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¿Cómo enfrentar a Trump? Unidad y movilización popular
latinoamericana. Una
cosa es lo que Donald Trump desea hacer y otra es lo
que podrá hacer. El proyecto de la ultraderecha imperialista norteamericana pretende aumentar
las cadenas y la explotación
de los pueblos del mundo, en
particular de este continente.
Porque es la respuesta desesperada a
la crisis del sistema capitalista
global. Para ello están dispuestos a sumir al mundo en guerras, sangre y sufrimientos. Así lo
han demostrado recientemente en el genocidio
contra el pueblo palestino en Gaza,
en las guerras del medio Oriente y en
Ucrania. Pero
el otro factor de la realidad son los pueblos, la clase trabajadora y los oprimidos, que no son actores pasivos, sino que luchan activamente
por defender sus vidas frente a los embates del sistema. Así que el resultado
final está por verse. Trump puede
ser vencido. De hecho, en su gobierno
anterior fue vencido por el movimiento “las vidas negras importan”.
“Cualquier intento de
retomar el canal por la fuerza por
parte de Estados Unidos será
respondido por el pueblo panameño
con firmeza cuyo ejemplo se ilumina en los mártires
del 9 de enero de 1964. Con el apoyo
de los pueblos del mundo y en especial de Latinoamérica y el Caribe. En este continente nos toca
reactualizar la doctrina de la unidad
latinoamericana promovida por el
Libertador
Simón Bolívar frente a la
reactualización de la Doctrina Monroe.
En el año 2026 se cumplirán 200 años (1826), cuándo Bolívar
convocó en Panamá un Congreso
Anfictiónico para concretar la unidad
de nuestros países frente a las amenazas
de la Santa Alianza y de la Doctrina Monroe norteamericana. Es hora de volver a convocarnos.
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PANAMÁ: LAS AMENAZAS DE TRUMP Y LA DOCTRINA MONROE.
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Olmedo Beluche. Sin
Permiso
Fuente. Jaque al neoliberalismo viernes 31
de enero del 2025.
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Desde el 21 de diciembre de 2024, en el
marco de la conmemoración de los 35 años de la última invasión militar de
Estados Unidos contra Panamá (20/12/1989), el presidente norteamericano Donald
Trump, antes de haber asumido su cargo, comenzó una serie de declaraciones
reiteradas en las que amenaza con apoderarse por la fuerza del Canal de Panamá.
Los
argumentos utilizados por Trump para
justificar estas pretensiones contra Panamá
son variados, pero todos falsos, y van desde la queja de que supuestamente se
estarían cobrando tarifas altas a los barcos de Estado Unidos que atraviesan el canal, hasta que el canal está
controlado por los chinos.
Una actualización de la Doctrina Monroe
Las
declaraciones de Donald Trump contra
el canal panameño están asociadas a
otras igualmente controversiales en las que pretende sumar a Canadá como el estado número 51 de los Estados Unidos de América, la idea de que debe adquirir Groenlandia para el control de su país,
territorio que está bajo administración de Dinamarca,
o la pretensión de renombrar el Golfo de
México como “Golfo de América”.
Las propuestas
sobre Panamá, Canadá, Groenlandia y el
Golfo de México hacen parte de una especie de actualización de la vieja “Doctrina Monroe” al siglo XXI
por parte de Trump. El presidente James Monroe, en 1823, emitió una declaración de
política exterior norteamericana que se ha conocido con el eslogan “América para los americanos”, que en
ese momento fue una advertencia a las monarquías europeas que habían
constituido un bloque militar denominado la “Santa Alianza”, en el sentido de que no permitiría que reconquistaran
los territorios recién independizados
de Hispanoamérica. Por supuesto,
desde entonces se entendió que los “americanos”
de Monroe eran ellos, Estados Unidos, no los hispanoamericanos o latinoamericanos.
Siguiendo la Doctrina Monroe,
desde el siglo XIX hasta el
presente, Estados Unidos ha actuado
bajo la convicción de que América Latina
y el Caribe son su “patio trasero” y zona exclusiva
de saqueo económico y neocolonialismo
político. Reiteradas invasiones,
golpes de estado, sanciones económicas contra los estados que intentan zafarse
(Cuba, Venezuela) así lo
demuestran, especialmente durante la Guerra
Fría con la Unión Soviética.
