lunes, 31 de marzo de 2025

CHINA CONTINÚA AUMENTANDO SU INDEPENDENCIA DEL DÓLAR Y SU AUTONOMÍA FINANCIERA.

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“El fondo soberano China Investment Corporation.  El China Investment Corporation (CIC), con una cartera que gestiona alrededor de 1,35 billones de dólares en activos globales, no forma parte directa de los 3,3 billones de dólares en reservas internacionales de China, aunque parte de su capital inicial provino de ellas. Cuando el gobierno chino creó el fondo soberano en 2007, transfirió 200.000 millones de dólares desde las reservas oficiales administradas por el Banco Popular de China para financiar sus inversiones en el extranjero. Desde entonces, el CIC ha expandido su cartera, pero esta no se contabiliza dentro de las reservas internacionales de China.

“Las reservas oficiales, bajo el control del Banco Popular de China, están compuestas principalmente por bonos del Tesoro de Estados Unidos, euros, yenes, depósitos en divisas y oro. Su función principal es garantizar la estabilidad del yuan, proporcionar liquidez en caso de crisis financiera y respaldar la política monetaria del país. En cambio, el CIC opera como un fondo soberano con el objetivo de generar rendimientos a largo plazo invirtiendo en bolsas internacionales, infraestructura, bienes raíces y energía, actuando de manera más autónoma en sus estrategias financieras. Aunque el capital inicial del CIC se derivó de las reservas, la administración de sus activos es independiente, lo que significa que sus inversiones y rendimientos no se incluyen en el cálculo de las reservas internacionales de China. El gobierno chino ha utilizado esta estrategia para diversificar su exposición financiera global, separando la gestión de las reservas oficiales de la actividad de inversión a largo plazo del CIC.

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CHINA CONTINÚA AUMENTANDO SU INDEPENDENCIA DEL DÓLAR Y SU AUTONOMÍA FINANCIERA.

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Por Pedro Barragán | 29/03/2025 | Economía.

Fuente. Revista Rebelión lunes 31 de marzo del 2025.

 

Fuentes: Rebelión

Reduce a 759.000 millones de dólares sus bonos norteamericanos frente a los más de 1,3 billones que ha llegado a tener

China ha reducido progresivamente su tenencia de bonos del Tesoro de Estados Unidos como parte de una estrategia deliberada para fortalecer su autonomía financiera y reducir su dependencia del dólar. Durante años, la acumulación de estos activos ha sido una necesidad dentro de la gestión de reservas internacionales, pero el nuevo panorama económico y geopolítico ha llevado a Beijing a diversificar sus inversiones y a mitigar riesgos asociados a la inestabilidad financiera de Estados Unidos.

La economía china busca consolidar su crecimiento sin estar excesivamente expuesta a las políticas monetarias de la Reserva Federal, cuyos aumentos en las tasas de interés han reducido la rentabilidad de los bonos del Tesoro. Al mismo tiempo, las ya habituales crisis sobre el techo de la deuda en Washington han generado incertidumbre sobre la estabilidad de estos activos, lo que refuerza la necesidad de buscar alternativas. Beijing ha aumentado la compra de oro, diversificado su cartera de reservas con otras monedas y promovido el uso del yuan en transacciones internacionales, reduciendo la influencia del dólar en el comercio global.

Otro factor clave en esta estrategia es la creciente rivalidad de Estados Unidos contra China. A medida que las tensiones comerciales y tecnológicas se intensifican, China busca reducir su vulnerabilidad a posibles sanciones financieras o restricciones impuestas por Washington. Mantener una alta exposición a la deuda estadounidense implica depender de un sistema financiero que podría volverse adverso en cualquier momento, lo que hace necesaria una transición hacia una estructura más resiliente.

Sin embargo, la reducción de la tenencia de bonos no significa un abandono total de los activos estadounidenses. Beijing sigue utilizando cuentas de custodia en otros países y mantiene inversiones en otros instrumentos financieros de Estados Unidos. La estrategia no es de ruptura, sino de reequilibrio: reducir el peso de los bonos del Tesoro en favor de una cartera más diversificada que garantice mayor estabilidad y control sobre los recursos chinos en un entorno internacional cada vez más volátil.

 


Las reservas de divisas de China

China posee las mayores reservas de divisas del mundo, con aproximadamente 3,3 billones de dólares. Le sigue Japón, con reservas que rondan los 1,2 billones de dólares. Otros países con reservas significativas incluyen a Suiza, Arabia Saudita o Rusia, cada uno con cifras que oscilan entre 500.000 y 800.000 millones de dólares.

