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“Los
aranceles de Trump se pueden interpretar, entonces, como un intento por recuperar esa industria norteamericana que se trasladó
al exterior en los decenios neoliberales, al tiempo que se crea una burbuja proteccionista que favorezca su desarrollo a pesar de su menor
competitividad con respecto a las producciones de terceros países. Un ejemplo
que se ha citado mucho en análisis recientes es el de las energías renovables. Los paneles solares producidos en Estados
Unidos son significativamente más
caros y menos eficientes que los producidos
en China. Igual pasa con un
importante sector de productos tecnológicos de gama media, el rango de consumo fundamental
de la clase trabajadora, donde China
ha dominado por una mejor relación
calidad-precio. Muchos otros
productos importados verán crecer significativamente
su precio en el mercado norteamericano y algunos directamente no tienen sustituto en la producción interna.
Desde los vinos franceses y el aceite de
oliva español, hasta una gran variedad de frutas y vegetales pasarán a estar cada vez más lejos del poder
adquisitivo de la clase trabajadora, contribuyendo,
sin dudas, a la dinámica inflacionaria que ya vive el país. Estos aranceles son un golpe de gracia a la
Organización Mundial del Comercio y a la cacareada globalización. Están en línea con el proyecto de
reconfigurar un nuevo orden mundial, sobre nuevas reglas que favorezcan la economía norteamericana. Es una reconstitución hegemónica a punta de pistola
económica, que puede acabar siéndolo con
armas reales, porque en procesos de crisis de hegemonía se da siempre,
de forma inevitable, una agudización de
las contradicciones entre las potencias.
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EL FIN DE LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL.
“Se
aceleró la Desglobalización”
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Por José Ernesto Nováez Guerrero | 11/04/2025 | Economía
Fuentes. Revista Rebelión viernes 11 de
abril del 2025.
Es una reconstitución hegemónica a punta de pistola económica, que puede
acabar siéndolo con armas reales, porque en procesos de crisis de hegemonía se
da siempre, de forma inevitable, una agudización de las contradicciones entre
las potencias.
Donald Trump adora vivir en el filo de la noticia. El espectáculo
permanente es parte de su estrategia política. Aunque no es el único presidente
que adora las cámaras, su condición de presidente de los Estados Unidos y el impacto global de las medidas que desde su
administración se puedan tomar, hace inevitable seguir y calibrar cada uno de
sus pasos. Sobre todo, porque en este
segundo mandato el magnate republicano parece dispuesto a alterar las reglas
del juego político norteamericano y global.
En menos de cien días desde que asumiera el cargo, su polémico engendro, el Departamento de Eficiencia Gubernamental, dirigido por Elon Musk, ha generado numerosas polémicas y tensiones al seno incluso del propio partido republicano, en la medida en que elimina puestos de trabajo, cierra agencias gubernamentales y mete las narices en casi todas las esferas del gobierno estadounidense.
El
propio Trump ha
revuelto el avispero político interno, con declaraciones que alimentan la fractura política del país y
afirmaciones cada vez más explícitas sobre su posible reelección para un
tercer mandato, a pesar de que una enmienda
constitucional de los años 50 lo prohíbe explícitamente.
En
lo internacional ha
generado tensiones con sus
vecinos más cercanos, Canadá y México, ha declarado su intención
de hacerse con Groenlandia y el Canal de Panamá, ha arremetido contra la Unión Europea y la OTAN,
ha tenido una actitud contradictoria respecto a la Guerra de Ucrania y este 2
de abril, como guinda del pastel, acaba de desatar un terremoto económico de
consecuencias impredecibles. De manera
expedita y prácticamente sin anuncio previo, Trump comunicó un nuevo paquete
arancelario que comprende a la casi totalidad de los países del mundo actual.
Para mayor rimbombancia, esta medida fue bautizada como “Liberation Day”.
