propia
soberanía,
seguridad e intereses de desarrollo, sino también mantener la
justicia y la imparcialidad internacional y el sistema comercial
multilateral.
Añadieron que si Estados Unidos desea
hablar, la puerta permanecerá abierta, pero el diálogo debe llevarse a cabo
sobre la base del respeto mutuo y la igualdad. Si por el contrario, quiere
luchar, la respuesta continuará hasta el final. La presión, las amenazas y
la coerción no son la forma correcta de
tratar con China.
Moraleja: no es lo mismo para Estados Unidos tratar a China en este
siglo XXI como lo hizo con Japón en la década de 1980. Los tiempos y las condiciones son
diametralmente opuesta y Washington podría ser el gran perdedor.
El
dragón no tiene miedo al águila.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano,
especialista en política internacional.
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