China ha gestionado sus reservas internacionales con el objetivo de garantizar la estabilidad financiera del país y fortalecer su soberanía económica en un entorno global cada vez más incierto. Con un volumen total que supera los 3,3 billones de dólares, estas reservas han sido fundamentales para respaldar la estabilidad del yuan, asegurar la liquidez en tiempos de crisis y proteger la economía de shocks externos. Durante años, los bonos del Tesoro de Estados Unidos han representado una parte clave de estas reservas, proporcionando rendimientos estables y liquidez, pero en los últimos tiempos su importancia ha disminuido en favor de una estrategia de diversificación más amplia. Actualmente, China posee aproximadamente 759.000 millones de dólares en estos bonos, una cifra mucho menor que los más de 1,3 billones que llegó a tener en 2013. Este ajuste responde a la necesidad de reducir la exposición a riesgos financieros asociados con la creciente deuda estadounidense y la inestabilidad de su política fiscal y monetaria.

Como parte de su estrategia de diversificación, China ha incrementado la proporción de sus reservas en otras divisas y activos financieros globales. La presencia de euros, yenes y libras esterlinas ha aumentado significativamente, reflejando la importancia de los lazos comerciales con Europa y Japón. La acumulación de reservas en monedas alternativas fortalece la capacidad del país para afrontar fluctuaciones en el dólar y reducir su dependencia de una única economía. Además, China ha incrementado su participación en bonos soberanos de mercados emergentes (Brasil y Rusia), fortaleciendo su cooperación con países estratégicos y promoviendo un sistema financiero multipolar. En este contexto, el oro también ha adquirido un papel central en la estrategia de reservas. En los últimos años, el Banco Popular de China (PBoC) ha acelerado la compra de oro, acumulando más de 2.100 toneladas, lo que representa alrededor del 4% de las reservas totales. Esta decisión busca reforzar la estabilidad del país ante posibles sanciones financieras y ofrecer una alternativa sólida a las reservas denominadas en dólares.



El fondo soberano China Investment Corporation

El China Investment Corporation (CIC), con una cartera que gestiona alrededor de 1,35 billones de dólares en activos globales, no forma parte directa de los 3,3 billones de dólares en reservas internacionales de China, aunque parte de su capital inicial provino de ellas. Cuando el gobierno chino creó el fondo soberano en 2007, transfirió 200.000 millones de dólares desde las reservas oficiales administradas por el Banco Popular de China para financiar sus inversiones en el extranjero. Desde entonces, el CIC ha expandido su cartera, pero esta no se contabiliza dentro de las reservas internacionales de China.

Las reservas oficiales, bajo el control del Banco Popular de China, están compuestas principalmente por bonos del Tesoro de Estados Unidos, euros, yenes, depósitos en divisas y oro. Su función principal es garantizar la estabilidad del yuan, proporcionar liquidez en caso de crisis financiera y respaldar la política monetaria del país. En cambio, el CIC opera como un fondo soberano con el objetivo de generar rendimientos a largo plazo invirtiendo en bolsas internacionales, infraestructura, bienes raíces y energía, actuando de manera más autónoma en sus estrategias financieras.

Aunque el capital inicial del CIC se derivó de las reservas, la administración de sus activos es independiente, lo que significa que sus inversiones y rendimientos no se incluyen en el cálculo de las reservas internacionales de China. El gobierno chino ha utilizado esta estrategia para diversificar su exposición financiera global, separando la gestión de las reservas oficiales de la actividad de inversión a largo plazo del CIC.



Recursos dedicados a financiar proyectos de infraestructura en la Iniciativa de la Franja y la Ruta

Otra medida clave para la reducción de los activos en dólares ha sido la asignación de una parte de las reservas a inversiones estratégicas en el desarrollo global. A través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, China ha destinado recursos a proyectos de infraestructura en Asia, África y América Latina, fortaleciendo su cooperación al desarrollo y reduciendo la necesidad de mantener activos estadounidenses. Con datos al cierre de 2023, la inversión acumulada en la Iniciativa de la Franja y la Ruta superó la marca de 1 billón de dólares (1,016 billones), con alrededor de 596 mil millones de dólares en contratos de construcción y 420 mil millones de dólares en inversiones no financieras.

La financiación proviene de diversas fuentes, incluyendo el Banco de Desarrollo de China (CDB) y el Banco de Exportación e Importación de China (China Exim Bank), que han otorgado miles de millones en préstamos para la construcción de carreteras, puertos, ferrocarriles y plantas de energía en países de Asia, África, América Latina y Europa. Además, el Fondo de la Ruta de la Seda, establecido en 2014 con un capital inicial de 40.000 millones de dólares, se creó específicamente para apoyar proyectos estratégicos dentro de la iniciativa.



