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"Pablo Bauman. Y los militantes que
estaban en contra del acatamiento al pedido de detención, ¿tenían una idea de
qué hacer después? ¿Cómo resistir? ¿O era una cosa más de indignación, de
reacción?
"Emir Sader. ¡Era entregarse… y no saber qué iba a
pasar! Además, Lula no consideraba como una opción el exilio, como lo había hecho una generación anterior de militantes. Incluso él decía que no iba
a soportar los titulares del O Globo diciendo “¡Lula huyó!” o “¡Lula tiró el guante!”. Era imposible para él. Y no teníamos
alternativas, por eso le ayudamos a
salir de San Bernardo de Ocampo
a pesar de que la militancia se oponía,
porque era su supervivencia política.
Él dependía de esos cerdos en ese
momento. Su vida
estaba en riesgo. Muchas veces me pregunto, ¿por qué no lo han matado a Lula? ¿Por qué no lo han matado a Evo? Yo
creo que podrían haberlo hecho, ¿no? En la cárcel no había control, llevaban comida, etcétera. Pero se
podía envenenar de alguna manera, ¿no? Claro que una
parte de los policías eran simpáticos
con Lula. El que más lo atendía, lloró cuando Lula se fue.
Para ellos era una cuestión de honor.
Los jefes carceleros no, pero
los que lo atendían lo trataban bien.
De todas formas, el riesgo de asesinarlo siempre estaba. Era muy triste y
angustiante para todos.
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Fuentes: El Cohete a la Luna [Imagen: Lula con Emir Sader en la presentación de Las vías abiertas de América Latina. Créditos: Ricardo Stuckert, Instituto Lula]
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LECCIONES DEL LAWFARE. Entrevista
con EMIR SADER, POLITÓLOGO brasileño y colaborador habitual de Rebelión
*****
Por Pablo Bauman, Marcelo Gómez | 13/09/2022 | Brasil
Fuente Rebelión martes 13 de septiembre del 2022.
Emir Sader es uno de los intelectuales
contemporáneos más importantes de América
Latina. A poco de cumplir 80 años, se autodefine como
“parte de una generación
privilegiada, no por haber vivido sólo de victorias sino por vivir vuelcos
espectaculares en las coyunturas nacionales o regionales, como para enseñarnos
que nada está absoluta y definitivamente trazado en la historia”. Es
por eso que uno de sus recientes libros
se llama, parafraseando a Eduardo
Galeano, Las
vías abiertas de América Latina.
En la antesala de otro de
esos “vuelcos espectaculares” como
es el inminente triunfo
de Lula en Brasil y con el nuevo mapa político en América Latina, esta “segunda ola” de gobiernos
progresistas que tratan de escapar como pueden del lecho de Procusto del neoliberalismo, Sader conversó una hora y media sobre los obstáculos y las perspectivas que tienen estos gobiernos y el proceso de recomposición política de la izquierda de la mano de Lula.
Adquiere especial relevancia lo que
nos contó de la experiencia del lawfare y el caso del encarcelamiento
y proscripción de Lula, justo cuando el pedido de prisión para Cristina Fernández se ha convertido en el centro del huracán político de la Argentina en estos días.
La necesidad de que las fuerzas
populares y progresistas tengan respuestas efectivas al lawfare y a las estrategias de “guerra híbrida” nos obliga a
prestar atención al caso brasileño
porque, como decía Perón, “la
experiencia propia siempre es dolorosa, así que la mejor manera de aprender es
la experiencia ajena”.
