miércoles, 16 de julio de 2025

CRISIS DEL TRABAJO: PRECARIEDAD PRESENTE, FUTURO INCIERTO.

 &&&&&

“Un nuevo contrato social. Quizá, en un futuro no tan lejano, el pleno empleo ya no sea un objetivo realista. En este escenario, la pregunta no será solo cómo sobreviviremos sin empleo, sino cuál debe ser nuestro propósito y cómo garantizar vidas dignas cuando trabajar ya no sea necesario, ni posible, para todos. Todo esto obliga a repensar a fondo el sistema económico y fiscal. ¿Cómo se financiarían la renta básica o los servicios universales? ¿A través de impuestos sobre los beneficios de actividades económicas producidas por máquinas? ¿Con tributos al capital? ¿Con nuevos sistemas económicos aún por diseñar? No hay una única vía, pero sí un interés creciente en abrir este debate. No tengo todas las respuestas. Pero si estos modelos futuros plantean incógnitas, el actual plantea aún más.

“Porque, últimamente, tampoco paro de pensar en el presente del trabajo. No hace falta mirar muchas décadas adelante para ver un mercado laboral frágil y un sistema fiscal fracturado. Tener empleo ya no garantiza bienestar. La percepción de desigualdad va en aumento. El acceso a la vivienda está marcado por una verdadera crisis por exceso de demanda y falta de oferta. La percepción de desigualdad va en aumento. La combinación de esperanza de vida al alza y baja natalidad cuestiona la sostenibilidad del sistema de pensiones. Mientras tanto, los costes de vidaalimentación, vivienda, crianza no dejan de subir, mientras los salarios permanecen estancados. Redefinir el sistema económico para volver a poner en el centro la prosperidad compartida, y no otros fines, no es solo una necesidad futura. Es una urgencia presente.

/////


Fuentes: El Salto.


CRISIS DEL TRABAJO: 

PRECARIEDAD PRESENTE, FUTURO INCIERTO.

*****

Fuente Francisco Ortiz Córdoba. /Economía/ España.

Fuente. Revista Rebelión miércoles 16 de julio del 2025.


El empleo atraviesa una doble crisis: la precariedad marca el presente y la inteligencia artificial pone en duda el futuro del trabajo. Es necesario repensar cómo garantizar vidas dignas cuando el acceso al empleo se restringe.

Últimamente, no paro de pensar en el futuro del trabajo. Durante décadas, se nos ha dicho que la automatización reduciría el empleo disponible y, sin embargo, una y otra vez, ha acabado generando nuevas tareas. Hoy, más del 75 % del empleo en España se concentra en el sector servicios, muy lejos de aquel mundo industrial y agrícola de nuestros abuelos.

Pero la llegada de la inteligencia artificial (IA) supone algo distinto. Esta vez no se trata solo de automatizar procesos físicos o mecánicos, sino también tareas cognitivas. Y, cuando uno se detiene a pensarlo —no en un horizonte de cinco años, sino de décadas—, cuesta imaginar un trabajo que, al menos en parte, no pueda hacer mejor una máquina.

¿Quién será taxista o camionero cuando los vehículos autónomos sean más seguros y baratos?

¿Qué ocurrirá con miles de empleos administrativos, de atención al cliente, limpieza, de logística, gestión de proyectos o incluso de diagnóstico médico?

Un estudio del Foro Económico Mundial (2025) estima que, actualmente, el 47 % de los trabajos los realizan humanos, el 22 % la tecnología (máquinas y algoritmos) y el 30 % una combinación de ambos. En tan solo cinco años, se espera que el porcentaje humano baje al 33 %, y que el principal ejecutor de tareas sea la tecnología (34 %). Si ampliamos la perspectiva temporal, la pregunta no es si habrá empleos que puedan hacer las máquinas, sino si quedará alguno que no.

Y si solo una parte pequeña de la población conserva un empleo remunerado, ¿de dónde obtendrán ingresos los demás? Es cierto que podríamos reorientarnos hacia actividades más creativas o a experiencias físicas. Quizás aumenten los profesores de cerámica, los entrenadores personales o los terapeutas. Pero cuesta imaginar que ese crecimiento compense la magnitud de los empleos perdidos, o que una clase media pueda seguir sosteniendo las cargas financieras del hogar. La sustitución masiva del trabajo por IA reducirá costes para las empresas, pero como el propio Sam Altman, CEO de OpenAI, menciona, puede expulsar a millones de personas del sistema.