La previsible reconfiguración de las reservas monetarias chinas

La reconfiguración de las reservas chinas no responde a una decisión aislada, sino a un análisis profundo de las condiciones económicas y políticas internacionales. La creciente inestabilidad en la política fiscal de Estados Unidos, marcada por un endeudamiento creciente y frecuentes crisis en torno al techo de la deuda, ha incrementado la percepción de riesgo sobre la fiabilidad de los bonos del Tesoro estadounidense como activo seguro. A esto se suma el uso creciente del dólar como herramienta de presión geopolítica, lo que ha llevado a China a buscar alternativas que refuercen su autonomía económica y reduzcan su vulnerabilidad ante posibles sanciones financieras, como las impuestas a otros países en el pasado.

La estrategia de diversificación de reservas no solo implica una reducción paulatina de la tenencia de deuda estadounidense, sino también un aumento de la participación de activos en otras divisas, como el euro, el yen japonés y el franco suizo, así como una mayor apuesta por el oro, que se ha consolidado como un activo estratégico en el respaldo de la estabilidad monetaria del país.

Al mismo tiempo, la promoción del yuan como una moneda clave en el comercio internacional ha permitido reducir la necesidad de mantener grandes cantidades de dólares en reserva. China ha impulsado acuerdos de intercambio de divisas (swaps) con varios países, facilitando el comercio en yuanes y reduciendo la dependencia del dólar en transacciones bilaterales. Asimismo, la internacionalización del yuan se ha visto respaldada por su inclusión en la cesta de Derechos Especiales de Giro (DEG) del Fondo Monetario Internacional, lo que refuerza su papel como moneda de reserva global.

Lejos de ser un abandono total de los activos estadounidenses, este ajuste representa un paso firme hacia un sistema financiero más equilibrado y resistente, alineado con los intereses estratégicos del país y con su visión de un orden económico global más estable y multipolar. Al diversificar sus reservas y reducir gradualmente su exposición a la deuda de Estados Unidos, China busca consolidar un modelo financiero menos dependiente del dólar, favoreciendo una estructura más descentralizada en la que el yuan juegue un papel más protagonista en el comercio internacional y en la estabilidad monetaria global.

(Artículo publicado originalmente en China información y economía)

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domingo, 30 de marzo de 2025

ADIOS AL PENSAMIENTO CRÍTICO.

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“En resumen, lo contrario del pensamiento crítico implica la falta de análisis, reflexión y apertura a la evidencia, lo que puede llevar a conclusiones poco fundamentadas o sesgadas. “En otros términos: mucho de lo que genera la actual cultura digital. Un “meme” o un texto de pocas palabras ¿transmiten lo mismo que la lectura profunda de un texto de varias páginas? Un podcast de pocos minutos ¿dirá lo mismo que todo un capítulo de un libro? No nos opongamos a todas estas nuevas herramientas, pero sepamos claramente cuáles son los límites. Por supuesto que no es cierto que todo tiempo pasado fue mejor; las generaciones recientes criadas ya en este ámbito digital, con primado de la imagen y la inteligencia artificial, no son más “tontas” que las anteriores, donde se priorizaba la lectura. Sucede, sin embargo, que esta desaparición de la actitud crítica se engarza a la perfección con esta apología del “no piense y mire la pantalla, repitiendo acríticamente lo que ahí le enseñan”. ¿Será ese el modelo futuro hacia donde los poderes dominantes (capitalistas) desean llevar a la humanidad?

“Sin caer en esas falsas dicotomías de “lo anterior = bueno, lo actual = cuestionable”, entendiendo que hay momentos históricos, tendencias, cambios en las formas sociales, y que ningún momento es el “mejor” (no repitamos lo que decía Hesíodo hace dos mil 700 años atrás), debemos poner especial énfasis en la denuncia de la perspectiva actual que nos intenta llevar hacia un conformismo acrítico, útil solamente a la clase dominante, a los detentadores del poder. Es decir: al gran capital. El mundo puede -¡y debe!- ser algo más que esa mezquindad. Si las nuevas herramientas nos sirven para propiciar ese cambio, pues usémoslas. Pero queda una pregunta: las transformaciones sociales ¿se podrán hacer a través de una pantalla, o necesitan de la gente de carne y hueso transpirando en la calle?

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ADIOS AL PENSAMIENTO CRÍTICO.

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Por Marcelo Colussi. Politólogo. Catedrático e Investigador Social.

Fuente. Prensa Latina 30 de marzo del 2025.

Firmas Selectas. Artículos de Opinión, Comentarios y Análisis.