Marcelo Gómez. Una de las principales estrategias del establishment en América Latina ha sido el lawfare, la feroz persecución jurídica y mediática contra los liderazgos que encarnaron los procesos de transformación en nuestro continente. La experiencia indica que los tres líderes que han sido más perseguidos, que son Lula, Cristina Fernández y Rafael Correa, han adoptado estrategias distintas. Y, por lo menos prima facie, uno podría decir que no les ha ido bien. En el caso de Lula, estuvo en prisión y fue proscripto. En el caso de Cristina Fernández pagó costos de opinión pública muy altos por la persecución judicial, sigue procesada y puede volver a ser proscripta –si consideramos que hubo una especie de “auto proscripción” parcial en 2019 que la llevó a no ser ella misma candidata. Correa tuvo una estrategia un poco extraña, que fue “autoexiliarse” tratando de desinflar el tema, tomando distancia, y tampoco logró escapar al acorralamiento proscriptivo perpetrado por un Poder Judicial que parece fuera de control. En el caso de Brasil, se puede ver que hoy día ha cambiado notablemente la actitud del judiciario respecto a Lula. ¿Qué se puede esperar? ¿Cuál sería una alternativa para enfrentar al lawfare?
Emir Sader. No
tenemos una estrategia. Es el nuevo estilo de golpe, eso está claro si cuentas
con la combinación del Poder Judicial
y los medios para lograr la condena pública, que destroza, que destruye la imagen de un líder popular. Uno ve a
Lula
ahora, pero hay que pensar cómo se intentó destruir su imagen y sacar una
enseñanza de ello. El juez Moro lo
condenó a nueve años y medio, porque a Lula le faltan falanges de un dedo que perdió
trabajando (hace un gesto mostrando nueve dedos). Entonces, lo que hace esa justicia con un tipo con la trayectoria
de Lula
significa un embate con la intención de destruirlo también psicológicamente.
Nosotros estuvimos en contra de que Lula se entregara cuando salió la orden de
detención en 2018. Pero él decía: “Bueno, si no voy a entregarme voy al
exilio y entonces se me termina la carrera política. No tenemos alternativa”.
Pero el miedo era que no saliera, o que no saliera nunca o que lo mataran de
alguna manera. Él dio vuelta todo eso. Ahora, claro, fueron riesgos que él
asumió. Soportó
580 días, solo, en su celda, con
una seguridad enorme de que era la mejor decisión. Le resultó espectacularmente
de alguna manera, ¿no? No solo salió y
probó que era inocente, sino que
recuperó sus derechos políticos y es
favorito para ganar en la próxima
elección. Ahora bien, no sé si de ahí se puede sacar una estrategia. Porque en
el ínterin te cagaron, ganaron la elección y Bolsonaro le va a dejar a Lula
un país hecho un desastre.
En
cuanto a Alberto
y Cristina, de alguna manera el sistema
judicial argentino está peor que el brasileño, porque no reconocen la dimensión política de
Cristina. Y eso lo pueden hacer siempre. Si hay condiciones políticas, lo pueden hacer siempre. En el gobierno
podemos tener la voluntad. Pero la estrategia debe ser política, además de
jurídica. Es un medio institucional que
no controlamos, que es el Poder Judicial… absolutamente incontrolable, ¿no? Y son responsables de esta persecución. Lula iba a ser elegido en la elección
anterior. Era el favorito para ganar. Lula
estaba recorriendo el país en caravanas que paraban en todos los pueblos y se
habían convertido en un fenómeno de masas. Entonces estos jueces son
responsables por la tragedia humana,
económica, social y de la democracia que hoy vive Brasil. Ahora aparentan como si el Poder Judicial estuviera en una postura muy buena, muy democrática, con tal de cercarlo a Bolsonaro, pero sin ninguna
autocrítica, sin reconocimiento de nada. Fue
un golpe duro, el peor momento de Brasil desde el golpe del año ’64, poner
un tipo como Bolsonaro al frente de la República.
¡Claro que el tema es democratizar el
Poder Judicial! Pero para llegar a eso hay que modificar una
correlación de fuerzas de la que estamos a kilómetros
de distancia. En Bolivia llegaron a elegir democráticamente a los miembros del Poder Judicial. Pero
incluso en la primera ola la experiencia
fue desastrosa, porque la gente no tenía
experiencia ni nada. Ahora, yo no sé
decir, con todo lo que pasó –estuve con García Linera pero no tocamos ese tema– qué resultó después. Pero en su momento
lo lograron, tuvieron la correlación de
fuerzas suficiente para ello. Igual el caso de Bolivia es un caso más cercano al brasileño porque fue un golpe
directamente y el MAS logró volver con la victoria electoral de una
manera abrumadora, lo que tratamos
de hacer también en Brasil. Recuperar el gobierno es el primer paso
para pensar en reformas al judiciario.