Instituciones como la Organización de Estados Americanos (OEA), el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y la Escuela de las Américas han sido instrumentos de esa política exterior norteamericana.
No
importa si los gobiernos norteamericanos
actuaron con descarados modales imperialistas,
como lo fue bajo Teodoro Roosevelt la
política del “gran garrote”,
o con la hipocresía refinada de Franklin D. Roosevelt y su “política del buen vecino”, o la
llamada “doctrina de la seguridad
nacional” de la guerra fría,
republicanos o demócratas, todos los gobiernos de ese país se han guiado por la
Doctrina Monroe frente a América Latina y el Caribe.
Trump una respuesta agresiva a la
decadencia norteamericana y al fantasma chino Donald
Trump sabe que miente, pero no puede dejar de expresar su
mayor temor cuando afirma:
“El
Canal de Panamá está siendo operado por China. ¡China!... Nosotros no se lo
dimos a China. Y ellos (Panamá) han abusado. Ellos han abusado de este regalo”
(La Prensa, 13/1/25).
En esas palabras está expresado el meollo del problema. La política de Trump, exterior y comercial, intenta ser una respuesta a un proceso objetivo de decadencia económica y política de Estados Unidos que cada vez más le cuesta competir con la influencia de los capitales chinos. Blandir ahora el garrote contra Panamá, hace parte de su proyecto de cerrar el mercado norteamericano, y por extensión latinoamericano, a productos chinos que compitan con empresas norteamericanas. La intención es cortar donde pueda el avance de capitales chinos. Estamos ante una competencia que parece evolucionar hacia una confrontación de bloques económicos parecida a las que dieron origen a la Primera y Segunda Guerra Mundiales.
Siendo Panamá un
lugar relevante en la geopolítica
mundial, a Estados Unidos le
viene preocupando la presencia china
en el istmo, al menos desde 2017,
cuando se normalizaron las relaciones
diplomáticas entre ambos países. Antes de eso, Panamá era parte de los gobiernos
centroamericanos sobornados por Taipei
para bloquear a China.
Pero hace décadas que China
es el segundo usuario del canal, después de los Estados Unidos, por lo que las relaciones
diplomáticas eran una necesidad lógica.
Le preocupa a Trump
especialmente que las relaciones
diplomáticas vinieron acompañadas por varias propuestas, como la
construcción de un ferrocarril hasta
la frontera con Costa Rica, proyecto que no se ha concretado, pero que
enseguida fue objetado por los sectores leales
a Estados Unidos en Panamá.
El ferrocarril no procedió,
pero empresas chinas participan en
la construcción del cuarto puente
sobre el canal de Panamá y en otras obras. La hongkonesa Hutchinson Whampoa administra los puertos junto al canal, Balboa y Cristóbal.
Incluso hay capitales chinos
involucrados con canadienses en la mina Cobre Panamá, cuyo contrato
fue declarado inconstitucional luego de importantes movilizaciones populares en 2023. Chinas son la mayoría de las mercancías que se reexportan a Sudamérica desde la Zona Libre de Colón.
Estos hechos económicos son parte de la tendencia del mercado mundial producto de la globalización neoliberal impuesta desde Estados Unidos hace 40 años. Pero eso no ha convertido a Panamá en “neocolonia” del “imperialismo chino”, por el contrario, los gobiernos panameños y la burguesía local siguen siendo títeres del imperialismo norteamericano. Lo cual queda demostrado en su alineamiento internacional en la ONU, en la OEA y recientemente en el caso de Venezuela.
Panamá, una historia de lucha contra la Doctrina Monroe.
El Istmo de Panamá ha
sido una víctima particular de la Doctrina
Monroe por ser una región estratégica para el paso entre los océanos Pacífico y Atlántico. La
primera ocupación del territorio
istmeño ocurrió poco después de que Estados Unidos le robara
a México la mitad de su territorio, incluida California, en 1846. Los
norteamericanos construyeron un ferrocarril
interoceánico en Panamá y de
hecho la ocuparon militarmente.
