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“La relación entre el complejo de
inteligencia artificial militar, encarnado por Palantir, y
el complejo de inteligencia artificial
narrativa, personificado por la alianza
Oracle-TikTok, es fundamentalmente simbiótica
y se alimenta mutuamente en un ciclo virtuoso
para el poder y vicioso para sus víctimas. Las herramientas de análisis de datos
de Palantir, requieren para su funcionamiento
y perfeccionamiento un acceso constante a un vasto ecosistema de datos, incluyendo las grandes plataformas comerciales en la nube de empresas como Oracle y, de manera especialmente relevante, los datos sociales y de comportamiento
provenientes en tiempo real de plataformas
como TikTok.
“En
definitiva, las alianzas Oracle-TikTok y Palantir-Fuerzas de Defensa de Israel definen una poderosa y aterradora
tendencia de nuestro tiempo:
la privatización progresiva e imparable
de funciones estatales críticas, específicamente,
el control de la información
pública y la logística de la guerra, por parte de plataformas de nube comerciales integradas
verticalmente y dotadas de una agenda
ideológica propia. La centralización
de este
trinomio de poder —el poder
computacional bruto de Oracle Cloud, el poder narrativo y cultural de TikTok, CBS y CNN, y la inteligencia
militar cinética de Palantir— elimina
de facto cualquier distinción funcional que pudiera quedar entre los intereses
estatales legítimos y los objetivos
ideológicos y de lucro corporativos en el conflicto global. Lo que
emerge no es un simple cártel
tecnológico, sino un nuevo tipo de soberano, un poder híbrido que opera por encima de las fronteras.
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REDES
SOCIALES, LA CONEXIÓN ENTRE ALGORITMO, IMPERIO Y ESTADO.
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Por Alejandro Marcó del Pont | 13/10/2025 | Economía
Fuentes. Revcista Renelión lunes 13 de octubre del 2025.
Las armas cambian con el tiempo; la más importante son las redes
sociales (Benjamin Netanyahu)
La
reciente aprobación de la adquisición parcial de las operaciones
estadounidenses de TikTok, liderada por un consorcio que incluye a Oracle, bajo el amparo de un decreto ejecutivo
firmado por el presidente Donald Trump en septiembre de 2025, marca un punto de inflexión en la geopolítica digital global.
Este acuerdo, valorado en unos 14 mil
millones de dólares, no se limita a un mero traspaso de activos tecnológicos; representa una maniobra estratégica que
entrelaza de manera confusa los
intereses de la seguridad nacional
estadounidense, la expansión
del capital tecnológico de Silicon
Valley y la agenda belicista de
Israel.
Esta
arquitectura de influencia
se logra mediante la combinación
estratégica de tres pilares fundamentales: el control absoluto sobre la infraestructura física de los datos, es
decir, los servidores y la red neuronal
de la nube a través de Oracle Cloud; el dominio del principal conducto cultural y noticioso para la juventud global, que no es otro que el algoritmo de TikTok y, en un movimiento de ajedrez magistral, la captura de los canales de noticias
tradicionales que durante décadas
han marcado la agenda del debate
público en EE.UU., como CBS y la
codiciada CNN.
Esta
tríada conforma un circuito
cerrado de poder, un ecosistema
perfecto donde un mensaje
puede ser generado, amplificado, legitimado y distribuido a través de todos los vectores de información
relevantes, desde la pantalla del
teléfono inteligente de un adolescente
hasta el noticiero de la noche en la
televisión abierta.
Esta
nueva geopolítica de los algoritmos, un campo de batalla abstracto,
pero de consecuencias tangibles,
define cada vez con mayor
crudeza a la infraestructura tecnológica no como un mero facilitador, sino como un componente central e indisociable del poder
político duro. El marco
que aquí se analiza —la convergencia de la computación en la nube, el control
algorítmico de las redes sociales y
la consolidación de recursos mediáticos— nos ofrece un ejemplo de manual, un caso de estudio, de cómo se instrumentaliza
este nexo tecnológico con fines estatales e ideológicos precisos. Es
por esta razón primordial que la decisión regulatoria en torno a TikTok,
disfrazada de protección al ciudadano,
pone de relieve una característica estructural profunda de
la gobernanza moderna: la progresiva y acelerada privatización de la
soberanía.
Los
estados, en su afán por mantener una ventaja en la
guerra cognitiva, están externalizando
sus funciones más sagradas —la seguridad,
la información, la formación de la opinión pública— a entidades corporativas cuyos intereses no siempre, o casi nunca,
se alinean con el bien común, sino con una agenda ideológica y comercial específica.
La
pregunta que surge,
entonces, es de una complejidad abismal:
¿cómo se construye exactamente este
ecosistema de control? Lejos de las
teorías conspirativas simplistas, la respuesta yace en la fría lógica del capitalismo de vigilancia y el complejo
militar-industrial. Imaginen, si lo prefieren, una vasta e intrincada red de
hilos invisibles que conectan, de manera
sistémica, la tecnología, el dinero y el poder coercitivo con el objetivo último de moldear lo que usted ve, en lo que piensa y, quizás lo más crucial, a lo que teme.
