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“Un clásico es un libro que
nunca termina de decir lo que
tiene que decir”. Parafraseando a Calvino, podemos señalar que Mariátegui es un perfecto clásico, pues encarna a un tipo de pensador que todavía no termina de decir
todo aquello que lo motivaba a reflexionar y a escribir. La diversidad de temas que abordó en su
breve existencia nos permite ver a un intelectual abierto a una diversidad de cuestiones que van desde
la política al psicoanálisis, la economía, la literatura, el cine, el
arte y la cultura. En la exposición
de ellos no pretendió ser neutro a cuanto observa, su compromiso con los
problemas y el quehacer de su época
lo perfilan como un pensador que supo
integrar su praxis de vida con una confianza
irrenunciable en el Socialismo: “Mis juicios se nutren de mis ideales, de mis
sentimientos, de mis pasiones”.
“En el intelectual peruano vemos la fuerza y la convicción de querer transformar la
sociedad en la que le tocó vivir. Creemos que
es por esta vitalidad y coherencia que,
con todas sus contradicciones y las limitaciones de su tiempo, Mariátegui
nos sigue interpelando. Su lectura hoy
nos acerca a un pensamiento crítico y emancipador; con raíces firmes en las
realidades concretas de las comunidades originarias que habitan nuestro territorio latinoamericano, y con un ideario capaz de dialogar con el marxismo y
con todas las corrientes ideológicas de la Izquierda, la democracia y la justicia social. Mariátegui
sigue vivo porque es parte
incuestionable de la causa de los marginados en el continente americano.
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Fuentes: Le Monde Diplomatique (ed. chilena) [Imagen: José Carlos Mariátegui. Créditos: Marcelo Guimarães Lima, para Núcleo-Práxis-USP/Rebelión]
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¿POR QUÉ SE SIGUE LEYENDO A
MARIÁTEGUI EN AMÉRICA LATINA?.
*****
Por
| 03/10/2025 | Opinión
Fuentes. Revista Rebelión miércoles 8 de octubre del 2025.
A 95 años de su
fallecimiento podemos suscribir, sin ambigüedades, que José Carlos Mariátegui
(1894-1930) es hoy día uno de los más
importantes clásicos de la Justicia
Social en América Latina, una figura imprescindible a la hora de pensar los
caminos de autodeterminación de los pueblos. Su obra es un referente para interpretar los problemas de la
emergencia de los movimientos indígenas,
y el anhelo de desarrollo de proyectos nacionales soberanos que contemplen el
respeto de la forma de vida de los pueblos originarios. El Amauta nos dejó un legado
de ideas originales en su producción teórica, pero también una actitud y
conducta comprometida a lo largo de su intensa vida de militante en las luchas sociales de su tiempo. Por cierto, en él nada es blanco y negro y
sus reflexiones, en particular las filosóficas, a ratos hoy nos parecen confusas y muy vinculadas a debates de su
tiempo, pero hay una general concordancia en que su aporte político y teórico
fue substantivo.
Su histórica afirmación, en la editorial del segundo año de la revista Amauta (1928), de que el socialismo en América Latina no debía ser “calco ni copia, sino creación heroica”[1], sigue siendo un lema para quienes buscan levantar nuevos proyectos políticos, siendo uno de los primeros en rechazar la idea de que el socialismo latinoamericano debía ser una reproducción fiel de los modelos europeos, pues consideraba que los problemas sociales de Perú y de América Latina estaban ligados a la herencia colonial y a la dominación imperialista. Su análisis de la “estructura semifeudal” y del poder de las oligarquías agrarias todavía ilumina debates sobre desigualdad, tierra y soberanía.
Mariátegui consideraba a las comunidades indígenas y campesinas, no como un “rezago”
del atraso pre y colonial, sino como base posible para una modernidad diferente y para un socialismo con raíces propias:
“En la América Latina, que encierra más de cien millones de
habitantes, la mayoría de la población está constituida por indígenas y negros.
Esta última circunstancia sería suficiente para poner en plena luz toda la
importancia de las razas en la América Latina como factor revolucionario” [2]. En algunos países de la
región, el problema de la tenencia
de la tierra sigue siendo una cuestión
política relevante, pues involucra a comunidades
indígenas, y aún debe ser resuelta por los Estados.