“No piense y mire la pantalla, repitiendo acríticamente lo que ahí le enseñan.” Síntesis de la actual cultura mediático-digital
“Hasta ahora los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo de diferentes maneras. De lo que se trata es de transformarlo.” Carlos Marx

Suele decirse, muy equivocadamente, por cierto, que todo tiempo pasado fue mejor. Discurso por excelencia adulto céntrico, que da por supuesto que las nuevas generaciones son torpes, están equivocadas, lo hacen todo mal, nunca tan bien como lo hizo, y lo sigue haciendo, la generación que se considera la “correcta”, tomando la palabra- ya en su madurez- y viendo en las juventudes una suma de imperfecciones.

Estamos ahí ante una afirmación tan injusta como errónea. Sin dudas, la experiencia cuenta, y es fuente de sabiduría; así fue durante milenios, constituyendo la ancianidad el grupo que dirigía las sociedades, por más conocedora de la vida (los años, por supuesto, dan esa sabiduría). Eso ha cambiado bastante a partir del capitalismo, donde la innovación es su savia constitutiva, su insaciable sed de cosas nuevas, tal como “exige” el mercado, siempre ávido de novedades para consumir, muchas veces prescindibles, o incluso dañinas, pero que terminan convirtiéndose en necesidades prioritarias. De todos modos, aún con esa tendencia y esa veneración por lo novedoso, persiste siempre la idea de que todo tiempo pasado fue mejor, lo que lleva, casi sin solución de continuidad, a la odiosa expresión de que “la juventud actual está perdida”, pues “en mis tiempos hacíamos tal cosa, no como ahora que esta juventud…bla bla bla.”

 


Esa actitud recorre la historia de la humanidad; lo nuevo, desde una posición conservadora, suele verse como disruptivo y amenazante, por tanto, objeto a atacar. Ejemplos de ellos sobran: en el 700 antes de nuestra era Hesíodo, considerado por algunos como el primer filósofo de la Grecia clásica, decía que

“Ya no tengo esperanza en el futuro de nuestro país si la juventud de hoy toma el control mañana, porque esta juventud es insoportable, desenfrenada y terrible”.

Pareciera que estamos ante una tendencia humana: lo nuevo asusta a quienes ya peinan canas. Por tanto, se lo ataca, se lo denigra y deshonra.

Esa dinámica está instalada en la dialéctica humana. Lo que sigue primando, sin dudas como una más de tantas contradicciones que alimentan esas relaciones, es el adulto centrismo. “Yo te voy a explicar, muchachito inexperto”, pareciera la consigna instalada. Lo nuevo se resiste a ser aceptado.

Ahora bien: ¿es cierto que todo tiempo pasado fue mejor, que la juventud actual está desorientada, “es insoportable, desenfrenada y terrible”? Parece que desde hace unos cuantos milenios se dice lo mismo. Estemos claros en esto: en los tiempos pasado se hacían otras cosas, se hacían de otra manera. Punto. Es en exceso arrogante pensar que lo ido- que hace parte de mi acervo, ahora que ya peino canas- es “mejor” que lo actual que, por novedoso, desconozco. O no puedo terminar de comprender, me rebasa, me atropella.



Hoy día el mundo ha ido tomando formas imposibles de imaginar apenas unas décadas atrás. Lo digital, el ámbito de la virtualidad asociado a la dimensión comunicacional, ha llegado para quedarse con una fuerza monumental, incontenible. Prácticamente ya no hay rincón del planeta donde todas estas tecnologías no hayan hecho pie imponiendo el ritmo. Toda esta parafernalia tecnológica ha cambiado radicalmente las relaciones interhumanas, el modo de vincularnos. Su omnímoda presencia está en los más diversos ámbitos del quehacer humano: en la producción, el estudio, el entretenimiento, el amor, el deporte, la cotidianeidad toda. La observación de una pantalla pasó a ser una práctica habitual, dominante en muchos aspectos. La especie humana es inteligente y realiza cosas maravillosas, sin dudas. Haber inventado estos ingenios tecnológicos que recrean virtualmente la realidad o permiten conectarnos con cualquier parte del planeta en tiempo real, es fabuloso. Pero eso no quita que, en muchos aspectos, como especie biológica, permanezca muy cerca de sus antepasados. Al igual que sus parientes no tan lejanos, los insectos voladores, la fascinación por la imagen deslumbrante son evidente. Las “luces de colores” atrapan, al igual que el bombillo eléctrico lo hace con un insecto volador. Lo prueba nuestra actual civilización basada en la imagen: televisión, videojuegos, cine, internet, pantallas de celulares, tables, redes sociales. ¿Qué tiene esta tecnología de lo iconográfico que cautiva tanto? Lo inmediato y masivo de la imagen. Una selfie, pretendidamente, captura nuestras vidas y dice más de nosotros que un razonado discurso. O, al menos, esa es la ilusión.