Lo
que no puede ser es que una institución
de la República no pueda ser controlada en términos democráticos. Acá en la Argentina también los jueces son designados de por vida, ¿no? El mecanismo de selección en Brasil radica en el Senado,
en la comisión del Senado. Pero
teniendo una mayoría circunstancial
le pueden cambiar, como en Estados
Unidos, la composición interna del Poder
Judicial de por vida. Es un mecanismo que tiene graves consecuencias. Hoy
en Brasil el
Tribunal Supremo está actuando a
favor de la democracia, pero nos
tenemos que dar cuenta que puede ser lo contrario
a través del lawfare, un mecanismo
gravísimo de destrucción de la vida
democrática. Es un ejemplo claro lo que ocurrió en el proceso de destitución de
Dilma: el presidente del Senado, que designó la entonces
oposición, es miembro de la Corte Suprema
y presidió la sesión del Senado que decretó el impeachment a Dilma.
Un impeachment
sin ninguna razón, sin ningún argumento. ¡El
arreglo de reasignar recursos del presupuesto de un lado a otro no es
judiciable! Todo esto habla, en cualquier circunstancia, de que el Poder Judicial se sometió a esa maniobra política que no debió haber
permitido bajo ningún punto de vista. Es grave como obstáculo a la democracia
el hecho de tener un Poder Judicial no
democratizado y no controlable por
la sociedad.
No hay duda de que el lawfare se generó como una forma de política para neutralizar a Lula y lo que representa. Pero también son algunas características específicas de Lula las que hicieron posible dar vuelta esa situación y que pueda volver a ser presidente. No es solo argumento jurídico o político. Es fuerza política y personal propia de él. La sociedad no dio respuesta al lawfare. No es un caso que se repita, es el único. Bueno, de alguna manera también está Evo, que se mantiene con un liderazgo importante. En ese sentido fue fundamental en Bolivia que el MAS ganara en primera vuelta, también para impedir o bloquear aventuras golpistas desde otros poderes que podían especular con deslegitimar al nuevo gobierno.
Pablo Bauman. ¿A qué se
refiere con características propias o irrepetibles de Lula?
Emir Sader. Hay
gente que decía que no, que Lula era un
burócrata, que esto, que aquello… Pero
sus raíces en el pueblo brasileño son muy fuertes. Además, para entender a Lula
no hay que olvidar su trayectoria
personal. Ese tipo era el que comió pan
por primera vez a los cinco años. Yo participé de las caravanas con él por todo
el país. Él contaba cosas increíbles: de
chico le encantaba mascar chicle, ¿no? Pero nunca tenía chicle. Entonces
el amigo terminaba de mascar, se lo daba y él lo limpiaba con
agua y lo mascaba. Con los ocho hermanos y la
madre… él recordaba todas las
veces que la habitación de la madre estaba llena de agua por lluvia, o el
viaje en un carromato de 13 días a San
Pablo. Es de una pobreza extrema. Hay que ver la trayectoria, y todo aquello por lo que pasó Lula y el apellido Da Silva,
que no puede ser más común en el
interior de Brasil.
La biografía que hizo de él Fernando
Morais es muy buena, porque en verdad, así como la biografía de
Trotsky es la historia de la Revolución Rusa, no hay ninguna que sea la historia de América Latina. Pero la biografía de Lula es la historia de Brasil, porque
era la gran migración de los años ‘50,
el auge industrial de Sao Paulo, la
migración nordestina. Fueron los que promovieron el desarrollo de Sao Paulo, el “cabeza chata” [1],
“el bahiano”… Lula surgió de entre ellos. Fue lustrabotas, hizo de todo para sobrevivir y salió adelante. Se hizo tornero, tuvo su casita, y por si fuera poco se hizo una figura pública como dirigente sindical, luchando
contra la dictadura, terminó siendo candidato a presidente y luego el presidente que puso a Brasil como un país importante en el
mundo y se convirtió en una figura
mundialmente prestigiosa. Con lo de la prisión
y todo eso también, es como una figura mítica del Brasil
profundo, del Brasil sumergido,
que se sobrepone a todas las
adversidades, que resurge cuando
parecía todo perdido, una encarnación viva de la esperanza.
