lunes, 19 de septiembre de 2016

FRANCIA: SARKOZY, JUPPÉ Y LA FIEBRE DE IDENTIDAD. LA IDENTIDAD FELIZ.


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FRANCIA, LAS ELECCIONES PRIMARIAS, LA DERECHA IMPONE EL PROBLEMA CULTURAL, LA IDENTIDAD Y LA IDENTIDAD FELIZ A LA FRANCESA.- Cuidado la derecha política de los ex gobernantes Sarkozy y Juppé, están jugando con fuego, objetivamente están dejando atrás o simplemente marginan, por intereses típicamente electorales – coyunturales - que a pesar de la crisis estructural que hoy está presente – devastando y desintegrando  en Francia – obvian, el problema económico, social y político – de una Francia que se hunde – al igual que la Decadencia absoluta de  Occidente, para poner en primera fila de una campaña política en problema Cultural – en respuesta urgente e interesada – del terrible drama migratorio que en la actualidad soporta en grandes oleadas humanas, toda Europa. El problema cultural – la identidad feliz, o la identidad real francesa – frente al drama de hoy la crisis humanitaria, de la cual Francia es uno de los responsables políticos mayores – pero desde siempre, Francia ha recibido migraciones de varios continentes, la multiculturalidad, presente en París, pero – entre ellos los musulmanes – ( semejante a la violencia cultural que plantea en su campaña política hoy el sr. Trump en Estados Unidos contra los latinos, en especial contra los mexicanos).

Y cuando aparezca en la escena política la sra Le Pen – de la ultra derecha francesa y uno de los movimientos derechistas xenófobo mayoritario en todo Europa, se imaginan cual debe ser el Lema central de su campaña y Plataforma Política. La Sra Le Pen ha mantenido por años como centro de su política, precisamente la políticas xenófobas, - su odio absoluto a los extranjero, y profundizó en los últimos años con  el problema musulmán -.  Si solamente en las elecciones primarias – surgen en primera línea las políticas xenófobas y homofóbicas - la política y los políticos franceses están ingresando a un terreno profundamente inestable, que solamente sirve en lo coyuntural a sus mezquinos intereses políticos como clases dominantes. Una vez más están jugando – con los grandes problemas presentes de las generaciones actuales – y de la cual ellos, los franceses, alemanes, norteamericanos, ingleses – son los responsables directos. Una mezquindad política para intentar justificar – con la supuesta defensa de su cultura, de su identidad – frente a los graves problemas globales de los cuales ellos - con otros países más y sus políticos – son los responsables políticos directos.

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Nicolas Sarkozy y Alain Juppé, los candidatos de la Derecha Francesa - al estilo del Candidato Republicano sr. Trump - excluyen el problema económico, social o Político y ponen en primera fila de la campaña política de la derecha francesa el problema cultural, la Identidad. La derecha política en el mundo - en especial en los países desarrollados y en crisis estrcutural hoy - cierran el problema de los millones de emigrantes - y agitan el problema Cultural e Identidad. La guerra cultural en el escenario mundial.
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SARKOZY, JUPPÉ Y LA FIEBRE DE IDENTIDAD.
Los Principales Candidatos de la derecha en als primarias de la Derecha Francesa se disputan la Bandera del Ser.
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Labrando las tierras de la extrema derecha, Sarkozy izó el tema de la identidad como bandera de su programa en una Francia amenazada. Juppé puso en circulación un concepto que suena a cristal: “la identidad feliz”.