En efecto, en sus
artículos Mariátegui sustentaba que no era
necesario retrotraerse a la época de las
comunidades andinas para recuperar
aspectos de su ethos y de su cosmovisión. En sus escritos se vislumbra un juicio que intenta contrarrestar el
pensamiento occidental y el capitalismo
como la única vía posible de pensar el desarrollo y la existencia en comunidad:
“las comunidades indígenas reúnen la mayor cantidad posible de
actitudes morales y materiales para transformarse en cooperativas de producción
y consumo. En ellas reside indudablemente, contra el interesado escepticismo de
algunos, un elemento activo y vital de realizaciones socialistas” [3].
Para él, no se trata del
retorno a un pasado incaico, sino que, de recuperar la referencia histórica de las formas de vida de estas poblaciones, capaces de concebir en sus
propias tradiciones colectivistas
una poderosa plataforma de Justicia
Social. Su mirada del Perú profundo
impregna todo su quehacer teórico.
Años después, otros autores, como el sociólogo peruano Aníbal
Quijano, han
sugerido que se podría interpretar esta mirada del indigenismo de Mariátegui como la búsqueda de una racionalidad alternativa. Sin embargo, el
propio Quijano reconoce los límites de
su interpretación condensada en el concepto de racionalidad alternativa:
Tienen razón quienes señalan
“que en Mariátegui no se encuentran esos términos, ni señales formales de que hubiera propuesto encontrar o producir ninguna racionalidad alternativa” [4]. No parece tan claro un objetivo teórico, como el aludido, de estas afirmaciones del Amauta, pero en el siglo transcurrido desde la publicación de sus artículos y observaciones de la realidad peruana ha ayudado en forma significativa a la reflexión de estos temas en toda América Latina.
En sus escritos, también dio cuenta
con lucidez de la impronta eurocéntrica de nuestra cultura, aunque reconocía
que en Europa realizó su mejor y mayor aprendizaje. La aseveración anterior no le impide
construir una opinión crítica con respecto a la hegemonía ejercida por
el pensamiento de matriz europea. En
ese mismo sentido, Mariátegui fue uno de
los primeros marxistas en ver que el
colonialismo no era solo cosa del
pasado, sino una estructura viva
de dominación que organizaba la economía, la cultura y la subjetividad. Sin
embargo, como señalará en un artículo dedicado a su amigo Waldo Frank:
“Como él, yo no me sentí americano, sino en Europa. Por los
caminos de Europa encontré el país de América que yo había dejado. Y en el que
había vivido casi extraño y ausente (…) Sabía que Europa me había restituido,
cuando parecía haberme conquistado enteramente, al Perú y a América” [5].
Sus ideas sobre la existencia de vínculos de
superioridad/subordinación en la conformación de la nacionalidad peruana,
contribuyeron para aquello que vendría
posteriormente a ser teorizado como la perspectiva de-colonial y las Teorías de
la Dependencia. Mucho antes de la publicación
de perspectivas críticas del marxismo con sesgo occidental [6] ya había percibido el
carácter diferenciado y novedoso de los
procesos de construcción del socialismo experimentado
por los países ajenos a la esfera del mundo europeo. La idea de fundar un socialismo
indoamericano implicaba pensar el
país y la región a partir de sus bases particulares, de una identidad diferenciada, de problemáticas históricas específicas,
pero también, de una determinada condición de subordinación en el orden
mundial.