No
se trata de una conspiración en la sombra, sino de la operación
natural de un ecosistema corporativo-estatal maduro, donde empresas como Oracle y Palantir actúan como campeones
nacionales, vendiendo herramientas de inteligencia artificial de doble uso para
dos fines que son las dos caras de una misma moneda: la guerra física, mediante bombas guiadas por algoritmos
y sistemas de selección de objetivos automatizados, y la guerra cognitiva, mediante el control
sutil o descarado de las narrativas
que circulan en las redes sociales.
Este
modelo, que podemos definir sin sutileza como un
modelo de triple amenaza,
opera como un sistema de influencia
que se refuerza a sí mismo de manera
recursiva, integrando tres capas de poder distintas, pero profundamente interdependientes, creando un circuito de retroalimentación casi imposible de romper.
La
primera capa, la columna vertebral física y digital de
todo el entramado, es la nube de Oracle. Oracle Cloud Infrastructure (OCI) no
es solo un proveedor más de servicios en
la nube; aspira a ser, y en muchos
aspectos ya lo es, el sistema
nervioso central que proporciona
el hardware fundamental de los
sofisticados servicios de inteligencia
artificial y aprendizaje automático
necesarios para gestionar flujos de datos
masivos y globales. De acuerdo con los meticulosos datos
proporcionados por el BDS Movement, ya en 2019, Oracle alquiló un centro de datos subterráneo en Har Hotzvim, en la Jerusalén ocupada, un movimiento estratégico diseñado para
proporcionar a la banca, los fondos de
inversión del sector salud y, de manera
más significativa, a las fuerzas
militares israelíes, servicios de procesamiento
de inteligencia artificial y almacenamiento de información de la más alta
sensibilidad. Este compromiso se profundizó
en 2021, cuando Oracle se convirtió
en la primera empresa tecnológica
multinacional en vender servicios en
la nube directamente dentro de los territorios
ocupados.
La
segunda capa de
esta triple amenaza es, por
supuesto, la adquisición del control
algorítmico sobre TikTok. En el marco del acuerdo, Oracle no solo alberga los datos de los usuarios estadounidenses; administra, custodia y, lo que es más crítico, opera el motor de recomendaciones, la palanca política y cultural más poderosa y sutil de la
plataforma. Este control sobre el algoritmo,
ese conjunto de reglas opacas que
decide qué contenido se viraliza y cuál se desvanece en la oscuridad, le concede a Oracle una capacidad sin precedentes para la promoción o supresión de narrativas a una escala continental,
moldeando la opinión pública con una
precisión que los regímenes autoritarios
del siglo XX ni siquiera podían soñar.
Estamos hablando de la fuente principal de noticias para una quinta parte de la población estadounidense y, de manera aún más crítica, para cuatro de cada diez jóvenes entre 18 y 29 años. La instrumentalización de este canal para promover un algoritmo inherentemente proisraelí, diseñado para erosionar la empatía hacia el sufrimiento palestino y fomentar lo que los psicólogos sociales denominan «desconexión moral« es el resultado lógico y previsible de los compromisos ideológicos de la empresa. Sobre todo, este aparato narrativo buscará, con toda la potencia de su ingeniería, revertir la catastrófica pérdida de supremacía moral que Israel ha sufrido en la escena global a raíz del exterminio en Gaza, limpiando la imagen de un Estado acusado de crímenes de guerra ante las generaciones que definirán el futuro.
Completa
este triunvirato de poder el embudo de contenido, es decir, la consolidación de medios de comunicación tradicionales bajo un mismo
paraguas ideológico. La visión de un mismo conglomerado, o de accionistas mayoritarios alineados, controlando simultáneamente los medios de comunicación que marcan la agenda tradicional, como CBS News y la
siempre influyente CNN —esta última objeto de deseo en el tablero
de Warner Bros. Discovery—, junto
con la plataforma dominante de cultura
juvenil, TikTok, garantiza una coherencia narrativa
orwelliana.
Esta
integración vertical permite a Oracle, y a los intereses que representa,
promover un mensaje unificado, una
sola y gran verdad oficial, que se filtra
desde los programas de televisión matutinos, pasa por los noticieros de máxima audiencia de la tarde
y se replica, de forma aparentemente
orgánica, en los videos cortos y
virales que consumen los jóvenes en
sus smartphones. Es la creación de
un universo informativo cerrado, donde la disonancia cognitiva se minimiza y la alternativa se vuelve inaudible.
Este
entramado encuentra su doctrina operativa en el concepto de
«guerra cognitiva», un dominio emergente que los estrategas militares identifican como el
más decisivo del siglo XXI. La guerra cognitiva no apunta a destruir infraestructuras físicas o aniquilar batallones enemigos; su objetivo es infinitamente más ambicioso y pernicioso: atacar las percepciones, los procesos
mismos de toma de decisiones de poblaciones enteras.
