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“El
trumpismo y la motosierra de los anarcoliberales no son sino la simple puesta en marcha del
inmenso poder del Estado para favorecer
a los viejos amos del mundo, las
finanzas y grandes corporaciones, y al emergente capitalismo tecnológico de las redes y la nube que no puede funcionar
con asalariados y democracia, sino con siervos
y dictaduras que lo protejan. Como
muestro en un nuevo libro que estará en librerías a partir del 12 de noviembre (Cómo
sobrevivir al trumpismo y a la economía de la motosierra),
lo que estamos empezando a ver de la
mano de los gobernantes anarcoliberales
es un fraude intelectual, un disparate
que terminará muy mal, si no se le
pone fin con los nuevos modos de pensar, principios y políticas económicas que allí analizo.
“Ahora
bien, a esta experiencia
de gobierno anarcoliberal quizá podamos
agradecerle algo en el futuro. A partir
de ahora será mucho más difícil que
sigamos leyendo en libros y manuales las tonterías y falsedades con las que se ha venido tratando de encubrir la realidad de la vida económica. No me
cabe duda, en todo caso, de que
seguirá habiendo fanáticos que las sigan defendiendo. Lo mismo que hay millones
de personas que siguen creyendo que
la tierra es plana, seguirá habiendo
economistas que afirmando que la economía
es un mecanismo de relojería y que el poder
o la energía no tienen nada que ver con ella. Pero serán eso, lo que son,
terraplanistas económicos.
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Fuentes: Ganas de escribir.
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LA
IMPAGABLE APORTACIÓN DE LOS ANARCOLIBERALES QUE GOBIERNAN AL ESTUDIO DE LA
ECONOMÍA.
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Por Juan Torres López | 06/10/2025 | Economía
Fuentes
Revista Rebelión lunes 6 de octubre del 2025.
Durante
más de un siglo, los economistas que gozan de más influencia y reconocimiento
académico, mediático y político se han esforzado en hacer creer que la economía
es un mecanismo de ingeniería social que funciona por sí solo, regido por leyes
propias cuyo funcionamiento, precisamente por serlo y como le sucede a
cualquier ley natural, queda fuera del alcance de los seres humanos.
Afirman que los precios de los bienes y servicios
que satisfacen nuestras necesidades se
determinan automáticamente por la ley de la oferta y la demanda. Repiten
constantemente que los mercados
funcionan autónomamente, como la maquinaria
de un reloj, y aseguran que
dejarlos actuar sin
intervención, sin dictados ni reglas, promoviendo
la desregulación más intensa y el
libre cambio, es la mejor vía para
alcanzar el mayor beneficio particular y el bienestar general.
Aseguran que,
en esos mercados, los más deseables y a los que hay que aspirar,
todos los sujetos tienen la misma
información y que ninguno de ellos
puede influir sobre la conducta de los demás,
ni imponer su voluntad sobre el resto
de productores y consumidores. O que la retribución de los diferentes
sujetos depende objetivamente de su contribución (igualmente objetiva)
a la producción. Difunden modelos en los que se asegura que las variables fundamentales, como la inversión, sólo dependen de otras, como los
tipos de interés, que están dentro del propio modelo. En el cual, además, sólo tienen cabida los elementos o relaciones que tienen expresión monetaria.
Desde casi el primero momento en que esas tesis fueron formuladas, otros economistas demostraron matemáticamente o con datos empíricos, que eran falsas y que la realidad mostraba que la economía no funcionaba de ese modo.
Sin embargo, aunque nunca
(he dicho nunca) se haya podido mostrar en ningún libro o manual (he dicho en
ninguno) algún ejemplo real de las
supuestas leyes de la oferta y la demanda; aunque Piero Sraffa demostrase que las hipótesis
sobre las que se sostiene el modelo
teórico del que se deducen las
bondades del mercado son inconsistentes;
aunque Nicholas Georgescu-Roegen
dejara claro que las tesis y propuestas
de la economía liberal dominante contradicen las leyes de la termodinámica;
a pesar de que la realidad mostrase
diariamente multitud de ejemplos concretos que mostraban que las cosas no funcionan como dicen los economistas del pensamiento dominante… a pesar de ello, estos no sólo siguen defendiendo sus tesis, sino que continúan recibiendo premios, honores,
y el máxima apoyo para que difundan su
pensamiento.