Eduardo Febbro
Desde París Página /12 domingo 18 de setiembre del 2016.
La derecha francesa está poseída por la fiebre de la identidad. El ex presidente Nicolas Sarkozy y el ex Primer Ministro y canciller Alain Juppé, los dos candidatos que este mes de noviembre se disputan las primarias de los conservadores donde se designa al candidato para las elecciones presidenciales de 2017, pusieron por encima de las demás consideraciones políticas o económicas el resbaloso tema de la identidad. Fiel a sus inclinaciones estratégicas que consisten en labrar las tierras de la extrema derecha, Sarkozy izó el tema de la identidad como bandera de su programa en una Francia amenazada, según él, de desintegración, islamización, perdida de identidad, retroceso de la cultura, ocaso de los valores y contaminación cultural (los musulmanes). Es lo que en Francia llaman “la identidad agria o empañada”. En contraposición, su rival, Alain Juppé, puso en circulación un concepto que suena a cristal: “la identidad feliz”. Juppé elaboró esa idea en contra de un intelectual francés que antaño fue de izquierda y terminó convirtiéndose al fascismo de la identidad con una virulencia y una amargura de tango a la occidental: Alain Finkielkraut, autor del deprimente y sombrío ensayo “La Identidad Infeliz”. En ese libro, Finkielkraut denunciaba la decrepitud de la identidad francesa golpeada por la modernidad, la inmigración de masa, la no asimilaciónde los extranjeros, “la inseguridad cultural” y la desaparición de “La Francia de Antaño”. Este ensayo anti inmigrados sirvió de bocado exquisito para los sectores más reaccionarios de la derecha y sus cruzadas contra los musulmanes y los extranjeros.
Apenas entró en campaña oficial hace unas semanas, Nicolas Sarkozy reactivó uno de los ejes de su presidencia:la identidad. Recordemos que, cuando ganó las elecciones en 2007, el ex jefe del Estado creó un ministerio de la Inmigración y de la Identidad Nacional y organizó una suerte de debate nacional sobre la identidad que tuvo que ser anulado ante las apabullantes expresiones racistas a que dio lugar. La identidad feliz contra la identidad en peligro, estos dos conceptos diseñan o una Francia apaciguada y que acepta las reglas del juego moderno y el impacto de su propio pasado colonial, o una Francia temerosa, acechada por los demonios que llegan de afuera y obligada a adoptar leyes contra el otro para defender su identidad. Uno, Alain Juppé, habla de “integración”, el otro, Nicolas Sarkozy, de “asimilación”. Lo que está realmente en juego en torno a esta pugna semántica es el lugar que ocupan los musulmanes en Francia y la forma en que el poder político debe posicionarse ante estos franceses y cómo tiene que responder a las tentaciones que el Estado Islámico siembra entre los musulmanes.
En el libro campaña publicado por Sarkozy en agosto pasado, Todo por Francia, el antiguo mandatario se burlaba del concepto de su adversario y de su principal propuesta. Juppé propone ciertas “adaptaciones” o “avenencias” con el Islam por parte de los fundadores de la cultura mayoritaria –Francia– para que quienes llegan se adapten mejor y tengan las mismas posibilidades. Esto podría implicar, por ejemplo, tornar menos exigente la concepción francesa de la laicidad para que los musulmanes se integren con menos dificultades. En estos términos, la identidad feliz de Alain Juppé es casi un atentado a la oda a la identidad que Sarkozy entona en cada mitin. En el libro Todo por Francia, Sarkozy escribió: 

“no hay identidad feliz cuando miles de franceses nacidos en Francia y educados en Francia llegan a odiar a ese punto su patria. No hay identidad feliz cuando las reglas de la República se ven pisoteadas a ese punto”. Sarkozy no pierde ni una ocasión de anteponer la temática de la identidad a todas las demás y de atacar a los defensores de la integración y de los espacios multiculturales, a quienes califica como “integristas del multiculturalismo” por cuya culpa “Francia desaparece ante sus invitados”.
Sarkozy le hurtó a la extrema derecha una de sus bases narrativas y se instaló en esos suburbios malolientes aprovechando el impacto de los actos de barbarie cometidos en Francia en 2015 y 2016 por los terroristas bajo la influencia del Estado Islámico. Alain Juppé busca evitar que lo encierren en ese debate sobre la identidad y conservar las prerrogativas necesarias para conquistar un electorado de centro y parte de los votos de la izquierda que requiere el acceso a la presidencia en 2017. A Sarkozy, por ahora, le resulta más fructífera la telenovela de la identidad amenazada, el retrato de una Francia cuya 

“civilización, la nuestra, no puede dejarse imponer prohibiciones alimentarias –el cerdo–, la sumisión de las mujeres, la separación de los sexos”. Esta lógica dura de los sarkozistas es una inversión que arroja consecuentes intereses electorales. No se sabe todavía si su adversario persistirá en defender la línea multicultural, apaciguadora e incluyente ante un electorado inevitablemente espantado por los signos de un Islam demasiado ostensible. 

Alain Juppé explica que lo que el llama “identidad feliz consiste en conciliar nuestra diversidad y, al mismo tiempo, preservar nuestro bien común: la historia, el idioma”. A esa visión se opone la “identidad realista” de Sarkozy, una suerte de espacio en el cual se prohibirían muchas manifestaciones de la identidades diversas como ocurrió con la prohibición del burkini en ciertas playas de Francia. 

El ex jefe del Estado también adelantó la idea de crear un “Guantánamo a la francesa” donde se encerraría, sin juicio, a todas las personas sospechosas de tener lazos con el terrorismo o estar “radicalizadas”. A este respecto, Alain Juppé aclaró “no aceptaré un Guantánamo a la francesa”. Esa es la configuración de la batalla por las primarias de la derecha. Para uno, Sarkozy, el acceso al poder pasa por ahogar a los musulmanes y los extranjeros en un molde patriota y nacionalista, para el otro, Alain Juppé, por aceptar los flujos migratorios y, con ello, los encuentros y desencuentros que inevitablemente acarrean. Dos francias muy disparen se esbozan en el horizonte: la Francia tierra de hastío de Sarkozy, o la Francia tierra de asilo de Juppé.
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