Cuando quise visitarlo en la cárcel de Curitiba había
visitas solo los jueves y se permitían sólo dos personas. Entonces
me inscribí ¡y mi visita coincidió con la de Duhalde! Tenía una habitación muy sencilla y austera, y con todo lo que había pasado él era muy optimista. Incluso decía que había pasado momentos
mucho más duros en su vida. Aseguraba que la cárcel lo hizo mucho más duro, que se sentía fortalecido. Pero
uno salía de allá y dejarlo en esas
condiciones, en manos de aquellos
policías canallas sin saber si iba a
poder salir de ahí, daba mucha bronca y mucho temor.
Marcelo Gómez. ¿Qué puede contarnos
del día en que Lula se entregó, que acató la orden de detención? Usted estuvo
presente en ese momento.
Pablo Bauman. Fue un momento muy dramático, allá en la sede metalúrgica de Sao Bernardo do Campo. Acá mismo en la Argentina éramos cientos de miles prendidos al televisor.
Emir Sader. Es
así. Estábamos en el sindicato, toda la noche del sábado. Él tenía que
presentarse, de modo que la policía va a notificarlo, y ahí ya era la imagen
de él con dos policías. La primera vez que intentó salir, la gente que atestaba y rodeaba la sede le impidió que saliera. ¿Cómo
podían aceptar una cosa así, ¿no? La siguiente vez finalmente se montó un esquema para que pudiera salir por otro lado, sin que los militantes pudieran impedirlo. Salió de
ese mismo sindicato donde él comenzó
toda su trayectoria.
La CUT (Central Única de Trabajadores de Brasil) empezó ahí, y él volvió después de hacer sus cursos de formación de tornero
para hacerse sindicalista. Lula tiene una
trayectoria increíble.
Pablo Bauman. Y los militantes que
estaban en contra del acatamiento al pedido de detención, ¿tenían una idea de
qué hacer después? ¿Cómo resistir? ¿O era una cosa más de indignación, de
reacción?
Emir Sader. ¡Era entregarse… y no saber qué iba a
pasar! Además, Lula no consideraba como una opción el exilio, como lo había hecho una generación anterior de militantes. Incluso él decía que no iba
a soportar los titulares del O Globo diciendo “¡Lula huyó!” o “¡Lula tiró el guante!”. Era imposible para él. Y no teníamos
alternativas, por eso le ayudamos a
salir de San Bernardo de Ocampo
a pesar de que la militancia se oponía,
porque era su supervivencia política.
Él dependía de esos cerdos en ese
momento. Su vida
estaba en riesgo. Muchas veces me pregunto, ¿por qué no lo han matado a Lula? ¿Por qué no lo han matado a Evo? Yo
creo que podrían haberlo hecho, ¿no? En la cárcel no había control, llevaban comida, etcétera. Pero se
podía envenenar de alguna manera, ¿no? Claro que una
parte de los policías eran simpáticos
con Lula. El que más lo atendía, lloró cuando Lula se fue.
Para ellos era una cuestión de honor.
Los jefes carceleros no, pero
los que lo atendían lo trataban bien.
De todas formas, el riesgo de asesinarlo siempre estaba. Era muy triste y
angustiante para todos.
Pablo Bauman y Marcelo Gómez son docentes e
investigadores de la Universidad Nacional de Quilmes.
Nota
[1] En Brasil llaman
despectivamente “cabeza chata” a
los habitantes del nordeste, por la
deformación del cráneo producto de acarrear, en grandes distancias, recipientes
con agua sobre sus cabezas.
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