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Para
la flamante primera ministra Liz Truss, que
asumió el martes en lo que fue el último acto oficial de la reina, el
congelamiento de la actividad presenta un dilema. El jueves, poco antes de darse
a conocer la noticia, la primera ministra había presentado al parlamento un plan
de emergencia para amortiguar el impacto de las tarifas de
electricidad y gas que iban a duplicarse el 1 de octubre. El plan del oficialismo es un congelamiento parcial de este aumento,
complementado por una ayuda para los sectores más necesitados, pero el debate inicial es apenas el
primer paso del proceso legislativo.
Lo
mismo sucede con el resto de la agenda que Truss alcanzó a delinear, pero que requiere debate y votación en
un parlamento que ha suspendido las sesiones. La reducción impositiva equivalente a más de 30 mil millones de
dólares que beneficiará principalmente a las corporaciones y los más ricos para
“estimular la inversión y hacer crecer la economía” quedará atrapada por el
momento en este limbo. Desde la
renuncia de Boris
Johnson en junio hay un gobierno zombi que Liz
Truss quería despertar con una catarata
de anuncios que ahora tendrán que esperar. En ese sentido Truss tiene un dilema de hierro delante. La urgencia de la situación exige una sesión parlamentaria de emergencia esta semana que chocaría de
plano con los 10
días de duelo y el sentimiento colectivo.
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CARLOS III YA ESTÁ EN EL TRONO
DE ISABEL II, PERO LA CRISIS NO RESPETA EL DUELO.
Un país en modo pausa en medio de los problemas
*****
El cambio se realiza con la
ordenada y pomposa ritualidad que caracteriza a los británicos. Pero los
problemas que enfrenta el decaído imperio no respetan el duelo. Escocia
profundiza su independentismo e Irlanda del Norte amenaza con retomar los
enfrentamientos, mientras se profundiza la crisis económica.
Por Marcelo Justo.
Página /12 domingo 11 de septiembre del
2022.
Carlos III, el nuevo rey
de los británicos.
La
rueda de la era post Isabelina comenzó a girar con los pasos rituales del
proceso de sucesión. La ceremonia de proclamación formal de
Carlos III como
rey en horas de
la mañana de este sábado, replicada al mediodía en la City de Londres
y el juramento
de lealtad al monarca de la
primera ministra Liz Truss y los diputados más senior de la Cámara de los
Comunes empiezan a dejar
atrás el reinado más largo de la historia inglesa, los 70 años en que Isabel II
ocupó el trono.
El
cambio se realiza con la ordenada y pomposa ritualidad que caracteriza a los británicos. El fallecimiento de la Reina
modificó los títulos que ostenta la
familia real en algo que, de no ser por el contexto de duelo, podría parecer el juego de las sillitas. El primogénito de Charles asumió el título que tenía el Rey, Príncipe de
Gales. Su esposa Catherine se convirtió en la princesa de Gales (como lo fue Lady Di en su momento).
Viejas rencillas
familiares fueron
puestas a un lado apuntando
a una posible reconciliación en el interior de una familia real desmembrada por
el escándalo de abuso de una menor que enlodó al hermano del rey, el príncipe Andrés, y la decisión de su hijo, el
príncipe Enrique, y su nuera, Rachel Meghan
Markle, de radicarse en Estados Unidos. En su primer mensaje a la
nación el viernes, el Rey manifestó su “amor
por Enrique y Meghan que están siguiendo su vida en el extranjero”.
La rehabilitación del hermano Andrés tomará más tiempo: su
presencia en este período de duelo
puede ser un primer paso. La
enorme gravedad de las acusaciones que
enfrentó y el multimillonario arreglo extrajudicial que tuvo que pagar para no ir a juicio en Estados Unidos requerirán tiempo y
maquinaria de relaciones públicas para que vuelva a aparecer en público.
El
Palacio de Buckhingham, el Castillo de Windsor y el de Balmoral, Escocia, donde permanece
el ataúd de la reina, están rodeados
de ofrendas florales y de un flujo incesante de gente para rendir su homenaje personal a Isabel II.
Libros de condolencia se pusieron al
alcance del público en distintos puntos
del Reino Unido embarcado en los 10
días de luto nacional.
El país entero se encuentra entre una especie de normalidad (no hay feriado nacional, los negocios siguen abiertos, no ha parado la actividad laboral) y una sensación de suspenso y paréntesis: no hay actividad política, se cancelaron los partidos de fútbol y otros deportes, se suspendieron las huelgas. Los cines y teatros permanecen en su mayoría abiertos, pero el mundo del gran espectáculo entró en modo pausa. El jueves la Royal Opera House suspendió el estreno de Don Giovanni y los espectáculos que siguieron los dos días siguientes. La entrega de premios televisivos de la National Television Awards que iba a tomar lugar el jueves fue pospuesta hasta el 13 de octubre.