Esta tendencia tecnológica, que es en realidad una marca civilizatoria, asienta básicamente en las juventudes. La gente mayor- digamos que hoy de 40 años para arriba- no se crio con todo este arsenal, por lo que llega al mismo con mucha desconfianza. De ahí la expresión, muy popular por cierto en gente que supera esa edad, de “la tecnología me atropella”. Es imprescindible hacer notar que toda esta nueva dimensión cultural, histórico-civilizatoria, va desechando en forma creciente la lectura, reemplazándola por el culto a la imagen. En ese orden de ideas, cabe una crítica que debe entenderse exactamente contextualizada: aquellos que se sienten “atropellados” por todas estas tecnologías, que crecen a velocidades vertiginosas, ponen el grito en el cielo por la lenta y gradual declinación de la lectura.

De la mano de este declive asistimos al del pensamiento crítico. Aquí hay algo más, mucho más, que una simple protesta de viejo nostálgico que repite aquella cantinela de “todo tiempo pasado fue mejor”. Se constata un momento civilizatorio muy especial: el sistema capitalista ha ido encontrando antídotos cada vez más poderosos ¡y efectivos! contra cualquier atisbo de crítica social, de fermento contestatario. Los ideales socialistas que cruzaron buena parte del siglo XX, fueron siendo aplastados, sacados de circulación, denigrados. A ello contribuyó- y continúa contribuyendo en forma exponencial- esta explosión de tecnologías digitales. La inteligencia artificial hace un generoso aporte en ese aplastamiento. Si de algo se trata, es de borrar, de una vez y para siempre, el pensamiento crítico. Ello se ve, básicamente, en el ámbito de lo sociopolítico.

 


¿Qué es, entonces, ese “pensamiento crítico”? Es una forma de pensar que va más allá de las apariencias, que busca causas profundas y siempre con un talante cuestionador, para llegar a conclusiones que, en el ámbito social y humanístico, pueden ser demoledoras. Desarrollar una “crítica implacable de todo lo existente”, pedía Marx. Ese podría ser su núcleo central, pidiendo a la filosofía no solo interpretar el mundo sino, básicamente, transformarlo. Su opuesto sería un pensamiento que, definido por inteligencia artificial (atrevámonos a usarla, no seamos retrógrados) presenta las siguientes notas distintivas:

“1. Sensacionalismo: Aceptar información sin cuestionarla, especialmente si es emocionalmente impactante o coincide con creencias preexistentes.

2. Dogmatismo: Adherirse rígidamente a creencias o ideologías sin considerar evidencia contraria o perspectivas alternativas.

3. Pensamiento superficial: Basarse en impresiones iniciales o información incompleta sin profundizar en el análisis.

4. Sesgo cognitivo: Dejarse influir por prejuicios personales, emociones o intereses, en lugar de buscar objetividad.

5. Conformismo: Aceptar ideas o decisiones simplemente porque son populares o están respaldadas por figuras de autoridad, sin reflexión crítica.

6. Pensamiento emocional: Tomar decisiones basadas principalmente en emociones, sin considerar la lógica o la evidencia.

En resumen, lo contrario del pensamiento crítico implica la falta de análisis, reflexión y apertura a la evidencia, lo que puede llevar a conclusiones poco fundamentadas o sesgadas.

“En otros términos: mucho de lo que genera la actual cultura digital. Un “meme” o un texto de pocas palabras ¿transmiten lo mismo que la lectura profunda de un texto de varias páginas? Un podcast de pocos minutos ¿dirá lo mismo que todo un capítulo de un libro? No nos opongamos a todas estas nuevas herramientas, pero sepamos claramente cuáles son los límites.

Por supuesto que no es cierto que todo tiempo pasado fue mejor; las generaciones recientes criadas ya en este ámbito digital, con primado de la imagen y la inteligencia artificial, no son más “tontas” que las anteriores, donde se priorizaba la lectura. Sucede, sin embargo, que esta desaparición de la actitud crítica se engarza a la perfección con esta apología del “no piense y mire la pantalla, repitiendo acríticamente lo que ahí le enseñan”. ¿Será ese el modelo futuro hacia donde los poderes dominantes (capitalistas) desean llevar a la humanidad?

Sin caer en esas falsas dicotomías de “lo anterior = bueno, lo actual = cuestionable”, entendiendo que hay momentos históricos, tendencias, cambios en las formas sociales, y que ningún momento es el “mejor” (no repitamos lo que decía Hesíodo hace dos mil 700 años atrás), debemos poner especial énfasis en la denuncia de la perspectiva actual que nos intenta llevar hacia un conformismo acrítico, útil solamente a la clase dominante, a los detentadores del poder. Es decir: al gran capital. El mundo puede -¡y debe!- ser algo más que esa mezquindad.

