La inestabilidad política en Egipto y Túnez.
“Bomba de tiempo construida por las mismas coordenadas de la Guerra Fría”.
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Jueves 27 de enero del 2011.
Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)
La inestabilidad política que emerge en Túnez y Egipto no sorprende pero alarma. Viene incubándose desde hace más de una década y es probable que sea una bomba de tiempo construida por las mismas coordenadas de la guerra fría para mantener regímenes vetustos predecibles y controlables por parte de los dos bloques, tanto el soviético de entonces y la Alianza Transatlántica que no cesa de aumentar sus zonas de influencia ante la creciente gravitación asiática en el mundo.
Esta situación que afecta a Túnez y Egipto, exhibe un problema generalizado en el resto de la zona que es vasta, rica, y con historias complejas donde se cruzan el pasado colonial y gobiernos monárquicos o de militares -muy pocos gobiernos civiles- resultando en estructuras políticas rígidas y anquilosadas.
Gran parte de la rigidez y del enclaustramiento político de los países árabes del medio oriente y el norte de África se debe a que como zona de reservas de petróleo, se transformó por varias décadas en territorio blindado por la Alianza Transatlántica para contener la expansión soviética.
Una buena parte del residual histórico para explorar las causas en el terrorismo que se ha insertado forzadamente en el fundamentalismo islámico proviene de esos procesos donde el epítome es la situación en Afganistán y Pakistán hasta cierto punto. Es evidente que no existió nada más funcional para la expansión de las grandes potencias, que la existencia de dictaduras y sistemas políticos autoritarios, y en este sentido una buena parte de los países del mundo árabe e islámico en el medio oriente y el norte de África cumplían con esos requisitos.
La idea central de democratizar “a la occidental” el mundo árabe e islámico, proviene de una meta incumplida de la Alianza Transatlántica desde el fin de la descolonización en los años 60. Este mundo puebla un perímetro que se extiende desde Mauritania en la parte noroccidental de África, hasta el medio oriente en la frontera de Irak con Irán,
Es muy poca la legitimidad de los regímenes políticos que predominan en el perímetro señalado y no necesariamente están reflejados en aquellos países donde han comenzado las revueltas democráticas que atestiguamos hoy, como Túnez y Egipto. Estas dos naciones con los estallidos de liberalización más visibles, son quizás las de mayor evolución política hacia la tolerancia y la expresión ciudadana.
La invasión a Irak de 2003 fue el gran detonante para implementar esta idea que se sustentaba en principio con la formación de la comunidad de un Gran Medio Oriente. Fue precedida por un ambicioso plan de Naciones Unidas elaborado en 2002, y que contemplaba democratizar los regímenes políticos autoritarios. En el primer Informe de Desarrollo Humano para el Mundo Árabe preparado por la ONU en 2002 se recomienda la democratización de los países árabes con su lectura eje del cambio de régimen.
La idea de democratizar “a la occidental” el mapa político del Medio Oriente y el Norte de África, proviene de los imperativos del sistema financiero mundial. El objetivo es transferir los valores del estado liberal a los países árabes e incorporar a una gran zona de recursos, principalmente los energéticos (60% de las reservas petroleras del mundo) y humanos, que entregarían un nuevo vigor a los activos de capitales en el mundo. Esta idea estuvo detrás de la invasión a Irak como una forma de promover la formación de un gran medio oriente federalizado.
En junio de 2004 el senador estadounidense Richard Lugar en la reunión sobre la creación de un gran Fondo Fiduciario para crear el plan para el Gran Medio dice: “Se deben obtener las metas de reforma de los sistemas económicos, a la cual dichos estados se han resistido por décadas. Estas metas incluyen reformar el sistema económico, reducir el control del Estado de las economías, diversificar las industrias y reformar los mercados laborales… también se incluirán reformas políticas”.
A dos años de la ocupación en Irak, en abril de 2005 se lanza el Tercer Informe de Desarrollo Humano para el Mundo Árabe preparado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El informe divulgado el 7 de abril del 2005 se centraba en las libertades políticas en las naciones árabes: “De acuerdo a los estándares del siglo XXI, los países árabes no han resuelto las aspiraciones de desarrollo del pueblo árabe, la seguridad y la liberación a pesar de las diversidades entre un país y otro a este respecto. De hecho, hay casi un completo consenso en que existen graves carencias en el mundo árabe, y que éstas se sitúan específicamente en la esfera política”.
El análisis del residual histórico para explorar causas en el terrorismo que se ha insertado forzadamente en el fundamentalismo islámico, tiende a omitirse en este tipo de informes y la independencia y neutralidad respecto a los nuevos objetivos de la alianza transatlántica, no es evidente o nítida y esto gravita en un ambiente político todavía cargado con un pasado colonial..
Los informes del PNUD recomendando democratizar el mundo árabe, empalman -en curiosa sincronía- con el esfuerzo de consolidar la unidad transatlántica. En un trabajo de Ronald Asmus y otros, en The Washington Quarterly (primavera 2005), se plantea la necesidad de una estrategia transatlántica para promover la democracia en el esquivo diseño del Gran Medio Oriente.
Nuevamente hay una responsabilidad occidental con un buen grado de responsabilidad de los políticos locales, en esta asonada libertaria que podría arder como una pradera en seco y extenderse hacia una gran zona. La idea central es incorporar a un vasto sector de recursos humanos y físicos donde claramente rondan la energía y el agua dulce, al pool del capital financiero internacional.
El tema otra vez -como lo que sucedió con Irak- es que algo que es trascendental para el resto del planeta, no es materia de debate público hasta que se precipitan las tragedias, y los modos de vida son afectados, hasta en la última insularidad geográfica.
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