Sin embargo,
la llegada al gobierno de líderes
que abiertamente defienden las tesis más radicales de la economía liberal
(hasta el punto de denominarse a sí mismos, anarcoliberales para mostrar que su rechazo al Estado es radical) está produciendo un curioso efecto.
Los mismos
que siguen defendiendo en sus escritos las tesis del automatismo del mercado hacen
justamente lo contrario cuando gobiernan, mostrando así claramente que sus tesis son un disparate tan grande que ni sus partidarios más acérrimos puede
ponerlas en práctica.
En lugar de renunciar al Estado, multiplican la regulación y las normas: ningún otro presidente de Estados Unidos ha emitido tantas órdenes ejecutivas como Trump, y el argentino Milei ya va por dos rescates del papá Estado al que decía haber renunciado, además de haberse aprovechado de él para llevar a cabo prácticas corruptas y, sobre todo, para ayudar a los grupos de interés que lo apoyan políticamente. En lugar de favorecer la información perfecta y gratuita de los sujetos económicos, lo habitual es ver a estos anarcoliberales confraternizando sin disimulo o incluso compartiendo gobiernos con los propietarios de los grandes oligopolios. Trump obliga a las corporaciones farmacéuticas a que fijen los precios a su conveniencia, obliga a las empresas a que inviertan allí donde él decide, se salta a la torera el libre comercio y basa las relaciones económicas internacionales en la extorsión y la amenaza. Cuando gobiernan, son los propios anarcoliberales quienes se empeñan en mostrar que la inversión no se comporta como dicen sus modelos, ni los beneficios se obtienen como aseguran las teorías económicas que defienden. Trump no sólo no oculta que manipula los mercados para producir ganancias a los grupos de interés que lo apoyan, sino que se vanagloria y hace ostentación de ello.
Son los
propios anarcoliberales los que están demostrando, ahora que gobiernan,
lo que con más intensidad han querido
ocultar durante más de cien años:
la economía no es un mecanismo automático,
ni funciona en virtud de leyes naturales, sino que es el poder, el diferente poder de los distintos sujetos
económicos, lo que determina
qué ocurre y qué no en las relaciones económicas, qué
tipo de resultados dan, y quién se beneficia de ellos en mayor o menor medida.
Y lo más extremo: quienes alardean de ultraliberales,
demuestran que no son ni siquiera un poco liberales, sino líderes
autoritarios, enemigos de la libertad y expresamente contrarios
a la filosofía
de la empatía y el respeto que defendieron los grandes pensadores del liberalismo.
El trumpismo
y la motosierra de los anarcoliberales
no son sino la simple puesta en marcha
del inmenso poder del Estado para favorecer
a los viejos amos del mundo, las
finanzas y grandes corporaciones, y al emergente capitalismo tecnológico de las redes y la nube que no puede funcionar
con asalariados y democracia, sino con siervos
y dictaduras que lo protejan.
Como muestro
en un nuevo libro que estará en librerías a partir del 12 de noviembre (Cómo
sobrevivir al trumpismo y a la economía de la motosierra),
lo que estamos empezando a ver de la
mano de los gobernantes anarcoliberales
es un fraude intelectual, un disparate
que terminará muy mal, si no se le
pone fin con los nuevos modos de pensar, principios y políticas económicas que allí analizo.
Ahora bien, a esta experiencia
de gobierno anarcoliberal quizá podamos
agradecerle algo en el futuro. A partir
de ahora será mucho más difícil que
sigamos leyendo en libros y manuales las tonterías y falsedades con las que se ha venido tratando de encubrir la realidad de la vida económica.
No me cabe
duda, en todo caso,
de que seguirá habiendo fanáticos que las sigan defendiendo. Lo mismo que hay millones
de personas que siguen creyendo que
la tierra es plana, seguirá habiendo
economistas que afirmando que la economía
es un mecanismo de relojería y que el poder
o la energía no tienen nada que ver con ella. Pero serán eso, lo que son,
terraplanistas económicos.
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