Si las nuevas herramientas nos sirven para propiciar ese cambio, pues usémoslas. Pero queda una pregunta: las transformaciones sociales ¿se podrán hacer a través de una pantalla, o necesitan de la gente de carne y hueso transpirando en la calle?

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sábado, 29 de marzo de 2025

TRUMP Y SU IMPOSIBLE RETORNO AL PASADO.

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“En su desesperación Trump procura vestirse de sheriff, apelar a la fuerza bruta y hacer del bullying su principal argumento diplomático (“la paz por la fuerza”, como dijera Marco Rubio) para revivir la “época de oro” del imperialismo: la diplomacia de las cañoneras, y en vano tratar de resucitar un “orden mundial basado en reglas” que murió hace unos cuantos años. Trump es tan sólo el sepulturero, no el verdugo. Se retira de los Acuerdos de París sobre el Cambio Climático, de la Organización Mundial de la Salud, le corta el financiamiento a la Organización del Comercio Mundial creada bajo el liderazgo de Washington, está pensando abandonar las Naciones Unidas, múltiples organismos globales y desahuciar definitivamente una gran cantidad de tratados internacionales.

“En su cruzada restauradora empuña el arma de la guerra comercial apelando a los aranceles aduaneros, cuyo efecto bumerang ha sido señalado reiteradamente y la amenaza de imponer su voluntad por encima de cualquier oponente, desde comprar a Groenlandia, anexar a Canadá como estado número 51 de la Unión, recuperar por la fuerza el Canal de Panamá “controlado por China” (lo cual es una tremenda mentira), cambiar el nombre del Golfo de México por el de Golfo de América, considerar a los cárteles de la droga como “organizaciones terroristas”, lo cual según las leyes de Estados Unidos lo facultaría a combatirlas al interior de México y, por supuesto, redoblar las agresiones en contra de Cuba y Venezuela. Había prometido acabar con la guerra en Ucrania en 24 horas, y pasados dos meses de su llegada a la Casa Blanca sus palabras se desvanecieron en el aire porque Vladimir Putin no está dispuesto a regalarle su victoria militar. Y pese a sus pretensiones supuestamente pacifistas, reducidas al caso de Ucrania, continúa con la política de sus predecesores, tanto republicanos como demócratas, de financiar y convalidar el genocidio que el régimen terrorista israelí está perpetrando en Gaza y ahora en Cisjordania. Hasta ahora Trump y su reducida banda de oligarcas que secuestraron a la democracia en Estados Unidos y los mediocres integrantes de su gabinete, comenzando por Marco Rubio (a) “el pequeño” ha limitado sus ínfulas restauradoras al plano de los gestos y las palabras, o a las iniciativas sin costo como, por ejemplo, abandonar la OMS. Pero en el Campo de Marte de las relaciones internacionales, allí donde chocan múltiples intereses nacionales, es poco o nada lo que ha logrado. Para colmo tiene un frente interno en donde un número creciente de la población, más de la mitad, ya desaprueba el rumbo que le está imprimiendo a la economía. Hay que estar muy alertas porque, como es archisabido, cuando a Washington las cosas no le salen bien en otras partes del mundo se repliega sobre su retaguardia estratégica, Latinoamérica y el Caribe.

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TRUMP Y SU IMPOSIBLE RETORNO AL PASADO.

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Por Atilio A. Boron. Sociólogo y Dr. en Ciencias Sociales.

Maestro Universitario.

Fuente. Página /12. viernes 28 de marzo del 2025.

 

Imposible en algunas cosas, no en todas, por supuesto. El radical retorno al proteccionismo es no sólo posible sino necesario para un imperio enfrentado a una inocultable declinación, denunciada no sólo por los analistas críticos del imperio sino certificada nada menos que por figuras estelares del establishment norteamericano como Zbigniew Brzezinski en un texto del 2012 y, posteriormente por varios documentos de la Corporación Rand. Declinación o decadencia, como se prefiera, que vino de la mano entre otros factores domésticos por el lento crecimiento de su economía, la pérdida de competitividad en los mercados globales y el gigantesco endeudamiento del gobierno federal. Si en 1980 la relación entre la deuda de la Casa Blanca y el PIB era de 34.54 % en la actualidad se ubica en un nivel astronómico: 122.55 %. A esto hay que sumar el intratable déficit de la balanza comercial que no cesa de crecer que en el año 2024 ascendió a 1.13 billones de dólares (un billón, en castellano es igual a un millón de millones) lo que representa un 3.5 % del PIB estadounidense. A esta constelación de factores domésticos de debilitamiento imperial es preciso añadir el deterioro de la legitimidad democrática y la enorme grieta que socava al sistema político y de la cual el trumpismo no es sino una de sus manifestaciones. A este complejo cuadro hay que agregar los cambios epocales en el ambiente externo de los Estados Unidos que han modificado irreversiblemente la morfología del sistema internacional. 