En el primer cuarto del siglo veinte, Perú era un país con escaso
desarrollo industrial y una clase
obrera en estado embrionario. Consciente
de que existían vastos territorios habitados por comunidades campesinas indígenas que reconducían los problemas políticos del país hacia el ámbito agrario con una muy desigual tenencia de la tierra, derivada del proceso de Conquista y el
ulterior despojo que habían sufrido los habitantes autóctonos de ese territorio,
Mariátegui consideraba necesaria una lectura propia de los clásicos marxistas. En Perú no era posible adherir a las tesis deterministas que contemplaban el
paso inevitable desde una situación de nación
pre-capitalista hacia una condición
de país capitalista, en que el desarrollo de las fuerzas productivas
permitiera la emergencia de una clase destinada a conducir la transformación
del país hacia el socialismo. Perú no reunía las condiciones para desarrollar un tipo de expansión
capitalista que permitiera sustentar la tesis de la inevitabilidad del Progreso, tan necesaria al marxismo de la II Internacional. En
contraste, el Amauta busca en la
realidad indígena y campesina, las claves explicativas que le permitan
elaborar una interpretación propia, que modifique
o adapte dicha versión marxista, para transformar la realidad social peruana.
Se ha escrito y se escribe mucho acerca de su vida y su obra. Entre los últimos
trabajos acerca del pensamiento de Mariátegui podemos destacar el libro
que nos presenta un contrapunto del ideario del Amauta y de José Aricó (1931-1991), uno de sus más importantes biógrafos [7]. En este trabajo debemos
destacar una extensa e inédita
entrevista a Aricó, en que nos muestra como Mariátegui fue un referente de las batallas políticas y sociales
peruanas de su tiempo; participando activamente en la organización de la clase trabajadora del Perú y en el apoyo a los movimientos indígenas. Pero
también se destaca su rol en la
constitución del Partido Socialista del Perú (1928), encarando y
contradiciendo la línea política de la
III Internacional, que propiciaba partidos
“comunistas”, ratificando así su idea de la autonomía latinoamericana. Otra preocupación
actual han sido sus referencias filosóficas:
“El mito mueve
al hombre en la historia… El proletariado tiene un mito: la revolución social.
Hacia ese mito se mueve con una fe vehemente y activa… La fuerza de los
revolucionarios no está en su ciencia, está en su fe, en su pasión, en su
voluntad. Es una figura religiosa, mística, espiritual” [8]. “No se vive
fundamentalmente sin una concepción metafísica de la vida…”, “en mi camino he
encontrado una fe. He ahí todo. Pero la he encontrado porque mi alma había
partido desde muy temprano en busca de Dios” [9]. Este tipo de afirmaciones son las que intentan explicar Conferencias y
Simposios recientes, dando cuenta del contexto intelectual de la época y de la
influencia de autores como George Sorel y otros en el líder peruano [10]. Reflexiones y acercamientos teóricos que nos hablan de su falta de
prejuicios, a la hora de su búsqueda intelectual de un camino propio para el
Socialismo peruano, y que pudiera ser emulado en todo el continente. Por
cierto, su amplitud de lecturas y ámbitos teóricos de preocupación es notable,
aunque no resulte clara la comprensión en él de conceptos como “metafísica”, la
relación de Fe y Mito, u otros de la filosofía o la sociología. Mariátegui hacia política dando
cuenta de lo que veía, interpretando lo observado con categorías que eran parte
del gran debate ideológico de la Europa que conoció. Su misma “metafísica”
del socialismo puede no resultar tan original en la Europa de la época, pero si
en relación al sincretismo o mestizaje ideológico de la realidad de los
marginados y los pueblos originarios de América expresada en sus escritos.
“Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene
que decir” [11]. Parafraseando a Calvino, podemos señalar que Mariátegui es un perfecto clásico, pues encarna a un tipo de pensador que todavía no termina de decir
todo aquello que lo motivaba a reflexionar y a escribir. La diversidad de temas que abordó en su
breve existencia nos permite ver a un intelectual abierto a una diversidad de cuestiones que van desde
la política al psicoanálisis, la economía, la literatura, el cine, el
arte y la cultura. En la exposición
de ellos no pretendió ser neutro a cuanto observa, su compromiso con los
problemas y el quehacer de su época
lo perfilan como un pensador que supo
integrar su praxis de vida con una confianza
irrenunciable en el Socialismo: “Mis juicios se nutren de mis ideales, de mis
sentimientos, de mis pasiones” [12].