Poner en marcha la renta básica universal, es la revolución.

*****

Ingresos sin empleo.

Conviene recordar una definición muy aceptada, pero poco recordada de economía, la de Lionel Robbins:

“la ciencia que estudia el comportamiento humano como relación entre fines dados y medios escasos con usos alternativos”.

Si el objetivo es maximizar el bienestar de las personas que componen una sociedad, entonces quizá deberíamos medir el desarrollo económico por la eficiencia en el uso de recursos para garantizar vidas dignas, y no por indicadores como el pleno empleo. ¿Tiene sentido seguir forzando la creación de empleo si las máquinas pueden cubrir nuestras necesidades materiales?

Por lo tanto, la pregunta ya no es solo cómo crear más empleo, sino cómo garantizar el bienestar sin depender exclusivamente de él.

Una de las respuestas más repetidas es la provisión universal de servicios básicos: vivienda, sanidad, transporte, energía, agua, conectividad o educación. Hacerlos gratuitos o muy asequibles reduciría el coste vital mínimo y es una de las medidas que ha demostrado ser más efectiva para erradicar la pobreza, incluso en hogares sin empleo.

Pero si queremos preservar también cierta libertad de consumo, hay que ir más allá. De ahí el interés creciente por la renta básica universal: un ingreso incondicional y regular que permita vivir con dignidad, independientemente de si se trabaja o no. Autores como Philippe Van Parijs, Guy Standing o incluso Milton Friedman, desde visiones muy distintas, han defendido versiones de este modelo. El propio Sam Altman calcula que, en tan solo 10 años, la IA podría dar a cada estadounidense un dividendo de 13.500 dólares anuales.

Lo más probable es que no tengamos que elegir entre renta básica o provisión de servicios, sino que necesitemos una combinación de ambas.


Precariedad laboral. Crisis del trabajo. Precariedad ´presente. Futuro incierto.

*****

¿Y si nadie hace nada útil en un mundo post-empleo?

La objeción es inevitable: si se garantiza un ingreso básico, ¿y si la gente decide no hacer nada? ¿Y si pasamos los días en el sofá viendo tiktoks, viviendo del sistema? Es una preocupación legítima. Pero la respuesta no puede ser renunciar a garantizar condiciones de vida dignas.

La respuesta puede pasar por cómo diseñamos el sistema. Más que controlar lo que hace cada persona, podríamos diseñar incentivos para estilos de vida saludables y socialmente útiles: hacer deporte, formarse, cuidar a otras personas, implicarse en la comunidad. Estas actividades no solo dan sentido vital, sino que generan beneficios colectivos: reducen costes sanitarios, fortalecen el capital social y cohesionan nuestras sociedades.

Una posibilidad es que parte de los ingresos de los hogares se vinculen a comportamientos positivos. Una especie de salario social variable otorgado a quien se forme, tenga un estilo de vida activo o colabore en proyectos comunitarios. No se trata de imponer un estilo de vida único, sino de reconocer el valor social de ciertos compromisos voluntarios.

Eso sí, hay que tener cuidado. ¿Quién define qué es “bueno” y cuál debe ser el propósito de la vida? ¿Cómo se evita penalizar modos de vida legítimos, aunque no normativos? ¿Y cómo se evita que esto se convierta en otro laberinto punitivo y controlador?


Crisis juvenil laboral en Perú. 80% sin protección social.

*****

Repartir el trabajo.

Otra opción es repartir el trabajo existente. Si las máquinas aumentan la productividad, podríamos trabajar menos horas entre todos y mantener niveles de ingresos por hogar similares. Keynes estimó en 1930 que, en 2030, la jornada laboral sería de 15 horas. No lo hemos cumplido, pero su lógica no era descabellada.

De hecho, si se analiza el conjunto de nuestras vidas, el aumento del tiempo dedicado al ocio supera a sus estimaciones (58% más que en 1930, superior a su estimación del 53% de crecimiento). Pero ese ocio se concentra en una jubilación que se alarga con el aumento de la esperanza de vidamientras mantenemos jornadas laborales de 40 horas durante el periodo activo— y en más vacaciones durante el año.