A fines del siglo XIX,
concluida la “Guerra del 98”,
por la que EE UU le arrebató a España sus últimas colonias en América
y Asia (Cuba, Puerto Rico,
Filipinas y Guam) ese país se decidió a construir un canal que
permitiera a sus fuerzas navales
custodiar sus intereses imperialistas en ambos
océanos. Para lo cual procedió a separar a Panamá de Colombia, mediante una invasión simulada, e
imponer un Tratado firmado el 18 de
noviembre de 1903, por el cual se le entregaba a Estados Unidos el “derecho”
de construcción, administración y
defensa del canal y un área adyacente (Zona
del Canal) que sería controlada como si fuera parte de ese país.
Una de las falacias
dichas por Donald Trump es
que supuestamente habrían muerto en
la construcción del canal miles de
norteamericanos. Falso. Si
bien los ingenieros que construyeron
el canal fueron parte ejército
estadounidense, la fuerza de trabajo estuvo constituida principalmente por obreros procedentes del Caribe,
entre ellos jamaicanos, guadalupanos,
etc.
Ellos trabajaron
bajo un régimen racista estilo
“apartheid”, que separaba física y
socialmente a los anglosajones
blancos de las “razas de
color”, incluso salarialmente.
Según reportes de la propia Isthmian
Canal Comission, durante la construcción
del canal (1903-1914) fallecieron
5,611 trabajadores, de los cuales solo 350 eran ciudadanos de Estados Unidos, el equivalente al 6% del total (La Prensa 16/1/25).
El pueblo panameño luchó durante el siglo XX contra el enclave colonial de la Zona del Canal, y por revertir la administración del canal a Panamá. A lo largo de la centuria, cada generación istmeña protagonizó diversas revueltas populares y enfrentamientos con la soldadesca norteamericana. El reclamo sobre la nacionalización del Canal de Panamá cobró fuerza a partir de 1956, cuando en Egipto el presidente Nasser nacionalizó el Canal de Suez.
Estos reclamos
tuvieron su momento culminante el 9
de enero de 1964, cuando un grupo de estudiantes panameños que fueron a la Zona del Canal a exigir que se izara la bandera nacional junto a la norteamericana, como símbolo de soberanía sobre ese territorio. Los estudiantes fueron agredidos por la policía y los habitantes norteamericanos de la Zona del Canal. Ante esos hechos el pueblo empezó a acudir en masa a la cerca que dividía la ciudad panameña de la norteamericana para plantar banderas, lo que fue respondido por
disparos del ejército de Estados
Unidos.
Los hechos se
transformaron en una pequeña
revolución anticolonial que duró tres días, que causó más de 20 muertos y 500 heridos del lado panameño, y la destrucción de
propiedades norteamericanas. A partir de entonces fue evidente que había que negociar un nuevo tratado sobre el
canal que resolviera las “causas del conflicto”: fin
del enclave canalero, administración
panameña del canal y eliminación de las bases
militares yanquis. Esto condujo a la firma de los Tratados de 1977, entre el general Omar Torrijos y el presidente James Carter.
Un canal administrado por Panamá desde el año 2000
En la década de 1980, ya
en proceso de reversión del canal a
manos panameñas, se produjo una
grave crisis política y económica,
entre cuya complejidad estaba la discusión de cómo Panamá iba a administrar el canal
y cómo se deberían utilizar los recursos adyacentes, principalmente puertos. Aunque la promesa de Omar Torrijos
había sido darle “el mayor uso colectivo
posible”, el sector burgués en torno al general Manuel Noriega pretendía convertirlo en una gran base militar sustituyendo los cuarteles norteamericanos por panameños. Pero otro sector de la burguesía panameña discrepaba y
planeaba la privatización de las
áreas revertidas.
La invasión de 1989 le
permitió a Estados Unidos
reconfigurar el país a su beneficio con
la complicidad de la burguesía panameña. En 1994 se impuso una reforma constitucional que dio al canal
una Junta Directiva controlada por
la oligarquía financiera y comercial panameña que excluyó
cualquier participación popular en
las decisiones, aunque se definió a la Autoridad
del Canal de Panamá (ACP) como una entidad pública.
Se transfirieron instalaciones y desmantelaron las bases militares a partir del año 2000 pero, en vez de “entrar al canal” como Torrijos había prometido, el pueblo panameño fue testigo pasivo del proceso de apropiación y privatizaciones de las áreas adyacentes y los puertos. Los dos principales puertos, Balboa y Cristóbal, fueron entregados a la empresa Hutchinson Whampoa, con sede en Hong Kong. Otros puertos han sido entregados a otras empresas con capitales extranjeros y panameños.