La
adquisición del control algorítmico de TikTok por parte de Oracle
debe entenderse, sin lugar a duda, dentro
de esta definición. No es una exageración;
es una descripción precisa de su
función estratégica. El propio
primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, un actor que ha comprendido como pocos el nuevo paradigma, reconoció la naturaleza de este cambio cuando, refiriéndose a la adquisición, la calificó con desparpajo como “la compra más
importante del momento”, afirmando sin rodeos que las armas más vitales
en el mundo contemporáneo ya no
son los tanques o los cazas de
última generación, sino las “redes
sociales” y la capacidad de dominar
su narrativa.
La
existencia del ahora expuesto proyecto «Iron Words» (Palabras
de Hierro) proporciona, en este sentido, una prueba empírica definitiva. Las revelaciones muestran que Oracle colaboró de forma activa y entusiasta con varios ministerios israelíes en este
proyecto, cuyo objetivo declarado era, textualmente, “ayudar al país a promover el contenido
proisraelí y contrarrestar las narrativas críticas en TikTok, Instagram y
Twitter”. Aquí no se habla de una capacidad
hipotética o de una potencialidad
futura; se describe un arma
operativa, explícitamente caracterizada en el material original como «un arma puesta al servicio de la
propaganda, en ese teatro de
operaciones que hoy se ha vuelto fundamental, como el propio Netanyahu sabe: la guerra cognitiva». Este no es un plan secreto; es la
implementación práctica de una estrategia que ahora se consolida con el
control de TikTok. Es la
institucionalización de la propaganda a escala industrial.
Los
lazos de Oracle con
el aparato de seguridad israelí van
mucho más allá de la guerra cognitiva y
se adentran en el terreno de la
guerra cinética más letal. Larry Ellison,
el carismático y beligerante cofundador
de Oracle, es conocido como un
importante donante de organizaciones como los «Amigos de las Fuerzas de Defensa de Israel» (FIDF), un grupo que proporciona apoyo moral
y material a los soldados israelíes.
Pero es quizás la figura de Safra Catz,
la directora ejecutiva de Oracle, la
que personifica de manera más nítida
esta fusión entre el capital
tecnológico y el proyecto sionista. Nacida
en Israel y confidente cercana del
primer ministro Netanyahu, Catz ha reafirmado
de manera pública y repetida la postura militante de la empresa. Tras los atentados del 7 de octubre de
2023, Catz no solo exigió que la
inscripción «Oracle apoya a Israel» se exhibiera de forma obligatoria en todas las pantallas de la empresa en más de 180 países —un acto de proselitismo corporativo sin
precedentes—, sino que fue más allá, advirtiendo
explícitamente a sus empleados en un comunicado interno: «si no estás a favor de Estados Unidos o
Israel, no trabajes aquí».
Las
consecuencias militares
de esta profunda intervención de las
grandes tecnológicas no se manifiestan
únicamente en herramientas de guerra
cognitiva como Iron Words. En este punto, el caso de Palantir Technologies se erige como el eslabón paralelo y crítico, la demostración
palmaria de la convergencia estratégica final entre las plataformas de datos de Silicon Valley
y una logística militar. La empresa ofrece
un conjunto completo de herramientas
de inteligencia artificial de grado
militar, meticulosamente diseñadas
para la inteligencia operativa y la toma de decisiones en el campo de batalla:
su Plataforma de Inteligencia Artificial
(AIP) es capaz de analizar miles de objetivos enemigos en tiempo real y
proponer planes de batalla automatizados, proporcionando una ventaja decisiva en velocidad y letalidad.
La
relación entre el complejo de inteligencia artificial militar, encarnado por Palantir, y el complejo
de inteligencia artificial narrativa,
personificado por la alianza Oracle-TikTok, es
fundamentalmente simbiótica y se alimenta mutuamente en un ciclo virtuoso
para el poder y vicioso para sus víctimas. Las herramientas de análisis de datos
de Palantir, requieren para su funcionamiento
y perfeccionamiento un acceso constante a un vasto ecosistema de datos, incluyendo las grandes plataformas comerciales en la nube de empresas como Oracle y, de manera especialmente relevante, los datos sociales y de comportamiento
provenientes en tiempo real de plataformas
como TikTok.
En
definitiva, las alianzas Oracle-TikTok y Palantir-Fuerzas de Defensa de Israel definen una poderosa y aterradora tendencia de nuestro tiempo: la privatización
progresiva e imparable de funciones estatales críticas, específicamente, el control de la
información pública y la logística de la
guerra, por parte de plataformas de
nube comerciales integradas
verticalmente y dotadas de una agenda
ideológica propia. La centralización
de este
trinomio de poder —el poder
computacional bruto de Oracle Cloud, el poder narrativo y cultural de TikTok, CBS y CNN, y la inteligencia
militar cinética de Palantir— elimina
de facto cualquier distinción funcional que pudiera quedar entre los intereses
estatales legítimos y los objetivos
ideológicos y de lucro corporativos en el conflicto global. Lo que
emerge no es un simple cártel
tecnológico, sino un nuevo tipo de soberano, un poder híbrido que opera por encima de las fronteras.
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