Reducir la jornada laboral a un tercio plantea dilemas éticos: ¿tendría derecho la gente a trabajar más de dos días por semana? ¿Estarían quitando oportunidades a otros? ¿Habría que establecer un tope muy restrictivo de trabajo semanal máximo? Aquí chocan dos principios: el reparto justo y la libertad individual. Incluso si todos los trabajos fueran automatizados por máquinas más eficientes que nosotros, podría haber personas con voluntad de seguir trabajando por motivaciones personales. Algunos autores apuntan que, en ese contexto, dichos trabajos serían más bien hobbies inofensivos”, actividades artesanales, plásticas o de cuidados que proporcionan satisfacción, pero que no estarían en el centro del sistema económico.


Un Nuevo Contrato Social, fundamentado en una agenda transformadora con justicia de género. 

*****

Un nuevo contrato social.

Quizá, en un futuro no tan lejano, el pleno empleo ya no sea un objetivo realista. En este escenario, la pregunta no será solo cómo sobreviviremos sin empleo, sino cuál debe ser nuestro propósito y cómo garantizar vidas dignas cuando trabajar ya no sea necesario, ni posible, para todos.

Todo esto obliga a repensar a fondo el sistema económico y fiscal. ¿Cómo se financiarían la renta básica o los servicios universales? ¿A través de impuestos sobre los beneficios de actividades económicas producidas por máquinas? ¿Con tributos al capital? ¿Con nuevos sistemas económicos aún por diseñar? No hay una única vía, pero sí un interés creciente en abrir este debate. No tengo todas las respuestas. Pero si estos modelos futuros plantean incógnitas, el actual plantea aún más.

Porque, últimamente, tampoco paro de pensar en el presente del trabajo. No hace falta mirar muchas décadas adelante para ver un mercado laboral frágil y un sistema fiscal fracturado. Tener empleo ya no garantiza bienestar. La percepción de desigualdad va en aumento. El acceso a la vivienda está marcado por una verdadera crisis por exceso de demanda y falta de oferta. La percepción de desigualdad va en aumento. La combinación de esperanza de vida al alza y baja natalidad cuestiona la sostenibilidad del sistema de pensiones. Mientras tanto, los costes de vidaalimentación, vivienda, crianza no dejan de subir, mientras los salarios permanecen estancados.

Redefinir el sistema económico para volver a poner en el centro la prosperidad compartida, y no otros fines, no es solo una necesidad futura. Es una urgencia presente.

Francisco Ortín Córdoba, Economistas sin Fronteras.

*****

martes, 15 de julio de 2025

DENUNCIA INTERNACIONAL CONTRA EL GOBIERNO. Las advertencias de la ONU a Bullrich y Milei sobre la represión a la protesta social y los ataques a la independencia judicial.

 &&&&&

“Contexto. Para contextualizar, les relatores indicaron que, en Argentina, empeoramiento del respeto a las libertades y derechos por los que velan sucedió desde fines de 2023, con Milei recién aterrizado en la Casa Rosada, y la puesta en marcha del ‘protocolo antipiquetes’, impulsado por la entonces flamante ministra de Seguridad. Tal protocolo “limita el derecho a la libertad de asamblea y reunión pacífica”, recordaron les relatores especiales en este nuevo intento que realizaron para poner un freno a la actitud violenta gubernamental. Pero en el recuento de decisiones normativas y legislativas impulsadas o directamente aplicadas por el Gobierno de La Libertad Avanza, no solo mencionaron la aplicación del protocolo antipiquetes. También mencionaron el mega DNU que

derogaba varias leyes, avanzó con procesos de desregulación de asuntos relacionados con la vida social y económica del país”, así como la Ley Bases, que implicó “establecer modificaciones profundas en relación con múltiples derechos incluyendo los laborales, comerciales e industriales, fiscales, entre otros”, y otras normas sobre el uso de armas menos letales, inteligencia, y la reciente “ley anti mafias”, que habilita a la cartera de Bullrich y al Ministerio Público Fiscal a detener personas sin orden judicial, entre otras cosas.

Por último, destacaron que esas reformas habrían estado acompañadas por discursos hostiles de altos funcionarios, tanto del gobierno nacional como de gobiernos provinciales y locales, contra organizaciones de la sociedad civil y movimientos sociales, colectivos y personas que hacían llamados u organizaban movilizaciones pacíficas”. “Expresamos nuestra preocupación por la calificación política de las protestas por parte de las autoridades como actos de terrorismo o delitos contra la seguridad nacional”, añadieron.

/////




DENUNCIA INTERNACIONAL CONTRA EL GOBIERNO.