El fenomenal crecimiento económico de China y los significativos avances de otros países del Sur Global como la India y varias naciones asiáticas constituyen escollos objetivos a las pretensiones de Washington, acostumbrado a imponer sus condiciones sin tropezar con demasiados obstáculos. Mal que le pese a Donald Trump (foto) esa época ya es parte del pasado porque el fortalecimiento económico y el avance de los países del Sur Global en las nuevas tecnologías crearon un paisaje planetario en donde las bravuconadas de antaño ya no surten los mismos efectos. Mucho menos las guerras económicas, en donde el agresor termina siendo víctima de sus decisiones. Como si lo anterior no fuera suficiente hay que agregar el “retorno” de Rusia como una potencia global, algo que tomó por sorpresa a los ideologizados expertos del imperio, fervientes creyentes en el excepcionalismo de Estados Unidos como “la nación indispensable” y que pensaban que tras la implosión de la Unión Soviética Rusia había sido condenada per secula seculorum a la intrascendencia en los asuntos mundiales. Si a este cuadro sumamos la mayor capacidad de respuesta militar de estos países -muy especialmente Rusia- así como sus logros en el terreno diplomático y en la conformación de amplias alianzas -el BRICS por ejemplo- se comprenderá las razones por las cuales la balanza del tablero geopolítico mundial se ha inclinado en una dirección contraria a los intereses estadounidenses.

No debería sorprendernos que atentos a estos amenazantes cambios puestos en evidencia desde los comienzos del frustrado “nuevo siglo americano” algunos académicos y asesores gubernamentales hicieran enfáticos llamados a la dirigencia estadounidense a ejercer el poder desnudo, dejando de lado todo convencionalismo o apego a la legalidad internacional. Uno de ellos, Robert Kagan, fundamentó esta política en un largo y muy influyente artículo publicado al año siguiente de los atentados del 11-S. A diferencia de Europa, decía, la dirigencia de Estados Unidos debe ser consciente de que vivimos “en un mundo anárquico y Hobbesiano, en el cual las leyes y normas internacionales son inseguras e inciertas. En un escenario de ese tipo la verdadera seguridad, defensa y promoción de un orden liberal dependen de la posesión y uso de la fuerza militar.” Para Kagan era indiscutible la necesidad que tenía el mundo de contar con un “gendarme global” y Washington era el único que tenía la voluntad y la capacidad para cumplir ese papel. De ahí la doctrina de la “Guerra preventiva” proclamada por George W. Bush (h) poco después del 11-S, misma que establecía que los países o gobiernos que están fuera de la ley -es decir, los que no aceptan el “orden mundial basado en reglas”, concebidas para favorecer a Estados Unidos y sus vasallos- deben ser neutralizados o destruidos. 




Kagan remata su argumentación apelando al bárbaro planteo de un diplomático británico, Robert Cooper, en donde decía que al tratar con el mundo exterior a Europa “debemos regresar a los métodos más brutales de antaño –la fuerza, el ataque preventivo, el engaño y cualquier cosa que sea necesaria. Entre nosotros mantenemos la ley, pero cuando operamos en la jungla debemos también utilizar las leyes de la jungla.” La jungla es, obviamente, todo el resto del planeta que se encuentra fuera del Atlántico Norte y muy especialmente las regiones periféricas del imperio. Exactamente 20 años más tarde Josep Borrell, Alto Representante para Política Exterior de la impresentable Unión Europea, se inspiraría en ese escrito de Cooper al comparar con inigualable soberbia al “jardín europeo” con al resto del mundo, al que caracterizaría como una “jungla” y que, en cuanto tal, debe ser tratada con los brutales métodos propios de la jungla.