Durante estos años ha
habido un reclamo permanente de las organizaciones
sociales y populares panameñas respecto a la forma cómo se administra el canal, se asignan
sus recursos y la privatización
de lo que fuera la Zona del Canal.
Estos reclamos fueron especialmente fuertes en 2007 cuando se aprobó una costosa ampliación de las esclusas
para permitir el paso de enormes barcos
de contenedores.
Pese a ello, el canal
está manejado por unos 8,500
trabajadores panameños y representa entre el 6 y el 8 % del producto
interno bruto del país. En términos absolutos, el canal de Panamá ha entregado al tesoro público en 24 años
de administración panameña 28,232
millones de dólares que, comparados con los escasos 1,879 millones que recibió el país desde 1914 a 1999, cuando
estuvo bajo administración
norteamericana, demuestran que la lucha
por la soberanía sí produjo réditos
concretos.
Por eso,
pese a las diferencias internas
sobre la administración del canal, las declaraciones de Donald Trump produjeron una casi unánime respuesta por parte de
la nación panameña, de rechazo y
defensa del canal panameño. Tuvo que
condenar las palabras de Trump hasta
el presidente José R. Mulino,
tradicional aliado derechista de
los intereses norteamericanos, quien fue vicecanciller del gobierno impuesto por la invasión del 20 de diciembre de 1989.
El gobierno y la burguesía panameños serán inconsecuentes en la
defensa del canal
Pese a las declaraciones altisonantes de Mulino y otros políticos de la burguesía panameña frente a Donald Trump, el pueblo panameño debe
desconfiar, pues históricamente la burguesía
y sus políticos han actuado como lacayos del imperialismo yanqui.
Así pasó en 1903, cuando traicionaron y avalaron el tratado que
creó el enclave colonial, así
actuaron durante el siglo XX en cada
momento crítico de la historia nacional.
Baste recordar la crisis de la década de 1980
y su colaboración con las tropas
invasoras.
Mientras Trump no descartaba el uso de la fuerza militar para retomar el Canal de Panamá, el presidente Mulino se arrastraba ante los intereses imperialistas norteamericanos no solo dando legitimidad al candidato perdedor de las elecciones venezolanas, el ultraderechista Edmundo González, sino que hasta se propuso de custodio de las supuestas “actas”. Pésima jugada táctica divisionista que socava apoyo continental a nuestro país en el momento en que más lo necesita.
¿Cómo enfrentar a Trump? Unidad y movilización popular
latinoamericana
Una cosa es lo que Donald Trump
desea hacer y otra es lo que podrá hacer.
El proyecto de la ultraderecha imperialista norteamericana
pretende aumentar las cadenas y la
explotación de los pueblos
del mundo, en particular de este
continente. Porque es la respuesta desesperada
a la crisis del sistema capitalista
global. Para ello están dispuestos a sumir al mundo en guerras, sangre y sufrimientos. Así lo
han demostrado recientemente en el genocidio
contra el pueblo palestino en Gaza,
en las guerras del medio Oriente y en
Ucrania.
Pero el otro factor de
la realidad son los pueblos, la clase
trabajadora y los oprimidos,
que no son actores pasivos, sino que luchan activamente por defender sus vidas
frente a los embates del sistema. Así que el resultado final está por verse. Trump puede ser vencido. De hecho, en su gobierno anterior fue
vencido por el movimiento “las vidas negras importan”.
Cualquier intento de
retomar el canal por la fuerza por
parte de Estados Unidos será
respondido por el pueblo panameño
con firmeza cuyo ejemplo se ilumina en los mártires
del 9 de enero de 1964. Con el apoyo
de los pueblos del mundo y en especial de Latinoamérica y el Caribe.
En este continente nos
toca reactualizar la doctrina de la
unidad latinoamericana
promovida por el Libertador Simón Bolívar frente a la reactualización de la Doctrina Monroe. En el año 2026 se cumplirán 200 años (1826), cuándo Bolívar convocó en Panamá un Congreso Anfictiónico para
concretar la unidad de nuestros países frente
a las amenazas de la Santa Alianza y
de la Doctrina Monroe norteamericana. Es hora
de volver a convocarnos.
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