Las advertencias de la ONU a Bullrich y Milei sobre la represión a la protesta social y los ataques a la independencia judicial.

*****

Un grupo de relatores de Naciones Unidas expresó su “seria preocupación” ante “el deterioro grave de las libertades fundamentales y del espacio cívico en la República Argentina desde diciembre del 2023”, que incluye la brutalidad de las fuerzas de seguridad durante las manifestaciones y la persecución a los jueces que los enfrentan, como en el caso de Karina Andrade. 

El País.

Fuente. Página / 12 lunes 14 de julio del 2025.

El accionar represivo del Gobierno contra las manifestaciones y la persecución a funcionarios judiciales que lo investigan sigue llamando la atención de la comunidad internacional. Un grupo de relatores de Naciones Unidas expresó su “seria preocupación” ante “el deterioro grave de las libertades fundamentales y del espacio cívico en la República Argentina desde diciembre del 2023” en relación a las respuestas que el Poder Ejecutivo, con Javier Milei a la cabeza, y el Ministerio de Seguridad, a cargo de Patricia Bullrich, dieron a diversas protestas. Tras dos meses de indiferencia, la Rosada solicitó una prórroga para responder a estas advertencias.



A través de una carta formal que enviaron el 12 de mayo pasado, los funcionarios de la ONU expresaron al Gobierno nacional su preocupación por la represión a la protesta pacífica desde diciembre de 2023 en base a un cúmulo de información que recibieron desde entonces sobre diversos episodios. La misiva advierte que las situaciones “alarmantes” sucedieron luego de la aprobación del Protocolo Antipiquetes, que Milei, Bullrich y compañía han aplicado desde entonces. Además de episodios de represión de la protesta social y actitudes que atentan contra la libertad de protesta y de expresión, les relatores especiales pudieron el foco sobre lo que consideraron un “ataque directo a la independencia judicial”, en base a diversas denuncias que recibieron sobre hostigamientos a jueces y fiscales que investigan el accionar represivo.

Los representantes de Procedimientos Especiales del Consejo de Derechos Humanos de la ONU difundieron la carta formal el viernes pasado, tras dos meses de indiferencia de parte del Gobierno nacional, al que habían requerido aportara información sobre los puntos advertidos. Recién entonces, a través del ministerio de Relaciones Exteriores, el Ejecutivo comandado por Milei solicitó “una prórroga con el fin de dar respuesta”.

Según la información que recibieron y reciben sobre la situación de la protesta social en Argentina, la actitud del Ejecutivo frente a manifestaciones, concentraciones y asambleas implicó 

“violaciones a la libertad de expresión, libertad de reunión pacífica y asociación, uso desproporcionado de la fuerza, de armas menos letales, y de detenciones arbitrarias en el contexto de asambleas pacíficas; así como violencia y tratos crueles, inhumanos y degradantes en el contexto de detenciones arbitrarias, y acciones que impiden la independencia judicial y, por lo tanto, el acceso a la justicia por los hechos cometidos, incluyendo graves violaciones a los derechos humanos”.

“Los Estados no solo tienen la obligación negativa de abstenerse de interferir indebidamente en los derechos de reunión pacífica y de asociación, sino también la obligación positiva de facilitar y proteger estos derechos de conformidad con las normas internacionales de derechos humanos”, puntualizaron les relatores en su misiva.

Las advertencias y solicitudes las realizaron les relatores especiales sobre los derechos a la libertad de reunión pacífica y de asociación, Gilda Romero; sobre ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias, Morris Tidball-Binz; sobre la promoción y protección del derecho a la libertad de opinión y de expresión, Irene Khan; sobre la situación de los defensores de derechos humanos, Mary Lawlor; sobre la independencia de los magistrados y abogados, Margaret Satterthwaite; sobre la promoción y la protección de los derechos humanos y las libertades fundamentales en la lucha contra el terrorismo, Ben Saul; sobre la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, Alice Jill Edwards; la experta independiente sobre el disfrute de todos los derechos humanos por las personas de edad, Claudia Mahler; y el vicepresidente del Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria, Matthew Gillett.



Modus operandi represivo.

En el documento, resumieron algunas de las situaciones sobre las que decidieron advertir especialmente: la utilización de “tácticas disuasorias” en asambleas y concentraciones –bloqueo de ingresos a la ciudad de Buenos Aires o de calles en lugares de las concentraciones– el “encierro” de manifestantes, despliegue de un número de vehículos y agentes de fuerzas federales y nacionales “desproporcionados”, uso “permanente de armas menos legales", gases, “personas heridas que no han recibido la atención médica necesaria”, detenciones arbitrarias de manifestantes, periodistas, reporteros, camarógrafos en base a cargos "vagos”, entre otras cuestiones.

