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“Los intentos de legitimar las muertes masivas infligidas por EE.UU. e Israel no se desvanecieron después de las primeras semanas de
la masacre en Gaza. En enero,
un artículo de opinión
de The Washington Post sostenía que la muerte y destrucción en Gaza era una tragedia para sus habitantes, pero «la
culpa principal la tiene Hamás porque lanzó un ataque no provocado contra
Israel». Al sugerir que la ofensiva
de EE.UU. e Israel responde a un ataque
palestino «no provocado» se da a entender que dicha ofensiva militar es justificada. Este argumento
no resiste ningún tipo de escrutinio: en los días, semanas y meses previos al 7 de octubre, Israel había bombardeado
repetidamente Gaza y disparado contra palestinos en la valla que rodea
el territorio mientras los sometía a un
asedio brutal e ilegal, por no
hablar de los más de 75 años de desposesión que condujeron a ese día. Debido a
que Israel ejecutaba operaciones de guerra
contra los palestinos en Gaza previamente al 7 de octubre, la ofensiva israelí no puede ser catalogada como «autodefensa». Sin embargo, en los
medios de prensa estadounidenses, los apologistas de EE.UU. e Israel han dicho que
«Israel tiene el derecho y el deber de defenderse». Presentan la
cruzada estadounidense-israelí como
justa y, por lo tanto, digna de apoyo. No
les importa que la “defensa” de Israel haya provocado una “guerra implacable”
contra el sistema de salud de Gaza y
haya incluido ataques aéreos contra hospitales y trabajadores de la salud, además de la matanza de palestinos al ritmo
más letal que cualquier conflicto de
este siglo.
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Fuentes: Al-Jazeera - Imagen: En agosto, cuando se cumplieron 300 días de la ofensiva israelí en Gaza, numerosos manifestantes protestaron en las oficinas del New York Times. Un cartel dice: "New York Crimes" (Crímenes de New York).
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CÓMO
INCITARON AL GENOCIDIO LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN ESTADOUNIDENSES.
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Por Gregory Shupak | 05/11/2024 | EE.UU., Mentiras y medios
Fuente. Revista Rebelión. Martes 5 de noviembre del 2024.
Traducido por Silvia Arana para Rebelión.
Los comentarios publicados en los medios
estadounidenses han demonizado abiertamente al pueblo palestino y han
justificado la masacre en Gaza.
A pesar de las incesantes
afirmaciones del gobierno de EE.UU.
de que está haciendo esfuerzos para lograr un alto el fuego, el genocidio que
está teniendo lugar en Gaza durante
el último año ha sido el resultado del accionar conjunto de EE.UU. e Israel. Israel no podría
ejercer el nivel de violencia que está infligiendo al pueblo palestino sin las
armas, la inteligencia y el respaldo político de Estados Unidos.
Para implementar esta política de exterminio de los palestinos, el gobierno estadounidense necesitaba del apoyo de una masa crítica de sus ciudadanos. Para lograrlo, el gobierno de Biden ha desplegado un férreo discurso en defensa de Israel y ha justificado el accionar israelí y el propio esgrimiendo «el derecho de Israel a defenderse».
Voces influyentes en los medios de prensa
estadounidenses han contribuido a crear las condiciones ideológicas necesarias
para que el público acepte las atrocidades israelíes, cometidas con ayuda de EE.UU. Los medios y el gobierno de Biden son parcialmente responsables del
genocidio de Gaza.
En 2003 la Corte Penal Internacional para Ruanda dictó las primeras condenas por
incitación al genocidio denunciando que «el daño genocida causado por la
programación» [de Radio y Televisión Libre des Milles Collines] durante
el genocidio ruandés en 1994. La incitación al genocidio es «anticipatoria» es decir,
que promueve la ejecución de un crimen y constituye un delito por sí misma.
Según la Corte Penal Internacional para Ruanda, para
demostrar que alguien es responsable de incitación
al genocidio no es necesario dar pruebas de que su discurso motivó
directamente a una persona a ejecutar actos genocidas. Como afirma este
académico, para que un genocidio ocurra,
debe existir un clima propicio para que tales crímenes sean posibles.