A
todos los países en
esa lista, considerados “infractores”
por Estados Unidos, se aplica un arancel base del 10 por ciento, a lo cual se
añaden tasas adicionales sobre criterios sumamente arbitrarios. Así, los
montos anunciados van desde un 49 por
ciento a Cambodia, 46 por ciento a Vietnam y 34 por ciento a China, pasando por un 47 por ciento a Madagascar y 50 por ciento a Lesotho hasta un 37 por ciento a la
lejana isla de Reunión. “Israel”, aliado y cómplice
del régimen norteamericano, recibe un 17 por ciento de aranceles y como nota
ridícula, se aplica un arancel del 10 por ciento a las islas de Heard y
McDonald, habitadas solo por pingüinos y fauna salvaje. Quedan fuera de este
frenesí arancelario países como Cuba, Corea del Norte y Rusia, fuertemente
sancionados y prácticamente sin ningún vínculo comercial con Estados Unidos en
la actualidad.
Desde
el día 9 de abril
comenzarán a aplicarse estos aranceles, que Trump denomina como
tarifas recíprocas y que, según sus propias
expresiones, deben contribuir a poner fin a “décadas de abuso comercial” contra los Estados Unidos. Adicionalmente se anunció que en mayo se eliminará el tratamiento libre de impuestos
para pequeños paquetes procedentes de China,
lo cual afectará a gigantes del
comercio electrónico chino como Shein y Temu, con fuerte presencia en el mercado norteamericano. Asimismo, entrará en vigor el arancel de un 25 por
ciento a todos los automóviles fabricados fuera de los Estados Unidos.
La Globalización neoliberal en crisis. La super concentración de la riqueza y generalización de la pobreza y extrema pobreza, lo están terminando.
*****
Según
cálculos del asesor comercial de
la Casa Blanca, Peter Navarro, recogidos por BBC,
estos paquetes arancelarios pueden
generar ingresos en torno a los 600
mil millones de dólares, además de, hipotéticamente,
estimular la industria nacional y recuperar empleos en el sector manufacturero.
Por
supuesto, las reacciones internacionales no se han
hecho esperar. China, principal objetivo declarado de la actual
administración de la Casa Blanca,
exigió la anulación de las medidas y
advirtió que, de no ser así, el país tomará contramedidas para proteger sus
intereses. En Europa se
lamentaron profundamente por el trato
aplicado por su amo y señor, en palabras de Von der Leyen “defraudados por nuestro aliado más
antiguo”, a la par que anunciaron que están preparando medidas para
lidiar con estos nuevos aranceles. Algo similar anunció el presidente
interino de Corea del Sur.
Pero sin dudas la más impactante
respuesta a los anuncios de la Casa
Blanca la han protagonizado las bolsas de valores. Los mercados de Estados Unidos registraron una fuerte caída, similar a la vivida durante la
pandemia de la covid- 19. El índice Dow Jones Industrial Average cayó un 2,9 por ciento y
el NASDAQ un 4,5 por
ciento. Las grandes
tecnológicas fueron las más golpeadas. Según refiere Bloomberg, Apple tuvo pérdidas de casi 280 mil millones de
dólares, Nvidia en el
entorno de los 145 mil millones de dólares y Amazon unos 142 mil millones. Quizás no resulte ocioso recordar que muchos de los CEO de estas tecnológicas acompañaron a
Trump el día de su toma de posesión del cargo presidencial.
También los aranceles a países como Vietnam golpean fuertemente a empresas como Apple y Nike, las cuales recolocaron sus fábricas
en el país asiático al inicio de la
guerra comercial con China y hoy
ven fuertemente comprometidas sus líneas
de suministros.
Estas medidas de Trump son su particular manera de
dar respuesta a la profunda crisis de la economía norteamericana. Crisis que tiene uno de sus más claros indicadores en gigantesco
déficit que arrastra la nación y que el
magnate pretende revertir. Para ello, Trump
ha arremetido contra el dogma
neoliberal del capitalismo de libre mercado y ha vuelto a las viejas prácticas
proteccionistas que están en los orígenes
de la nación norteamericana.
Desde sus primeros años de independencia, Estados Unidos aplicó aranceles selectivos a un grupo de productos, con el objetivo de favorecer el desarrollo de una industria local. Era la etapa en la cual se estaba verificando el paso de la industria manufacturera a la maquinaria y la joven nación norteamericana fue capaz de alcanzar el ritmo en relación con la superpotencia británica y llegar a superarla, luego de la Primera Guerra Mundial.
El principio y el gin de la Globalización.