En el intelectual peruano vemos la fuerza y la convicción de
querer transformar la sociedad en la que le tocó vivir. Creemos que es por esta vitalidad
y coherencia que, con todas sus contradicciones y las limitaciones de su
tiempo, Mariátegui nos sigue interpelando. Su lectura hoy nos acerca a un pensamiento crítico y emancipador; con
raíces firmes en las realidades
concretas de las comunidades
originarias que habitan nuestro
territorio latinoamericano, y con un
ideario capaz de dialogar con el
marxismo y con todas las corrientes ideológicas de la Izquierda, la democracia y la justicia social. Mariátegui
sigue vivo porque es parte
incuestionable de la causa de los marginados en el continente americano.
Notas
[1] En rigor la frase completa dice: “No
queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser
creación heroica. Tenemos que dar vida con nuestra propia realidad, en nuestro
propio lenguaje, al socialismo indo-americano. He aquí una misión digna de una
generación nueva”. José Carlos
Mariátegui, “Aniversario y Balance”, editorial de Amauta, año II, núm. 17, Lima,
septiembre de 1928. Reproducido posteriormente en Ideología y Política, Lima,
Empresa Editorial Amauta, 1972, p. 249.
[2] J. C. Mariátegui, “El problema de las razas en la América
Latina”, texto presentado y discutido en la Primera
Conferencia Comunista latinoamericana realizada en Buenos Aires en junio de
1929. Reproducido posteriormente en Revista Amauta, año IV, núm. 25,
julio-agosto de 1929.
[3] J. C. Mariátegui, “El porvenir de las cooperativas”, publicado originalmente en el periódico Mundial, Lima, 16 de
marzo de 1928. Reproducido posteriormente en Revista Amauta, año III, núm. 13,
marzo de 1928.
[4] Aníbal Quijano,” Prologo” de Siete ensayos de interpretación
de la realidad peruana, Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 2007, p. CXXV. En ese sentido, tal como afirma Deni Alfaro Rubbo, no existe en Mariátegui una propuesta de
racionalidad alternativa expuesta con total claridad. Según él, la noción
acuñada después por Quijano, se
encuentra de manera más bien intuitiva en la obra del Amauta, sin haber sido desarrollada de manera consciente y
sistemática. No habría en Mariátegui
un sistema filosófico coherente e inmutable o una teoría integral, sino más
bien una reflexión en forma de ensayo dentro del ámbito de la producción
periodística. Ver Deni Alfaro Rubbo,
“Aníbal Quijano e a racionalidade alternativa na América Latina: diálogos com
Mariátegui”, en Revista Estudos Avançados, volumen 32, núm. 94, São Paulo,
2018, pp. 391-409.
[5] J. C. Mariátegui, “Itinerario de Waldo Frank”. Publicado
originalmente en Variedades, Lima, 04/12/1929.
Reproducido posteriormente en Alma matinal, Lima, Empresa Editorial Amauta,
1970, p. 162.
[6] Domenico Losurdo, El marxismo
occidental. Cómo nació, cómo murió y cómo puede resucitar, Madrid, Editorial
Trota, 2019.
[7] Yuri Gómez (Editor), El encuentro.
Aricó y Mariátegui en el marxismo latinoamericano, LOM Ediciones, 2025.
[8] J. C. Mariátegui, “El hombre y el mito”, aparecido en el periódico Mundial el 16 de enero de 1925.
[9] Ídem, pág. 182.
[10] Fernando de la Cuadra, “La problemática concepción
religiosa en el pensamiento de Mariátegui”.
Ponencia presentada en el Simposio Internacional “El Hombre y el Mito. Dogma y herejía para pensar en Mariátegui”, organizado
por la Cátedra José Carlos Mariátegui en conjunto con el Centro de Estudios del
Pensamiento Iberoamericano (CEPIB-UV), realizado entre los días 25 y 26 de
junio de 2025.
[11] Ítalo Calvino, Por qué leer los clásicos, Barcelona,
Editora Tusquets, 1993.
[12] J. C. Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la
realidad peruana, Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, 2007.
Fernando de la
Cuadra es doctor en Ciencias Sociales y miembro del Consejo Consultivo de la
Cátedra José Carlos Mariátegui.
Gonzalo Rovira Soto
es profesor de Filosofía.
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