Este criterio puede aplicarse a comentarios publicados en The New York Times, The Washington Post y The Wall Street Journal. Algunas figuras reconocidas de esos periódicos han participado en incitación al genocidio, aunque esta sea una forma diferente porque los estadounidenses no necesitan ir a Palestina a matar gente para colaborar en un genocidio; solamente tienen que aceptar que su gobierno participe.
En el artículo «Atrocity Speech Law: Foundation,
Fragmentation, Fruition», Gregory S. Gordon presenta ideas interesantes
sobre la incitación al genocidio y
otros tipos de discursos de odio. Al aplicar sus argumentos a la cobertura
estadounidense sobre el conflicto
Israel-Palestina a partir del 7 de
octubre de 2023, sugiere que gran parte de esta cobertura se define como «incitación al genocidio». Gordon, un
académico legal internacional y ex-Fiscal
de la Corte Penal Internacional para Ruanda, sostiene que la demonización
es una forma de incitación. Dice que esta modalidad se enfoca en «demonios,
malvados y otros personajes nefastos».
Un artículo publicado
en The New York Times en octubre pasado contiene precisamente esta terminología:
«Si Gaza
fuera la prisión a cielo abierto que muchos críticos de Israel dicen que es, no
lo es porque los israelíes sean caprichosamente crueles sino porque muchos de
sus residentes representan un peligro mortal». En esta nota se presenta a
muchos palestinos como criminales letales que merecen castigo colectivo. En el
mismo sentido, el 7 de octubre un editorial del Wall Street Journal dice que
Israel está en un «barrio malo».
Un artículo de
opinión del Washington Post publicado
pocos días después sostiene que Israel
libra una «batalla contra la barbarie». En otro artículo, el autor se pregunta
si «sería inútil aplicar la lógica política a los horrores perpetrados por
fanáticos religiosos de ISIS o Hamás.
Ellos actúan siguiendo el imperativo religioso de asesinar ‘infieles’
y ‘apóstatas’, sin que importen las consecuencias».
Un artículo publicado en The New York Times en noviembre ofrece un punto de vista similar al describir a Hamás como un «culto terrorista de la muerte». Esta caracterización de Hamás es engañosa y abiertamente simplista; vilifica a los palestinos como salvajes atávicos con el fin de transmitir el mensaje de que hay que exterminar a esos bárbaros irracionales, cualquiera sea el costo.
Según Gordon, los intentos de persuadir al público de que las atrocidades en curso están
moralmente justificadas es otra forma de incitación, la cual ha sido
ampliamente difundida en la cobertura
sobre Gaza. La dirección que estaba siguiendo la política israelí era claramente identificable desde el 13 de octubre pasado cuando Raz Segal, un
profesor de Estudios sobre el Holocausto
y Genocidio, escribió que Israel
estaba realizando un «ataque genocida en Gaza de manera muy
explícita, abierta y desvergonzada».
Sin embargo, tres semanas después de
iniciada la ofensiva israelí,
un artículo publicado
en The Washington Post rechazaba
los llamados a un alto el fuego e incluso la idea de que Israel debería
«limitar su
respuesta a ataques aéreos selectivos y redadas para eliminar a miembros de
Hamás de alto rango, y liberar a los rehenes». Sostenía que, si Israel acordaba
con un cese el fuego en ese punto, sería «equivalente a premiar a los agresores
e invitar a más agresiones en el futuro».
El mensaje solapado es que las
acciones de Israel están
justificadas éticamente, sin importar que EE.UU.
e Israel hayan matado casi 3.800
palestinos en los primeros 13 días
del asalto a Gaza, eliminando a familias enteras. En ese momento, la secretaria general de Amnistía
Internacional, Agnès Callamard, describió así el accionar de Israel:
«pulverizan
calle tras calle de edificios residenciales […] matan civiles a escala masiva y
destruyen infraestructura esencial» y al mismo tiempo limitan lo que puede
entrar a Gaza, entonces, la Franja estaba «quedándose rápidamente sin agua,
medicinas, combustibles y electricidad».
El artículo de opinión publicado en noviembre por The New York Times
(mencionado arriba) promovió el punto de
vista novedoso de que los palestinos
se beneficiarían al ser masacrados.
