martes, 4 de agosto de 2015

INGLATERRA: CAMERON, MÁS DURO CON LOS MIGRANTES.

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El cuestionamiento más ácido provino de un socio del Reino Unido en la Unión Europea (UE), el ministro de Justicia e Inmigración de Suecia, Morgan Johansson. “Suecia está aceptando entre mil y dos mil inmigrantes por semana. El Reino Unido no está asumiendo la responsabilidad que le corresponde”, indicó Johansson. Los números imigratorios europeos respaldan al ministro sueco y refutan el papel de víctima y blanco fácil de caóticos “enjambres humanos” que buscan proyectar las autoridades británicas para justificar las medidas anunciadas. En los primeros cuatro meses del año, unas 250 mil personas solicitaron asilo político a un país de la Unión Europea: menos de 10 mil (un 3 por ciento) lo buscaron en el Reino Unido (que tiene más del 10 por ciento de la población europea). Según las Naciones Unidas, hay un total de 250 mil refugiados en Francia: más del doble que en el Reino Unido. La realidad es que, en una sociedad que ha derechizado su discurso, el gobierno británico mezcla deliberadamente asilo político, inmigración ilegal económica y lo que sucede en Calais. “La inmensa mayoría de los inmigrantes ilegales son gente que llegó normalmente al Reino Unido y se quedó después de que venciera su visa para trabajar en un restaurante o montar un negocio. No es alguien de Eritrea que trepa al techo de un camión en Calais para ver si puede ingresar en el país”, señala Jonathan Portes, director del National Institute of Economic and Social Research.
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CAMERON, MÁS DURO CON LOS MIGRANTES.
Reino Unido obliga a los propietarios que alquilan a expulsar a los extranjeros sin papeles.
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El gobierno británico amenaza con cinco años de prisión a aquellos que alquilen sus casas a extranjeros sin verificar su situación legal. Se suma a la construcción de nuevas vallas de seguridad y despliegue de guardias en la frontera.

Marcelo Justo

Desde Londres martes 4 de agosto del 2015.

@El primer ministro David Cameron se ganó la condena de medio mundo al calificar como “enjambres o plagas” humanas (swarms) a los inmigrantes ilegales que desde la costa francesa de Calais intentan cruzar al Reino Unido. Las Naciones Unidas, el gobierno sueco, la Iglesia Anglicana, grupos de derechos humanos y la oposición en Westminster calificaron la retórica de “inhumana”, “incendiaria” u “oportunista”. Impertérrito, el gobierno conservador respondió ayer con un endurecimiento mayor de las medidas para lidiar con los inmigrantes que diariamente buscan cruzar el Canal de la Mancha.

A la construcción de nuevas vallas de seguridad, el despliegue de más guardias, cámaras de vigilancia y perros adiestrados en la frontera, el ministro de Comunidades Greg Clark añadió ayer que los propietarios que alquilasen a extranjeros sin verificar su situación legal o que no echaran a la calle a los que no tuvieran sus papeles en regla se exponían a cinco años de cárcel. “Vamos a perseguir con todo el peso de la ley a los propietarios que hacen dinero con la inmigración ilegal socavando nuestro sistema inmigratorio”, señaló el ministro. Según el canciller Phillip Hammond, “el gobierno está empezando a controlar esta crisis y los inmigrantes ilegales están disminuyendo”.

Muchos conservadores, el partido antieuropeo UKIP y hasta sectores de la policía británica han pedido la intervención del ejército y la utilización de unidades especiales de los gurkas para la caza de inmigrantes ilegales. El gobierno, reelecto en mayo con una plataforma dura en el tema, ha rechazado esa posibilidad, pero ha endurecido su retórica para mostrar que el Reino Unido no es un soft spot de fácil acceso y vida subvencionada por el Estado. En su última intervención, el pasado jueves, poco antes de irse de vacaciones, Cameron subió los decibeles hasta rozar un racismo colonial. “Hay enjambres humanos que cruzan toda Europa buscando una vida mejor y quieren venir a Gran Bretaña porque tiene una economía vibrante, muchos empleos y es un lugar increíble para vivir”, señaló.

