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“Su
obsesión en este tema no es nada nuevo;
esto viene desde tiempo atrás, habiendo
exhibido siempre, desde hace años, este odio visceral por el proceso cubano, al que no deja pasar oportunidad para criticar de
la manera más amarga. Ahora, en
el gobierno
neofascista de Trump y con su
nuevo cargo, encuentra un espacio propicio para aumentar esos ataques. Hace
cuatro años presentó, junto a otros actores políticos de la derecha
más recalcitrante, el Proyecto de Ley
para Combatir la Trata de Médicos
Cubanos, afirmando que las brigadas
médicas constituían “una trampa
coercitiva”, pues “El régimen de Castro y de Díaz-Canel puede tratar de
disfrazar estas misiones como esfuerzos humanitarios, pero la realidad es que
son brigadas de trata de personas patrocinadas por el Estado”.
“No queda ninguna duda del porqué de esta avanzada contra las misiones sanitarias cubanas, que ya se han ganado profundo respeto y reconocimiento internacionales: son un mal ejemplo contrario a la ideología del principal país capitalista del mundo. Mientras Estados Unidos (capitalista) exporta armas- uno de sus negocios más redituables- y fabrica guerras por doquier, Cuba (socialista) envía muestras de solidaridad con ayuda sanitaria. Cerramos este texto con las emotivas palabras de una médica cubana, de quien omitimos su nombre, pero que representa el sentir de cualquiera de esos profesionales que prestan sus servicios en alguna parte del mundo: “Desde la Brigada Médica Cubana -BMC- en Guatemala reafirmo mis convicciones como revolucionaria, nacida y criada con los beneficios de la Revolución Cubana, orgullosa de ser una profesional de la Salud, que he tenido la oportunidad por voluntad y disposición propia de brindar mis servicios en dos países: Bolivia y Guatemala. Si volviera a nacer sería nuevamente miembro del Ejército de Batas Blancas del Sistema de Salud cubano, siguiendo el ejemplo de todos los Internacionalistas que me antecedieron y las enseñanzas de nuestro invencible Comandante en jefe Fidel Castro Ruz y demás líderes de la Revolución, siempre poniendo en alto el prestigio y los resultados demostrados con hechos y no con palabras en 56 países donde estamos representados”.
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ESTADOS
UNIDOS EXPORTA ARMAS Y GUERRAS;
CUBA:
BRIGADAS MÉDICAS.
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Por Marcelo Colussi, Politólogo y Catedrático
Universitario.
Fuentes Prensa Latina viernes 25 de abril del 2025.
Prensa Latina. Firmas Selectas.
Estados
Unidos y Cuba representan dos modelos político-económico-sociales
radicalmente distintos: el país
capitalista más poderoso del mundo, el primero;
una pequeña isla que tuvo la osadía -o la
dignidad- de independizarse de los tentáculos
imperiales para construir el socialismo,
el segundo.
La diferencia
de potencial tecnológico,
económico y militar es abismal. De todos modos, el gigante del norte, después de más de seis décadas de estar queriendo a toda costa hundir la
experiencia socialista, no lo ha logrado.
Le ha propinado formidables golpes,
con intentos de invasión, bloqueo,
campañas negras, espionaje, sabotajes, mentiras
difundidas a los cuatro vientos y un largo-y vergonzante- etcétera de agresiones. Pero no ha podido doblegar el espíritu revolucionario de un pueblo y su dirigencia que, pese a todo, aún muy
orgullosamente siguen levantando las banderas
del socialismo.
Inmediatamente
después de la revolución de 1959, en 1960, bajo la presidencia de Dwight
Eisenhower, comenzaron las medidas
restrictivas de Washington contra la isla. Luego del fracasado intento de invasión militar en Bahía de los Cochinos en 1961, fue en 1962, con John F. Kennedy en la Casa Blanca,
cuando la gran potencia comenzó un
bloqueo total contra la experiencia socialista.
Después de 63 años de mantener esa inmoral medida- rechazada por prácticamente
todos los países del mundo-, ninguna administración (ni demócratas ni republicanos) la levantó. Hubo momentos de mayor suavización, así como de endurecimiento, pero la
política de Estado se mantuvo inalterable: había que desmantelar ese “mal
ejemplo”. Pero, aún ocasionando
grandes problemas en la nación
revolucionaria, no se consiguió ese cometido. Hoy, con la presidencia de este
neonazi que es Donald Trump, el imperio ajusta mucho más las tuercas.
