viernes, 9 de septiembre de 2022

CONTRAINSURGENCIA, NEOLIBERALISMO Y NARCOPARAMILITARISMO EN MÉXICO.

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Narco paramilitarismo que, dentro del neoliberalismo, responderá a una lógica de despojo, extractivismo y adopción de reformas neoliberales, que han devenido en la privatización de sectores nacionales estratégicos, así como han abierto la posibilidad para que bajo el amparo legal se expropien vastas zonas campesinas. Lo cual, ha implicado tanto el despojo de múltiples áreas, recursos naturales y humanos, así como amenazas a la organización colectiva y comunitaria. 

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CONTRAINSURGENCIA, NEOLIBERALISMO Y NARCOPARAMILITARISMO EN MÉXICO.

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Por Ramón César González Ortiz | 09/09/2022 | México.

 

Fuente rebelión viernes 9 de septiembre del 2022.

Fuentes: Rebelión

Introducción

El fortalecimiento y consolidación del narcotráfico en México, desde los años sesenta, setenta y ochenta, y hasta la fecha, se encuentra estrechamente articulado a la contrainsurgencia impulsada por Estados Unidos en gran parte de Latinoamérica, a través de su Doctrina de Seguridad Nacional, para combatir a los movimientos sociales armados.

Toda vez que, el verdadero propósito de la doctrina de seguridad nacional estadounidense ha sido privilegiar y proteger los grandes capitales monopolistas de su país. Y de ahí, los Estados Unidos ha presionado a México desde el gobierno de Ronald Reagan, para que nuestro país militarice la presunta “guerra contra las drogas”.

Presiones que, rendirían sus frutos, una vez que, militares mexicanos fueron enviados a Fort Worth, Texas, donde recibieron capacitación en la lucha antinarcóticos; doctrina de guerra no convencional, la cual comprende actividades militares y paramilitares, guerra de guerrillas, lucha encubierta y operaciones clandestinas. Todo lo cual, normalmente sería realizado por fuerzas nativas o subcontratadas, pero apoyadas por fuerzas externas.

Y, tras dicha capacitación, se importó hacia nuestro país, un adiestramiento que se ha enfocado en cinco misiones clave:

“Guerra no convencional; la defensa interna de Estados Unidos, pero en el extranjero; y acciones directas como; reconocimiento y contraterrorismo”.

Entramado a partir del cual, el Estado mexicano, en el marco de la guerra sucia, utilizaría dicho adiestramiento para impulsar la formación de grupos de élite paramilitares donde se incluirían a narcotraficantes, y dichos grupos serían integrados a los distintos cuerpos policiales y al propio Ejército.

Ocurriendo así, en México, especialmente después de la desaparición de la Dirección Federal de Seguridad y de la Brigada Especial.


El narco paramilitarismo. La violencia político paramilitar se extiende por todos los países de América Latina y el Caribe, como consecuencia del neoliberalismo de guerra.
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Ello a partir de que, en los años ochenta y tras el triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua, se modificarían las estrategias contrainsurgentes en todo el mundo, para recurrir desde entonces al paramilitarismo y al narcoparamilitarismo como forma de combate.

Lógica conforme a la cual, en México, dejaría de dársele prioridad a grupos clandestinos de represión como la Brigada Blanca, para dar píe a grupos de paramilitares y narcoparamilitares.

Respecto a tales hechos, el General Mario Arturo Acosta Chaparro, quien fuera jefe operativo de la lucha contrainsurgente por treinta años, señalaría que:

“Los impuestos de los narcos crearon fortunas… y otra parte del dinero… fue destinado a la lucha contra los movimientos subversivos”.

Pero más aún, Mario Arturo Acosta Chaparro, en el marco del ascenso de los grupos de narcotraficantes, durante el gobierno de Calderón, aparecería como supuesto “negociador” para reducir los índices de violencia en los lugares que políticamente le eran más rentables al Partido Acción Nacional. Y, sus encomiendas lo llevarían a relacionarse al menos con “Los Zetas, Cártel de Sinaloa, La Familia Michoacana, los hermanos Beltrán Leyva y el Cártel de Juárez”.

Luego entonces, de la mano de la represión, además de Acosta Chaparro, emergerían personajes que darían forma al actual narco paramilitarismo, ejemplo de ello es, Arturo Moreno Espinoza, quien ofrecía protección a narcotraficantes en Sinaloa donde era jefe de la Policía Judicial en 1988, y de ahí, se dedicaría con especial énfasis al negocio del narcotráfico.

Caso similar sería el de Juan Huerta Trejo, quien sería conocido como comandante Lucas o el teniente Lucas, y era un exmilitar que trabajaría para El Güero Palma, como sicario y narcotraficante.

Ejemplos que, entre muchos otros casos, darán cuenta de la manera en que, algunos integrantes de la Brigada Especial o de la Dirección Federal de Seguridad, al convertirse en narcotraficantes, en realidad darían continuidad a los actos a los que estaban acostumbrados a realizar y que, desembocarían en el actual narco paramilitarismo.