Allí, aparecen destacadas las represiones constantes a las manifestaciones que jubilados llevan a cabo cada miércoles en las inmediaciones del Congreso nacional. En especial, la que tuvo lugar frente a la manifestación especialmente concurrida del 12 de marzo pasado, cuando la foto reportero Pablo Grillo recibió un impacto de granada de gas lacrimógeno de parte de un gendarme en la cabeza, lo que implicó su hospitalización en estado grave. Grillo recién hace algunas semanas pudo volver a su casa. Sobre eso, subrayaron que

“los Estados tienen la obligación de adoptar medidas eficaces para proteger contra los ataques destinados a silenciar a quienes ejercen su derecho a la libertad de expresión, incluyendo a los y las periodistas”.



Persecución judicial.

También advirtieron sobre episodios persecutorios sufridos por jueces y fiscales a cargo de investigar a miembros de las fuerzas de seguridad o funcionarios por episodios represivos, algo que entienden como “un esfuerzo organizado y deliberado para hostigar y castigar a jueces en represalia por su labor judicial”, mencionaron en el documento.

“Nos preocupan especialmente los informes sobre procesos penales y disciplinarios contra jueces, en lo que parece ser una represalia por el contenido de una decisión tomada en el ejercicio normal de sus funciones judiciales”.

La jueza Karina Andrade, encargada de investigar las más de 100 detenciones que las fuerzas de seguridad realizaron durante la caza de manifestantes que lanzaron en la represión del 12 de marzo, fue quien llevó a instancias internacionales el hostigamiento que sufrió de parte de funcionarios del Gobierno y hasta el propio Presidente tras liberar a detenidos.

Su denuncia fue recepcionada por la Relatoría Especial sobre la Independencia de Jueces y Abogados de la ONU, a cargo de Margaret Satterthwaite, y unificada con las otras ocho instancias del organismo en relación al desempeño antiderechos del Gobierno.

En su denuncia y pedido de “intervención urgente”, Andrade no solo enumeró todas las denuncias, manifestaciones públicas y hostigamientos personales en su contra difundidos en medios de comunicación y redes sociales, incluyendo amenazas motivadas en su género, que sufrió durante aquellos días. También evidenció un “patrón de hostigamiento estructural contra el Poder Judicial argentino” ejercido por Milei, su gabinete y su fuerza de choque virtual, apuntaron desde la Relatoría a través de un comunicado.



Contexto.

Para contextualizar, les relatores indicaron que, en Argentina, empeoramiento del respeto a las libertades y derechos por los que velan sucedió desde fines de 2023, con Milei recién aterrizado en la Casa Rosada, y la puesta en marcha del ‘protocolo antipiquetes’, impulsado por la entonces flamante ministra de Seguridad. Tal protocolo “limita el derecho a la libertad de asamblea y reunión pacífica”, recordaron les relatores especiales en este nuevo intento que realizaron para poner un freno a la actitud violenta gubernamental.

Pero en el recuento de decisiones normativas y legislativas impulsadas o directamente aplicadas por el Gobierno de La Libertad Avanza, no solo mencionaron la aplicación del protocolo antipiquetes. También mencionaron el megaDNU que

derogaba varias leyes, avanzó con procesos de desregulación de asuntos relacionados con la vida social y económica del país”, así como la Ley Bases, que implicó “establecer modificaciones profundas en relación con múltiples derechos incluyendo los laborales, comerciales e industriales, fiscales, entre otros”, y otras normas sobre el uso de armas menos letales, inteligencia, y la reciente “ley anti mafias”, que habilita a la cartera de Bullrich y al Ministerio Público Fiscal a detener personas sin orden judicial, entre otras cosas.

Por último, destacaron que esas reformas

habrían estado acompañadas por discursos hostiles de altos funcionarios, tanto del gobierno nacional como de gobiernos provinciales y locales, contra organizaciones de la sociedad civil y movimientos sociales, colectivos y personas que hacían llamados u organizaban movilizaciones pacíficas”. “Expresamos nuestra preocupación por la calificación política de las protestas por parte de las autoridades como actos de terrorismo o delitos contra la seguridad nacional”, añadieron.