Sin embargo, pocos años antes de la publicación de los textos de Kagan y Cooper, un sofisticado exponente del conservadorismo norteamericano como Samuel P. Huntington alertaba sobre los límites de los Estados Unidos en su condición de sheriff solitario” y, en general, sobre la sustentabilidad del unipolarismo que algunos pensaron perduraría a lo largo de todo el siglo XXI. Según este autor, las turbulencias de la coyuntura internacional tras el derrumbe de la Unión Soviética obligaban a Washington a ejercer el poder internacional de forma despótica e inconsulta dado que en un mundo Hobbesiano impera la ley del más fuerte. No obstante, advertía, con el paso del tiempo esta conducta estaba llamada a precipitar la formación de una amplísima coalición anti-estadounidense en donde no sólo se enrolarían Rusia y China sino también muchos otros países, lo que hoy denominamos el Sur Global

Además, en la medida en que como gendarme del capitalismo mundial Washington está obligado, según Huntington, a “presionar a otros países para adoptar valores y prácticas norteamericanas; impedir que terceros países adquieran capacidades militares que pongan en cuestión la superioridad militar norteamericana”; o imponer la ilegal extraterritorialidad de las leyes de Estados Unidos; o promover los intereses empresariales de este país bajo los “slogans del comercio libre y mercados abiertos y modelar las políticas del FMI y el BM para servir a esos mismos intereses”; y también a categorizar a ciertos países como “estados patrocinadores del terrorismo” (como en un gesto infame se ha hecho con Cuba en fecha reciente) porque rehúsan a postrarse ante los deseos norteamericanos” sería tan sólo una cuestión de tiempo, advertía, para que como reacción a estas políticas se conformase un amplio frente opuesto a los Estados Unidos y que el imperio se viera crecientemente desafiado por nuevos y muy poderosos actores internacionales.[v] En el terreno militar el sheriff solitario” fue vapuleado en Corea, Playa Girón, Vietnam, Iraq y Afganistán; no pudo doblegar la heroica resistencia de Cuba a 65 años de agresiones, o acabar con el gobierno de Venezuela desde hace más de diez años. Para colmo, ese gendarme no sólo está más debilitado, sino que debe lidiar con una escena internacional muchísimo más complicada e intratable que hace un cuarto de siglo.



En su desesperación Trump procura vestirse de sheriff, apelar a la fuerza bruta y hacer del bullying su principal argumento diplomático (“la paz por la fuerza”, como dijera Marco Rubio) para revivir la “época de oro” del imperialismo: la diplomacia de las cañoneras, y en vano tratar de resucitar un “orden mundial basado en reglas” que murió hace unos cuantos años. Trump es tan sólo el sepulturero, no el verdugo. Se retira de los Acuerdos de París sobre el Cambio Climático, de la Organización Mundial de la Salud, le corta el financiamiento a la Organización del Comercio Mundial creada bajo el liderazgo de Washington, está pensando abandonar las Naciones Unidas, múltiples organismos globales y desahuciar definitivamente una gran cantidad de tratados internacionales. En su cruzada restauradora empuña el arma de la guerra comercial apelando a los aranceles aduaneros, cuyo efecto bumerang ha sido señalado reiteradamente y la amenaza de imponer su voluntad por encima de cualquier oponente, desde comprar a Groenlandia, anexar a Canadá como estado número 51 de la Unión, recuperar por la fuerza el Canal de Panamá “controlado por China” (lo cual es una tremenda mentira), cambiar el nombre del Golfo de México por el de Golfo de América, considerar a los cárteles de la droga como “organizaciones terroristas”, lo cual según las leyes de Estados Unidos lo facultaría a combatirlas al interior de México y, por supuesto, redoblar las agresiones en contra de Cuba y Venezuela. 

Había prometido acabar con la guerra en Ucrania en 24 horas, y pasados dos meses de su llegada a la Casa Blanca sus palabras se desvanecieron en el aire porque Vladimir Putin no está dispuesto a regalarle su victoria militar. Y pese a sus pretensiones supuestamente pacifistas, reducidas al caso de Ucrania, continúa con la política de sus predecesores, tanto republicanos como demócratas, de financiar y convalidar el genocidio que el régimen terrorista israelí está perpetrando en Gaza y ahora en Cisjordania. Hasta ahora Trump y su reducida banda de oligarcas que secuestraron a la democracia en Estados Unidos y los mediocres integrantes de su gabinete, comenzando por Marco Rubio (a) “el pequeño” ha limitado sus ínfulas restauradoras al plano de los gestos y las palabras, o a las iniciativas sin costo como, por ejemplo, abandonar la OMS. Pero en el Campo de Marte de las relaciones internacionales, allí donde chocan múltiples intereses nacionales, es poco o nada lo que ha logrado. Para colmo tiene un frente interno en donde un número creciente de la población, más de la mitad, ya desaprueba el rumbo que le está imprimiendo a la economía. Hay que estar muy alertas porque, como es archisabido, cuando a Washington las cosas no le salen bien en otras partes del mundo se repliega sobre su retaguardia estratégica, Latinoamérica y el Caribe.

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