En 1960, con motivo del gran terremoto (9.5 en
la escala sismológica, el mayor registrado
en la historia) sufrido en el sur
de Chile, con miles de muertos y destrozos incalculables, se
organizó la primera brigada médica de Cuba,
para ir a asistir solidariamente al
pueblo chileno. Tras evaluar esa experiencia, el gobierno de La Habana instauró
formalmente la colaboración médica
cubana con el mundo; en este caso
fue Argelia, recientemente liberada del imperialismo francés (1961), que luego
de ese gran momento político, se quedó
casi sin personal médico, porque los galenos
franceses partieron rumbo a su país. A pedido del gobierno argelino, Cuba socialista respondió solidariamente, enviando una misión de 54 profesionales: 29 médicos,
cuatro estomatólogos, 14 enfermeros y siete técnicos de salud. Todos ellos participaron voluntariamente,
como parte de la ética socialista
que comenzaba a delinearse en la isla caribeña. Para Estados Unidos,
representante por antonomasia del
capitalismo donde todo- obviamente
también la salud- es negocio lucrativo, eso era un pésimo ejemplo. Es por ello que, desde
aquel entonces, está haciendo lo
imposible por doblegar la experiencia socialista.
A partir de ese momento fundacional, el gobierno cubano decidió implementar regularmente esa ayuda al
exterior. A lo largo de todos estos
años las Brigadas Médicas Cubanas- BMC-
se han sabido ganar el reconocimiento de
innumerables pueblos donde ayudan. De esa cuenta, habiendo participado en 165
países de los cinco continentes
(Estados Unidos rehusó esa colaboración luego del devastador huracán Katrina que sufriera en 2005, mal manejado por la
administración federal, causando cerca de dos
mil muertes- población afrodescendiente en su mayoría, la más olvidada y vulnerable-
y 100 mil millones de dólares en pérdidas
materiales), se atendieron dos mil
300 millones de consultas, salvando
la vida de 12 millones de personas.
En la actualidad las Brigadas Médicas Cubanas prestan sus servicios en 56 países con 24 mil personas
trabajando (médicos, estomatólogos,
enfermeros, técnicos sanitarios), dando consulta en las diferentes especialidades médicas
(muchas veces en zonas inhóspitas, donde
profesionales locales no van), atendiendo también en catástrofes naturales y crisis sanitarias- epidemias, por ejemplo-, a lo que hay que agregar 1) la Operación Milagro, destinada a la
atención de patologías oculares, con tres
millones de personas atendidas, y 2)
la Escuela Latinoamericana de Medicina
de La Habana- ELAM-, de amplio reconocimiento internacional, dedicada a la
formación de personal de salud con un enfoque en solidaridad, atención primaria (preventiva) y servicio a comunidades vulnerables, que hoy forma,
en forma
totalmente gratuita, a jóvenes
de 120 países. Todas estas intervenciones- véase bien: Cuba exporta servicios de salud, no armas ni guerras como sí
lo hace Estados Unidos- se
realizan a partir de la solicitud de
los países que las reciben mediante acuerdos bilaterales, claros y transparentes. Valga la importante aclaración, para desvirtuar la horrenda campaña de
desprestigio que monta hoy Washington,
en muy buena medida impulsada por la
saña con que se mueve hacia Cuba el hoy Secretario de Estado, Marco Rubio:
aquí no hay exportación de esclavos, no
hay trata de personas, hay servicios de salud solidarios.
Estas
iniciativas, enmarcadas
siempre en una ética de solidaridad
con los más vulnerables, con las
poblaciones más desvalidas y olvidadas
(¡eso es el socialismo!), le han valido a las BMC un importante reconocimiento por parte de la Organización Mundial de la Salud- OMS-, que tiene un enfoque fundamentalmente preventivo para el
campo sanitario de toda la población global, y no mercantil, como rige en la
concepción capitalista.
Cabe destacar que todo el personal
de salud cubano que se integra a las misiones
lo hace en forma voluntaria. Su participación
siempre se sustenta en convenios bilaterales de colaboración suscritos
entre los respectivos ministerios de salud de los países donde actúan, y en algunos casos con participación de la OMS/OPS.