*****

lunes, 14 de julio de 2025

CUANDO EL ESTADO SE VA, LO ILEGAL SE QUEDA, por Mónica Muñoz-Nájar.

 &&&&&

Los vacíos no duran. La expansión de las economías ilegales no se debe solo a su rentabilidad. También responde a la falta de alternativas productivas y a la débil presencia estatal. En regiones como Madre de Dios, La Libertad, Amazonas y Puno, actividades como la minería ilegal, la tala o el narcotráfico avanzan donde el Estado no llega, llega tarde o llega mal. No hablamos de actores marginales. En 2025, las exportaciones de oro ilegal podrían superar los $12 mil millones, representando casi la mitad de todo el oro exportado. La minería ilegal ya equivale al 2.8 % del PBI nacional. El precio del oro —que se ha duplicado en cinco años— ha sido un incentivo poderoso para expandir esta actividad justo donde el Estado es más débil.

“En distintas partes del país las actividades ilegales están presentes y consolidadas. En Madre de Dios, unas 50 mil personas dependen de la minería aurífera informal o ilegal, que representa hasta el 40 % del PBI regional y ha degradado más de 300 mil hectáreas de bosque amazónico. Esta presencia va de la mano con una escasa o episódica presencia del Estado, sobre todo en lugares como La Pampa o Delta Uno. En La Libertad, esta actividad ha generado disputas violentas y la captura parcial de autoridades locales, según la Defensoría del Pueblo. En Condorcanqui, los mismos Apus denuncian que la minería avanza sin regulación ni respuesta estatal.

/////




CUANDO EL ESTADO SE VA, LO ILEGAL SE QUEDA,

por Mónica Muñoz-Nájar.

*****

El ciclo de desconfianza perpetúa el desarrollo estancado en Perú, donde la minería ilegal representa casi el 3% del PIB nacional. Urge un Estado presente y eficiente que construya legitimidad y ofrezca servicios de calidad en zonas vulnerables.

 

Por Mónica Muñoz-Nájar. Economista. Docente Universidad del Pacífico.

Fuente. La República domingo 13 de julio del 2025.

 

Una comunidad tiene una única escuela primaria, con seis aulas, una para cada grado. Pasan años pidiendo apoyo: no tienen materiales educativos, los profesores faltan por semanas, una de las aulas está en mal estado y necesitan construir dos más y una losa deportiva. Tocan las puertas de la UGEL, del municipio, del gobierno central. Nadie responde. Entonces llegan los mineros, sacando oro del río. Los Apus deciden dejar de esperar al Estado y comienzan a coordinar con los mineros ilegales que habían llegado a la zona.

Esta es la realidad de Pagata, una comunidad ubicada en el distrito de El Cenepa, en la provincia de Condorcanqui, Amazonas. Desde 2021, se ha reportado una creciente presencia de mineros ilegales en la zona, documentada en fuentes oficiales y en reportajes de medios especializados como Mongabay, Convoca y un documental de Latina TV próximo a estrenarse. En este último, los Apus cuentan cómo empezaron a colaborar con los mineros, que ofrecieron materiales y pequeñas mejoras. No lo hicieron por generosidad, sino porque esa ayuda les habría espacio. En un entorno desatendido, los ilegales comenzaron a ocupar el lugar que el Estado nunca asumió. Y con ello, ganaron algo más que acceso: legitimidad.

Este no es un caso aislado. Es apenas una muestra de lo que ocurre cuando el Estado se ausenta durante años de vastos territorios del país: aparecen otros actores, muchas veces ilegales, que ofrecen soluciones inmediatas donde el Estado solo ha ofrecido silencio. Así, lo que empieza como una relación por necesidad termina consolidando estructuras paralelas de poder y economía. El espacio no queda vacío: alguien siempre lo ocupa.



Los vacíos no duran.

La expansión de las economías ilegales no se debe solo a su rentabilidad. También responde a la falta de alternativas productivas y a la débil presencia estatal. En regiones como Madre de Dios, La Libertad, Amazonas y Puno, actividades como la minería ilegal, la tala o el narcotráfico avanzan donde el Estado no llega, llega tarde o llega mal.

No hablamos de actores marginales. En 2025, las exportaciones de oro ilegal podrían superar los $12 mil millones, representando casi la mitad de todo el oro exportado. La minería ilegal ya equivale al 2.8 % del PBI nacional. El precio del oro —que se ha duplicado en cinco años— ha sido un incentivo poderoso para expandir esta actividad justo donde el Estado es más débil.