Acto deliberado o traición del inconsciente, la connotación insectificante del término swarms usado por el primer ministro causó una ola de rechazo. Dos días antes, un sudanés de 25 años había perdido la vida arrollado por un camión que estaba ingresando al túnel que atraviesa el Canal de la Mancha: la novena muerte en un mes. En nombre de la Iglesia Anglicana, el obispo de Dover, Trevor Willmott, exhortó este domingo al primer ministro a bajar el tono de sus intervenciones. “Nos estamos convirtiendo en un mundo crecientemente intolerante. Tenemos que redescubrir lo que significa ser humanos”, dijo.

El cuestionamiento más ácido provino de un socio del Reino Unido en la Unión Europea (UE), el ministro de Justicia e Inmigración de Suecia, Morgan Johansson. “Suecia está aceptando entre mil y dos mil inmigrantes por semana. El Reino Unido no está asumiendo la responsabilidad que le corresponde”, indicó Johansson.

Los números imigratorios europeos respaldan al ministro sueco y refutan el papel de víctima y blanco fácil de caóticos “enjambres humanos” que buscan proyectar las autoridades británicas para justificar las medidas anunciadas. En los primeros cuatro meses del año, unas 250 mil personas solicitaron asilo político a un país de la Unión Europea: menos de 10 mil (un 3 por ciento) lo buscaron en el Reino Unido (que tiene más del 10 por ciento de la población europea). Según las Naciones Unidas, hay un total de 250 mil refugiados en Francia: más del doble que en el Reino Unido.

La realidad es que, en una sociedad que ha derechizado su discurso, el gobierno británico mezcla deliberadamente asilo político, inmigración ilegal económica y lo que sucede en Calais. “La inmensa mayoría de los inmigrantes ilegales son gente que llegó normalmente al Reino Unido y se quedó después de que venciera su visa para trabajar en un restaurante o montar un negocio. No es alguien de Eritrea que trepa al techo de un camión en Calais para ver si puede ingresar en el país”, señala Jonathan Portes, director del National Institute of Economic and Social Research.

El problema del gobierno es que cuando llegó al poder, en 2010, prometió reducir la migración neta a menos de 100 mil personas por año. Lejos de lograrlo, los números se han disparado a más de 300 mil. La inmensa mayoría son inmigrantes económicos, sea de otros países de la Unión Europea (legales) o del planeta (con o sin permiso de estadía).

La única manera de seguir proyectando una imagen de firmeza es con pronunciamientos de mano dura ante los inmigrantes que se concentran en Calais, en su mayoría provenientes de Siria, Afganistán, Irak, Eritrea y Sudán, todos países inmersos en guerras civiles o bajo gobiernos dictatoriales.

Como la hipocresía es el homenaje del vicio a la virtud, el discurso oficial conservador nunca se olvida de recordar la “noble tradición británica” de asilo político desde las revoluciones europeas del siglo XIX al nazismo o los convulsionados ’70. En la práctica, la ministra del Interior, Theresa May, aspirante a suceder a Cameron, ha señalado abiertamente que los refugiados de un país como Eritrea son económicos y no políticos, a pesar de que las Naciones Unidas ha publicado un documento de 500 páginas sobre la “violación sistemática y absoluta de los derechos humanos” bajo el gobierno de Isaias Afwerku que, entre otras cosas, tiene un sistema de conscripción obligatorio para toda la población, masculina o femenina, que según las organizaciones de derechos humanos los convierte en población esclava.

En Calais los testimonios de la gran mayoría son contundentes. Uno de los refugiados africanos le comentó al dominical británico The Observer que prefería esas carpas precarias en que se aloja a volver a su país. “No quiero morir, no quiero matar a nadie. No me importa quedarme acá para siempre. Por lo menos acá no hay armas, no hay muertes.”


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