El duelo y la crisis económico-social
En
medio de innumerables gestos simbólicos de respeto, la profunda crisis económica y social del Reino Unido no cambió de fisonomía
en señal de duelo. Las cuentas de electricidad y
gas siguen llegando con los aumentos
que tuvieron desde la guerra en Ucrania, la inflación continúa al alza, la libra se debilita aún más respecto al dólar, el salario real está
en su nivel más bajo en décadas.
Para
la flamante primera ministra Liz Truss, que
asumió el martes en lo que fue el último acto oficial de la reina, el
congelamiento de la actividad presenta un dilema. El jueves, poco antes de darse
a conocer la noticia, la primera ministra había presentado al parlamento un plan
de emergencia para amortiguar el impacto de las tarifas de
electricidad y gas que iban a duplicarse el 1 de octubre. El plan del oficialismo es un congelamiento parcial de este aumento,
complementado por una ayuda para los sectores más necesitados, pero el debate inicial es apenas el
primer paso del proceso legislativo.
Lo mismo sucede con el resto de la agenda que Truss alcanzó a delinear, pero que requiere debate y votación en un parlamento que ha suspendido las sesiones. La reducción impositiva equivalente a más de 30 mil millones de dólares que beneficiará principalmente a las corporaciones y los más ricos para “estimular la inversión y hacer crecer la economía” quedará atrapada por el momento en este limbo. Desde la renuncia de Boris Johnson en junio hay un gobierno zombi que Liz Truss quería despertar con una catarata de anuncios que ahora tendrán que esperar. En ese sentido Truss tiene un dilema de hierro delante. La urgencia de la situación exige una sesión parlamentaria de emergencia esta semana que chocaría de plano con los 10 días de duelo y el sentimiento colectivo.
Los próximos pasos
El
proceso de proclamación del Rey se completará en
el resto del Reino Unido --Escocia, Gales e Irlanda del Norte-- este domingo. El ataúd de la reina será trasladado del
castillo de Balmoral al Palacio de Holyroodhouse, residencia oficial de la monarca en Escocia, donde permanecerá el resto del día. El
martes será trasladado en avión a Londres y en
coche fúnebre al Palacio de Buckingham.
Mientras
tanto el Rey Carlos III visitará Escocia, Gales
e Irlanda del Norte en la llamada “Operation Spring Tide”, un operativo, que al igual que
los pasos ceremoniales por la muerte de
la reina, fueron planificados hace años. Esta visita del Rey busca afirmar las
riendas de un Reino (des) Unido. En Escocia hay presión para un nuevo referendo independentista por el impacto económico que
está teniendo el
Brexit, Gales busca una mayor autonomía y tiene una corriente
independentista propia, mientras que Irlanda del Norte vive bajo el fantasma del conflicto
armado que pareció esfumarse
con los acuerdos de paz de 1998, pero que volvió ahora con la separación británica
de la Unión Europea.
La
situación de Irlanda del Norte es especialmente
delicada. En 2011 la monarca visitó la provincia y se reunió con el entonces viceprimer ministro, el republicano, ex
Ejército Republicano Irlandés (IRA), Martin Mc Guinnes, un encuentro que facilitó
el clima de reconciliación y convivencia
entre la comunidad católica y la protestante. Hoy los acuerdos de paz están en crisis y la Asamblea no puede formar un gobierno
autónomo. Para Carlos III esta minigira será una primera prueba de la continuidad que puede tener el papel
apartidario y unificador de la monarquía,
una de las justificaciones de su supervivencia.
La
“operación Feather”
comenzará el miércoles
con la visita del público
para rendir homenaje a la reina, cuyo féretro estará en Westminster Hall. Se esperan gigantescas colas y la presencia de cientos de miles de
personas. El funeral de Estado se celebrará el lunes 19. La
ceremonia fúnebre será ese mismo día
en el castillo de Windsor, televisada
a toda la nación. Pero el entierro de la reina, en la capilla real en que se encuentran los restos de su padre Jorge VI, será un evento privado al que solo asistirá la familia real.
Recién
después, comenzará de lleno la era
post isabelina. El Rey, la flamante primera ministra y la sociedad
tendrán que navegar en las turbulentas aguas de la
crisis sin este extraordinario paréntesis que ha producido la muerte de la
reina.
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