Tras cinco años sin publicar, Jeremy Rifkin uno de los más importantes pensadores sociales de nuestro tiempo, vuelve a las librerías con La civilización empática, su obra más ambiciosa hasta la fecha. Un trabajo de gran alcance y erudición que propone la empatía como el mejor modelo, y posiblemente el único, para las relaciones internacionales y la supervivencia global en los inicios del siglo XXI. Parece que el mundo jamás ha estado tan interconectado a través de los medios de comunicación, el comercio y la cultura, y tan salvajemente desgarrado por la guerra, la crisis financiera, el calentamiento global e, incluso, la migración de las enfermedades. No importa cuánto nos empeñemos en la tarea de afrontar los desafíos de un rápido mundo globalizador, la raza humana parece quedarse corta continuamente, incapaz de reunir los recursos mentales colectivos para “pensar globalmente y actuar localmente”. En este libro el autor expone cómo la desconexión entre nuestra visión del mundo y nuestra habilidad para percibir dicha visión radica en el estado actual de la conciencia humana. El modo en que nuestro cerebro está estructurado nos predispone hacia una forma de sentir, pensar y actuar en el mundo que ya no es apropiada para los nuevos entornos que hemos creado. Es el primer libro que explora cómo la conciencia empática reestructura la forma en que organizamos nuestra vida personal, nos acercamos al conocimiento, perseveramos en ciencia y tecnología, dirigimos el comercio, gobernamos y orquestamos nuestra vida civil. El desarrollo de esta conciencia empática es esencial para crear un futuro en que pensemos y nos comportemos de manera que el mundo valga la pena.
Contra el darwinismo Social. La civilización empática.
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Último Jeremy Rifkin.
El País. España. Suplemento Cultural.
Domingo 15 de enero del 2011.
Agustín Courtoisie
Un gran esfuerzo para fundar otra vez un "gran relato". Una articulación hábil de la neuropsicología, la ecología y otras ciencias para desandar muchos prejuicios exacerbados por la globalización y las perspectivas centradas en la inexorabilidad del capitalismo salvaje y la compulsión del consumo. Eso y unas cuantas cosas más podrían decirse del último y monumental libro de Jeremy Rifkin, La civilización empática.
Según el autor, portamos en nuestros genes y en nuestro sistema nervioso la capacidad de conmovernos con la situación de otros seres. Además, habría tanta o más bondad en el mundo y en la historia, que la maldad que selectivamente han consignado los historiadores o propalan a diario los medios de comunicación. El hecho de que Rifkin no juzgue utópicas esas tesis, sorprende menos si se recuerda que en sus años juveniles militó contra la guerra de Vietnam. O que, según lo describen algunos biógrafos, poseía facilidad para las matemáticas y hábitos de contemplar con aire abstraído el entorno, que le facilitaron graduarse en economía, pese a estar inmerso en tiempos turbulentos.
Famoso desde la aparición de El fin del trabajo (1995), Rifkin ha publicado también El siglo de la biotecnología (1998), La economía del hidrógeno (2002) y El sueño europeo (2004), entre otros ensayos, siempre poniendo el foco en un problema contemporáneo "gordo" y en general con mucho respaldo documental detrás de cada afirmación. Su estilo se torna pesado a veces, con algo de profesor bonachón y reiterativo. Pero lo que pierde en amenidad suele ganarlo en solidez.
Para ocuparse de los mismos temas que aborda como pensador social y global, pero en el terreno de la práctica, Rifkin hoy continúa impulsando la Foundation on Economic Trends y la influyente Third Industrial Revolution Global CEO Business Roundtable -suele decirse que la Unión Europea y diversos jefes de Estado han tomado muy en serio algunas de sus recomendaciones- .
La gloria y la eventual tragedia de Rifkin reside en la estrategia reflexiva adoptada en La civilización empática. Ella consiste en apelar a vastas síntesis de la historia humana, desde la prehistoria hasta nuestros días, y a la producción teórica en varias ciencias, desde la termodinámica y la ecología, hasta la psicología infantil.
Por ejemplo, Rifkin recuerda al lector que el ser humano vivió el 93% de su existencia en pacíficas comunidades colectoras y cazadoras, que en los años ´90 el científico Giacomo Rizzolatti descubrió las ahora célebres "neuronas espejo" que están en la base de los comportamientos solidarios o en el aprendizaje por imitación (y fallan en trastornos que van desde el autismo hasta las psicopatías), o que los casi 7.000 millones de seres humanos constituyen el 1% de la biomasa total pero consumen el 24% de los recursos del planeta, y así sucesivamente.
Pero algunos detalles pueden perderse en esas panorámicas geniales por momentos. Y no parece fácil encontrar dónde está el error, o advertir que no siempre parecen justificados algunos "saltos" que Rifkin pega desde la formidable base de datos hacia la generosidad de las teorías centradas en la noción de "empatía".
No es nuevo el mensaje del autor, más bien es milenario y recuerda al de las grandes religiones históricas y al de muchos filósofos. La novedad está en la vestimenta, puesta al día con múltiples disciplinas científicas, duras y blandas. Claro que sus descripciones y explicaciones, acertadas o no, tienden a ser persuasivas, ya se refieran a las redes sociales basadas en nuevas tecnologías, o a la creciente inclusión y el reconocimiento de los derechos de personas y grupos antes discriminados por distintas razones.
Si la "empatía", entre otras cosas, es la capacidad de sentir cosas por la situación de otras personas, y el destino propio comprometido con el ajeno, no parece descabellado suponer que eso debería estar en la base de la preservación de la "biósfera" y de las grandes acciones mancomunadas para salvar a las sociedades humanas de los actuales desafíos ambientales, energéticos, sociales y políticos. Para esos problemas no parece haber respuesta hasta ahora, en términos de la globalización tal cual está planteada.
La civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en crisis, de Jeremy Rifkin, Paidós, 2010. Barcelona, 704 págs. Distribuye Planeta.
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