Concedía magnánimamente que
«en el corto plazo, por supuesto: Las vidas de los palestinos podrían ser salvadas si Israel detiene el fuego». Pero el artículo sostenía que, si la ofensiva de EE.UU. e Israel finalizaba mientras Hamás seguía gobernando en Gaza, el resultado significaría «una garantía virtual de ataques letales masivos contra Israel, con represalias aún más grandes de parte de Israel y mayor miseria para el pueblo de Gaza». Según esta lógica, es una virtud que EE.UU. e Israel ayuden a los palestinos realizando una ofensiva que ha convertido a Gaza en un «cementerio para miles de niños» y un «infierno para todos los demás».
Los intentos de legitimar las muertes masivas
infligidas por EE.UU. e Israel no se
desvanecieron después de las primeras semanas de la masacre en Gaza. En enero, un artículo de opinión
de The Washington Post sostenía que la muerte y destrucción en Gaza era una tragedia para sus habitantes, pero «la
culpa principal la tiene Hamás porque lanzó un ataque no provocado contra
Israel». Al sugerir que la ofensiva
de EE.UU. e Israel responde a un ataque
palestino «no provocado» se da a entender que dicha ofensiva militar es justificada. Este argumento
no resiste ningún tipo de escrutinio: en los días, semanas y meses previos al 7 de octubre, Israel había bombardeado
repetidamente Gaza y disparado contra palestinos en la valla que rodea
el territorio mientras los sometía a un
asedio brutal e ilegal, por no
hablar de los más de 75 años de desposesión que condujeron a ese día.
Debido a que Israel ejecutaba
operaciones de guerra contra los
palestinos en Gaza previamente al 7
de octubre, la ofensiva israelí no puede ser catalogada como «autodefensa». Sin embargo, en los
medios de prensa estadounidenses, los apologistas de EE.UU. e Israel han dicho que
«Israel tiene el derecho y el deber de defenderse». Presentan la
cruzada estadounidense-israelí como
justa y, por lo tanto, digna de apoyo. No
les importa que la “defensa” de Israel haya provocado una “guerra implacable”
contra el sistema de salud de Gaza y
haya incluido ataques aéreos contra hospitales y trabajadores de la salud,
además de la matanza de palestinos al ritmo más letal que cualquier conflicto de este siglo.
A fines de febrero, un editorial de The
Wall Street Journal criticó a la congresista palestino-estadounidense Rashida Tlaib y a otros
arguyendo que
«el alto el
fuego que ellos quieren tendría el efecto de dejar a los combatientes [de
Hamás] con vida y libres para reconstruir un Estado terrorista. El sufrimiento
en Gaza es terrible, pero la causa principal es el uso de civiles como escudos
humanos, por parte de Hamás».
En ese punto, Israel había matado a más de 7.729 niños. Sin embargo, para The Wall Street Journal, el horror se justificaba si Hamás
era derrotado; las decenas de
miles de civiles palestinos asesinados podrían
explicarse empleando de manera dudosa y selectiva el concepto de escudos humanos.
En marzo, otro artículo de The
New York Times reflotó las mismas viejas y gastadas falsedades para tratar de persuadir a sus
lectores de que la conducta de EE.UU. e
Israel en Gaza era apropiada, esgrimiendo el argumento de que «Hamás comenzó la guerra» y que
«Israel está
luchando una guerra dura contra un enemigo diabólico que pone a sus propios
civiles en peligro». El gobierno de Biden, señalaba el artículo, debería «ayudar a Israel a ganar la
guerra de manera contundente para que los israelíes y palestinos puedan
conseguir la paz algún día». Dos semanas antes, el Relator Especial sobre el derecho a la alimentación de la ONU,
Michael Fakhri denunció: «Israel ha emprendido una campaña
intencionada para hacer padecer hambre al pueblo palestino que evidencia
genocidio y exterminio».
Para algunos personajes influyentes
de Estados Unidos es moralmente aceptable que su país
continúe participando en esta situación.
Los medios de comunicación que publicaron estos
artículos podrían haber realizado una
cobertura más amplia, que incluyera reflexiones serias sobre cómo promover la paz, la justicia y la
liberación de Palestina. En cambio,
le han dado espacio a voces que incitan a la masacre perpetrada por EE.UU.
e Israel. Cuando se escriba la
historia de este periodo sangriento,
se deberá incluir un capítulo sobre
los medios de prensa que ayudaron a encender el fuego del genocidio y a mantener las
llamas.
Greg Shupak es un académico que escribe ficción y
análisis político. Es autor de The Wrong Story: Palestine, Israel, and
the Media.
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