En distintas partes del país las actividades ilegales están presentes y consolidadas. En Madre de Dios, unas 50 mil personas dependen de la minería aurífera informal o ilegal, que representa hasta el 40 % del PBI regional y ha degradado más de 300 mil hectáreas de bosque amazónico. Esta presencia va de la mano con una escasa o episódica presencia del Estado, sobre todo en lugares como La Pampa o Delta Uno. En La Libertad, esta actividad ha generado disputas violentas y la captura parcial de autoridades locales, según la Defensoría del Pueblo. En Condorcanqui, los mismos Apus denuncian que la minería avanza sin regulación ni respuesta estatal.

El Informe de Desarrollo Humano 2025 del PNUD pone nombre a esta realidad: “regímenes híbridos”, donde conviven lo legal, lo informal y lo ilegal, sin que el Estado logre imponer la ley ni brindar servicios públicos de calidad. El informe identifica 111 distritos con desarrollo humano muy bajo, de los cuales 35 combinan alta conflictividad, economías ilegales y debilidad institucional. Son las llamadas “zonas marrones”, donde el Estado aparece de forma intermitente o simbólica, cuando no está totalmente ausente.

En contextos así, las economías ilegales no solo operan: prosperan. No siempre se imponen por la fuerza; muchas veces entran porque ofrecen ingresos, caminos, materiales o cierto orden básico donde el Estado ha fallado durante años. Son aceptadas por necesidad, y con el tiempo, ganan legitimidad.



Ausencia y desconfianza.

La expansión de estas actividades ocurre sobre un terreno marcado por años de desconfianza acumulada en el Estado. Según el Informe de Desarrollo Humano 2025 del PNUD, Perú se encuentra entre los países de América Latina con menor confianza en las instituciones públicas. Apenas el 20 % de la población confía en los gobiernos regionales, y el porcentaje es todavía menor en zonas rurales y amazónicas. Muchos peruanos sienten una desconexión muy grande con el Estado.

A pesar de mejoras innegables en la calidad de vida de millones de peruanos —como muestra el mismo informe—, la desconfianza persiste. En las últimas tres décadas, el Índice de Desarrollo Humano subió un 27 %, la esperanza de vida creció 13.8 años y el ingreso per cápita aumentó 141 %. Sin embargo, estos avances promedio ocultan profundas desigualdades territoriales y de acceso a servicios, especialmente en la Amazonía, la sierra rural y otras zonas históricamente excluidas.

La desconfianza ha crecido por varios factores identificados por el PNUD: la persistente percepción de corrupción, la baja capacidad de respuesta de los servicios públicos, la alta rotación de autoridades y la sensación de abandono estatal en amplios territorios del país. Incluso cuando el Estado está presente, muchas veces lo hace de manera intermitente o con servicios precarios, lo que erosiona la legitimidad institucional.



El ciclo de desconfianza.

Las consecuencias de esta baja confianza son profundas. Como señala el Banco Interamericano de Desarrollo en su informe “Confianza: la clave de la cohesión social y el crecimiento en América Latina y el Caribe” (2022), la desconfianza en las instituciones alimenta un círculo vicioso: menos personas quieren pagar impuestos, menos empresas se formalizan, lo que reduce la recaudación y limita la inversión pública. Con menos recursos, el Estado ofrece servicios de menor calidad, lo que refuerza la percepción de que el Estado no sirve y justifica la informalidad y el incumplimiento de las normas. Así, se perpetúa un ciclo que arrastra al país hacia un desarrollo estancado: alta informalidad, baja inversión, servicios deficientes, y de nuevo desconfianza.

Necesitamos un Estado presente.

Lo que se ha construido durante años de abandono no se desmonta con decretos y cambios de ley, aunque estos son necesarios. Se necesita algo más difícil, pero más duradero: un Estado que funcione donde más se le necesita.

Eso implica llegar, quedarse y responder. No solo controlar, sino también construir. Invertir en escuelas, postas y caminos no es un gasto asistencial: es una estrategia de seguridad, desarrollo y legitimidad. Fortalecer la gestión pública, en municipios, gobiernos regionales y organismos que llegan al territorio, es la única manera de cerrar el paso a las economías ilegales que hoy ganan terreno en el vacío.

El Estado no puede ser un visitante ocasional. Tiene que volver a ser un vecino permanente.

*****