Cumplir esas
misiones son decisiones absolutamente personales que se respaldan
legalmente con la firma de un contrato con la Unidad Central de Colaboración Médica de Cuba, mediante el cual se
establecen las condiciones de trabajo y
de vida que habrán de tener en el territorio
asignado. Ese personal tiene asegurados
sus empleos y plazas en Cuba al regreso de su misión. Mientras están fuera de la isla tienen
garantizado el pago total de su salario
mensual, así como su contribución a
la seguridad social, el descanso
semanal y las vacaciones anuales pagadas.
Las BMC tiene
dos modalidades: 1) reciben un pago por los gobiernos de los
países donde actúan, del cual toman
una parte los profesionales actuantes- además de mantener su salario en Cuba- mientras otro porcentaje va al
Ministerio de Salud de La Habana; y 2)
son completamente gratuitas, como gesto solidario del gobierno revolucionario de la isla en aquellos países de muy escasos recursos.
Los ingresos que recibe el Estado cubano, resultado de los contratos pactados por todas las partes,
se destinan en Cuba al financiamiento, sostenibilidad y desarrollo de un sistema de
salud gratuito, de calidad y de
cobertura universal, que otorga índices en esa materia para su población comparables- o en algunos
casos: mejores- que muchas potencias
capitalistas. Allí rige la idea de que la salud es un derecho humano,
por tanto, debe ser gratuita. Recuérdese, tangencialmente, que el negocio de los medicamentos es uno de los cinco rubros empresariales más poderosos
del mundo.
A inicios de
este año regresó a la presidencia de Estados Unidos Donald Trump,
un magnate que manejó sus negocios-
cinco mil 500 millones de dólares de
patrimonio- con muy cuestionables
métodos nada transparentes. Esa modalidad- abusiva, impositiva,
irrespetuosa, transgresora de las leyes
en muchos casos- es la que está
implementando ahora en su posición desde la Casa Blanca. Desde una
ideología de derecha ultra conservadora rayana en el fascismo- supremacista, xenófoba,
patriarcal- ha tomado a Cuba
y su ejemplo revolucionario- las BMC evidencian esa actitud solidaria-
como un principal blanco de ataque.
De hecho,
Trump intenta llevar más lejos la asfixia a la revolución profundizando el bloqueo;
por lo pronto volvió a incluir a Cuba
en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, ha reactivado el Título III de la Ley Helms-Burton,
restableciendo así el derecho de los
ciudadanos estadounidenses a presentar demandas
por propiedades confiscadas en la isla hace décadas en el momento de la revolución, y ha incluido a la nación caribeña en la lista de “adversarios extranjeros” (¿eje del mal, como decía Bush?), junto a Venezuela, Irán, Rusia y China, es decir: países que, según un retorcido criterio,
atentan con la seguridad nacional de Estados
Unidos.
En ese orden
de ideas, el gobierno de Trump ha empezado a retirar los visados
estadounidenses a los funcionarios de países que mantengan Brigadas Médicas Cubanas. La intención-maléfica, por cierto- es muy clara:
1) dañar la imagen de Cuba, haciendo
pasar estas misiones como “trata de
personas” (sic), mostrando al
personal de salud como “esclavos” de los que se beneficia la “dictadura castrista”, y 2) privar a la isla del ingreso que le representa el pago por esas misiones, que
sirve para financiar su propio servicio
de salud, buscando así profundizar el
ahogo de la revolución.
Así, en ese marco, Washington
intenta crear una imagen sombríamente
negativa de las brigadas, por lo que está difundiendo mensajes que intentan dañar su credibilidad. Se
difunden noticias- “Una mentira repetida mil veces se termina transformando en una
verdad”, no olvidemos esa máxima
del nazismo goebbeliano- que presentan a los profesionales de la salud cubanos como esclavos a los que se les quitan
sus pasaportes, no permitiéndoseles relacionarse con la población local donde intervienen, no pudiendo llevar a esos
territorios a sus familias y, en
algunos casos, debiendo cumplir un
estricto toque de queda a partir de las 6 horas de la tarde. Son infames patrañas, sin dudas, pero
sabemos que el poder de la comunicación
masiva es fenomenal; tantas mentiras
terminan creando un clima, una matriz de
opinión. Está claro que el objeto es
seguir dañando, cada vez más, al proceso
revolucionario.