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La Segunda Guerra Mundial consolidó la hegemonía
norteamericana sobre una Europa devastada y el mundo colonial y semicolonial. Consecuencia directa de esta dominación fueron la
emergencia de una serie de organizaciones
y reglas que hasta hoy han sido centrales a la vida política internacional. La
promoción del neoliberalismo en contra del proteccionismo del período de entreguerras y la segunda postguerra
respondía a la necesidad hegemónica del capital financiero norteamericano
de moverse con la mayor libertad posible, con el fin de ampliar los mercados,
acceder a nuevas fuentes de materias
primas y reducir constantemente los costos de producción. Esta tendencia
llega a su paroxismo en los años 80 y 90 del siglo XX, donde la desregulación incluso en las sociedades
centrales del capitalismo contemporáneo, permite una masiva transferencia
de capital y tecnología a países subdesarrollados, fundamentalmente en el
sudeste asiático.
Sin embargo, con el ascenso y consolidación de
China primero como potencia económica y luego política y militar, las reglas
del juego del orden económico neoliberal dejaron de ser tan ventajosas para el
capital norteamericano. Por un lado, los
chinos incorporaron los adelantos
tecnológicos de Occidente y fueron capaces en un corto período de tiempo de
replicarlos y superarlos, invirtiendo significativamente en el desarrollo profesional de su fuerza laboral
y en la investigación. La presencia de un fuerte estado central con un
claro programa de desarrollo constituía un freno contra lo que Marx
denominó como “la anarquía de la producción”, al tiempo también que acotaba
la penetración e incidencia del capital
exterior en el mercado chino.
Pronto las empresas del gigante asiático
estuvieron en condiciones de competir con
sus homólogas occidentales en la arena
internacional y, en un corto plazo de apenas dos décadas, han desplazado a Estados Unidos como principal socio comercial de la mayor
parte del globo.
La
gran contradicción
para Estados Unidos hoy es que,
aunque tiene grandes reservas de capital
financiero y la hegemonía del dólar, además
de su poderío militar, no tienen una
capacidad productiva real al nivel
de la de China. Además, tienen dependencia estratégica de la
importación de recursos claves y se han quedado rezagados en áreas
tecnológicas centrales, como las comunicaciones
o las energías renovables.
Los
aranceles de Trump se
pueden interpretar, entonces, como un
intento por recuperar esa industria
norteamericana que se trasladó al exterior en los decenios
neoliberales, al tiempo que se crea una burbuja proteccionista que favorezca su desarrollo a pesar de su menor competitividad con respecto a las
producciones de terceros países.
Un ejemplo que se ha citado mucho en
análisis recientes es el de las energías
renovables. Los paneles solares producidos en Estados
Unidos son significativamente más
caros y menos eficientes que los producidos
en China. Igual pasa con un
importante sector de productos tecnológicos de gama media, el rango de consumo fundamental
de la clase trabajadora, donde China
ha dominado por una mejor relación
calidad-precio.
Muchos otros productos importados verán crecer significativamente su precio en el mercado norteamericano y algunos directamente no tienen sustituto en la producción interna. Desde los vinos franceses y el aceite de oliva español, hasta una gran variedad de frutas y vegetales pasarán a estar cada vez más lejos del poder adquisitivo de la clase trabajadora, contribuyendo, sin dudas, a la dinámica inflacionaria que ya vive el país.
La rápida y "alegre" proceso arancelario, para decapitar la globalización neoliberal" que ya se encontraba en estado de crisis final.
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Estos aranceles son un golpe de gracia a la
Organización Mundial del Comercio y a la cacareada globalización. Están en línea con el proyecto de
reconfigurar un nuevo orden mundial, sobre nuevas reglas que favorezcan la economía norteamericana. Es una reconstitución hegemónica a punta de pistola
económica, que puede acabar siéndolo con
armas reales, porque en procesos de crisis de hegemonía se da siempre,
de forma inevitable, una agudización de
las contradicciones entre las potencias.
José Ernesto Nováez Guerrero. Escritor y periodista cubano. Miembro de
la Asociación Hermanos Saíz (AHS). Coordinador del capítulo cubano de la Red en
Defensa de la Humanidad. Rector de la Universidad de las Artes,
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