Tesitura dentro de la cual, además, quienes exterminaron a la guerrilla de los setentas y ochentas se convertirían en comandantes e instructores de nuevos grupos represivos.



De acuerdo a ello, algunos integrantes de la Brigada Especial, pasarían a formar grupos antiterroristas en las policías judiciales del país. En tanto que, en la ciudad de México pasarían al Grupo Jaguar y al Grupo Especial de Disuasión Jaguares y Grupo Zorros.

Neoliberalismo y crecimiento del narcotráfico en México

En consonancia con lo arriba descrito, entre 1985 y 1996, decenas de testigos revelarían que funcionarios del gobierno de México colaboraron con la CIA para desarticular movimientos de izquierda en la región, apoyándose en narcotraficantes del cártel de Guadalajara, a quienes se les permitió traficar droga, como pago por la ayuda a la política internacional de Estados Unidos.

Así, se daría el fortalecimiento de una primera generación de narcotraficantes, después de que estos apoyaran económica y logísticamente a la contrainsurgencia en Nicaragua. Quienes, además, sentarían además las bases del violento crimen organizado tanto en México como en Centroamérica y Colombia.

Y de ahí, dentro de la misma lógica, se dará un mayor crecimiento del narcotráfico en México, pero está vez, en estrecha relación con el avance del neoliberalismo en América Latina, toda vez que, este último fue instaurado en la mayoría de nuestros países por la vía militar desde el Pentágono.

Particularmente ilustrativo es el caso de Chile, dado que, el bombardeo a La Moneda, impulsado desde los Estados Unidos, trasformaría las estructuras sociales y de poder chilenas. Para desplazar a la burguesía desarrollista y su representación política y de ahí dar paso al neoliberalismo militarizado.

Tras lo cual, se daría píe a la privatización, la desregulación, la flexibilización y la descentralización en Chile, así como, se daría paso a el capital trasnacional y los sectores financiero especulativos.



Y, acorde a tal escenario de militarización e implementación del neoliberalismo, en México, a fines de la década de 1980, también se daría el ascenso de una élite tecnócrata que implementaría una serie de reformas políticas y económicas que marcaron la entrada del país al neoliberalismo.

Conforme a ello, Carlos Salinas de Gortari, como presidente de México (1988-1994), después de una ola de privatizaciones daría paso al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Mismo que, devendría en años de contrainsurgencia en contra del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLAN), al ser éste de los más importantes críticos del TLCAN.

Contrainsurgencia que, correría a cargo de los Grupos Aeromóviles de Fuerzas Especiales (Gafes), grupos de élite que tendrán entre sus filas a militares entrenados en el extranjero (Estados Unidos (EU), Israel, Francia, Guatemala, Chile, etcétera).

Gafes que, además, en 2007, daría forma a un grupo de sicarios vinculados tanto al narcotráfico, como al secuestro y a la trata de personas, los Zetas. Ello, tras la supuesta deserción de 1 mil 382 elementos de un total de 5 mil 500 Gafes.

Y, dentro de tal contexto contrainsurgente, entre 1993 y 1994, se darían una serie de asesinatos, como el del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, el de Luis Donaldo Colosio, el de Adolfo Ruiz Massieu y Paco Stanley.



Todo de la mano de una reacción política en varias regiones del país, sobre todo en el norte, en donde el partido dominante, que era el Partido Revolucionario Institucional (PRI), perdería estados como Baja California y Chihuahua, mismos que, se caracterizan por tener las principales ciudades fronterizas como, Tijuana y Ciudad Juárez. 

Pero, además de perder el PRI dichos estados, también perdería el gobierno de municipios importantes como Monterrey, Aguascalientes, Guadalajara y, posteriormente, los estados pertenecientes a esas ciudades como: Nuevo León, Aguascalientes y Jalisco. 

Escenario al cual, se le añadiría que, también en 1994, se dieron una serie de asesinatos o encarcelamientos, de quienes en ese momento eran los narcotraficantes más importantes, como los hermanos Arellano Félix, Amado Carrillo Fuentes y Juan García Ábrego. 

Todo lo cual, derivaría en que, en nuestro país no solo se dieron cambios en la geopolítica nacional, sino también en los juegos de poder y de cacicazgos políticos y empresariales. Que llevarían a que, para finales de los noventa, cuando el PRI pierde de manera masiva varios espacios del territorio nacional y hay gobernantes de la oposición, tanto de la derecha como de la izquierda, se consolidaran nuevas estructuras de narcotraficantes que darían forma al narco paramilitarismo. 

Narco paramilitarismo que, dentro del neoliberalismo, responderá a una lógica de despojo, extractivismo y adopción de reformas neoliberales, que han devenido en la privatización de sectores nacionales estratégicos, así como han abierto la posibilidad para que bajo el amparo legal se expropien vastas zonas campesinas. Lo cual, ha implicado tanto el despojo de múltiples áreas, recursos naturales y humanos, así como amenazas a la organización colectiva y comunitaria.

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