Mauricio
Claver-Carone, cubano-estadounidense
y visceral enemigo de Cuba y Venezuela, a
las que acusa de “dictaduras corruptas”,
hoy enviado especial de la Casa Blanca
para América Latina y el Caribe, expulsado
del Banco Interamericano de Desarrollo -BID- en 2022 (donde había sido impuesto
por Donald Trump en su primer
mandato, contrariando las normas vigentes que exigen un presidente latinoamericano, siendo él ciudadano estadounidense) por groseros actos de corrupción
(aumentando en forma obscena el sueldo de
su amante, también contratada en la
institución, contraviniendo los reglamentos internos), fue descaradamente
sincero en la actual cruzada emprendida
por Washington contra las BMC: a la revolución hay que propiciarle un
“golpe duro”.
Marco Rubio, actual Secretario
de Estado, quien en realidad no es
cubano, sino que aprovecha el hecho
de que sus padres sí lo son-
pero habiendo
salido de la isla en 1956, antes
de la revolución-, quien ahora curiosamente habla de lucha contra la corrupción -las brigadas serían una expresión de eso,
según su visión-, pero que fuera acusado
en numerosas ocasiones de corrupto por recibir
cuantiosos sobornos cuando era senador
por el estado de Florida relacionándosele directamente con las mafiosas
ayudas prestadas a su cuñado,
Orlando Cicilia, acusado de narcotráfico
en nada transparentes negocios
aprovechando su anterior posición como funcionario, está buscando
denodadamente desprestigiar a las BMC.
En su reciente viaje por Centroamérica y el Caribe buscó la sumisión
de los funcionarios gubernamentales
con quienes se entrevistó, amenazándolos
con el retiro de visas si continúan
aceptando la presencia de personal de
salud cubano en sus territorios.
Su obsesión en este tema no
es nada nuevo; esto viene desde tiempo atrás, habiendo exhibido siempre, desde hace años, este odio visceral por el
proceso cubano, al que no deja pasar oportunidad para criticar de
la manera más amarga.
Ahora, en el gobierno neofascista de Trump y con
su nuevo cargo, encuentra un espacio propicio
para aumentar esos ataques. Hace cuatro
años presentó, junto a otros actores
políticos de la derecha más recalcitrante,
el Proyecto de Ley para Combatir la
Trata de Médicos Cubanos, afirmando que las
brigadas médicas constituían “una
trampa coercitiva”, pues
“El
régimen de Castro y de Díaz-Canel
puede tratar de disfrazar estas misiones como esfuerzos humanitarios, pero la
realidad es que son brigadas de trata de personas patrocinadas por el Estado”.
No queda
ninguna duda del porqué de
esta avanzada contra las misiones sanitarias cubanas, que ya
se han ganado profundo respeto y
reconocimiento internacionales: son un mal ejemplo contrario a la ideología del principal país capitalista del mundo.
Mientras Estados Unidos
(capitalista) exporta armas- uno de
sus negocios más redituables- y fabrica guerras por doquier, Cuba (socialista) envía muestras de solidaridad
con ayuda sanitaria.
Cerramos este
texto con las emotivas palabras de una médica
cubana, de quien omitimos su nombre,
pero que representa el sentir de cualquiera de esos profesionales que prestan
sus servicios en alguna parte del mundo:
“Desde la Brigada Médica Cubana -BMC- en Guatemala
reafirmo mis convicciones como revolucionaria, nacida y criada con los
beneficios de la Revolución Cubana, orgullosa de ser una profesional de la
Salud, que he tenido la oportunidad por voluntad y disposición propia de
brindar mis servicios en dos países: Bolivia
y Guatemala. Si volviera a nacer sería nuevamente miembro del Ejército de
Batas
Blancas del
Sistema de Salud cubano, siguiendo el ejemplo de todos los Internacionalistas
que me antecedieron y las enseñanzas de nuestro
invencible Comandante en jefe Fidel Castro Ruz y demás líderes de la Revolución, siempre poniendo en alto el prestigio y los
resultados demostrados con hechos y no con palabras en 56 países donde estamos representados”.
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